Partida Rol por web

El partido no había comenzado del todo bien para el equipo de su amigo, pero Mike sabía que lo importante era como acababan los encuentros por eso siguió animando con fuerza.

-¡Venga Oli! ¡Ya son tuyos! ¡Aguanta!

Visto desde afuera era un deporte muy extraño y además aquella pelota tenía pinta de pesar y ser bastante dolorosa, a pesar de gustarle mucho el deporte no envidiaba a su amigo para nada. La siguiente fase de juego fue dominada claramente por el equipo del americano, lo que hizo que Mike se levantara y se pusiera a gritar con mucho ánimo.

-¡Yuhuuuuu! ¡Ya son vuestros chicos! ¡Seguid así!

Parecía que la juventud se estaba imponiendo a la veteranía, faltaba que pudieran aguantar ese ritmo el resto del encuentro y alzarse con la victoria.

Nat permaneció unos instantes en silencio... evaluando la respuesta de Dawn a su pregunta. Analizando su respuesta verbal y no verbal. Sus reacciones. Puede que el chico hubiese dejado de lado su amabilidad canadiense para empaparse por completo de la suspicacia de Nueva York, su ciudad de adopción. Pero, por otro lado, si tras ser secuestrado, casi matado y obligado a viajar en el tiempo y el espacio a la otra parte del globo no era motivo suficiente para que la vena neurótica de cualquiera no explotase, probablemente nada lo fuese.

La cuestión es que aquel mutismo obligado... aquel ejercicio de despiece de los micro movimientos de Dawn... fue interrumpido por Lottie que seguía a la presa a una velocidad mayor. Quizá no a la misma presa pero la cacería seguía en pié. Si efectivamente Dawn no sabía quién era Umayma la cosa probablemente cobraba dimensiones desconocidas. ¿Puede que entonces sea Umayma quien sirve a Pacal o no al contrario...? Es pensamiento cruzó por la mente del bailarín con presteza pero dejando una huella indeleble. Al menos era una teoría. Lo mismo que aquello de los atlantes, el Oricalcum y la potencial existencia de dos máquinas del tiempo... o, como poco, una que viaja en las dos direcciones.

Como si fuese un eco de su propia mente, aquellas teorías fueron saliendo de los labios de Charlotte que las verbalizaba y las trataba de poner en su contexto. Ella, Lottie, sí confiaba en Dawn... quizá no de todo pero había decidido seguir esa vieja máxima de "los enemigos de mis enemigos son amigos míos en potencia". De nuevo otro clavo ardiendo al que agarrarse. Quizá si era suficiente para la pelirroja debía de serlo también para Nathan.

Así las cosas, el chico fue a intervenir para rubricar, o al menos responder a la francesa cuando su hermano se interpuso con, una vez más, una perorata sin sentido ninguno. Lo cierto era que allá en el ahora tan lejano Castillo de Arena, le habían parecido tremendamente frescas y divertidas las personalidades de Sean y Mike. Tan despreocupados... tan dispuestos a generar buen ambiente, distendido y relajado a todo momento. Pero ahora empezaba a molestarle su comportamiento. CAda vez le parecían más dos chicos de doce años peleando a ver quién orinaba más lejos. Y esa actitud, dadas las circunstancias, le comenzaba a irritar. Por descontado no permitiría que aquello se le notase y mucho menos que le afectase. Pero lo naif lindaba con la estupidez en algunos momentos y la situación, a pesar de que Nat no deseaba para nada que cundiese el pánico, era como poco como para tomársela un poco en serio. Aunque quizá aquello era como pedirle peras al olmo.

- Pues... espero que no. - consiguió responder a Lottie a pesar de la interrupción de Sean acerca de su propuesta sobre la conexión de las burbujas del cenote con el tubo de Oricalcum.

Aquellas palabras sonaron cansadas... temerosas. Volver a sumergirse en aquellas aguas le aterraba. Siquiera volver al recuerdo le parecía apropiado. Tal vez un cambio de tercio fuese más efectivo y le ayudase a ordenar sus ideas y a relajar sus paranoias. Por ello se levantó y se dirigió con paso firme a la parrilla en la cual esperaba la carne asada a ser devorada. El hambre probablemente estuviese afectándoles a todos. Pensó en preparar una fuente bien nutrida para ubicar en el centro de la mesa pero se paró en seco ante la necesidad de comunicarse con los esclavos al cargo de aquella tarea. Con ayuda de algo de lenguaje gestual indicó que la mesa en la que los demás esperaban estaba llena de gente hambrienta y que quería llevarles la carne que cocinaban. ¿Le habrían entendido?

-No, ni idea... no sé quién es esa tal... Umayma...? Ni qué relación pueda tener con Pacal.

Negó Dawn  a las explicaciones de Lottie y a la afirmación taxativa de Sean. El pelirrojo  preguntó acerca del partido y los drones, pero siguió hablando, por lo que ella no le respondió inmediatamente.

-Bueno, el partido fue justo después de la Ceremonia de vuestra compañera, Nefissa... en cuanto a Pacal -comentó dirigiéndose a Lottie- ¿así que alguien de vosotros lo vio antes de venir? ¿En Egipto? Yo lo vi aquí. Si lo visteis en Egipto, está claro que se desplaza con las Máquinas también.

Sacudió la cabeza, de nuevo negando.

-Y no conozco  la relación de la Atlántida con Egipto, eso posiblemente hubiera podido aclararlo Elka, como os decía es su especialidad.

Pero la verdad es que estaba más interesada en lo que había dicho Charlotte acerca de las burbujas del Cenote. Se volvió también hacia Nat mientras él respondía cansinamente que esperaba que no tuvieran nada que ver.

Se levantó con él al ver que el muchacho iba a reclamar comida. Le retuvo asiéndole por el brazo, lo que había dicho era muy importante.

-¿Burbujas? ¿Viste burbujas en el Cenote Sagrado? ¿Qué clase de burbujas, y de dónde salían...?

Las preguntas se mezclaron con los gestos de Nat a unos esclavos que estaban vigilando la carne del asador. Ella les asintió, corroborando su muda petición, y cogió una especie de plato metálico grande, señalando el costillar. Lo hombres lo cortaron y fueron depositando las costillas en el plato, sin ninguna oposición.

El olor familiar de Fadil le llegaba en medio de aquella locura. El calor cercano de su cuerpo. Su voz. 

Nefissa no fue capaz de articular palabra alguna, de pronto atribulada, notando cómo sus ojos humedecían a medida que su abrazo se estrechaba, correspondiendo aquel gesto casi como por inercia, rodeando su cuello con los brazos mientras un sollozo moría en su pecho, notando cómo un hipido se interponía entre ella y sus propias palabras.

El timbre reconocible de su voz la recibía, cuando se encontraba al fin con su mirada, siendo sus ojos azules dos pozos de agua clara que titilaban, a punto de romper a llorar- Por Alá... Menos mal que te encuentro entero, Fadil...-susurró, incapaz de decir otra cosa durante varios segundos, volviendo a estrecharlo entre sus brazos, respirando profunda y temblorosamente.

- Yo... No estoy segura... Era la noche de la inauguración y... De repente... No lo sé. Todo sucedió de una manera tan confusa... Tan deprisa... Y lo que me dieron... Me tenía aturdida.-confesó- Creo... Que no me han hecho daño...- concluyó, palpando sus mejillas, con preocupación- ¿Te han hecho algo a ti?¿Estás bien?

No repreguntó para saber cuánto había pasado desde la ceremonia de Nefissa. A estas alturas de conversación, las dos neuronas de Sean habían cortocircuitado.

Sobre lo de las burbujas... No me miréis a mí. No me he tirado pedos en masas de agua mayores a un yakuzi.

De perdidos al río. Si no había conseguido impresionar a Dawn con su discurso impostado y supuestamente inteligente, es que no tenía ninguna posibilidad con ella. Normal, ¿quién querría acostarse con alguien que tuviese una pierna rota? Implica hacer todo el trabajo en la cama. A estas alturas ya no le importaba ser soez, o como dicen en Francia, ser uno mismo.

Por lo demás, Sean no tenía muchos conocimientos sobre la Atlántida y el Oricalcum. Las teorías conspiranoicas de la época que le había tocado vivir versaban sobre extraterrestes, no sobre tritones. Tampoco tenía muchos conocimientos sobre Egipto, ni sobre el Egipto actual ni sobre el Egipto antiguo en el que estaba de moda ponerse de perfil. Incluso cuando sus padres se ponían a hablar de arqueología egipcia en la cena, Sean desconectaba.

De lo que sí tenía nociones era en conocimientos pop sobre viajes en el tiempo y paradojas, tanto en películas como en videojuegos. Uno de los clichés que siempre se criticaban en las reseñas hablaban de que una máquina en el tiempo que no viajase tambien en el espacio, no te podría llevar a otro continente. No podrías moverte del París del siglo XXI a la Inglaterra del siglo XVIII, significasen lo que significasen esos números romanos. Aparecerías en el París del siglo XVIII. Después estaba la versión Willy Fog de la misma teoría: como la Tierra se mueve, el viaje en el tiempo en un punto fijo del espacio te lleva al espacio... exterior. Y luego estaba el tema de la paradoja en la que la máquina del tiempo rota y la máquina del tiempo original son la misma. Todo un clásico.

Ese tubo de Oricalcum del cenote... ¿era en plan objeto suelto, o pieza perdida? ¿Estaba semienterrado, como si formase parte de una estructura mayor? ¿O cruzaba el cenote como si fuese un oleoducto que llevase moco rosa de un lado a otro?

Sorprendida, escuchó la escueta contestación de Nat y vio como se levantaba de su lado como había hecho minutos antes. Cuando reaccionó ante aquel movimiento, inesperado de nuevo, su mano voló en busca del brazo de Nat con el ánimo de detenerlo. ¿Qué le sucedía ahora? ¡Oh, Nat! ¿Qué estaba ocurriendo? Pero una Dawn mucho más rápida que ella misma, se había levantado, poniéndose a la vera del canadiense. Se quedó mirando la espalda de ambos mientras hablaban. La expresión en la cara de Nat antes de darle la espalda, ya la había visto antes. Allí abajo, cuando emergió de las aguas del cenote, extenuado de tanto aguantar bajo las aguas buscando una salida para ella y la pequeña Enara. Había pensado que era cansancio e impotencia lo que había visto pero, ahora, veía más allá. O creía verlo. ¿Era temor?¿Respeto? ¿Miedo incluso? Recordó que una vez que recuperó la respiración la apremió para salir del agua. Lo había relacionado con que él ya daba por perdido su intento de huida y, sabiendo que solo existía un camino para salir de allí, y ese era volviendo a subir a donde estaban el resto del grupo y los nativos, quería acabar con aquello lo más rápidamente posible. Pero ahora no estaba segura. Tenía que haber hablado con él de eso, no presuponer que todo había ido bien allí abajo. Pero había tanta tensión, tanta inseguridad, tanto miedo en aquellos minutos que… ni siquiera había pensado más allá de su primera suposición. Su mirada, clavada en algún punto de la espalda de su compañero, se perdió en sus recuerdos de aquellos momentos. Ella solo había visto las burbujas, las había sentido. Pero ¿qué había visto o sentido Nat después? No era la primera vez que evitaba aquella conversación.

No era la primera vez que ella iba demasiado rápido y obviaba cosas evidentes. Tenía que bajar la velocidad, tenía que fijarse en todo. Cualquier detalle era importante.

Miró a su hermano-Desde que nos dimos cuenta de que algo pasaba y salimos en busca de Nefissa hasta que llegamos a la Máquina y vimos las imágenes ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Dio lugar a que ella hiciera nuestro mismo viaje, que emergiera en el cenote, subiera esas escaleras, la llevaran allí y ejecutaran la Ceremonia, y después jugaran al juego de la pelota que...vimos nosotros en la Máquina? Mucho tiempo, ¿no? No tengo la sensación de que pasáramos tanto tiempo allí ni en el moco rosa como le dices tú. Aunque bien es cierto que no sabría decir cuanto tiempo fue realmente...-apoyó su cabeza en el hombro de su hermano y fijó su mirada en Estel y Omar, silenciosos aun aunque no perdían de vista a Dawn. Ellos tenían muchas de las respuestas que necesitaban, muchas de las ideas geniales que los sacarían de allí, pero no podía dejar de pensar en el comentario de Dawn y, cada segundo que ellos dos estaban en silencio, más se preocupaba. Se había hecho la loca respecto a la Atlántida, le había puesto a ambos el regalo sobre la bandeja de plata, pero ninguno lo había cogido. ¿Tanto desconfiaban de Dawn? ¿Tenía que desconfiar ella? ¿Era aquella sustancia...? ¿Estaban olvidando como Elka o es que no querían hablar de la relación entre Egipto y la Atlántida con Dawn? Siempre eran ellos dos los que se lanzaban, los que abrían camino. Pero algo estaba mal. Y ninguno de los dos le estaban dando ninguna pista de lo que ocurría. Y eso la estaba desconcertando cada vez más.

Se volvió a mirar a Dawn. Vio como uno de los nativos les estaba sirviendo carne asada a Dawn y a Nat y su estómago rugió, ahora sí. Cerró los ojos un instante, escuchando los ruidos a su alrededor, sintiendo físicamente casi el característico olor de la carne asada. ¿Debía seguir su instinto ahora y ya? ¿A quién tenía a su lado realmente? Sentía que los estaba perdiendo. Sentía a Omar y a Estel lejos. Sentía a Nat alejarse. Su hermano seguía allí, estaba segura de eso. Se incorporó y le plantó a su hermano un beso en la mejilla y lo abrazó fuertemente durante unos segundos.

-Todo va a salir bien enano, vamos a trabajar juntos para salir de aquí. Te lo prometo-le susurró antes de terminar su abrazo. Se limpió rápidamente las lágrimas que habían conseguido rodar por sus mejillas y se volvió hacia el resto.

-Dawn, durante el juego de la pelota que vimos y en el que tu estuviste, después de la llegada de Nefissa... ¿hubo muertes? ¿mataron al equipo perdedor o a algún niño?-le preguntó a la muchacha. Aquella pregunta o mejor, la respuesta a aquella pregunta, podía ser importante.

La relación entre Egipto y la Atlántida le sentaría mejor a Dawn con el estómago lleno.

Dawn se giró de nuevo hacia la mesa, con la bandeja humeante en sus manos, dispuesta de nuevo a dar respuestas, paciente, sus propias preguntas debían esperar.

Notaba las vacilaciones, las reticencias. La desconfianza. Muchas barreras que había que saltar, o sortear. O quizá debía alzar sus propias barreras, quizá era ella la ingenua. 

Pero al encarar la mesa, se dio cuenta de algo más, algo que la hizo estremecer:

Eran tres las miradas ausentes, no una. Elka seguía comiendo como una autómata. Pero los dos recién llegados estaban silenciosos, y sus ojos perdidos. 

Iba a responder, sí. Pero antes... Suspiró...

Estás ausente. Algo en tu sangre te puede, te habla. 

-Déjate llevar...

Puedes regresar, claro que puedes... pero la decisión es tuya. Debes tomarla, y batir esa ausencia. O no, o quedarte ahí...

Estás ausente. Algo en tu sangre te puede, te habla. 

-Déjate llevar...

Puedes regresar, claro que puedes... pero la decisión es tuya. Debes tomarla, y batir esa ausencia. O no, o quedarte ahí...

Era evidente que el tono del partido había cambiado. Oliver no era, ni mucho menos, el jugador más útil de su equipo. Más bien podríamos hacer la afirmación contraria. Pero a base de golpes de pecho... algún codazo... bueno, sobre todo era cosa de pasarlo a sus compañeros de equipo que no eran malos en absoluto.

Veteranía. Lo habían puesto con los veteranos, y era evidente que los adversarios estaban tratando de forzar el fallo de Oliver con lo que esa idea (bastante atinada por cierto) dejaba a sus muy peligrosos compañeros de equipo con más posibilidades. Con lo que Oliver puso toda su atención en no fallar, y en tratar de pasar la bola en los momentos adecuados a sus compañeros. Era verdad, estaba empezando a estar cansado (de hecho pronto ese cansancio haría estragos en ambos equipos) A pesar de todo parecía que uno de sus compañeros... sí, este trozo lo estaban jugando bien. La bola fue enviada al que le parecía mejor de su equipo.

Estaba exhausto, sudaba como un condenado y le pesaba el cuerpo que tenía moratones por todo el cuerpo. Pero tampoco era tan distinto de la paliza que te dabas en un concierto.

¡Oli y su equipo iba ganando! Parecía imposible que así fuera, sobre todo teniendo en cuenta que los adversarios estaban apoyando todo su juego en el "novato", e intentaban volcar todo el peso de las jugadas en él. 

Pero el muchacho lo estaba haciendo sorprendentemente bien, incluso a sus dos compañeros de equipo se les escapaban voces de ánimo y miradas de admiración. No muchas, desde luego, pero sí, así era.

En la grada los dos hermanos Yaddow seguían animando. Sean no había vuelto, pero en su lugar algunos nativos se había detenido y comentaban el partido entre ellos. 

La que estaba en silencio, un súbito y reservado silencio, era Sam. Efectivamente, al mirar sus ojos un aire demasiado ensimismado, ausente, daba que pensar...

Estás ausente. Algo en tu sangre te puede, te habla. 

-Déjate llevar...

Puedes regresar, claro que puedes... pero la decisión es tuya. Debes tomarla, y batir esa ausencia. O no, o quedarte ahí...

Correspondió al abrazo de su hermana. En condiciones normales, si la hubiese notado en otro estado de ánimo, se habría metido con ella. "Puaj, me besas con los mismos labios con los que besas lémures", diría. "¡Cómo se nota que eres bióloga, que andas a repartir las bacterias de las babas con tus besos!", diría. Pero se contuvo. No era él quién necesitaba ese abrazo. Sean seguía "on fire", arrastrando el cabreo y las ganas de quemar edificios de piedra. Él tenía todas las fuerzas necesarias para seguir adelante, y si le faltaba alguna, en cuanto se llenase el estómago con un buen costillar le volverían todos los ánimos. Pero aquel abrazo era para Lottie.

Por otra parte, el silencio de Dawn le perturbó. No fue algo inmediato: toda su escasa concentración estaba puesta en la bandeja de comida. Tocó la carne para tratar de acercársela a la boca, pero las yemas de sus dedos notaron el calor reciente que desprendía, y se vió obligado a dejarla en la bandeja. Fue entonces cuando recuperó el hilo de la conversación.

Espera... ¿me estás diciendo que tras los partidos matan a la gente? Pues sí que se toman el baloncesto en serio aquí. Tenemos a Oliver jugando una pachanga. Entiendo que no le van a hacer nada, ¿no? Se supone que solo es un amistoso.

El partido continuaba y parecía que el equipo de Oliver tomaba la iniciativa. Sin comprender aún del todo el funcionamiento y las reglas de aquel extraño deporte Mike pensaba que su amigo lo estaba haciendo realmente bien, era evidente que las reticencias iniciales de sus compañeros de equipo se habían disipado e incluso que algunos otros nativos se habían parado a observar con curiosidad.

-Tiene al público en el bolsillo. -Comentó a su hermana y a Sam.- Está claro que ha nacido para ser una estrella, ya sea de rock o de... como sea que se llama esto jajaja.

Orgulloso por la actuación y el respeto que estaba levantando entre todos Mike se levantó y siguió jaleando al equipo, no quería que les faltara el ánimo por parte de la afición, sobre todo de sus fans más incondicionales.

-¡Vamos Oli! ¡Ya son tuyos!

A partir de ahora pondré las tiradas en abierto, creo que los demás disfrutarán más del suspense. ;P

Quinto asalto. Gana el equipo de Oli por 3 a 1 rondas.

- Es como una especie de precursor del baloncesto. - Comentó Mel a su hermano sin dejar de mirar al campo de juego.

- ¿No ves que tienen que encestar en un aro, y que no pueden tocar el balón con los pies? - Le preguntó. Esperó un par de segundos con el corazón encogido mientras una nueva jugada pasaba por Oli, y su equipo casi anotaba.

- Bueno, algo parecido. - Dijo finalmente. No estaba nada segura de la afirmación, pero tenía mucho sentido que el baloncesto tuviera algunas bases en ese juego.

En un breve momento en que parecía que estaba todo un poco más estático, Mel aprovechó y miró en dirección a donde habían huido todos los demás en busca de comida.

- Me sigo muriendo de hambre. - Comentó. - ¿Por qué tardan tanto Sean y el resto? ¡Quiero comer algo! - Exclamó antes de volver a dirigir su atención al partido. Era una chorrada, pero centrarse en aquel juego le hacía olvidarse de todos los problemas, aunque fuera por unos segundos. Le hacía olvidarse del marrón que tenían encima por estar en ese tiempo y en ese lugar.