Partida Rol por web

La respuesta de Zyllah hizo que Eko tuviera ganas de marcharse de inmediato. ¿Ahora ella iba a intentar marcar las reglas?

- No estoy en tus manos. - Respondió, afilando su mirada. - Te he traído aquí porque quería... porque necesitaba - se corrige -  tu ayuda, pero eso no significa que estés por encima de mí.

- Ella no ha matado a nadie, y yo estoy en un apuro porque tiene la total capacidad de ganarse los votos de la gente. Esperaba que lo comprendieras. Pero si vas a seguir echando mierda sobre ella, quizá me había equivocado.

Noté el cambio en su actitud y el corazón empezó a latirme a toda velocidad. No podía evitar temer su mirada cuando se ponía de esa manera. Sin embargo, era consciente de que me jugaba mucho y no permití que mi temor aflorase a mi rostro, que permaneció impertérrito mientras él hablaba. 

- Tienes razón. No estás en mis manos, estás en las suyas. Y supongo que ahora mismo yo también. - Respondí sencillamente, sin apartar mi mirada de la suya, ni relajar mi postura. -  No te creas que me has hecho ningún puto favor trayéndome aquí. ¿Quieres mi ayuda? Pues empieza por responder a mis preguntas.

- ¿Que no te he hecho un favor trayéndote aquí? - Repite Eko, con los ojos muy abiertos - Ahora sabes lo que era Zagam y lo que podía hacer, y también que nos enfrentamos a un peligro menos. Sabrás qué hacer si lo devuelven a la vida, y podrás hablar con cualquiera que acabe aquí si trae a más gente. Sabes mi situación, y sabrás más cuando pasen los días. Ahora tienes más datos que nadie.

- Y más que estar en sus manos lo que estoy es condenado por ella. Ya te he dicho que ella ni quiere abrir el sello ni ha matado a nadie. Nada impide que nos marchemos de aquí cuando todo termine, y tú te quedes cumpliendo tu destino.

No pude evitar que una sombra entristeciera mis ojos con su respuesta. Era evidente que esta conversación no iba a servir de nada, así que me encogí de hombros y respondí mientras me daba la vuelta para alejarme. - Es peor de lo que imaginaba. No sólo estás ciego, también te crees que los demás lo estamos.

Empecé a caminar despacio en dirección contraria, dándole la espalda descuidadamente. - Sí, quizá te equivocaste conmigo... - Musité sin dejar de andar, sabiendo que lo escucharía perfectamente.

Durante unos instantes Eko se quedó de pie, parado y frustrado por cómo estaba yendo todo. Y por un momento maldijo el momento en que puso un pie en Oldland. Las cosas no tendrían que haber ido así. Se suponía que todo sería de otra manera.

- Espera. - Susurró, sin saber muy bien cómo arreglarlo.

Me sentía completa y extrañamente traicionada mientras me alejaba y me detuve al escucharlo, pero no me di la vuelta para mirarlo. - ¿Qué quieres? - Pregunté simplemente en voz baja, con el tono más neutro que pude.

Eko suspiró antes de responder. No estaba acostumbrado a ceder, y parecía necesario hacerlo continuamente. No le gustaba nada. Pero prefería vivir a disgusto que morir por orgullo.

- Sí, dije que confiaba en ti, y era cierto. - Dice, respondiendo a su pregunta. - Y no, no me gusta estar ligado a ella. - Añade luego con un suspiro - Me conoces. Aborrecería estar ligado a cualquiera. Pero ella aún por encima va a hacer que nos maten a los dos. Nunca he tolerado la estupidez, y ahora dependo de ella.

Entonces se quedó unos segundos callado, sin encontrar las palabras. Finalmente suspiró antes de continuar. - La desprecio más de lo que podría describirte, y no sabes cómo me jode que mi vida dependa de alguien como ella.

- Sé que realmente da igual lo que te diga: no confiarás en mí. - Concluyó al fin, bajando la mirada al suelo. Se sentía totalmente derrotado, pero eso sólo era su propia culpa. - Pero eres lo único que tengo.

Me di la vuelta despacio mientras lo escuchaba y cuando estuve de nuevo de frente, asentí despacio. - Tienes razón. No puedo confiar en ti mientras estés ligado a ella. Sé que cualquier cosa que te cuente ella también la sabrá, y que podrías mentirme... o incluso matarme si creyeras que soy una amenaza para ella. Y también sé que tu actitud y tus palabras pueden ser sinceras o una estrategia para mantenerme bajo control. Ya sé todo eso... - Terminé abriendo las manos con un gesto claro. "Es lo que hay" y dejé que pasaran varios segundos, que mis palabras cobraran todo su significado antes de seguir hablando.

- Tú sí puedes confiar en mí. Pero si vas a hacerlo, que sea de verdad. No me cuestiones, porque no podré responderte. No voy a hacer planes contigo... con ella. - Me corregí de inmediato. - Pero tengo un as en la manga. Y eso es todo lo que voy a decirte. - La sombra de tristeza continuaba en el fondo de mis ojos, pero había algo más en ellos mientras me cruzaba de brazos y sostenía su mirada: determinación.

Eko escuchó todas las palabras de Zyllah, y negó levemente con la cabeza. Sin embargo, ella tenía razón en más cosas de las que querría admitir. De modo que en lugar de discutírselo tragó saliva y dejó pasar los segundos, meditando. Esto no dejaba de ser como una partida de ajedrez, donde cientos de piezas invisibles amenazan la tuya propia.

- Yo no he dicho que no puedas confiar en mí. Pero es cierto que lo más seguro para ti por ahora es no hacerlo. Yo tampoco lo haría, de estar en tu situación. De hecho, si las tornas fueran contrarias probablemente trataría de utilizarte. - Explicó con sinceridad. - Sabes lo que soy. Sabes lo que quiero: salir vivo de aquí, si es con el sello intacto, mejor. O más bien, sabes que eso es lo que querría. Sin embargo, desconfías de lo que pueda llegar a hacer para marcharme con vida, y haces bien. - Reconoció, antes de terminar de relajar su postura y sentarse en el suelo, en medio del pasillo.

- Confío en ti. - le dijo luego, mirándola a los ojos - No sé de qué se tratará tu as en la manga, pero yo tampoco quiero que me lo digas. Tu madre salvó a Verona. Si tú dices que puedes hacer algo por mí, sólo esperaré a que llegue el momento.

Asentí de nuevo con la cabeza, sin soltar su mirada. - Bien. - Dije solamente antes de girarme de nuevo y volver a caminar, alejándome despacio para dar una vuelta alrededor del edificio, ordenando mis ideas y calmando mi espíritu. No había sido una conversación sencilla, pero en cierta manera me sentía más tranquila que antes de tenerla.

Cuando terminé de dar la vuelta entera lo busqué de nuevo para sentarme a un par de metros de él, apoyándome en alguna columna. - ¿No te molesta que coquetee con Gabriel delante de ti con tanto descaro y todos piensen que es él el que está ligado a ella? - Pregunté con curiosidad y jugando de nuevo con un hilo del borde de mi jersey, un poco incómoda. La verdad es que no terminaba de entender el vínculo que había entre ellos. No parecía tener mucha relación con lo que había escuchado sobre Azhariel y Valfar y no podía evitar preguntarme si no se trataría de otra cosa.

Cuando Zyllah se alejó Eko permaneció pensativo. No tenía otra cosa que hacer, salvo jugar con la bala entre sus dedos y darle vueltas a todo. Aunque fuera de manera egoísta, comenzaba a arrepentirse de haber tratado mal a Zyllah todo ese tiempo. Quizá si no lo hubiera hecho todo sería más sencillo ahora. ¿Pero quién podría esperar que ella acudiese a Oldland? ¿Quién podía esperar que fuese precisamente él el que terminase pidiéndole ayuda?

Al verla volver levantó la vista durante unos instantes, pero luego continuó a su aire, intentando no incomodarla. Iban a tener que compartir ese espacio preferiblemente mucho tiempo, y lo mejor era que ambos estuvieran cómodos.

Que ella se sentase cerca de él podía ser una buena o una mala señal. En cualquier caso, él buscó sus ojos antes de responder.

- Para nada. - Le dijo - Al menos, no me jode que lo haga ni que sea delante de todos. Lo que me jode es que por su forma de hacerlo mi vida esté en peligro. Ya te dije que no estaba enamorado de ella, ni nada parecido.

- ¿Entonces qué sientes por ella? ¿Te suicidarías de pena si vieras su cadáver como Azhariel?- Pregunté, sin comprenderlo. En mi expresión podía verse que simplemente trataba de entender la situación por completo. - Sabes que si ella resulta sospechosa no es sólo por ese extraño coqueteo, ¿no? Aunque todos se hayan centrado en eso... Hay muchos otros pequeños detalles. 

- No, no me suicidaría de pena. - Responde Eko incrédulo, como si lo que ella dice fuese incomprensible. - Lo más que puedo sentir por ella es lástima. Sin embargo, sé que si ella muere yo iré detrás. No será por pena, pero estamos enlazados: sucederá. - Explica con un suspiro.

- Y sí, sé que hay más cosas. - Añade después. - No sólo pequeños detalles: es toda su actitud. Atravesar a unos y a otros sin motivo, sólo por demostrar que puede hacerlo. Ponerse a la defensiva en cuanto se habla de ella... Es todo. Huele a culpabilidad. Pero no creas que lo entiende siquiera.

- E intentar callarme cuando Gabriel me preguntó mis motivos para votarla. Como si prefiriese el voto que el que todos escuchasen las razones en voz alta... - Añadí, aportando tan sólo otro de los pequeños detalles, antes de quedarme en silencio varios segundos y alzar la mirada buscando la suya. - No lo entiendo, Eko. Lo siento. - Expresé, abriendo las manos y sentándome con las piernas cruzadas, a lo indio. - Siempre pensé que si Azhariel y Valfar estaban unidos era porque se amaban. Es lo que siempre me contaron, que era la fuerza de su amor la que los mantuvo a salvo tanto tiempo, y la que los condenó... Pero lo que tú describes no se parece mucho. ¿Por qué ibas a morir por ella si la desprecias? No quiero hurgar, si lo prefieres dejaré el tema, pero... No lo entiendo.

- No te preocupes. Eres la única con la que puedo hablar de ello. - Responde Eko encogiéndose de hombros, con cierta resignación.

- Este lugar nos da poderes que antes no poseíamos. Al morir Azhariel también Verona moría, por otro tipo de enlace. Creo que ellos se enamoraron porque confiaban el uno en el otro, y se tenían siempre dentro de sus cabezas. El enlace sólo fue el medio. Nuestros padres sólo saben de eso lo que Azhariel les contó, y para él su amor habría podido levantar una montaña. Pero seamos serios: tenía que haber algo más.

- Ella ha pretendido hurgar en mi cabeza, y nadie viola mi intimidad. Además de ponerme en peligro una y otra vez.

- Ahora le ha dado por decir que conoce a Azhariel de antes, que está comenzando a recordar. Pero que se niega a hacerlo conmigo porque no soy como Gabriel. Dime una cosa: ¿tú podrías enamorarte de alguien así?

- No. No podría. Ni querría. - Respondí con sinceridad antes de hacer una pausa y mirarlo, escrutando su mirada durante varios segundos. - ¿La tienes en la cabeza todo el rato? ¿Ahora mismo también? - Pregunté entonces, de nuevo con curiosidad. - ¿Se entera de lo que hablamos o se lo cuentas tú después? - Me detuve, dándome cuenta de que quizá mis preguntas podrían resultar intrusivas y levanté la mano con la palma hacia fuera mientras hablaba en un tono con una leve disculpa implícita. - Siento preguntarte tantas cosas. Puedes cortarme cuando quieras. 

Cansado, Eko hace un gesto negando con la cabeza. Responder esas preguntas era lo menos que ella podía pedir si de verdad iba a echarle una mano. Y dejar los términos claros era algo que probablemente le fuese bien a los dos.

- Todo el rato. - Responde un poco hastiado. - Ahora también. Igual que tú estás dividida en dos lugares, yo lo estoy en tres.  Y me creas o no, hasta ahora sólo le he dicho que estábamos en este sitio, que la estaba criticando y que eras un hueso duro de roer. - Luego dibuja una media sonrisa de cierta malicia y complicidad, abriendo los brazos. - Tampoco es que me hayas dicho nada que merezca la pena contar, ¿no es así?

- De todas maneras, - continúa después - si le digo algo más, o si me enterase de algo relevante, te lo diré. - Promete sin apartar su mirada de los ojos de ella, hablando entonces con gesto más serio. - Sé que pedirte ayuda sólo aplaza lo inevitable: cuando Gabriel caiga todos necesitarán un nuevo objetivo. Así que considero una posibilidad cada vez más plausible el no salir vivo de aquí. Y si eso sucediera, no me gustaría que el sello se rompiera. Como mínimo se lo debo a mi padre.

En mis labios se dibujó una pequeña sonrisa al ver la suya y sentirme de alguna forma su confidente o algo por el estilo. Era agradable de alguna extraña manera que hablásemos sin insultarnos. Pero enseguida me asusté al darme cuenta de que me estaba confiando y eso podía ser fatal. ¿En qué momento había conseguido que me relajara hasta este punto? Lo miré más seria antes de hablar de nuevo, envarando un poco mi postura. - Hay muchas cosas que son diferentes a lo que me contaron. Este lugar, por ejemplo... Siempre me habían dicho que era un sitio triste y sin embargo, me siento bien aquí. Aunque quizá eso dependa más bien de su propietario o creador o lo que sea. ¿Crees que Seele y Gabriel podrían estar enlazados de alguna manera?

Pensé entonces en Yannick, en su forma de hacer sonreír a cualquiera con su sola presencia. Y me dio lástima que se enterase de todo lo que estaba pasando de nuevo en este lugar. Dijera lo que dijese Eko, no podía creerme que lo hubiera dejado venir solo si supiera que iba a hacerlo. - Yannick odiaría saber esto... - Susurré, esquivando su mirada por un instante. - Pero a pesar de que hay cosas distintas, también las hay que son iguales. Y entonces había formas de volver de la muerte, Eko. No lo olvides.

Eko observó el cambio en la postura de Zyllah y no pudo sino disgustarse un poco. Tal y como estaban las cosas en los otros dos lugares donde estaba dividido, empezar a sentirse relajado en uno de los tres no era tan malo. Sin embargo, la recuperada seriedad de ella le hizo levantar de alguna forma las barreras, aunque ni por asomo eran las del principio.

- Seele y Gabriel no comparten ningún vínculo, es sólo la tontería que tienen encima. - Responde con tono serio y agrio - Oh, dios mío, llevo una eternidad solo... por eso que una mujer me mire cambia todo. - dice entonces imitando con desgana la voz de Gabriel - Yo llevo tanto sola que ni me acuerdo... por eso no debéis sospechar nada raro si tomo confianza con alguien a quien he conocido ayer... - Continúa luego, como si fuera Seele. - Venga, hombre. Hay que estar muy desesperado para decir esas cosas. Y más aún para esperar que nos las creamos.

Luego se queda unos segundos dándole vueltas a las últimas palabras de Zyllah. Sería mentira decir que no era algo que ya hubiera pensado, pero tampoco suponían una gran esperanza.

- Es cierto que las había, ya lo he pensado. - Reconoce sin mejorar su expresión. - Pero nadie querría traer de vuelta a alguien que esté enlazado con una sospechosa. Sería una pérdida de tiempo. Al fin y al cabo seguro que ella también acabaría encontrando cómo volver, y terminarían matándola de nuevo. Y a mí con ella. - Explica, negando al final con la cabeza. - No, esa no es la salida. Como recurso está bien, pero debo evitar morir en la medida de lo posible. Y si tiene que ser... Bueno, al menos espero que alcances tu destino.

No pude evitar una risa suave que rompió con mi seriedad al ver su imitación de los dos melknhar. Llevé una mano a mi boca, mientras trataba de contenerla y dejar de reírme. No era momento ni lugar para ello, eso estaba claro. Pero lo cierto es que los había clavado. 

Después lo miré un poco insegura. Ni siquiera recordaba la última vez que me había reído con él sin que volasen los insultos, si es que alguna vez había sucedido. Intenté recuperar la seriedad anterior, pero ya no resultaba igual de creíble. A pesar de ello, seguía manteniéndome alerta y cuidando mis palabras. No hacerlo sería demasiado peligroso y no podía evitar la sensación de que intentaba camelarme.

Negué suavemente con la cabeza ante sus últimas palabras, ignorando las anteriores. - No finjas que el que yo cumpla o no mi destino te importa tanto. No cuela. Ambos sabemos que lo que te importa es sobrevivir a este lugar como sea. 

- ¿Crees que Gabriel es uno de esos traidores? - Pregunté entonces, cambiando de tema, tanteándole.