Partida Rol por web

El señor Moretti.... Mas viejo de lo que pensaba Black Crow. Sonrió a medias. Salvatore empezó con una verborrea incesante que no llevaba a nada... Aquello le disgustaba en cierto modo. No es que fuese dado a aquellas cosas, la verdad.

-Discúlpeme, señor pero ¿Podemos dejarnos de presentaciones ridículas, y empezar a hablar de lo que realmente importa?

Exacto. No le interesaba en lo mas mínimo el resto. Ni quienes eran, ni qué hacían allí.. Solo su papel en aquella misión. Miró de reojo a Benedict, al que se había referido el lider de los Moretti. ¿Qué clase de tipo era aquél, que tenía vínculos de tanta influencia..?

Daba igual, no estaba allí para pensar, sino para actuar. Y, demonios, era uno de los mejores.

-Ten más respeto novato- dije al joven que había hablado- normalmente trabajo solo y por lo que veo en sus miradas ustedes también, así que si se nos ha citado a los cuatro es porque esto es importante-

Hice una reverencia antes de sentarme.

-Han sido 10 años Don, me alegra ver que todavía cuenta con salud, aunque al igual que el joven me gustaría saber los detalles de esta reunión-

Una vez me senté me crucé de piernas y acomodé la katana sobre mi regazo, miré de reojo la habitación notando el cuadro faltante y luego dirigí mi mirada al anfitrión, esperando que nos iluminara acerca del motivo por el cual estábamos reunidos.

La avispa se quedó más atrás, escuchando la conversación tan excitante que se estaba dando entre todos, bueno, entre los hombres, en especial con el hombre de cabello cano, sí, era el mismo que ella había visto años atrás, cuando en un cuarto oscuro, él entró y le dijo que le darían el alta, hasta hace poco, pensó que era  un abogado, o un policía, pero cuando llegó ese email, se dio cuenta que era un hombre particular.

Soltó un bufido, y se acercó más al grupo, con sus ojos violeta sobre aquel hombre, ladeo su cabeza un poco, hasta que quedó ligeramente adelante del resto, mirando de reojo a Benedict, ese hombre había dado en el clavo, si los querían juntos, era porque el trabajo era realmente grande, importante y ultra peligroso. Bajó a mirada, y esperó a que el viejo contestara, sin intervenir del todo, de todas formas una conversación con Moretti sería en privado.

En cuanto habló Moretti tensé todo mi cuerpo. Quería escuchar todo lo que tuviera que decirnos, sin perder detalle de cada palabra que saliera de su boca. 

Parecía que conocía a Benedict. Miré de reojos al susodicho; lo cierto es que el hecho de que entrara con un arma, a diferencia del resto, había despertado en mí la curiosidad. Pero suponía que ese detalle no se habría pasado por alto de no haber sido por los antecedentes que, ahora que lo sabía, tenía el hombre del pelo cano.

No obstante, seguí mirando al Don, y a Benedict y Black Crow alternativamente. Tenía que ser cierto lo que decía: el motivo de reunirnos allí tenía que ser por algo sumamente importante.

Seguí los movimientos de Temperance y, cuando se paró, me crucé de brazos, esperando el siguiente movimiento de Moretti.

El hombre sonrió, aparentemente divertido por las prisas del cuervo, pero cuando Benedict también propuso ir directos al grano suspiró, recostándose en la silla.

- De acuerdo, de acuerdo. Me saltare el paso donde les ofrezco algo de beber, es un defecto profesional. - se cruzó de brazos mientras les miraba alternadamente. - Les he llamado hoy aquí porque necesito que me hagan un gran favor. Si esto tiene éxito, no sólo recibirán una cuantiosa remuneración económica, también mi eterna gratitud. Si todo sale bien, el honor de mi familia volverá a estar donde le pertenece... Y mi hija podrá descansar al fin.

- Seré breve. Necesito que se infiltran en la mansión de Robert Luchesse y recuperen algo de allí. No les daré más detalles al respecto si no aceptan, por seguridad. Lo lamento.

La chica soltó un pequeño bufido, y su lengua se marcó contra sus dientes, este hombre  no se andaba con chicas, había dado con ella por la red, y la había convocado por su nombre, además, deseaba saber de que se trataba, aunque eso significaba extender un cheque en blanco.

- entonces, y recapitulando - sonríe de medio lado - desea que nos metamos con uno de los hombres mas poderosos de la ciudad, para tener su favor, el miembro de una familia que lucha  por no perecer en los bajos mundos - se acarició su barbilla - ah, y claro, no nos quiere contar que debemos recobrar, entre comillas, metiéndonos en la línea de fuego de dos familias de mafiosos - rodó los ojos.

- creo que necesitamos más seguridad y sinceridad que la promesa de un pago suculento, que no la aclara, y caro, su gratitud - sonrió de medio lado.

Black Crow miró al hombre y sonrió de lado. Parecía ser, cuanto menos, divertido. Una misión de alto secreto entre dos de las mas grandes mafias... ¿Problemas? Miles. Seguro. Pero eso no hacía mas que hacerlo mas suculento.

-A mi me basta con el dinero... 

Comentó, siendo totalmente sincero.

-Acepto, siempre y cuando la cifra ascienda a mas de 9 cifras. Si estoy aquí, es porque he aceptado desde que entré por esa puerta, siempre y cuando la recompensa sea la justa. Ahora, dígame qué tenemos que recuperar.

Dijo con total neutralidad, mientras se acomodaba en la silla.

Enarco una ceja al escuchar al señor Moretti hacer referencia a su hija. "Por fin descansará en paz...". No tenía ni idea a qué se refería.

Asiento cuando la chica habla. La misión que nos proponía era pseudo-suicida.

- Tenemos que aceptar a ciegas, ¿no es eso? - digo mientras cambio mi peso a otra pierna.

Una chispa se encendió en mi cabeza. Dejé de pensar en el dinero; no me importaba. Ni la gratitud de la familia. Ni cualquier tipo de recompensa. Nada.

Instintivamente, respondí.

- Acepto.

Luchesse...

Al escuchar aquel apellido apreté con fuerza la espada al punto que la empuñadura sonó, respiré profundo y cerré los ojos unos segundos.

-Acepto- dije sin más, pues no había nada más que decir más que la pregunta de cuándo comenzábamos, algo que seguro resolvía en ese preciso momento.

Al fin tendría algo que siempre había anhelado y para lo que me había preparado todos estos años, esa ya era mi recompensa...

Salvatore esbozó una divertida sonrisa ante las palabras de Temperance, la sonrisa de alguien que está deseando jugar una de sus mejores cartas.

- El dinero no será un problema. Tendrán lo que necesiten, y eso sin contar el propio pago del trabajo. Ustedes marcarán la cifra: no me andaré con racanerias. No tendrán que lanzarse a un mar de balas a mis órdenes, pueden estar seguros.- una vez todos aceptaron, el hombre dió una palmada - Entonces, viendo que están dispuestos a seguir adelante, les presentaré a mi socia y colaboradora. ¡Puedes pasar!-

Parecía llamar a alguien fuera y, efectivamente, la puerta se abrió. Al principio, recortada por la luz que provenía del pasillo fue dificil verla, pero en cuanto cerró la puerta y la vieron del todo se quedaron helados.

La mismísima mujer de Robert Luchesse se encontraba allí, frente a ellos, cruzada de brazos y con una media sonrisa en los labios. Les saludó moviendo un poco la mano, a sabiendas de que aquello debía de ser muy extraño para ellos.

- Si me han llamado es porque habéis aceptado la... invitación, supongo. - Salvatore asintió despacio y Edna amplió su sonrisa - Gracias. Yo soy Edna Luchesse... y colaboro con Salvatore en esta pequeña operación. Es un placer conoceros, pero... yo no se quiénes sois vosotros. ¿Os importaría presesentaros? Os daremos detalles de mi presencia aquí cuando sepa con quién trato. -

Aun no estaba convencida de esa misión y se asombró la rapidez en que el resto de los que estaban ahí presentes se enrolaron en algo que no conocían y no sabían los alcances de la misma. Ladeo su cabeza, aun le daba vueltas la frase sobre la hija, lo que se unía a la información que había recabado sobre ella, incluso ese error en las fechas. Pero su sorpresa fue mayor cuando al propia señora Luchesse. La avispa levantó las cejas, eso si no se lo esperaba, pero aseguraba algo, un trabajo más de inteligencia.

- Wasp, es todo lo que deben saber -masculló, el desconocimiento de las cosas la ponía de mal humor - experta en computadoras, sistemas de seguridad, estrategia, redes y recopilación de datos -   sólo por esos servicios la iban a contratar, una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de la chica.

Adopté la misma postura que la mujer del señor Moretti. Con los brazos cruzados, formando una barrera entre los demás y yo misma, me presenté. 

- Pamela, militar retirada. 

Omití cualquier otro dato innecesario. En parte porque no veía porqué tenía que dar tal información, en parte porque estaba segura de que los Moretti ya sabían todo lo que querían saber de mí. 

Mordiéndome el interior de las mejillas, esperé a que el resto hiciera lo propio.

Miró con un tanto de curiosidad a aquella mujer, aunque pronto perdió el interés.

-Ni que no supieras quienes somos todos. No entiendo a qué viene preguntarnos personalmente  

Cada vez tenía mas ganas de tomar otro de aquellos cigarrillos y encenderlo. Por desgracia, había que guardar las formas.

Se recostó mas en la silla y comentó, mirando a ninguna parte.

-Black Crow, mercenario a sueldo. 

El ver a la Luchesse ahí presente hizo que todo mi cuerpo se tensara, estuve a punto de tomar la espada por la empuñadura pero sabía que eso sería una estupidez demasiado grande, quizás como muchas mujeres de la mafia, ella no supiera nada de los negocios de su marido.

Respiré profundamente antes de acomodarme mejor en el asiento.

Ante todo, eres un profesional Benedict...

-Benedict di Angelo- dije recalcando el apellido y mirando a la mujer a los ojos- asesino profesional-

- Si os soy sincera, y sin ánimo de ofender... apenas os conocía a un par. Y de uno nisiquiera recordaba el nombre. - confesó la mujer de Robert, con un tono bastante despreocupado. Tomó el asiento que había libre y se cruzó de piernas, mirando a cada uno de los presentes - Por lo que veo sois un grupo bastante variopinto... debo reconocer que me agrada mucho, puesto que esta misión no es algo sencillo que cualquier mercenario de tres al cuarto pueda hacer. -

El mafioso asintió tras las palabras de la mujer, poniendo una mano sobre la otra. - Así es, amigos míos. La presencia aquí de la señora Luchesse es primordial, así como las suyas. Ustedes cinco colaborarán en para recuperar algo que está en las manos equivocadas... ¿Han oído ustedes hablar del Oculus Veritatis? -

Aclarándose la garganta el hombre se levantó de su silla. Fue a una de las estanterías llenas de libros y sacó un tomo gastado y antiguo que colocó frente a ellos, abierto por una página en concreto que no había tardado ni dos segundos en encontrar. Aquellos que se acercaran a mirar comprobarían que había un texto escrito en un inglés difícil de entender, quizás del medievo, y que hablaba de un libro que, de alguna manera, podía predecir el futuro. No se sabía muy bien su historia, su origen o su ubicación, mucho menos cómo funcionaba, pero había rumores de que grandes personajes de la historia lo habían poseído en algún momento.

- Este libro, caballeros, era como el Santo Grial hasta ahora. Nadie sabía nada de él más allá del tupido velo de los mitos. Sin embargo, de alguna manera, Robert Luchesse se hizo con él y ahora lo tiene bajo su poder. Lo sabemos gracias a nuestra asociada. - señaló a Edna con la mano abierta - La misión consiste en entrar en la mansión Luchesse y recuperar dicho libro. -

- Suena a locura... y realmente lo es, pero tendran una oportunidad con mi ayuda. Y eso nos lleva a mis motivaciones... - la mujer se ajustó las gafas con cierto estilo, cambiando la posición de las piernas para perder un poco aquella sonrisa. - Mi marido ha perdido la cabeza desde que encontró aquel dichoso libro. No sé cómo lo hizo, así que absténgase de preguntarlo. Lo único que sé es que ahora no existe otra cosa en su vida... y mi hijo acabará corriendo su misma suerte si ese libro no desaparece. Quizás haya perdido a mi esposo, pero no perderé también a mi hijo. - 

Le daba igual todo aquello. Solo quería empezar a trabajar. Tomó un cigarro y lo encendió.

-Dame una entrada y finalizaré el trabajo.

Comentó, completamente serio. Igual que le daba igual las razones de la mujer, le daba igual quién lo acompañara. Al final podían morir, como pasaba normalmente. Lo mejor era que no les tomara demasiado cariño. 

Inhaló de aquel tubo incandescente y soltó humo por la boca, mientras miraba a la nada.

-Hasta donde se, su hijo ya se esta perdiendo por su propia cuenta y no le da demasiada importancia a lo que dice su padre como para que sea este quien lo influencie- dije en tono seco, estaba claro que para mi lo mejor era verlos a todos muertos.

-Además, como se supone que entraremos y robaremos un libro que permite que se lea el futuro, en este momento su esposo debe de estar leyendo que 4 personas entrarán a su mansión e intentaran robar el libro, ayudados por la traidora de su esposa...-