And the blood will dry underneath my nails
And the wind will rise up to fill my sails
So you can doubt and you can hate
But I know
No matter what it takes...
I'm coming home
I'm coming home
Tell the world I'm coming home
Let the rain wash away
All the pain of yesterday
I know my kingdom awaits
And they've forgiven my mistakes
Llevaba tres días lloviendo, y a este paso no iba a poder llevar a Vianna al lago. Le había prometido que la llevaría por su cumpleaños, que llevarían comida e invitaría a amigos. Desvió la mirada de la ventana y la centró en el calor del café en sus manos, y luego hacia el bulto que dormía profundamente en la cama, casi al lado. Despegó una mano de la cerámica y estiró un poco la sábana hacia arriba, para cubrirlos bien. A ella no le gustaba el olor del café, por eso él se despertaba a las cuatro de la mañana para poder prepararse una taza enorme y despejarse mientras miraba el móvil o leía en la cama.
Gruñó un poco en sueños, y los pensamientos se cortaron, a la espera. Vianna se dio la vuelta en el colchón y se acercó a su lado. El chasqueó en silencio la lengua y posó la mano que tenía libre en el hombro de ella, apretó muy ligeramente, y acarició la superficie mientras miraba las facciones de la chica para ver si estaba teniendo un mal sueño o no. ¿Podrían hacer una barbacoa? Hacía falta un permiso, pero si alguien se acercaba bastaba con sacar la identificación, siempre se callaban la boca con eso. Si, harían una barbacoa, si el tiempo les dejaba.
Totalmente obnubilado no se percató de los dos coches que aparcaban fuera.
Cuando Vianna se despertase, sobre las 8, vería una nota escrita en la cocina y el desayuno listo, pero frío.
Tengo que ir a trabajar. He llamado a Moniq, quédate en su casa esta semana, he dejado dinero en tu mochila, ella recogerá la tarta. Puedes llevar hoy las invitaciones de tu cumpleaños a clase. No creo que pueda estar para tu cumpleaños, pero te quiero.
Fabeel.
Hay dos días en la vida
Para los que no nací
Dos momentos en la vida
Que no existen para mí
Si teníamos que definir el momento en el cual me había metido sin darme cuenta en la boca del lobo, fue sin duda este.
El humo ascendía entre la gente y el sudor, cigarros marcados de carmín y restos de estos, en labios ajenos de varones cuyo dedo índice no escondían, brillando despistados sus oros y diamantes que habían querido decir en algún momento lo mas parecido a una declaración de amor eterno. No hacía falta que fuesen a mujeres, también estaban los intereses, el estado, la nación. Todos, al final, se dejaban llevar por los instintos del ser humano, déspota por naturaleza, egoísta y vanidoso; un lobo capaz de cazar a cualquiera que fuese un problema.
Entrar en ese mundo, tras el cristal de bohemia, fue una ilusión y un shock que no supe conseguir llevar con entereza. De hecho, aquí estaba, enamorándome de mi primer superior hasta la médula. Una chica como yo, de familia rodeada de entereza, en un lugar como ese, observando con disimulo al que acompañaba, el mismo que coqueteaba con el carmín oscuro de una mujer de piel oscura. Inmigrantes.
Pedí otro vaso con Vodka rebajado con agua, y aunque de primeras el camarero me ignoró, y luego se mostró reacio a darme alcohol, tras un par de visitas reiteradas ya no se asustaba. No iba a mentir, él sabía quien era yo, y aunque mi camino hacia la madre Patria era corto, los subalternos entendían que yo no era como las demás. Sabía vislumbrar el veneno que exudaban las personas, y con un poco de suerte lo usaba para mi conveniencia, como todos, solo que yo aun era joven y estaba fresca. El pensamiento intrínseco de los hombres que piensan que son superiores son...estúpidos. Si bien es cierto que la diferencias entre el sexo era abismal y que unos podían hacer otros que no y viceversa, la necesidad que tenían de degradar a las mujeres a un estatus de mayor ingenuidad era hasta cierto punto adorable.
Viendo que mi superior no era lo suficientemente agradable conmigo y que no me iba a hacer caso, ni esta ni las demás ocasiones, procuré darme un paseo para tomar aire por el jardín clandestino que estaba regado con rosas y lilas en la parte trasera del local. Si, al lado del cementerio de antiguos monjes cristianos.
-¿Su acompañante no le presta demasiada atención señorita Yuikra?-
Lo había visto antes, era un hombre vestido de negro, que observaba en el local, con su cigarro sujeto entre sus dedos enguantados en negro. Le sacaría diez años, y llevaba un colgante interesante con la forma de una especie de pulpo rojizo y plateado. Rubio, ojos oscuros, rasgos fuertes y marcados, quizás un poco hoscos, pero el pelo estaba cuidado y ahora podía ver que estaba afeitado a ras. Cuidadoso.
Ya hace casi veinte años de aquello, una boda, cuatro hijos después, dos entierros y una losa anclada de forma permanente.
Lavinia miró al infinito un instante mientras su terapeuta tomaba apuntes- Es bueno que le repita la historia de como se conocieron, aunque debe entender que su enfermedad irá avanzando, y acabará por no acordarse de usted. ¿Lo sabe no?
I never tried to be a hero
You took us from the stars to zero
We had a love devout without a shred of doubt
We never worried about other people
You broke the spell and wanted something else
¿Había marcado el número correcto? Ya había llamado tres veces y aun nada. Revisó por quinta vez el número, lo volvió a anotar al lado del anterior, revisó y tachó número por número siempre y cuando fuesen iguales, para ver si es que su cerebro aun no estaba demasiado despierto. No podía pedirle demasiado, llevaba sin dormir 36 horas en mitad de una guardia de lo más soporífera hasta que le entregaron la carpeta de delitos de ese día.
¿Y luego? Luego simplemente como siempre, les echó un ojo. Bueno, quien dice echarles un ojo se refiere a revisar de arriba a abajo cada parte por si acaso habían cometido algún error. ¿Los encontraba? Demasiado a menudo, pero había aprendido a dejar pasar los que fueran leves, porque no estaba teniendo muy buena química con sus compañeros por eso mismo.
Henri...- El nombre no era soviético, pero los apellidos si. Estaba viendo la denuncia de un niño de 10 años que había desaparecido hacía 3 días. No habían encontrado pruebas, y en una cinta de grabación que habían tardado en conseguir casi dos días de una maldita lavandería cerca de casa solo se veía como el chico se metía al parecer por voluntad propia en una camioneta negra ya vieja. Solo se vislumbraban los últimos dos números de la matrícula. Pasó a otra cosa, ella poco podía hacer ahí salvo gritarles a sus compañeros por ser tan inutiles. Los tres primeros días eran esenciales, es cuando mas posibilidades hay de encontrar a la gente, sobretodo niños, con vida.
Cinco denuncias después se encontró con lo que encendió su llama interna. Era una multa en un accidente en cadena sin heridos graves causados por un viejo trasto de casi 40 años que se había saltado un semáforo. El hombre, alcoholizado en parte, como era hasta normal le había echado la culpa a una camioneta negra que intentó adelantarlo de malas maneras en el cruce. Miró la fecha del accidente, hace casi tres días. Cotejó la hora. Un par de horas después de la grabación. Con el mapa desplegado sobre la mesa de aquel escritorio en un despacho que compartía con otras dos personas que ahora mismo estarían durmiendo en sus casas revisó si era factible llegar de un lado a otro. Y lo era.
Llamó una cuarta vez, y el hombre del accidente le cogió el teléfono, adormecido, y malhumorado.
Una semana después dieron con la camioneta a las afueras de la ciudad. Gracias al inicio de la matrícula que el hombre medio recordaba, que coincidió con los pocos números finales que se vieron en el video dieron con la tecla en el sistema.
Tiara no salió en las noticias, lo que llenaron los primeros planos durante unas semanas hace tres años fue que habían logrado encontrar a un asesino en serie que llevaba secuestrando niños los últimos diez años, con un total de 20 cuerpos encontrados en el jardín. Henri estaba entre ellos. Se decía que vendía los órganos a compradores extranjeros.
Eso le sirvió para ascender, y para que la madre patria la tuviera en el punto de mira. A fin de cuentas, ella cuidaba de los suyos.
They keep us hungry so we’ll behave
Hairless what?
So pristine Golden slut, beauty queen
A veces odiaba los inviernos grises de su tierra. Que demonios, no a veces, casi siempre. No había nada mejor que el fresco de la primavera o el calor del verano, morirse de frio jamás había sido santo de su devoción, ni siquiera cuando su Anna era pequeña en plena navidad.
Oteando los recortes viejos de los periódicos de hace casi treinta años que estaban adornando una obra que jamás parecía terminar en la pared de la cocina, se encontró con el funeral de Vladímir Úsov e Ilyá Krichevski tras el intento del golpe de estado a la URSS que acabó casi con el régimen y puso a la casa blanca a un pelo de empezar otra guerra. Se rascó la nariz y negó levemente- Incompetentes- Recordaba aun cuando las cosas se hacían bien, cuando se tenía cuidado con lo que se hacía, cuando los que protestaban en contra de la madre patria lo hacían organizados, acudiendo cada tarde a un viejo café en el sótano de Ivan, el hijo de la carnicera. Oh, esa mujer bajaba unos bocadillos malditamente deliciosos rellenos de carne y cebolla asada. Se relamió los labios cerrando los ojos para saborear una última vez aquella delicia, antes de que les pillaran y quemaran el edificio, ah si, y fusilaran a la familia entera.
Echaba de menos el olor de la gasolina y el vidrio ardiendo contra el plástico de los escudos.
Anna!- Gritó hacia las escaleras- Vas a llegar tarde!- Esta chiquilla siempre iba con la hora pegada al culo. Como buena madre, revisó que la niña se hubiera hecho algo para llevarse de comer al trabajo. Estaba pasando allí unas semanas tras que cortara con el novio, un tonto del culo lamebotas que no sabía ni encenderse un maldito cigarro sin quemarse los pelos de las cejas. Un completo inutil que había encandilado con canciones románticas y cenas con velas a su niña. De haber sabido que le iba a poner los cuernos con la vecina, la vez que le trajo el coche le hubiese rajado un poquito el tubo del líquido de frenos...un accidente lo tiene cualquiera.
Hacía tiempo que no contactaba con los pocos que quedaron de "La linea dura", había intentando contactar con Dimitri hacía un par de semanas, pero no había novedad aun.
Me voy Mama, tenemos mucho trabajo hoy, me han asignado a la planta de arriba, tengo turnos de 12 horas- Le dio un beso en la frente, y salió por la puerta dejando la casa de nuevo en silencio.
El móvil vibró, y Margot miró el nuevo mensaje en aquella chatarra que no tenía internet
Enano Púrpura. A las 19:42