Partida Rol por web

El gesto del trasgo hacia Luthien y hacia mi, me causo cierta curiosidad mas sin poder entenderlo, luego lo que hizo Ronud, me hizo abrir los ojos algo sorprendida, pero lo cierto era que algo tuvo que decirle el trasgo para que el semiorco no dudara en cortarle el pie.

Si bien no me gustaba abusar de los prisioneros, creo que esas criaturas no tendrían piedad con uno de nosotros, así que tener algún tipo de empatía por ellos, simplemente era algo perdido, aunque inicialmente me mostrara en desacuerdo con el trato que pretendían darle, pero si la criatura no se comportaba adecuadamente, poco mas se podría hacer.

Me acerque a Ronud, algo de todo lo que dijo el trasgo lo molesto.

-¿Todo bien?... ¿que mas dijo cuando nos miro?- le pregunte al semiorco tocándole el hombro. 

-Gracias- dijo sin poder evitar sonar frio en sus palabras, sin poder imitar ese tono cálido y melodioso de todos los elfos. Hace mucho que dejo de intentar aquello, dándose cuenta que era una imposibilidad total. Tomó el pergamino mirándolo con atención, mientras respondía a la joven con el rostro cubierto-. Los prisioneros. Ellos se divierten con ellos. Sobre todo con las mujeres. Imaginaras porque les miraba y porque Ronud decidió cortar por lo sano- no había alegría en su voz, la tortura podía ser un medio pero francamente no lo disfrutaba. Al menos no con una criatura patética como esa-. Aunque desangrarse es una muerte bastante placida… más allá del dolor inicial.

No me gustaba torturar a los prisioneros, pero estas criaturas se merecían eso y más. No vi mal que Ronud le cortara un pie, yo no le iba a parar. Cada uno tenía sus métodos.

-"¿Prisioneros decís? Habría que enterarse en dónde los tienen, para poder liberarlos, y avisar a la ciudad de que se preparen para otro ataque. Esto solo ha sido el principio. Si aquí ya no hay más tragos, será mejor que volvamos."

Miré a los dos elfos, que se pasaban el pergamino de uno al otro.

-"¿Qué dice el pergamino, Six? Quizá sea un despacho con órdenes o algo que nos de más información."

El hacha de Ronud cayó con fuerza sobre el pie del trasgo, quien comenzó a chillar de dolor. Sus gritos resonaban en las paredes de la mina, y aunque estaban de acuerdo en que seres viles como él merecían aquel castigo, no pudieron evitar estremecerse ante el sonido. El pie se encontraba cercenado del cuerpo, el hacha manchada de sangre, mientras un charco de la misma comenzaba a concentrarse en el donde ahora estaba el muñón.

Cuando el trasgo volvió a abrir los ojos, estos brillaban de furia. Cualquier intento de parecer colaborador había desaparecido, mientras soltaba maldiciones en su lengua, sólo entendibles para el elfo y el semiorco. Intentó entonces lanzar una dentellada a la pierna de Ronud, quien al ver el gesto intentó golpearle pero sin éxito, aunque como Snorri estaba también con el hacha preparada, éste cortó el otro pie, impidiendo que el trasgo pudiera alcanzar al semiorco por el dolor.

Six miró el pergamino. A simple vista comprendió que no se trataban de instrucciones, sino que había poseído algún tipo de poder arcano. Sin embargo, no podía comprender la escritura, lo que le hizo sospechar que podía tratarse de algún hechizo o ritual que lamentablemente no estaba aún en sus capacidades el poder descifrarlo. Cualquier tipo de magia que hubiera contenido el pergamino, sin embargo, ya había desaparecido o había sido usado.

Cortar el pie de aquel trasgo le había producido un cosquilleo agradable en las manos, que por un momento relacionó con la euforia que le causaba estar en el campo de batalla. Pero no tardó en darse cuenta que no era igual. No estaba peleando contra un oponente digno de su hacha, sino con una criatura, vil y malvada, pero indefensa.

A su memoria vinieron recuerdos de su juventud, de la violencia que había visto entre los orcos de su tribu, de cómo estos se enardecían y se cebaban en inocentes que no tenían oportunidad de defenderse.Y por un momento, unos instantes, se preguntó si la manzana no había caído tan lejos del árbol. ¿Quizás se parecía más a su padre de lo que quería creer?

Ronud observaba al trasgo, arrastrándose ahora sin sus dos pies, y la expresión el rostro del semiorco cambió prácticamente al instante, tornándose afectada. El regocijo de haber mutilado a aquella pérfida criatura había desaparecido desde el primer momento en que el pie verdoso del trasgo había quedado cercenado. No era su estilo y ahora no se orgullecía de lo que acababa de hacer.

-Me... me dejé llevar... -fue lo que respondió Ronud cuando Viera le preguntó acerca de lo que había dicho el trasgo-. Cuando mencionó a los prisioneros, solo... actué -El semiorco ahora desviaba la mirada del trasgo malherido, avergonzado de cómo se había dejado llevar por la ira. "Puede que no sea tan distinto de cualquier orco después de todo" pensó para sus adentros, pensativo-. Si estos eran los últimos trasgos, tal vez deberíamos salir para comunicárselo a los soldados.

- Ronud, termina con su miserable vida y salgamos de aquí.

Me dispongo a rematar a la criatura por si mi compañero no desea hacerlo, seguir mutilándolo no nos hará conseguir nada más. No tengo ganas de oír como sus chillidos inundan los túneles.

- Oye - le preguntó al semi orco mientras busco el lugar donde asestar un golpe mortal a nuestro enemigo, por si tuviera que hacerlo - ¿Ha dicho algo sobre si en estas minas hay oro o algún otro mineral que merezca la pena?

La situación se extralimita cuando Ronud se deja llevar por su instinto, no es un orco como los demás, pero también es evidente que no puede alejarse de su verdadera naturaleza. Por esa razón tras haberle entregado el pergamino a Six, voy acortando las distancias al caminar directo hacia aquel compañero. Tenemos nuestras diferencias raciales, y no un buen comienzo cuando nos encontramos, no obstante lo comprendo. 

De alguna curiosa manera, eso sí. Y por ello, poso mi mano sobre su hombro mientras lo miro con cierto aire comprensivo, el que me nace debido a todo, a las diferencias y que en sí, su naturaleza es un eterno enemigo de mi gente. No se puede evitar. 

- Ya está, no te preocupes. Como dice el enano, termina con él y nos vamos. - digo en ese tono melodioso. 

Y me separo, abandonando el contacto físico. 

Precisamente esta es la situación que se genera cuando tomas prisioneros, en algún momento la linea de la empatia se cruza y pues, ya es mas difícil actuar a sangre fría.

El gesto de Tinuviel me parece muy noble, ha sido capaz de apartar las diferencias entre razas para apoyar a un amigo, sin duda en este viaje he aprendido bastante de aquella elfa, le dedico una sonrisa a Ronud al cruzar nuestras miradas y un leve gesto con la cabeza haciéndole saber que no se preocupara.

Me giro hacia el enano y le hago un gesto para que sea quien termine con el trasgo -Mejor te encargas tu-

Miro al trago una ultima vez y fijo mi mirada en sus ojos, incluso ladeo la cabeza un poco, como si intentase comprender algo mas de sus acciones, después de todo, todo el mundo tiene un propósito y desde el punto de vista en el que se le mire, podría ser correcto o incorrecto.

Finalmente recogí las pequeñas bolsas de monedas* y la petaca de whisky, la que guarde entre mi bolsillos, conté las piezas de oro que había, lo justo era repartir el botín, aquel acto serviría para darle otro aire a la situación.

-Bien, 120 monedas...cada uno toca 20- entonces me acerque a cada uno y le di su parte del botín, al final fui con el cuervo y le di una moneda de las mías... -a ti también te toca- y se la acerque para que la tomara con el pico, después de todo también era un miembro importante del grupo ya.

Revisó el pergamino con suma atención, prácticamente olvidando a todos los demás, girándolo a la poca luz del lugar para poder percibir todos sus detalles. Arrugó el ceño más de una vez, soltando un chasquido de lengua que podría significar cualquier cosa. Arruga la boca, soltando un suspiro pensativo.

-Parece ser parte de un ritual o hechizo, no son ordenes pues no reconozco el idioma- los gritos de dolor acompañaron a su disertación, como si se hubiera acostumbrado a hablar mientras alguien sufre-. Poseía poder… pero ya no. Debieron usarlo de alguna manera. Pero escapa a mis conocimientos.

Sus ojos bajaron hacia el trasgo, quien ahora no tenía ninguno de sus pies, la sangre negruzca se acumulaba en los muñones cortados, en donde Six creyó ver su propio reflejo. Siempre había sangre. ¿Era una constante en todos lados o solo cuando estaba él? Las palabras del semi orco o la reacción de la elfa le sorprendieron un poco, mirándoles unos instantes.

-Aquí solo hay muerte- le dijo al enano-. Como en todos lados- recogió sus monedas*, esas que usó para entretener a los trasgos antes de lanzar su hechizo-. No creo que nos diga nada más, buscaremos a esos prisioneros de otra manera, así que debería acabar con su sufrimiento- miró el túnel, por donde vinieron los trasgos-. Podríamos revisar lo que queda, por si acaso que quedara algún rezagado. Si usaron estos túneles para invadir, quizás deberíamos comprobar hasta donde llega.

La joven con el rostro cubierto se le acercó, entregándole varias monedas de oro. Six las miró y tomó sin hacer un gesto. Debía conseguir dinero, su empresa requería poderosas sumas de dinero, un simple libro de estudio era caro. Si quería continuar por esa senda, necesitaba cada moneda.

-Gracias- aunque había llegado al final, su hechizo resolvió gran parte del problema, así que supuso que era justo que recibiera la misma cantidad de dinero que los demás. Por otro lado, Poe también recibió su recompensa.

Ante la idea que comentó Six de terminar de investigar los túneles, asentí con la cabeza. Quizá sería lo más sensato.

-"Por mi de acuerdo, terminemos de investigar los túneles y volvamos después a la ciudad. ¿Qué opináis los demás?"

Al final el pergamino parecía que era algo mágico, por lo que me pregunté si estos zoquetes eran capaces de utilizar el don de la magia. O pudiera ser que el que sí supiera utilizarlo siguiera por estos túneles, fuera de nuestra vista.

Ronud dirigió una sonrisa cansada a Viera y Tinuviel, agradeciendo el apoyo que le habían dado en esos momentos. De forma habitual había recibido toda clase de desprecios por parte de humanos y, sobre todo, de elfos, por lo que le alegraba saber que no era el caso de las dos aventureras.

En un primer momento pensó simplemente dejar que Snorri fuera el que rematara al jefecillo trasgo, pero sentía que debía hacerlo él. Al fin y al cabo, había mutilado al pobre monstruito, por lo que debía asegurarse de acabar rápidamente con su sufrimiento.

-Yo lo haré -declaró el semiorco, en tono bajo, sosteniendo su hacha orca.

Avanzando entonces hacia el trasgo, Ronud agarró con fuerza su arma con ambas manos y decidió descargarla contra la cabeza del trasgo con intención de clavársela en el cráneo y que la muerte fuera instantánea.

Recojo las monedas que me dan y lo agradezco con un leve movimiento de cabeza. El dinero es dinero, aunque esté manchado de sangre.

Al ver como el arma de Ronud cercena la vida del trasgo le doy un golpecito en el espalda para animarlo y quitarle importancia al asunto.

- Vamos, aquí ya no hay más que hacer.

El enano estaba más que dispuesto para acabar con aquel trasgo, pero fue Ronud quien finalmente descargó su hacha y dio fin al sufrimiento de la criatura. Se tomaron aún varios minutos para asegurarse que no quedaban más trasgos entre las minas, y no tardaron de darse cuenta de algo extraño: no podían encontrar en aquella mina señal alguna de que los trasgos hubieran cavado su camino hasta allí para realizar la infiltración al muelle de Targos. ¿Cómo, entonces, habían llegado en ese lugar?

Nada más quedaba por hacer que regresar sobre sus pasos, dejando atrás la antigua mina y el almacén, encontrándose con el sargento Brogam, siendo atendido en ese momento por un soldado que le estaba vendando lo mejor posible la herida del brazo. El sargento escuchó con atención el reporte de los aventureros, y una mezcla de alivio y cansancio se dibujó en su rostro.

-Será mejor que os lleve con Lord Ulbrek ahora, él querrá saber lo que ha pasado aquí.- Y así, aquel extraño grupo de aventureros tomó camino en dirección de la ciudad de Targos. Mientras avanzaban, podía ver como los habitantes que habían sido sorprendidos por el ataque salían a las calles, los fuegos parcialmente apagados y la ceniza mezclándose con la niebla y el olor a humo. Con pasos rápidos, atravesaron la ciudad hasta llegar a los escalones que dividían el muelle del resto de la ciudad, y por ellos ascendieron.