Partida Rol por web

Saki despierta al día siguiente como si nada hubiera pasado. Recuerda todo a la perfección, pero su despertar sigue siendo tan normal como el de cada día. Su familia está en la cocina, desayunando, como si nada hubiera pasado, cosa que hace la situación aún más extraña.

Saki vuelve a despertarse otra vez unos minutos antes de que suene el despertador. Los sueños no la han visitado esta noche pero los recuerdos no paran de darle vueltas en su cabeza.

El día de ayer fue demasiado largo. Primero lo de Lylia y luego... Prefería no pensar en aquello. Por la noche le había costado coger el sueño, pensando en ello, y por fin se había dormido con la determinación de que por la mañana lo olvidaría, que sería un síntoma de su cansancio. Pero ahora estaba allí de nuevo, sentada en su cama, y con las ideas dando vueltas. 

Dándose un poco de ánimos a ella misma, Saki se levantó y comenzó con el protocolo matutino. Vestirse, lavarse, el desayuno, la despedida y comenzar a caminar dirección a la parada del bus. 

Saki comenzó a plantearse por el camino que el día no parecía tan diferente que el anterior a pesar de todo lo que había ocurrido, aunque por primera vez tenía ganas de que Chika se diese prisa en alcanzarla. 

Las plegarias de Saki no resultan en vano.

- ¡Sacchaaaan~! - se oye de lejos.

Chika llega corriendo hasta Saki y se lanza hacia ella, enganchándose de su cuello cual mono y dando una vuelta completa en el aire aún agarrada a Saki antes de dejarse caer de nuevo en el suelo.

Va vestida igual que ayer, pero tiene la ropa limpia.

- ¡Bueeeenos días! ¿Hoy también vas a la universidad?

Saki tarda en reaccionar ante la sorpresa. No es que le parezca extraño el comportamiento de Chika, si no que no se había planteado nunca como actuar ante un trato tan personal como ese. Después de estabilizarse, continua su marcha dedicándole una sonrisa. 

- Si. - Dice con todo cansado. - Mi vida suele ser así de aburrida. 

Entonces mira a Chika durante unos segundos. Si bien su trato nunca había ido a mucho más que a conversaciones banales, Saki piensa que quizás tiene la suficiente confianza con ella como para preguntarle algo fuera de lo común. Desde luego los candidatos para ello son pocos y Chika es lo bastante rara como para prestarle atención en algo como eso.

- Oye, Chika... - Dice dudando como decirlo. - ¿Tú conoces algún programa de televisión de cámara oculta? Más concretamente... Uno en que hagan bromas muy elaboradas, con efectos especiales y tal...  

Saki se muestra expectativa por la respuesta. 

Chika piensa durante unos segundos antes de hablar:

- Hmm sí. - dice Chika, pero al continuar, la decepción embarga a Saki - Uno que echan los jueves a las 7 de la tarde. Es un programa americano, pero al menos está subtitulado.

- Americano, eh... - Dice Saki, hablando consigo misma. - No, ese no creo que sea. - Cuando se da cuenta de que Chika sigue mirándola le quita importancia al asunto con un gesto de manos. - Nada, nada, solo era curiosidad. Ya sabes, me comentaron que mirase uno el otro día y no he podido encontrarlo. - Se nota que Saki no le pone mucha confianza a su tono. A sabiendas de que no va a conseguir nada con escusas decide que lo mejor es desviar el tema. - ¿Que buen día hace también hoy, eh?

Saki acelera un poco el paso, de forma progresiva para que no se note, con la esperanza de llegar antes al bus. 

- Sí. Sería un desperdicio ir a estudiar. ¿Te vienes a dormir bajo los árboles del parque conmigo? Se está muy a gusto allí.

Saki no parece consciente de lo que propone, aunque parece que lo dice con su mejor intención.

- No entiendo por qué vas siempre a estudiar. Es taaaaaaaaaaaaaan aburrido - dice, alargando el taaan innecesariamente -. Eres mayor de edad, ¡deberías poder hacer lo que quieras!

Saki mira a Chika con una cierta tristeza. Una parte de ella piensa que es la niña que tiene delante es demasiado inocente como para comprender el mundo, la otra piensa que esa niña tiene todo un futuro por delante, futuro que hace ya tiempo que Saki desperdició. 

- Ojala yo pudiese ver el mundo igual que tú, Chika. - Dice Saki. - Pero mi tiempo acabó hace ya mucho. 

Cuando Saki se da cuenta de lo que le acaba de soltar a Chika se averguenza de ella misma. ¿Como era posible que le estuviese diciendo eso a alguien a quien conocía tan poco? Estaba claro que lo que había pasado la noche anterior la había sensibilizado más de la cuenta. 

- ¡Ahora hablas como una vieja! Jajaja - se ríe sonoramente -. Pero aún eres muy joven. Seguro que cuando quieres puedes divertirte.

La conversación se detiene unos segundos, y luego dice:

- Mira, tu bus - señalando al horizonte.

Saki se muestra algo ofendida por el comentario de Chika, pero no tiene tiempo para discutir con una niña. Bueno, ni siquiera tiene edad para ello. Hoy había hablado demasiado, sería mejor que al siguiente día volviera a la rutina. 

Cuando Saki mira el bus se despide de Chika con la mano, como esta acostumbrada a hacer, y se sube sin tener que correr para cogerlo. De nuevo tiene asiento para ella, nunca se arrepentirá de madrugar. Se alegra de que el protocolo siga de nuevo su curso.

Durante el viaje se sumerge de nuevo en el mundo de fantasía particular que le aporta la lectura y una vez en la universidad va directa a clase para ocupar su lugar y poder seguir con la historia. 

Saki llega a la universidad a la hora prevista, y va directa a la clase.

De nuevo, el chico regordete de ayer está solo, al fondo, al lado de la ventana. Al entrar Saki, el chico gira la vista un instante hacia ella, pero seguidamente vuelve a mirar al cielo.

Saki se sienta entonces en su sitio habitual y comienza a preparar el material, cuando de repente lo recuerda. Ese día no había clase normal, y la asistencia no era obligatoria. Por tanto, casi no habría gente en la clase. La clase del día consistía en la visita de un importante empresario local, e iba a darles una charla sobre la importancia de la seguridad en las empresas. Igualmente, Saki no pensaba faltar a una clase.

La cantidad de gente en la clase poco antes de empezar es mínima. Son 10 personas en la clase. Ni una cuarta parte de lo normal. Dos minutos antes de la hora en que empiezan las clases, el profesor entra acompañado de otro hombre.

Es un tipo de unos 50 años. Va trajeado, es algo ancho y tiene el pelo corto. Por su forma de actuar y vestir, parece que tiene mucho dinero. Además, cumple el tópico de llevar un maletín en la mano a todas partes.

Una vez empezada la clase, el profesor se dispone a presentarlo:

- Buenos días clase. Como bien os dije, hoy nos acompañará un empresario local llamado...

Pero el hombre ha hecho un gesto al profesor para que se pare, ha avanzado un paso, y ha empezado a hablar por su cuenta, tras dejar el maletín en una mesa de delante.

- Soy Gorou Hamasaki. Presidente de Industrias Hamasaki. Fabricamos electrodomésticos para todo japón.

Su voz es potente, y penetra tanto en el corazón como en el alma de quien la escucha. Eso es lo que se debe conocer como carisma.

- Desde que mi abuelo fundó esta empresa, no ha hecho más que crecer. Los electrodomésticos son un gran negocio. JAJAJAJA.

Se ríe de forma exageradamente sonora. Algunos de los pocos alumnos que han venido hacen una risita floja, dejándose llevar brevemente.

- ¡Tú! - dice señalando a uno de los compañeros de Saki -. ¿Cuál es el secreto del éxito?

El compañero de Saki, que estaba medio despistado, dice sin pensar demasiado: "Una... ¿buena gestión?"

- ¡JA! ¡Incorrecto! - dice de nuevo sonoramente. - ¡Tú! ¿Cuál es el secreto del éxito? - dice, esta vez señalando a Saki.

A Saki le pilla por sorpresa tanta actividad. No solía soportar los cambios en el guión y esa mañana no estaba preparada para aquella visita (Hizo mal en ponerse en primera fila). El resultado de fueron unos nervios que comenzaron a crecer en su interior, pero decidió quitarse el problema de encima lo más rápido que pudiera diciendo lo primero que se le ocurriese. 

- El... ¿El dinero? 

Y entonces se preparó para alguna risa de fondo o una corrección por parte del hombre que tenía delante. Fuera lo que fuera, solo esperaba que pasase rápido y no se prolongara. 

- JAJAJA. ¡Me gusta esta chica!

Gorou se acerca al maletín que llevaba y lo abre. Al estar cerca de Saki, esta ve lo que hay dentro. Fajos de billetes bien ordenados. Montones de ellos.

Gorou saca uno de ellos, le quita la goma que los aguanta y los lanza por los aires.

En un instante, la clase se llena de billetes cayendo desde el techo al suelo. Los alumnos, por vergüenza y por respeto al profesor y al invitado no se mueven del sitio, aunque miran a los billetes que caen con deseo.

- Esa es la mirada que caracteriza a aquellos con el afán de triunfar. Siento corregirte jovencita - mirando a Saki -, pero el dinero no es el secreto del éxito. Es el éxito en sí.

Aún caen billetes a lo largo y ancho de la clase. Parece que no se terminan.

- El éxito es la seguridad. Y por eso estoy aquí hoy. Invierte en seguridad, y estarás invirtiendo en tu vida. JAJAJA.

Durante la siguiente hora, el hombre habla sobre lo importante que es la seguridad en una empresa, y como puede influir en los beneficios que se obtienen. Es una charla interesante teniendo en cuenta que la mayoría de los alumnos planean trabajar de lo que estudian.

Además, anuncia que a los alumnos de esa clase, solo por haber asistido, se les permitirá visitar las instalaciones de la empresa y se les mostrará todo lo referente a la seguridad por parte del encargado de la misma.

Reparte unas tarjetas que indican que tenéis permiso y al volver a su puesto mira un reloj de bolsillo dorado que llevaba en el bolsillo superior del traje.

- Vaya, ¿esta hora ya? Ha sido un placer muchachos y muchachas.

Y tras agarrar su maletín, sale disparado por la misma puerta por la que entró. Al cerrarse la puerta, el último billete cae.

Tenía que ser una broma. O al menos eso es lo que pensó Saki cuando se dio cuenta de que hoy tampoco tenía pinta de que fuese a ser un día normal. Su cara pasó rápidamente del nerviosismo a la incredulidad y al rato sentenció que la escena no le podía resultar más sub-realista. Mientras el hombre hablaba, Saki se debatía entre tomar apuntes o entender lo que estaba pasando. En definitiva terminó por no enterarse de casi nada de lo que había dicho el hombre. 

Cuando Saki salió de la clase miró la tarjeta del hombre sin interés. En el fondo no le apetecía ir sola a un lugar como aquel pero tampoco es que tuviese otra opción... De momento guardó la tarjeta en su cartera, por si algún día se le ocurría alguna razón para pasarse por allí. 

A esas alturas Saki ya se podía esperar ver de todo al doblar la esquina. Pero por suerte la cosas de nuevo volvían a la normalidad. Tanto sobresalto iba a acabar con ella.

Comió en la cafetería y luego paseo un rato. El paseo no le terminó de sentar bien, al fin y al cabo el tiempo libre le dio demasiado rato para pensar en todo lo que le había pasado. Además de ello, cuando llegara la biblioteca seguramente Lylia ya estaría ahí, y no sabía como iba a afrontar un saludo frente a la despedida que habían tenido ayer. 

Tras el viaje en autobús de vuelta, llegas a la biblioteca otro día más. Está especialmente calmada y no tienes mucho trabajo, así que puedes dedicarte a leer.

Alrededor de las 5 de la tarde, la puerta de la biblioteca se abre y entra Lylia. Pero no viene sola esta vez, si no que viene con dos chicos (bastante apuestos, además) que parecen mayores que ella, aunque menores que Saki.

Lylia entra a la biblioteca seguida de Kyoya y Akito. Al entrar, la bibliotecaria levanta la cabeza de su libro y os mira brevemente con curiosidad, para después lanzar un corto saludo a Lylia.

Sonrió de de vuelta a Saki, recordando como me fui ayer la sonrisa no me dura mucho. 

- Ahí- Señalo una sala vacía al otro lado de la biblioteca. - Podemos ir allí para estudiar tranquilos.- Les digo a los del consejo. 

- Yo necesito ir a  hablar un momento con la bibliotecaria.- Les digo mientras me acerco a Saki.

Asentimos, y nos encaminamos hacia la sala. 

- ¿De qué crees que querrán hablar?

- Cosas de chicas, supongo - dice Kyoya mientras se encoge de hombros.

Nos quedamos en la puerta, no queremos perder contacto visual si es posible.

Cuando Saki vio entrar a Lylia por la puerta lo primero que le vino en mente fue el recuerdo del día anterior. Aunque dicho pensamiento se desvió cuando vio que iba acompañada. En el fondo Saki no pensaba que fuese raro que Lylia tuviera otras amistades, pero nunca había traído a nadie a la Biblioteca. Le echó una ojeada a los chicos con los que iba, y a pesar de negarse a darle muchas vueltas vio que la la situación era demasiado extraña. Aquellos chicos no parecían la clase de gente con la que se juntaría Lylia, pero bueno, ¿Quien era ella para juzgar eso? Lo más seguro es que tuviese que hacer un trabajo con ellos o algo por el estilo.