Partida Rol por web

Y Viera se queda quieta, la verdad es que no lo comprendo. Se ha metido en este lugar, sólo para no hacer nada y eso me preocupa. Así que rápidamente, estando junto al semiorco, vuelvo a tensar el arco para disparar otra flecha, ya le había dado a uno y quería cambiar de objetivo. Considerando que el lugar es estrecho, y la visión no es la mejor, confío en la eficacia que tengo con el arco y a ello voy. 

El apoyo de sus compañeros le proporciono cierta confianza, y al ver como el trasgo fallaba en atacarla ella le propino un golpe con su estoque, pero Viera tenia la mente en otro sitio, continuaba mirando hacia el fondo de la mina, como si de verdad esperase que algo mas grande viniera de ahí.

su ataque fallo y se sintió frustrada, eran apenas un par de trasgos, bufo tras el pañuelo que cubría su rostro.

-Maldición...- murmuro.

En pensamientos se reprochaba lo torpe que estaba siendo y el riesgo que suponía aquella situación, confiaba en la habilidad de sus compañeros para que terminaran con los trasgos cuando antes, mientras apretaba la mandíbula molesta consigo misma.

Descargo el filo de mi hacha contra el trasgo que está frente a mi ( nº dos), esperando verlo morder el polvo y poder ayudar a Viera lo antes posible.

Suelto un bufido cuando la criatura se mueve demasiado rápido para mí.

Viera intentó descargar un golpe contra el trasgo frente a ella, pero su estoque pasó de largo y no llegó a herir a la criatura. Luthien, encontrándose con la diatriba de tener a los enemigos muy cerca de sus aliados, dejó salir la flecha esperando no acertar en la espalda a Snorri. La flecha pasó muy cerca de la yugular del enano, pero terminó por clavarse en el ojo del trasgo, el cual no llegó a emitir ni un quejido de dolor antes de caer muerto.

Habiendo quedado sin contrincante, Snorri intentó ayudar a Viera con su enemigo, pero esta criatura era demasiado escurridiza. Ronud volvió a tensar el arco, aún acostumbrándose al uso. Justamente por eso, en el momento que estiraba la cuerda junto con la flecha, sintió como ésta se destensaba, soltándose de uno de los extremos del arco. Le iba a tomar unos segundos recolocar la cuerda poder tensarla de nuevo. Izmael alzó su ballesta, pero al igual que Luthien le era difícil encontrar una manera de disparar sin que eso pudiera herir a la pícara o al enano. Dejó escapar un bufido frustrado, y avanzó con su espada, buscando un espacio entre Viera y Snorri para atacar.

Distraído por los otros dos, el trasgo no vio llegar la espada justiciera del clérigo de Tyr, el cual atravesó el pecho de la criatura, haciéndola exhalar una última vez. Todo quedó en silencio, sólo roto por sus jadeos que rebotaban contra las paredes de los túneles, y el chispear de la antorcha en el suelo.

Six había llegado a Targos al igual que muchos otros aventureros al ser llamados por Lord Ulbrek. Entre los que viajaban habían quienes lo hacían por la promesa de tesoros, otros por la emoción de pelear contra criaturas, unos más lo hacían para traer honor a sus familias. Nadie se acercó a preguntar que razones llevaba al extraño elfo a las tierras heladas del norte, aunque muchos lo observaron con curiosidad.

Llevaba apenas un par de días en aquel lugar, teniendo que soportar un clima helado al que no había sido expuesto antes, pero que no podía compararse a los experimentos que realizaron sobre él. De momento parecía reinar cierta calma en la ciudad, donde las posadas y los bares estaban copados por la cantidad de extranjeros que venía a enlistarse para luchar. Fue esa noche en que comenzó a ver humo subir desde el puerto de Targos. Guiado por su instinto, se encaminó hacia aquella parte de la ciudad, encontrándose con la devastadora escena de varias casas con claras marcas de haber sido incendiadas hacía poco tiempo. Buscando saber más, un soldado le indicó donde podría encontrar al sargento de esa patrulla.

El sargento Brogan terminaba de hablar con una enana que llevaba un cuervo en su hombro. -...ontraron unas escaleras que bajan. Se han metido por allí, a saber que encuentran y no les terminan matando los trasgos. Yo es que ya por hoy no puedo hacer mucho más.- La enana se encogió de hombros y se despidió del hombre, quien se quedó mirando hacia el almacén con cara de preocupación.

El enfrentamiento con los trasgos había terminado y, por fortuna, habían acabado con ellos sin que hubiera ninguna herida que lamentar. Sin embargo, el arco corto del semiorco había quedado destensado, con la cuerda soltándose de uno de los dos extremos. Ronud gruñó, molesto por ello, y se dispuso a recolocarla para que quedara tensada de nuevo.

-Buena puntería -felicitó el pielverde a Lüthien, mientras se disponía arreglar la cuerda del arco. Observó que había dos senderos frente a ellos en la cueva, una galería a la izquierda y otra más espaciosa y central-. Habrá que continuar avanzando. ¿Por dónde iremos?

No es fácil disparar con el arco en un lugar tan estrecho, más aún lo es acertar, pero son años practicando y siendo una extensión de mi misma aquello. No por nada me siento confiada, cómoda y gracias a ello, es que al soltar la flecha di justo en el ojo de aquel trasgo, un tanto tranquila porque finalmente esto se ha acabado. 

Ya más atenta en el entorno, asiento cuando Ronud me habla y observo su arco que ahora está arreglando. 

- Cuando dispares, relaja el brazo. Tienes que sentir como esa flecha es una extensión de ti, sólo es tensar suavemente y disparar cuando sientas que debe ser. El proceso toma segundos, pero es todo un arte. - aconsejo. 

Es raro en mi estar diciendo esto, pero pese a todo y más aún a mis reticencias con respecto a la gente de su raza, hay que reconocer su buena actitud. Tal vez estaba juzgando demasiado precipitado a este semiorco y sin querer cometía el error de meterlo en una misma bolsa a los de su condición. No obstante, siempre seguirá bajo mi vigilancia. 

- Más espacio, mayor comodidad para defender. ¿Vamos por ahí?

Le dedico una mueca burlona al trasgo con la flecha en el ojo, mientras paso mi mano por mi garganta. Esa flecha ha estado demasiado cerca y estos patas largas me pueden convertir en un alfiletero si se descuidan.
Camino hasta el principio de la bifurcación y escucho. Es posible que haya más enemigos y que traten de cogernos desprevenidos en estos túneles.

El lugar tenía cierta belleza. Era salvaje, mortal y solitario. Le traía recuerdos. El frio era una molestia, pero el viento que mordía su piel parecía una caricia en comparación a lo vivido. Siempre recordaba eso, siempre lo tenía en su mente y lo usaba como fuego que le permitía continuar con su “vida”. Lo bueno es que todos estaban lo suficientemente ocupados como para no preocuparse mucho por su pasado, más las miradas sobre su persona eran muchas. No le preocupada, aceptó aquello como aceptaba el que ya no era un elfo. Era otra cosa.  

-¿Cómo llevas el frio amigo?- el cuervo le miró con ojos inteligentes, agitando sus plumas en respuesta-. Si, hace frio- ironizó, a lo que Poe respondió con un graznido furioso. No le gustaba su sentido del humor.

No tardó en notar el humo y acercarse con cuidado hasta los mulles, viendo armas, muertos y fuego aquí y allá. La muerte era una compañera constante y no le sorprendió nada verla aparecer en ese sitio. Pateó el cadáver de un trasgo, medio partido a la mitad. No esperaba que la batalla se destara en el centro de la ciudad.

...ontraron unas escaleras que bajan. Se han metido por allí, a saber que encuentran y no les terminan matando los trasgos. Yo es que ya por hoy no puedo hacer mucho más.

Vio a la enana alejarse, con un cuervo en su hombro, como una burda copia de él mismo en ese instante. Se acercó al sargento.

-Sargento- saludó mirándole sin pestañear-. El reguero de cadáveres me trajo hasta aquí- algo muy cierto, incluso si lo transportaba a cuando salió de esa celda-. Por favor, resúmame los hechos- no tenía tiempo para cosas sentimentales, al menos no cuando sentía que aquello era urgente.

La torpeza en aquel combate fue demasiado vergonzosa, apenas no había logrado acertar ningún ataque y si no fuera por sus compañeros quizás esos trasgos la habrían enviado a mejor vida, pero aquello no desanimaba a Viera, pues de debía morir en combate lo haría, no seria ni la primera ni la ultima, pero si tenia claro que debía prepararse mas para el futuro.

-Gracias chicos...- comento con cierto tono de vergüenza.

La idea de ir por la ruta donde el espacio fuese mayor era buena, daría espacio suficiente para ataques melee como a distancia, pero también significaba que el rey de los trasgos, aquel enorme criatura, habría tomado el mismo camino, por los otros simplemente no cabria.

Viera se acerco y miro el suelo, se acerco para analizar los rastros que habían dejado los tragos, no sin antes volver a tomar la antorcha que había tirado al suelo para poder enfrentar a los trasgos, observo las paredes y el suelo, para intentar determinar si se habían dividido o era un mismo grupo.

-Caw.- Graznó con un quejido Poe, mirando a Six con ojos astutos, y ciertamente de mal humor. -Mucho frío. No me gusta aquí.- Se quejó, erizando las plumas, mientras el hechicero se acercaba al lugar del almacén.

El sargento se sostenía uno de los brazos con una mano, donde se veía una herida profunda vendada lo mejor posible, al parecer soportando estóicamente el dolor. Miró en la dirección de Six, y pareció un momento desconcertado con su aspecto. Sin embargo se recobró enseguida. -Supongo que viene de la ciudad, o sabría por encima lo ocurrido. Hace menos de una hora un grupo de trasgos ha entrado, no sabemos como, al puerto, y han causado estragos, intentando quemar los barcos en el muelle. Con ayuda de un grupo de aventureros hemos logrado reducirlos, y el resto los hemos seguido hasta este almacén.- Señaló entonces la gran edificación. Se trataba de un almacén con aspecto de estar bastante abandonado, las puertas abiertas de par en par y más cuerpos de trasgos en el suelo. Por fuera hay también un par de soldados, y una figura que parece haber sido uno de los aventureros mencionados, con la cabeza destrozada.

-El grupo los ha seguido allí adentro, me ha dicho la enana que encontraron una entrada. Este almacén se construyó encima de una vieja mina, es posible que se estén escondiendo allí dentro.- Lanzó una mirada de arriba a abajo al recién llegado. -Como les dije a ellos, Lord Ulbrek dará una buena recompensa a aquellos que ayuden a la ciudad en un momento tan tenso. Toda la ayuda posible no será desestimada.-

Viera tuvo que casi agacharse para poder ver el suelo con ayuda de la antorcha. Le costó un poco al principio poder ver algo, pero finalmente pudo ver que el polvo acumulado de la mina dejaba ver un rastro de huellas que tendrían que ser recientes. Era difícil discernir que clase de criaturas habían dejado aquellas marcas, pero pudo ver una gran abundancia de ellas en dirección al túnel por el sur.

Adentrándose en la mina, el espacio se abría y se ampliaba, permitiéndoles avanzar sin tener que ir uno tras otro o de dos en dos. Viera se encogió en el suelo para iluminarlo más de cerca con la antorcha. Podía verse el claro abandono de aquel lugar, el aire estaba viciado y denso, el polvo de la mina que se había acumulado por tantos años había sido removida y llenaba el suelo.

A partir de ese punto surgían dos caminos. Uno hacia el norte, un poco más estrecho, y otro que continuaba hacia el sur.

Ronud asintió al consejo de Lüthien sobre cómo emplear el arco. Era un arma que le gustaba, le resultaba mucho más efectiva al poder ser utilizada en larga distancia y ya había visto lo mortíferos que podían ser los trasgos empleándolas.

A medida que se adentraron en la mina, el espacio se ampliaba, por lo que pudieron avanzar con relativa facilidad sin ir de dos en dos. El semiorco echó un vistazo a su alrededor, advirtiendo que ante sus ojos se abrían dos caminos, uno hacia el norte y otro en dirección sur.

-Probemos por el camino norte -sugirió Ronud, avanzando, ahora armado con el hacha y escudo-. Si esos trasgos se han ocultado, lo más probable es que hayan elegido un lugar estrecho y fácilmente defendible.

Sin más, Ronud decidió avanzar en dirección al camino norte.

Me dispongo a seguir los pasos de Ronud para que, si llegado el caso, podamos hacer frente a los trasgos que se esconden en la oscuridad.

Cuando me percato de que el semiorco hace mucho ruido al caminar, detengo mis pasos y me planteo chistarle para indicarle que hasta un sordo sabe que estamos en la mina. En lugar de eso me paro y con una mueca susurro que yo también parezco un patán borracho a altas horas de la madrugada.

Me preparo para el inminente encuentro.

Ya optando por el camino del Norte, voy preparando el arco por si las dudas mientras observo el entorno. No sé qué esperar, pero seguro alguna trampa o algo similar. No es terreno del cual me sienta muy cómoda, prefiero los lugares abiertos y con cierta altura, así puedo usar las distancias a mi favor. Pero dadas las circunstancias, toca lidiar con esto. 

No se me da mal el andar con sigilo, es la costumbre que tan arraigada tengo a la vida en los Bosques, y ser prácticamente una sombra en entornos que conozco como la palma de mi mano. Aún así la tensión persiste, como todo. Es el peligro mismo que acecha. 

Obviamente la falta de sangre evitó que entendiera que se refería a lo que dijo la enana, pero le hizo un evidente resumen sobre el ataque al puerto, algo que pudo figurarse por los muchos cuerpos aquí y allá. Pero Six era un sujeto “amable”, dentro de lo que cabe, así que incluso omitió esa larga mirada incrédula al verle aparecer. Estaba acostumbrado a esas cosas.

-Bien- dijo alzando una mano, teniendo suficiente de momento. La promesa de recompensas le era indispensable para su propósito, así que no venía mal si hacia aquello y de paso le pagaban-. Si no volvemos, cierren las puertas. Al menos hasta tener refuerzos- quedarse encerrado con muchos trasgos no era una idea atrayente, pero esperaba que los aventureros estuvieran vivos a esas alturas-. Les daremos una mano.

Caminó pasando a los guardias que estaban ahí parados, sin hacer nada importante más que mirar el interior con miedo. No conocían el verdadero horror, pues creían que una criatura era lo más aterrador que podían ver. Esperaba que nunca tuviera que ver o sentir lo mismo que él, pues en ese momento perderían la totalidad de sus esperanzas.

Con cuidado, pues tampoco quería comerse una flecha o que le confundieran con un enemigo, buscó pistas sobre el camino tomado por los aventureros. Con suerte oiría el fragor de la batalla, en ese caso aceleraría sus pasos, siempre intentando sorprender a sus enemigos.

Viera, se había tomado su tiempo en observar bien el rastro en el suelo, miro aquí y allá, toco la tierra con sus manos, mirando hacia ambas direcciones, algo ahí faltaba por descubrir, avanzo un poco mas y ahí estabas, varias huella aun visibles a la luz de la antorcha, cuando se giro para avisarle a sus compañeros, vio como Ronud encabezaba la fila siguiendo el túnel del norte.

-Debes ser mas rápida Viera-

Luthien que era la ultima en la linea, aun la tenia a alcance.

-¡Ey! Tinuviel... el rastro es por el sur, recuerdas que va un trasgo enorme con ellos, por el túnel mas estrecho solo abarcaria toda la ruta y las huellas siguen hacia el túnel del sur- comento mostrando las huellas e iluminándolas con la antorcha.

Llevados por la intuición del semiorco, la gran mayoría del grupo comenzó a dirigirse al túnel que se encontraba en el sector norte de las minas. Tras ellos, sin embargo, la pícara intentó indicar a su compañera de viaje hasta el momento sobre las huellas que había encontrado en la superficie de las minas.

Aún cuando las palabras de Viera fueran para Luthien, Ronud se distrajo un momento del camino para escuchar lo que la humana tiene para decir, pisando en ese momento una roca suelta del camino. Por suerte, al estar cerca de la pared no cayó al suelo pero golpeó el muro de la mina con toda la fuerza de su cuerpo, potenciada por lo que había bebido en El Perro Salado. Las paredes de la mina temblaron, resentidas por el abandono y el tiempo, y bajo el torrencial ruido de piedras al caer, parte del techo se derrumbó frente a ellos, aunque con la suficiente suerte de que ninguna de las piedras cayera en cima de ellos.

Sin embargo, el túnel hacia el norte había quedado bloqueado.