Partida Rol por web

Desde su posición atendiendo al herido, Leonard no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo con sus compañeros, en especial con su esposa y, cuando Luise apareció ante él, respiró aliviado al verla sana y salva.

—Qué susto me has dado, querida —le dijo, reflejando con total claridad la preocupación que había sentido. Pero en esos momentos habia asuntos más importantes que atender—. Ayúdame con Juanjo, tú entiendes más de estas cosas.

Aún así, Leonard cogió algunas de las cosas del botiquín que el capitán había traído. No es que fuera gran cosa pero por lo menos serviría para vendar al pobre muchacho que no había dejado de gritar en ningún momento. Echó desinfectante en una de las vendas e intentó limpiar las heridas como pudo, dejando luego el resto a su esposa y atento a cualquier requerimiento que ella le fuera a hacer.

La atención que prestaba al herido no impidió que escuchara al señor Drake preguntar si se trataban de los Awás, pero como Leonard no sabía a qué hacía referencia prefirió no aliviar su curiosidad, por lo menos por el momento.

Culpa de haber estado en las aguas sumergida ayudando para despejar las aspas, Luise se encontraba completamente empapada. La ropa se había pegado a su cuerpo y temblaba ligeramente sin saber si era por la tensión de haber estado abrazando a la muerte o de la propia temperatura, haciendo que prácticamente trastabillara cuando llegó a la posición de Juanjo.

Sujétale, que no se mueva.- Pidió a Leonard, quien se había colocado a su lado para saber su estado y ayudar en lo que pudiera, aprovechándole como si de una enfermera se tratase.

Cogió el kit que le habían tendido sin saber si era el que ella traía consigo en el viaje y sin darse cuenta de quién se lo había dado, concentrada en los pasos que debía seguir para tratar la herida mientras lo dejaba a su lado. Comprobar daños, huesos, parar hemorragia, desinfectar.- Él, que estaba a su lado, podía ver los nervios transmitidos en sus temblorosas manos, la rápida respiración y la mirada un tanto perdida aunque concentrada en Juanjo, intentando mantener la calma en todo momento.

Siguiendo continuamente esa línea de pensamiento para no perderse fue moviendo sus manos de un lado a otro, cogiendo vendas, cortando tiras con los dientes, echando agua oxigenada para dejar que la herida dejara de sangrar a pesar del olor que se había impregnado en sus fosas nasales mientras sujetaba con fuerza la muñeca de Juanjo para que no se moviera… fue un proceso rápido y doloroso donde la herpetóloga no volvió a abrir la boca, concentrada, mientras a su alrededor escuchaba disparos, recriminaciones y gritos.

Cuando terminara con Juanjo iría a comprobar el estado de Daniel.

No todos tenemos su precisión, señor Drake, o sus arrestos, al menos yo, por supuesto -dijo Woodstock, intentando quitar hierro al asunto-. Realmente el disparo era difícil, y quién sabe si ellos habrían alcanzado a su compañero Dunham. El caso es que sí... creo que eran nativos Awás, no hay otros por aqui.

¡Uuuaaaaa! -Juanjo Barreiros gritaba cuando Luise le regaba las heridas con desinfectante y agua oxigenada-. Aquello era terrible, y sus gritos os causaron una desazón en el alma. La sangre caía sobre cubierta, y Henry, colocado a un lado de la barandilla, miraba cómo Leonard sujetaba al herido mientras miraba también a su esposa. La mano de la herpetóloga había diseccionado muchos anfibios y reptiles de diferentes tamaños, y ello parecía ser de ayuda y esperanza para el muchacho herido.

Finalmente, Juanjo quedó con las mano vendada, y también se le adminsitró unos antibióticos para que no se infectara su mano. Acto seguido, Luise trató de inspeccionar a Daniel, pero vió que sólo tenía algunas magulladuras sin importancia, por suerte.

¡Henry! Quédate con Juanjo, que se acueste y descanse, pues creo que hará lo mejor -dijo Woodstock-, a no ser que Luise y Leonard opinen lo contrario -confiaba en su criterio sanador-. Entonces el aventurero comenzó a quitarse la camisa. Una vez se quedó con una fina camiseta color canela, comenzó a bajar los escalones.

¡¿¿Pero qué hace, profesor??! -le gritó Henry, incrédulo por ver que descendía otra vez al río-. ¡Puede haber más caimanes!

Lo sé, pero hay que desenredar la tapaia de las hélices, y no quiero enviar a nadie más a un peligro mortal, como promotor de esta expedición, hay situaciones que uno debe cumplir por uno mismo -afirmó, armando una opinión y una actitud muy firme-. Ciertamente, la aventura estaba en sus venas, y tal vez la osadía que le había hecho un hombre de renombre en distintas universidades del mundo. Entonces comenzó a bajar cada tramo, hasta que finalmente accedió al agua, llegó hasta la zona trasera, donde estaban sumergidas las hélices del Xiringueiro, y después comenzó a retirar, hundiéndose parcialmente en el agua, la mala hierba acuática, tratando de liberar la zona oprimida.

Una vez los ví -dijo Henry-. A esos hombres, a esos nativos de la lanza. Son Awás, sin duda -hablaba mientras el profesor estaba allí abajo, trabajando y tal vez no le oía-. El profesor trató de visitar un poblado cerca de este río. Eso fue hace un año, pero finalmente desistió de ello, su expedición, más bien, se retiró, y él tuvo que hacer lo mismo... Habrá que tener cuidado. ¿Usted qué opina, Leonard? -le preguntó-. Usted es antropólogo. ¿Por qué cree que ayudaron a Daniel? El profesor dice que los Awás son hostiles...

El capitán Gustavo estaba atento en la barandilla a las indicaciones de Woodstock allí abajo, esperando que éste diera el visto bueno para que pusiera en marcha de nuevo los motores.

Drake se sintió sorprendido de ver cómo Woodstock se introducía en el agua para tratar de desenredar la tapaia de las hélices, sin pensar en la posibilidad de que pudiera haber otros caimanes por la zona. Imaginando que era posible que el profesor pudiera ser atacado, el explorador oteó el río, intentando discernir si se percibían otros posibles caimanes aproximándose. Mantenía el revólver en su mano derecha, preparado para disparar si viese a otros de esos predadores.

-Es extraño lo de los Awás, Henry -se dirigió al joven, en voz baja, aprovechando a que Woodstock no estaba cerca para poder hablar al respecto-. El profesor dice que los Awás son hostiles, pero ellos le salvan la vida al señor Dunham. ¿Y si no son los Awás lo que le preocupa al profesor? ¿Y si no son ellos los que provocaron las desapariciones de las que nos habló el padre Enrique? Si esos indígenas verdaderamente fueran hostiles, habrían dejado morir a Daniel.

Drake vio que Henry se disponía a llevar al malherido Juanjo al camarote.

-Voy con usted -se ofreció para acompañarle.

Algunos bajaban del barco, otros subían, charlaban, pero Luise permanecía atenta a los cuidados básicos de Juanjo. No se separó de él hasta que se aseguró que las vendas no sangraban, confirmando que había detenido la hemorragia a tiempo. Al menos ahora. Sólo faltan cuidados básicos.- pasó una mano por su frente para secarse las perlas de sudor, pero al estar la manga de su camisa mojada por el contacto del agua no hizo más que esparcirlo, siendo peor el remedio que la enfermedad.

Una vez hubo terminado se acercó a Daniel y, sin pedirle permiso previo estando más preocupada por su estado que por los modales, le levantó la camisa para ver su costado, donde el caimán había intentado morder. Palpó con dos dedos en la piel del estudiante, apretando en las zonas donde estaban los huesos u órganos, para comprobar que todo estaba en su sitio, habiendo sufrido únicamente magulladuras superficiales.

Si nota cualquier cambio o se encuentra mal, hágamelo saber.- No podía dar un veredicto aunque pareciera que, a simple vista, estaba como una rosa. Hay que tener cuidado con las infecciones. Los bichos de esta zona son frecuentes y letales. Cuando terminó de examinarle se volvió hacia Juanjo, quien estaba siendo trasladado para que descansara.- También voy.- Aunque le gustara, todavía no había terminado su trabajo. Las horas posteriores eran cruciales para la salud del herido, ya que podría sumirse en una fuerte fiebre o anemia por la pérdida de sangre.

Henry estaba entre la espada y la pared. Tras escuchar las preguntas y planteamientos de Drake acerca de Woodstock y el comportamiento de los Awás, no sabía si contradecir la opinión del cazador y defender a su jefe o dar posibilidad a esa opinión. Y es que a él también le sorprendió que la lanzada fuera hacia el repitil para salvar su vida (duda que no cabía en tal cosa).

No lo sé, señor Drake -respondió Henry-. Que yo sepa, los Awás es la única comunidad indígena de esta zona del Uribi. Se dispersan en ambas orilla, aunque sobre todo en la occidental. Pero... ¿de qué está hablado, señor? ¿A qué desapariciones se refiere? -entonces os percatásteis todos de que cuando leísteis la nota del padre Enrique, Henry estaba afuera, con Juanjo, seguramente en la cubierta-. No entiendo. Entonces llevaron al muchacho al camarote, y Luise iba detrás.

Gra... gracias... -le dijo Juanjo a la mujer herpetóloga, tratando inútilmente de sonreirla, mientras Drake y Henry lo llevaban cogiéndolos de los brazos,en volandas-. La ciu... ciudad de oro. Eso es lo que hay más allá... -Juanjo parecía estar como delirando mientras era llevado casi al vuelo-. Acto seguido se tumbó en su cama del camarote. Las leyend...

Qué ha dicho... ¿Una ciudad... de oro? -le preguntó Henry, colocándole al lado de la cama. Luego miró a Drake, como queriendo que le contara más. Afuera había quedado el capitán, Spaulding y Leonard vigilando a Woodstock en el río. No entiendo mucho de expediciones, soy más bien de números e informes pero, ¿alguien puede explicar qué ocurre? -el muchacho parecía asustarse, como por no saber lo que acontecía-.

-Si esos son los Awás, algo me dice que Woodstock no ha sido del todo sincero -indicó Drake, molesto de que el profesor hubiera continuado ocultándoles información.

El explorador escuchó a Henry, confuso y preguntando acerca de las desapariciones. Durante un instante no entendió por qué se extrañaba de que hubiera mencionado las desapariciones, pero entonces recordó que Henry Robins no se hallaba con ellos cuando leyeron la carta del padre Enrique.

-Tenga -le dijo, tendiéndole el mensaje del sacerdote a Henry, para que él también pudiera leerlo y estar al tanto de lo que estaba sucediendo-. Disculpe que no se lo hubiéramos revelado antes. Creo que debería saberlo.

Entonces escuchó a Junajo, prácticamente delirando, tumbado en la cama del camarote, mencionando una ciudad de oro. De inmediato, dirigió una mirada a Daniel, Luise y Henry, los únicos miembros de la expedición que se hallaban en la habitación.

-Tengo la impresión de que habla de El Dorado -explicó, carraspeando levemente-. Una ciudad legendaria famosa por sus abundantes reservas de oro -explicó a sus tres compañeros, tal vez desconocedores del tema-. En algunas historias se dice que es un tesoro, en otras incluso toda una ciudad construida en oro. Es una leyenda que lleva contándose desde hace varios siglos. Muchos conquistadores españoles y portugueses intentaron buscarla, sin ningún tipo de éxito: Orellana, Aguirre, Ponce de León, Percy Fawcett...

Agradézcamelo con reposo.- Respondió a la sonrisa de Juanjo, comprobando que lo dejaran cómodamente en la cama y cuidando de que las vendas seguían fuertemente sujetas.

Mientras tanto escuchaba a los hombres y la supuesta ciudad de oro, un cuento a oídos de Luise que sólo dejaría marchar la codicia y avaricia de algunos de los presentes. Por suerte no creía demasiado en algo así, sobre todo teniendo en cuenta que una ciudad fundada en oro debería haber sido descubierta hace años, y sobre todo saqueada por los merodeadores. Sólo quiero llevar a cabo mi estudio.- Normal que sean agresivos. El Dorado suena a leyenda, no conozco ningún estudio o rumor siquiera de que exista.- Arrugó el entrecejo al ver la carta, recordando que quería pedir explicaciones antes de que un caimán intentara comerse a la tripulación. Por un momento se olvidó completamente de eso.- Querrán vivir en paz y, gracias a esas historias, no dejarán de encontrarse con extranjeros que saqueen sus tierras. Puede que nos ayudaran al pensar que no íbamos con ese fin.

Mientras veía cómo Juanjo, gracias a la ayuda de Luise, parecía ya fuera de peligro, Leonard intentó contestar a la pregunta de Henry.

—Normalmente, las tribus que suelen vivir tan aisladas de la civilización, no son hostiles por naturaleza y si, en determinado momento se demuestran como feroces enemigos, tiene que ser porque alguien, antes que nosotros, los ha atacado vilmente y ellos sólo pretenden defenderse y defender el estilo de vida que siempre han conocido —Leonard se puso en pie mientras veía cómo se llevaban a Juanjo para que descansara—. Si ese es el caso que sean hostiles, y por lo que dice Woodstock así parece ser, el porqué han ayudado a Daniel... Quizás no han visto agresividad por nuestra parte y simplemente han querido ayudar a alguien en apuros. La verdad es que no lo sé muy bien, no es una reacción apropiada si son tan hostiles como quieren darnos a entender... Yo creo que no son tan violentos y me gustaría poder conocerlos mejor.

Mientras parte de sus compañeros, incluida su esposa, entraban en el interior del barco, él se quedó en cubierta observando cómo Woodstock se sumergía en el agua para acabar con aquellas plantas que impedía avanzar al barco. No disponía de ningún arma por si otro caimán decidía pasarse a merendar, pero sí podría avisar en caso de que hubiera nuevos problemas, algo que Leonard esperaba que no sucediera. Por suerte, Spaulding se quedó también arriba y él sí sabía disparar.

El capitán seguía mirando con cuidado a todos los lados del río, los caimanes podian estar en cualquier lugar y no sería una sorpresa que otro apareciera de la nada "¿Pueden los caimanes saltar a los barcos?" Pensó para si mismo mientras sostenia sus anteojos para que no cayeran al agua.

Se mantuvo más atento al agua que a la conversación pero se había quedado con la información más fundamental.

- Tal vez Woodstock esté en lo cierto, los Awás sean hostiles, basta con que haya un pequeño grupo que realice acciones hostiles para que nuestros prejuicios nos hagan creer que todos ellos son hostiles y violentos y el miedo a lo desconocido junto al racismo y el complejo de superioridad de todos los europeos haga el resto del trabajo... - se detuvo un instante levantando el dedo de la mano izquierda y escuchando con atención, acto seguido negó con la cabeza "Falsa alarma" - ...además deberiamos pensar que es probable que tengan miedo, con las colonizaciones se propagaron muchas enfermedades antes desconocidas, por lo que es probable que sus primeros encuentros ni siquiera tuvieran que ser hostiles para haberles provocado odio y miedo hacia los extraños.

Los demás entraron en el interior del barco cuando fuera se quedaron Spaulding y Colleman así pues Spaulding se dispuso a mantener una insignificante conversación para apaciguar la situación.

- ¿Y que tal el viaje de novios en el amazonas? curiosa elección, conozco  destinos más... romanticos.

Henry arqueó la ceja cuando leyó la nota del padre Enrique. Comprendió que se encontraban en peligro. No un peligro director, pero sí en una situación de poca tranquilidad, mejor dicho. Escuchó atento las palabras de Drake.

El Dorado, la mítica ciudad, sí... -dijo Henry, sonriendo un poco-. Si es así, seríamos ricos, pero ya sabe que las leyendas ciegan a muchos. Si el profesor no la ha encontrado ya es que no exista... -entonces miró el papel entre sus manos-. A no ser que... -y se puso a pensar, y todos supísteis en su mente su pensamiento continuó la frase tal que así: "... a no ser que el profesor no me hubiera dicho a mí, su secretario personal, nada acerca de tal descubrimiento"-. No sé, Luise, habrá que esperar a ver cómo se desarrolla este viaje -realmente era extraño que los indígenas encontrados, suponiendo que fueran los Awás (que tenía toda la pinta de serlo), les hubieran ayudado con el caimán-, los extranjeros no han entrado de fondo en sus selvas... Aún, al menos. Tras oír los razonamientos de Leonard, Henry había asentido. Leonard es el experto, señor -decía-. Espero que tenga razón y no vean en nosotros intrusos. Realmente, uhmm... bueno, sí que lo somos, pues estamos ya en el comienzo de su territorio, pero no tenemos malas intenciones. -concluyó el joven-.

Por su parte, afuera quedaron el propio Leonard y Spaulding. Éste último tenía en mente la idea de un caldo de cultivo candente, el cual empaparía y quemaría a la comunidada Awás tras la violenta entrada del hombre europeo y americano en su ecosistema. Las ideas de superioridad harían el resto. Y mientras quedaron ambos charlando, a Leonard no le dió tiempo responder a las pesquisas indiscretas del aventurero Jeffrey, pues Gustavo Pereira corrió hacia la barandilla, junto a la escalera, y se inclinó hacia ésta para ayudar a subir al profesor Woodstock, ya que había logrado desgarrar la maleza de Tapaia y ya subía los escalones del Xiringueiro.

Juanjo se había quedado dormido tras habérsele administrado unos antibióticos, y el propio Woodstock os llamó a la cubierta a modo de reunión. En pocos segundos estuvísteis allí. Vísteis que aún estaba empapado del agua del río.

¿Descansa? -preguntó Woodstock a Luise y Leonard, los primeros que habían acudido en ayuda y curación de Juanjo-. ¿Ustedes está bien? -mirando a Luise y Daniel-. Los Awás han ensartado a ese cabrón... -añadió, refiriéndose al caimán-. Mirad -entonces dió unos pasos hacia atrás y recogió la lanza que había quedado clavada en el casco de Xiringueiro, y que antes de subir había desclavado-. El peligro acecha desde ya. Ahora tenemos que tener los ojos muy abiertos. ¡Capitán! ¡Reanude la marcha por el Urubi! -añadió-. Pronto podremos descender a tierra firme, a la selva, y buscar Aj-wahaku -como sabíais, se refería a la ciudad destino-.

Eso es... ¿el Dorado? -preguntó Henry, inocentemente curioso.

Woodstock lo miró entonces muy serio, bajó su cabeza, y marchó al camarote, con la intención de visitar a Juanjo, aunque fuera un instante. Antes de desaparecer en el interior se detuvo y se giró hacia Henry y vosotros.

Eso espero -le espetó el profesor-.