Partida Rol por web

El goliardo se escondió como pudo detrás de los arbustos. No era un hombre de acción y nunca quiso serlo. Pero sabía que si quería ayudar en algo debía hacerlo desde las sombras, alejado, sin estorbar.

Así, sacó su onda y lanzó una piedra contra sus enemigos. Pero falló estrepitosamente, quizás por los nervios del momento.

Arnau abre los ojos de par en par cuando ve volar la flecha del mozárabe, que impacta con aquella precisión abatiendo a uno de los soldados. Había creído ver la oportunidad de librarse del combate cuando ambos se habían dirigido al puente, pero eran hombres entrenados y viéronles.

Así pues, desenfundó su espada y se preparó para el combate, aunque en su fuero interno deseaba que Lázaro repitiese la hazaña y así no verse involucrado en lo que antes más amaba y ahora más odiaba: la lucha.

Orden de iniciativas: Lázaro, Ignacio, H1, Gabriel, Adso (la pedrada no se hará efectiva hasta que llegue tu turno, aunque de todas formas ha fallado) y Arnau.

Declara Arnau.

Arnau se pone en pie, espada en mano. En la otra sostiene su escudo. Camina lo justo para ponerse delante de los que permanecen agazapados. Su intención es sólo luchar en caso necesario.

Al principio espera que Lázaro lance su fugaz saeta contra el último de los hombres a abatir. En su fuero interno desea que así sea y que el tiro sea certero. Si esto ocurre, Arnau no tendrá necesidad de luchar y podrá suspirar tranquilo. Sin embargo este hombre ya está alerta y no se asemeja a los anteriores contrincantes.

En caso necesario, si ve que el hombre se acerca antes de que pueda abatirle el mozárabe, saldrá al paso antes de que pueda herir a cualquier compañero, incluído éste último.

Gabriel se pone a la defensiva, por si acaso, declarando una parada con su cuchillo, aunque intentará también ayudar al grupo, declarando un ataque.

H1 quiere vengar a su compañero y declara un ataque a Lázaro y una parada con su lanza.

Turno de Ignacio.

Veía venir al soldado hacia mi. No era hombre versado en armas, por lo que tenía que retroceder y ponerme detrás de mis compañeros. Podíamos haber trazado un plan de otra forma. Intentar embaucarles.... pero las cosas salieron así. Que Dios se apiade de sus almas. Pienso mientras empiezo a recular y buscar un sitio tras mis compañeros.

Turno de Lázaro.

La armadura impide que la flecha de Lázaro atraviese la pierna del guardia, pero a pesar de ello recibe un impacto con bastante fuerza*. Lleno de rabia lanza su lanza contra el mozárabe, clavándola violentamente en su pecho. El corazón de Lázaro queda dañado**, desgarrado por la otrora brillante punta a la luz de la luna, ahora cubiera de sangre tras abandonar el cuerpo del cazador. Enromes cantidades de sangre manan de su pecho, y pierde el conocimiento al instante, malherido.

Gabriel, nervioso viendo cómo cae su compañero, sin sentido, se lanza contra el guardia del arzobispo, cuchillo en mano, pero en su inexperiencia, erra en su ataque.

Adso aprovecha su posición en la oscuridad para lanzar una piedra con su honda a H1, pero de también falla. Sigue oculto entre la maleza.

Turno de Arnau.

Arnau abre los ojos de par en par al ver el ataque de aquel hombre sobre su compañero. Sus ojos reflejan la ira, pero una ira contenida por una mente fría. Confiaba en que los que no conocían el sabor de su propia sangre derramada en combate auxiliarían al mozárabe, ya que de lo contrario éste no tendría posibilidades de sobrevivir.

Respiró hondo el aire de la noche. Era consciente de que sus capacidades habían sido mermadas desde aquel día que truncó su destino. Ya no era diestro con la espada, ni con el cuchillo, ni tan siquiera conservaba la puntería con la ballesta. Poco sospecharían sus compañeros de que él fuera ahora la sombra del soldado que había sido antaño, sin embargo, haría todo lo que en su mano estuviese para proteger a aquel grupo que se había ganado su simpatía.

Miró con expresión seria a Lázaro, quien estaba inconsciente tendido en el suelo, y luego a los otros, instándoles a que actuaran rápido para salvar la vida de éste. Luego su atención se centró en su oponente, al que consideraba un buen rival, reclamando su sangre para proteger de la de sus compañeros.

Preparado con su espada desenvainada, asiéndola con fuerza, arremetió contra el hombre buscando el punto más vulnerable y desprotegido. Al principio pensó en el cuello pero le pareció que aquel soldado podía ver sus intenciones, así que en el último momento desvió el filo metálico y lo clavó con todas sus fuerzas en el abdomen de aquel hombre.

Luego retrocedió unos pasos y se preparó para defenderse con el escudo.

Arnau falla también el ataque con los nervios, y ni la suerte es capaz de volver las tornas*.

Isidro sale del escondrijo a toda velocidad, arma en mano, al ver al enemigo retirar aquella lanza toda manchada de sangre de su compañero.

Orden de iniciativas: Isidro, H1, Adso, Arnau, Ignacio y Gabriel.

Gabriel declara una parada y un ataque a H1.

Turno de Arnau*.