Partida Rol por web

Aplaudo todas las elecciones, sobre todo las de mi casa, noto rugir mi estómago y me llevo la mano allí, deseando que acabe ya la selección y nos den de comer. Cada vez van quedando menos compañeros al lado del sombrero y se les ve algo más nervioso, creo que ser el primero en orden de lista fue una suerte, no puedo saber la de nervios que tendría si tuviera que haberme quedado hasta el final.

Me voy presentando a todos los que llegan a la mesa, y cuando llegan las dos amigas de Aelia las saludo, me suena haberlas visto comiendo en el tren, y quizás decidiera no molestarlas por eso.

-Hola, me llamo Brad - digo, saludando a las chicas, que se llaman Dharma y Anne después de haberme presentado a un chico llamado Ryan.

"Yuju, genial... un sombrero que se ríe de mi también!" Bajé del taburete y me dirigí a mi mesa, no conocía a absolutamente nadie y mientras me dirigía a ella eché un vistazo a la mesa de Gryffindor "Jo, para gente que conozco...". Me senté, apoyé mi cabeza en la mano y miré las siguiente selecciones. Tenía la sensación de que no les había hecho demasiado ilusión a nadie tenerme en su casa después de mi entrada.

-Pfff- Bufo -¿Cómo va a venir aquí? Entonces tendrían que buscar otra manera de seleccionar a los estudiantes en lugar de ese patético sombrero- Contesto a Deborah con una fría sonrisa, intuyendo su nerviosismo, cuando el sombrero dice la casa levato una mano para señalarlo.

-¿Lo ves?- Pregunto -Hufflepuff... aunque claro, habría estado mejor en Gryffindor... eso de contestarme de esa manera demuestra tanto valor como estupidez- Comento hacia Deborah, en referencia a lo que me había dicho Donnie... aunque lo había dejado muy mal con mi comentario... para mí la ofensa no termina ahí, y pienso cobrármelo más tarde o más pronto.

El proceso de selección, a excepción de la estúpida caída de aquel idiota del lago, continuó con su monotona cadencia hasta que las palabras mágicas, es decir, mi nombre, resonaron en el Gran Comedor.

Sacudí la melena y me erguí con la seguridad de quien desfilar bajo los ojos quisquillosos y las miradas capaces de taladrarte la nuca, fuera el pan de cada día. Tranquila y firme, recorrí la distancia que me separaba del juicio inhevitable, con el aire etero de una bailarina de la vieja patria moscovita. A mi lado, la mismísima Morgana habría parecido una yegua patizamba.

Una vez frente a la profesora McGonagall, el Sombrero y el taburete, saludé a la mujer con un breve y respetuoso gesto de cabeza, me alisé con cuidado la impecable falda del uniforme y, como todo el mundo esperaba, me senté, recta y perfecta, a la espera del veredicto.

Cuando el sombrero se coloca en tu cabeza, escuchas cómo murmura. Bueno, más que escuchar, está dentro de tu mente.

- Eres una niña especial, ¿lo sabes? A todos puedes engañarles, pero yo veo que hay en tu cabeza y tu corazón. Sin duda, te pongo en Slytherin. ¡Slytherin!

El sombrero no tarda ni un minuto en anunciar claro y alto que su casa será Slytherin, dando paso a los aplausos por unos segundos y el silencio que permitía a McGonagall leer el resto de la lista.

- ¡Sinclair, Catherine!

¡Ravenclaw!

- ¡Smith, David!

¡Hufflepuff!

- ¡Snape, Severus!

El niño llama la atención de más de uno ya que no muestra nervios ni alegría, sino una expresión petrea e inexpresiva. 

¡Slytherin!

Por un moemnto antes de irse a su mesa, cruza una mirada triste con una niña de Gryffindor. Después, vuelve a su anterior expresión facial.

- ¡Steward, Edward!

¡Ravenclaw!

- ¡Terson, Lion!

Cuándo el niño que parece enfadado con el mundo es elegido para Slytherin, la niña suspira.

- Oh... Es mi amigo, quería que fuésemos juntos...

El sombrero le habló, por dentro de mi cabeza. Abrí los ojos asustada, pero me tranquilicé puesto que el proceso duró más bien poco.

La casa que me tocó es Ravenclaw. No sabía muy bien qué me esperaba ese año de estudio, pero estaba dispuesta a intentarlo. Recordé que Aelia iba a la misma casa, así que sonreí contenta de conocer a alguien cuando me acerqué a la mesa de mis nuevos compañeros, que aplaudían entusiasmados. Me senté sonriendo y poco tiempo después también se unió Anne, a la que le hicimos un sitio en la mesa después de aplaudir un buen rato la elección de su casa.

Aplaudía y aplaudía. Ya me dolían las manos. Más alumnos vinieron a nuestra mesa pues les había tocado la misma casa. A todos los recibíamos con un gran aplauso y palabras de enhorabuena. Me sentía cómoda, tenía la sensación de que formaba parte de algo, por una vez en mi vida.

No presté atención a la caída de aquel muchacho que se había empapado en el viaje con las barcas. Me había quedado mirando a Lion, el muchacho que había conocido en el tren. Se le veía nervioso. Y al fin le llamaron. Atenta a cada uno de sus pasos, rezo para que le toque en la misma casa que a mí. Así estaríamos todos aquellos con los que he hablado aunque sea un poco en la misma casa, exceptuando la chica del pelo raro del tren.

- Chicas, ¡qué bien que nos haya tocado ir a la misma casa!- exclamo ilusionada. Los ojos me brillan de la alegría y no puedo dejar de sonreír. No solo me había tocado con gente que conocía, sino que me ha tocado con las niñas tan majas del tren. Esperaba que nos hiciesemos buenas amigas las tres, así ninguna nos sentiríamos solas tan lejos de casa.

Un niño rubio se nos presenta.

- Hola Brad. Yo me llamo Dharma.- digo sonriendo en cuanto le escucho hablar.

Mi nombre resonó en el gran comedor con eco ,y si ya me estaba nervioso en cuanto me puse a andar hacia el sombrero empecé a sudar pensando

Slytheryn no, por favor!

Aunque una parte de mi sabia que no me tocaría esa casa.

Ojala me toque con Dharma! Pensé.

Todo el mundo me miraba mientras me acercaba y la verdad es que me pone nervioso tanta atención. No estoy acostumbrado a tanta compañía. Siempre he sido solitario y mas bien me rodeo de animales, tantos niños de mi edad, aunque fueran majos y la mayoría solo me miraban con curiosidad. Me resultaba excesivo.

Al fin llego a la silla y la profesora Mcgonagall me coloca el sombrero encima.

Al ver la selección de Charlotte me quedo igual, ya me imaginaba que acabaría en Slytherin así que no me llevo ninguna sorpresa.

Cuando viene a la mesa la saludo -Pues ya estamos nosotros tres... a ver cuando terminan con el resto...- Digo como siempre, de manera fría y mirando la selección, me llama la atención la manera de subir de uno de los seleccionados, ese tal Severus Snape, no lo conozco y su apellido no me suena de nada, pero esa mirada y rostro inexpresivos me recuerdan bastante a mí.

Cuando es seleccionado para Slytherin y veo su mirada hacia la mesa de Gryffindor me quedo mirándolo fijamente, sin entenderlo.

Tal vez esa cría le diera lástima por haber acabado en esa patética casa...

Cuando se acerca a nuestra mesa le hago una señal para que se acerque, al fin y al cabo yo era el que iba a ir al dormitorio de los chicos y me apetecía conocer a alguien antes de subir... y por su forma de ir a la selección es el que más había despertado mi curiosidad -Severus ¿no?- Le pregunto sin ninguna emoción, dejándole un hueco a mi lado.

Cuando la profesora pone el sombrero en tu cabeza, le escuchas hablarte. Nadie más lo hacía, así que debía de ser telepatía.

- ¡Queda poco ya! A ver, a ver que me dice tu interior... - tras 20 o 30 segundos se decide. - Sí, ya lo he decidido. ¡Hufflepuff!

El sombrero anuncia que Lion ha sido escogido para Hufflepuff y tras su bienvenida, la profesora prosigue. 

- ¡Thomas, Michael!

El chico mira a Zane por un momento con el ceño fruncido, cómo si no entendiese qué hacía. Después contesta con un escueto "sí"  y se concentra en contar cuántos alumnos quedan para después mirar el plato con la misma expresión de aburrimiento.

Tal y como había desfilado hasta el taburete, me encaminé hacia la mesa esmeralda, esta vez, bajo el estrépito de un gran aplauso. Por un momento, mi mirada se cruzó con la de mi hermano, quien me observaba con una media sonrisa, mezcla de satisfacción, crueldad y ¿orgullo?. Oh, por supuesto, esta situación le encantaba. Su monstruoso ego era aún mayor que el mío y cada paso que daba hacia la mesa de Slytherin no era sino una reafirmación más de su poder, del control absoluto que, como mi padre, podía ejercer sobre mí. A veces no entendía como no se soportaban entre ellos, en el fondo eran exactamente iguales.

“Yo se como eres realmente...” Había dicho el sombrero. Valiente estupidez, no tenía ni idea. ¡Maldita sea, ahora sí que tenía ganas de romper algo!

Ignorando valientemente el taladro que suponía ahora la mirada de Alexander, me dirigí directamente a sentarme junto a Deborah y Zane. Apostaría lo que fuera a que esperaba que mis pies me hubiesen llevado dócilmente hasta su lado. Pues bien, esta vez no.

Como si no ocurriera absolutamente nada, sonreí ligeramente a mis compañeros antes de tomar asiento. -Todo un sistema educativo subyugado a una prenda de vestir. -Comenté tratando de quitarle hierro a la situación con una pequeña broma, aunque al final hubiera resultado más cínica de lo que esperaba. -¿Acaso creían que pudiéramos acabar en otra mesa? - Añadí recuperando el papel que se esperaba.

Me encojo de hombros ante su respuesta, una cosa es estar aburrido y otra que te guste el aburrimiento como parece ser el caso.

Así que me giro de nuevo a Charlotte y a Deborah, si ese chico quiere hablar que lo haga... si no, pues mientras no diga nada en contra de Susan me da igual lo que haga.

Al precer y sin contarlo a él, por ahora tendría un compañero de cuarto más.

Mejor así, contra menos estorbo mejor.

-Yo no desde luego, ya sabía que iría a Slytherin... no podría ir a otra casa- Contesto, obviando que por ellas no estaba tan seguro, pero yo sólo podía acabar en la mejor de las casas.

Menos mal, la verdad es que no aguantaba más aquí, todos los que veníamos en el tren han ido pasando uno a uno hasta dejarme solo...

Cuando escucho mi nombre de boca de la profesora McGonagall, salto como un resorte, ya que me dolía el culo de tanto esperar, y me acerco lo más rápido posible al sombrero.

Por un momento, con toda esa gente mirando, temo hacer el ridículo como Donnie, pero por fortuna no es así. Una vez con el Sombrero Seleccionador puesto, sólo me pasa una cosa por la cabeza.

Mándame a la casa que quieras, me esforzaré por ser el mejor mago allá donde me encuentre.

El sombrero empieza a hablarte directamente en tu cabeza cuando la profesora lo coloca en ella.

- Esfuerzo y trabajo, eso hace un buen Hufflepuff. ¿lo sabías? Pero tu mente es demasiado despierta, demasiado insaciable para conformarte en Hufflepuff. Te pondré en...¡Ravenclaw!

El sombrero coloca a Michael en Ravenclaw y la profesora llama a los 4 alumnos restantes.

Sonja Thompson y Albert Wilson, para Slytherin; Diane Wolf y Laura Young para Hufflepuff. De este modo, hay 10 alumnos nuevos, en cada casa y la profesora se retira con el sombrero. En ese momento, el profesor de la larga barba blanca que preside la mesa se levanta y habla para todos.

- Alumnos nuevos y antiguos, ¡Bienvenidos a Hogwarts, Colegio de Magia y Hechicería! Para los que no me conocéis, soy vuestro director, Albus Dumbledore, y este - dice extendiendo los brazos hacia los lados- El claustro de profesores para este año. Quiero daros la bienvenida y espero que os sintáis a gusto en los muros del castillo, pues es vuestro nuevo hogar. Debo recordaros también que no se permite entrar al bosque prohibido, pues hay criaturas peligrosas, y que debéis asistir a vuestras clases siempre. Además, no se puede merodear por el castillo de noche una vez los prefectos han dado el toque de queda para la noche. Nuestro celador Apollyon Pringle se encarga de vigilar los pasillos y nuestro guardabosques, Hagrid, los exteriores. Podéis acudir a cualquier profesor o empleado del castillo para cualquier problema, especialmente al jefe de vuestra casa.

Y ahora, ¡que de comienzo el banquete!

Cuando el director pronuncia esas palabras, los vacíos platos y bandejas de cada mesa se llenan por arte de magia de suculentos manjares: empanadas, pastel de carne, sopa de calabaza y de guisantes, pollo, ensaladas...