Partida Rol por web

Cierro los ojos al sentir su mimo en mi mejilla, y rodeo su cintura con los brazos. Ojalá tenga razón, ojalá todos pudiésemos salir bien parados de todo esto.

-Entonces... ¿cuáles son vuestros planes? ¿Cuándo se lo comunicará vuestra hermana a la reina? Quizás yo pueda ayudarla.

Hoy debería insistirle para ver si podemos hablar con madre, o dicho de otra forma, para que ella hable con madre. Temo que tenga otras prioridades y retrase esta conversación, así que debo ofrecerme para ayudarla yo en sus objetivos personales y que así ella hable con madre antes de lo que lo haría de otro modo. Estoy seguro de que tú nos podrías ayudar. Además, así ella a cambio se sentirá inclinada a ayudarnos a nosotros con la promesa que te he hecho.

Apoyo la cabeza sobre el pecho del príncipe, tan caliente todavía, y me relajo contra él.

-¿Y qué es eso que debe hacer la princesa antes de pedirle el reino a su madre? -Murmuro.- Os ayudaré en todo lo que pueda.

Todos buscamos algo. El hombre que no busca algo es que aún no sabe lo que busca, pero nadie tiene todo. Ni siquiera yo, aunque lo pueda parecer. - Le dice acariciándole significativamente el pelo.

La cuestión es que aún debo convencer a mi hermana para que me abra lo más profundo de su corazón y sepa que puede confiar en mi para ayudarla. No sé qué quiere ella. Creo que amar.

Hoy se había levantado filosófico, al parecer.

-Qué profundo os veo hoy, mi príncipe -sonrío, jugueteando con los botones de su camisa entre mis dedos- la esperanza ha espoleado vuestra poesía. 

Si la princesa desea amar, hay un montón de pretendientes esperando en su puerta, y algunos de ellos son bastante apuestos. Estoy segura de que no tendrá ningún problema en encontrar a alguien. 

-Entonces supongo que sólo podemos desearle buena suerte. No es que en los asuntos del corazón nosotros podamos ayudar mucho.

Me separo de él lentamente, sintiendo que hoy también han dado alas a mi esperanza. 

-Iré a atender a la reina inmediatamente. Comprobaré su estado de ánimo, y si estaría receptiva a peticiones como la vuestra. Intentaré que nadie la disguste.

Espera un momento, Ibb. Hay una cosa más.

La vuelvo a sujetar por la cintura con un brazo y la atraigo a mi para darle un pasional beso en los labios.

Después la vuelvo a dejar liberarse.

Ahora sí. No quería perder el sabor de tus labios, que me debe durar hasta la noche.

Trastabillo hacia atrás, debido a la sorpresa del beso y su vehemencia, y sonrío, despidiéndome de Dyonisos.

-Buena suerte, príncipe -le digo, sonriéndole desde la puerta. 

Después, cierro a mi espalda, con un suspiro.

Salgo de los aposentos del príncipe con rapidez, con cuidado de que nadie me vea. Avanzo rápidamente hacia la cocina, donde recojo una jarra de agua limpia, y regreso con presteza hacia la alcoba de la reina. En la puerta, golpeo levemente con los nudillos, esperando una señal para abrir.

Llamas a los aposentos de la Reina, pero tras un rato de espera nadie responde ni abre la puerta, señal de que la estancia está vacía.

Con un gesto de extrañeza, retrocedo un paso para alejarme de la puerta, aún con la jarra entre las manos, y me muerdo el labio inferior, pensativa.

¿Dónde puede estar, tan temprano? Con paso titubeante, decido dirigirme hacia las estancias del rey, para repetir allí el proceso. Si la reina ha pasado la noche en algún lugar, debe ser allí.

...

...¿No?

De buena mañana, con el sol apenas despuntando por el horizonte, el castillo poco a poco va volviendo a la vida. Algunos son especialmente madrugadores, como la criada Ibb, que discretamente llama a los aposentos privados de la Reina, la cual probablemente todavía se encuentre en la cama, ya que la realeza puede permitirse el lujo de levantarse a la hora que se quiera.

Comienzo el día golpeando levemente con los nudillos en la puerta de mi hermana e indicándole a través de la puerta cerrada dónde me podrá encontrar.

Eli, estaré en la sala del Consejo. Te espero allí para entrar juntos en la sala donde tendrán lugar las audiencias.

Los golpes en la puerta me despiertan y recuerdo que no tengo asignada a ninguna dama de compañía, asi que tendría que vestirme yo sola, no es que no lo hubiese hecho nunca pero prefería que me ayudasen. Suspiré, me levanté de la cama y me puse como pude un corsé de bajo pecho, y un bonito vestido de mi gran armario. Tras asearme y recoger mi pelo en un bonito tocado salí por la puerta con dirección a la Sala del Consejo donde mi hermano me esperaba.

Me introduzco lentamente en la habitación, sin intención de perturbar el sueño de su majestad. Vuelco el jarro de agua limpia sobre el aguamanil junto a su cama, abro las ventanas para ventilar la habitación, y comienzo a preparar la ropa que podría llevar la reina para los eventos del día. Conociendo la posición exacta de cada detalle dentro de su alcoba, no me cuesta encontrar cada cosa a la primera, y así montar la menor cantidad de escándalo posible.

Cuando por fin está todo preparado, cierro de nuevo las ventanas y avivo el fuego, ya convertido en unas pocas brasas, para que la reina pueda cambiarse junto a él. Finalmente, me aproximo hacia el dosel de su cama, y lo descorro con delicadeza.

-Majestad, ya ha amanecido, ¿queréis que os traiga el desayuno o comeréis en el salón principal?

   -Muchas gracias joven- le digo al chiquillo para que siga su camino, ... no nos convendría que la gente sospeche de nuestro trato, ya tendré una mejor oportunidad en la mañana... sin nada mas que hacer, tomo una siesta hasta el otro día, las energías las iba a necesitar.

...........Ha la mañana siguiente.......

   ...Los lujos de los nobles son tan cómodos... habían pasado las horas desde que cerré los ojos sobre el colchón, pero aun cuando desperté temprano, se podía escuchar como la servidumbre estaba desde temprano moviéndose de cuarto en cuarto, viendo que nada estuviera de sitio y que los invitados estén bien atendidos. La mucama encargada de mi cuarto llega con una fuente con agua fresca para poder lavarme si es que me apetecía y lo mejor era tomar la oferta ... puede que aun hubiera rastro de  vino en mi rostro...

   Ya con una apariencia mas decente, me dirijo al salón del trono, era probable que mi reunión con su majestad se lleve en unos minutos mas.

La mañana llegó demasiado rápido. El bufón había pasado una de las peores noches de su vida, con poco sueño y además malo, plagado de sueños desagradables y vívidos. Se levantó de la cama a regañadientes. Si de él dependiera, se quedaría todo el día en la cama. Pero desgraciadamente tenía un deber que cumplir y no presentarse a él implicaría un castigo por parte del Rey o incluso algo peor. Algo como, por ejemplo, dejar el camino libre a Juan de Castilla para mentir sobre él y acercarse a la Princesa.

Enzo suspiró hondamente, recordando su comportamiento del día anterior. Se había puesto celoso, posesivo con la Princesa. Un comportamiento que no se podía permitir bajo ningún concepto. ¿Qué demonios esperaba conseguir? ¿Qué Elizabeth volara hasta sus brazos ignorando todas las normas y convenciones sociales? ¿Cómo podía haber sido tan estúpido e inconsciente? Él era el bufón de la corte, lo más bajo entre los nobles y cortesanos. Incluso algunos sirvientes le miraban por encima del hombro. No era nada más que el payaso, el cómico, el entretenimiento. Alguien como él jamás podría aspirar a relacionarse con una hija de un rey de la manera en la que él lo deseaba.

Y sin embargo… Cada vez que ella le tocaba, que le tomaba por el brazo, que le llamaba “querido” con su dulce voz… Cada vez que eso pasaba, se permitía soñar un poco. Y el día anterior en los jardines, había estado tan peligrosamente cerca de confesarle sus sentimientos… Menos mal que había reaccionado relativamente rápido. Le sabía mal mentir a la persona a la que más quería en el mundo, pero en ese caso, decir la verdad sería mil veces peor.

Fue arrastrando los pies hasta el tocador en el que guardaba todo lo necesario para arreglarse de cuello para arriba y se miró en el espejo. Entre el pelo revuelto, la cara de dormido y las ojeras ofrecía un aspecto lamentable. Menos mal que siempre iba bien maquillado. Al menos podría disimular y fingir que estaba como siempre, aunque no lo estuviera. Tras darse un par de bofetadas para intentar despabilarse, el bufón fue a buscar la ropa que emplearía ese día. Tardó bastante más de lo usual en vestirse, pero para cuando terminó de arreglarse estaba como un muñeco recién pintado: fresco y reluciente.

Sonrió, o más bien se obligó a sonreír, y luego salió de su cuarto para ir a buscar al Rey. Tenía muchas cosas que comentarle, tanto oficiales como extraoficiales.