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Investiga la leyenda II - El Ojáncanu

El Ojáncanu

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08/09/2017, 15:49
Fausto Godoy

Fausto se sintió desconcertado durante un segundo. El vejete había pasado de lúcido a perdido en un segundo, cortando la conversación de inmediato. ¿Era una trola o qué?

– Vaya, me estaba hablando con total normalidad. ¿Qué problema tiene su abuelo? Me gustaría seguir charlando con él, comentaba cosas interesantes sobre el ojáncanu, ese gigante del bosque que tienen ustedes aquí.

Quizá el camarero fuera el enlace necesario para hablar con el abuelo, para estimularle a charlar, pero también podría ser ese punto de vista más joven y materialista que necesitaba.

– Veo que aquí todos hablan mucho de leyendas. La verdad es que es interesante. Curioso, al menos.

Mentira. A Fausto no le importaba un carajo la leyenda del ojáncanu. Pero en la comarca había un monstruo muy real que se estaba disfrazando de mito para pasar desapercibido con sus crímenes.

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11/09/2017, 19:20
Arturo

-Demencia. Por lo visto no saben especificar más y con esa categoría engloban todo lo que le ocurre al cerebro a partir de una determinada edad y que no encaja en otras enfermedades como Alzheimer- dudo un segundo porque no sé si ha parecido que soy un listo -Vamos, eso es lo que le entendí a los médicos. El caso es que no se puede hacer nada. Sólo vigilar que esté bien y que no haga ninguna tontería, como irse a su antigua casa.-

Siento al abuelo que se queda absorto mirando la ventana

-¿El ojáncanu? Ya bueno... ahora está muy de moda por aquí. Lo que le ha ocurrido al chico ha traído la leyenda de vuelta- comento con resignación -Aquí en el bar, llevan dos días comentándolo. Es curioso porque ellos mismos dicen que es una bobada pero no dejan la idea atrás. Yo, la verdad, no sé mucho sobre eso. Mis padres se fueron de aquí con 20 años y yo me crie en Gijón. Así que a mí, de pequeño, nadie me contaba leyendas de estas. Supongo que estas historias sirven para aliviar a la familia del fallecido, para que no piense que fue culpa suya por no tener cuidado o algo así. Ya sabe, se le echa la culpa a un ser mitológico y listo-

Señalo hacia su mesa

-¿No quiere acabarse la comida? Por muy interesante que fuese la conversación no creo que el abuelo vuelva a estar bien hasta la noche, por lo menos- le comento con pena porque sé que al abuelo le gusta que le escuchen y para una vez que parece que hay alguien dispuesto a hacerlo...

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12/09/2017, 17:29
Fausto Godoy

Demencia. Entendido. Cualquier cosa que dijera el abuelo tenía poca o ninguna validez. Durante un minuto había parecido lúcido, despierto, capaz. Misterioso también, pero no ajeno como instantes después. Ahora Fausto sabía que en esa cabeza casi todo eran fantasías. Una desgracia. Fausto había estudiado Psicología y estaba al tanto de hasta dónde llegaba aquello.

Sin embargo, el señor había hablado y dicho algo de interés. Ahora bien, ¿era cierto o solo estaba en su cabeza delirante?

– Vaya, lo siento –dijo mientras se levantaba y volvía a su mesa–. Hasta hace un momento me estaba hablando con toda normalidad. Ha dicho que Luis hablaba con él a veces. Sobre el ojáncanu. ¿Es cierto? Si lo es, quizá su abuelo pudiera aclararme más en otro momento. Entiendo que ahora se ha perdido y no va a decir nada más.

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13/09/2017, 18:28
Arturo

No tengo que esforzarme mucho haciendo memoria para responder al policía

-Sí, sí que los vi hablar varias veces, ahora que lo dice. Recuerdo que me llamaba la atención pero como no eran conversaciones muy largas me limité a pensar que el abuelo le había cogido por banda y el chico se había librado de él enseguida. Lo que no sabía era de qué hablaban-

Miro al abuelo que ahora está cantando una canción por lo bajo

-Sí, ahora no está aquí, en realidad. Pero para la hora de la cena seguro que vuelve a estar bien, no se preocupe- le aclaro intentando darle algo de esperanza -Ya siento que no pueda ser ahora mismo-

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13/09/2017, 22:25
Fausto Godoy

– Quizá pueda charlar con él esta noche –se resignó. Se acercó al plato–. Esto huele estupendo.

La mañana había sido poco fructífera para la investigación, pero al menos iba a acabarla con una buena comida de pueblo. Tradicional, contundente y sabrosa. Le iba a costar resistirse a la siesta después de aquello.

Pero debía... intentarlo. Al menos eso. Era conveniente charlar con los amigos de Luis. Si después de eso la tarde no aportaba nada más, quizá fuera momento de acabar la jornada.

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17/09/2017, 16:45
Equidna - Narradora

Comiste tranquilamente disfrutando tanto del principal como del postre. Después te levantaste y te dirigiste hacia las casa de los chicos a los que querías entrevistar. Ambas casas estaba separadas una de la otra pero, en un pueblo como este, esa separación no llegaba a los cinco minutos andando.

La casa que primero localizaste fue la de Juan. Una mujer de unos cuarenta y tantos te abrió la puerta. Cuando le dijiste quién eras, se presentó como Mari, la madre de Juan. Oíste como gritaba, a su hijo, por el hueco de las escaleras, que bajase. Una voz joven respondió con un "Voy".

La mujer te invitó a pasar a una salita pequeña en la que lo más llamativo eran los tapates de ganchillo que estaban por todas partes, desde la mesilla hasta los reposabrazos del sofá.

-¿Desea un café?- preguntó la mujer mientras su hijo entraba por la puerta.

El chico era bajito y regordete. En donde tú vivías el chaval hubiera llevado la marca de "pringao" tatuada de manera simbólica por toda la cara.

El chico se dejó caer casi con desgana en el sofa mientras soltaba un -¿Qué pasa?-

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17/09/2017, 17:41
Fausto Godoy

... me he pasado...

Fausto había comido demasiado, sabía que iba a comer demasiado, sabía que luego lo lamentaría y luego, efectivamente, lo lamentó. Con el estómago lleno y la sangre acudiendo al rescate de la digestión, se notaba abotargado y tonto. Somnoliento y poco paciente para tonterías. Bajó por la calle con cierto campaneo, dejando caer las piernas hacia delante más que caminando realmente. Le subió un gas y resopló. Así llegó a la casa del primer amigo de Luis.

– Si es usted tan amable –le comentó a doña Mari sobre el ofrecimiento del café. Esa clase de cosas ablanda a la gente a la que se interroga. Hay que dejarles ser amables y que se sientan anfitriones, pues por algo es su casa. Aunque la autoridad la tuviera él, al fin y al cabo.

... no jodas, Faustito, lo que pasa es que es café o muerte... lástima no poder pedir un orujo para la digestión... espabila...

«Espabila» también le diría al chaval que había bajado. Esa actitud de «qué pasa» desganado y esa manera de tirarse en el sofá, como un saco de patatas... El lenguaje corporal hablaba por sí solo. Era la actitud mezcla de desafío y típica condescendencia de los adolescentes, que de un día para otro creen que saben todo lo que hay que saber y que solo ellos conocen la verdad del mundo, cuando en realidad todavía no han recibido ni la primera bofetada de las mil que vienen ni han tenido oportunidad de hacer callo de nada.

Y, al mismo tiempo, el tal Juan era un pringado. No parecía físicamente capaz de darle una paliza a Luis y tirarlo por el barranco. No sin ayuda, al menos. Era de los que se llevaba los sopapos en el colegio.

... en fin...

Ahora la cosa tenía que cambiar. No era acercarse a la pobre abuela ni mostrarse humilde y respetuoso con la ancianidad. Tocaba ser policía, de lo contrario los adolescentes se te suben a la chepa.

– Buenas tardes, Juan. Soy el oficial Godoy, de la policía científica. Me encargo del caso de tu amigo Luis. Tengo que hacerte unas preguntas –sacó la libreta y el bolígrafo–. Bien, quiero que me cuentes sobre tu relación con Luis. Erais compañeros de clase, ¿correcto? Tú y Rober. Dime, ¿qué aficiones tenéis? Imagino que saldríais al campo a menudo. Senderismo, fútbol... no sé. Dime.

Viendo que le sobraban kilos, esa pregunta era un poco capciosa. Fausto lo sabía, pero necesitaba saber qué rutinas tenían los tres amigos, además de cascársela como monos. A dónde iban, por qué rutas y, por supuesto, con quién se encontraban. ¿Estaría el bruto asesino entre sus conocidos?

Pero ¿serían Juan y Rober los responsables? No se podía descartar ninguna opción. De hecho, esos dos chavales seguramente conocían el entorno mejor que Luis. Por algo eran del pueblo. A poco que salieran de casa, conocerían senderos, barrancos, cuevas, chozas y misterios. Casos más raros había visto. La violencia entre adolescentes no eran nada raro. El asesinato sí lo era, pero nada improbable. En la espesura mental de la digestión, le llegó la imagen de los hermanos Felipe y Miguel Cortés, de 13 y 15 años. Un caso del año anterior. Horrible, pero rápido de resolver, porque los niños no son genios del crimen y se desmontan rápido. La víctima, Wendolyn Vargas, 16 años, nacida en España pero hija de inmigrantes ecuatorianos, le recordó por un instante a Luis. Los motivos no tenían nada que ver (en principio), pero la ejecución sí: agresión inusualmente brutal, cuyos detalles Fausto no quiso recordar, y posterior lanzamiento a las vías de Renfe desde el paso elevado en Vicálvaro sur. De locos.

– La muerte de Luis ha sido muy trágica. ¿Cómo lo ves?

... ¿te la suda o te destroza, chico?...

– ¿Sabes cómo ocurrió? ¿Lo viste?

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19/09/2017, 13:23
Equidna - Narradora

Presentas tu actitud más seria, más policía que antes.

Cuando sacas la libreta y el bolígrafo el chico te mira con curiosidad pero poco más cambia en su actitud.

Te confirma tus sospechas declarando su falta de interés en cualquier entretenimiento que requiera ejercicio físico.

Tu mirada se vuelve más dura y tu tono más rígido.

Entonces el chico se empieza a preocupar. Incluso la madre, que en ese momento trae el café que has pedido, tiene gesto de preocupación. Sus manos tiritan un poco mientras sirve el café. Se sienta al lado de su hijo y escucha atenta, mientras se estira la falda como un tic nervioso.

El chico, que resulta ser un poco cobarde, parece dispuesto a contarte lo que quieras. Te larga cómo se hicieron amigos porque había pocos chavales en el pueblo, que pasaban las horas muertas jugando a la Play sobre todo y que tenía pesadillas por la noche, en las que Sete venía a decirles que no se acercasen nunca al monte.

Casi no tienes ni que preguntar, poco a poco, va desgranando toda la información, casi como si se liberara de algún tipo de tensión.

Cuenta cómo Rober y él le habían preguntado muchas veces sobre cómo era Barcelona, que les daba algo de envidia por haber vivido en una ciudad tan grande.

También comenta que pasaban mucho tiempo juntos porque eran los únicos chicos de su edad en el pueblo pero que no tenían mucho en común. Aunque eso no significaba que no le cayera de puta madre, añade mientras casi le asoman las lágrimas. Una putada semejante no debería pasarle a nadie, dice casi con un hilo de voz quebrada, mientras la madre le palmea la espalda con gesto de lástima. El chico parece sinceramente afectado.

El día que pasó no tenían previsto nada, por eso cuando Sete vino a buscarles, él ya tenía cosas que hacer, igual que Rober, y no pudieron acompañarle. La madre, para vergüenza del hijo, te cuenta con todo lujo de detalles cómo ese día tenían cita en el médico para que el chaval se hiciese unas pruebas urológicas porque tiene problemas para orinar.

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22/09/2017, 23:42
Fausto Godoy

El chico abandonó enseguida la actitud pasota y se puso en sitio. Bien por él, no había ninguna necesidad de hacerlo de otra manera.

Le contó lo elemental: la relación que tenían, las cosas pequeñas. Nada del otro mundo. Simplemente eran amigos y Fausto supo que el chaval no mentía. Pero no le dijo nada de interés. Si Luis no se había caído por un barranco, si según la autopsia había una agresión, solo había dos opciones: o había sido alto totalmente fortuito, caso extraño y poco usual; o había sido alguien conocido. Y si era conocido, seguramente Juan lo sabría.

– Gracias por contarme todo esto, Juan, es importante para aclarar el caso –era el momento de rebajar el tono, de mostrarse más cercano–. Sin duda será de gran ayuda. Ahora quiero que te concentres y trates de recordar. ¿Crees que Luis se llevaba mal con alguien? ¿Alguna discusión o pelea con alguien de por aquí? ¿Conocía Luis a alguien que frecuentara el bosque?

Sorbió un poco de café caliente. Aprovechó para preguntarle a la madre.

– Muy bueno el café, gracias. Me dijo la abuela de Luis que el chaval paseaba mucho por el bosque –comentó, despreocupado–. No me extraña, la verdad, todo esto es precioso para los que venimos de ciudad, como él. ¿No vive nadie por ahí? ¿Tienen pastores por esta zona?

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24/09/2017, 18:06
Equidna - Narradora

-¿Sete? ¡No, hombre! Si era un buenazo... Y, además, yo creo que de Barcelona vino tocau. Al principio no me di mucha cuenta pero luego, no sé, se le notaba en las pequeñas cosas, que siempre quería hacer algo bueno, como si quisiera hacer penitencia o algo así.- Te contó el chaval, para luego confirmarte que no era de los que buscaban líos y que nunca le vió meterse en peleas.

Más extrañado, en cambio, se mostró con la pregunta del monte.

-¡Colía! Ahora que dice lo del monte, igual sí. Vamos que no es tan raro, que si queremos estar un poco tranquilos, pues íbamos allí. Pero es que últimamente al Sete le había dado un interés que nos traía aburridos ya. Yo pensé que era porque venía de una ciudad grande y estaba haciendose el interesante, como si hubiera redescubierto la naturaleza. Ya sabe, tenemos de esos unos cuantos aquí todos los fines de semana... Algunas veces le acompañabamos y otras no. Y como últimamente quería ir mucho, pues había un montón de veces que no fuimos con él. Pero yo no creo que fuera con nadie que no fuesemos nosotros. ¿Con quien iba a ir si aquí el más joven tiene 50 años?-

El chico parece convencido de que el fallecido no iba al monte con nadie más y tampoco a encontrarse con nadie. Pero no es capaz de explicar porqué iba Sete al monte y no recordaba verle hacer nada raro.

Su madre, cuando preguntaste por los pastores negó con la cabeza.

-Por la zona ya no hay nadie que lleve rebaños a pastar, así que no hay pastores. La gente que tiene animales o los tiene en sus prados o en las cuadras. Cuando yo era pequeña alguna vez venían pasiegos, pero era raro porque esta no es su zona, sólo se acercaban cuando no habían conseguido vender todo en otros pueblos más cerca de sus cabañas. Pero hace muchos años que no vemos ninguno y me supongo que es porque no quedan. Ese estilo de vida suyo... bueno ¿quien querría vivir así? De un lado para otro, sin nada fijo, con un montón de casas pero ninguna que valga para nada, los chavales sin ir a la escuela en serio...-

Está claro que para ella no hay pastores ni nada similar en el bosque, pero no deja de hacerte gracia la manera en que se refiere a los Pasiegos porque te recuerda un poco a como alguna gente se refería a los gitanos hace un tiempo.

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27/09/2017, 11:37
Fausto Godoy

Durante un minuto, la mente de Fausto vagó y se fue al caso Piquete, ese que de verdad debería estar investigando para empapelar a una manga de ladrones de esos de moqueta y ayuntamiento. Se dio cuenta de su deriva y trató de volver a aquella habitación, donde madre e hijo seguían explicándose y le dejaban claro que ahí no había nada que rascar. El chaval parecía sincero y no contaba ninguna rareza. La madre le ponía en situación. El campo estaba en retroceso y cada vez había menos gente trabajando o viviendo en los montes.
Es decir, nada. Ni una palabra que le ayudara a tirar del hilo. La madre sí mencionó que, antes, los pastores y la gente que frecuentara los montes tenían refugios o chozas donde cobijarse. Fausto imaginó que serían covachas con una lumbre y un redil para los animales. Normalmente, esos refugios de pastores se construían en piedra y tendrían un tejado de, supuso, tablones o paja. Lo necesario para pasar una o dos noches de vez en cuando, sin comodidades.
Bien, con la casi total desaparición de la trashumancia y el pastoreo, esas chozas habrían sido abandonadas. Fausto se imaginó perfectamente lo que contendrían las dos o tres más cercanas: latas de cerveza, colillas, pañuelos sucios y condones usados. Pero, quizá, en alguna de ella hubiera un nuevo inquilino, permanente u ocasional, que las usara para cobijarse. O para esconderse y espiar a incautos. Incautos como Luis.
Sin duda, aquella mujer no sabría indicarle la posición de los refugios, a los que tampoco se llegaría, normalmente, por carreteras señalizadas. Podría decir algo como «pues creo que allí arriba, detrás del pico tal, había una choza antes pero bla bla bla». Si Fausto quería conocer algo más de aquello tendría que recurrir a los guardabosques y también preguntarle a los ancianos. Quizá alguno de ellos fuera un pastor retirado.
Sin embargo, había cosas de interés más inmediato. No iba a mandar un registro arbitrario de refugios porque sí. Primero tenía que exprimir un poco más el muy reseco limón de aquella gente. Llevaba medio día allí y no había conseguido ni dos palabras de interés. Quien no sabía nada, hablaba de monstruos del bosque. Es decir, nada sobre nada.
Asintió levemente a la mujer y se levantó.
– Bien, pues ya está. Muchas gracias por recibirme, han sido muy útiles para mi investigación. Y Juan, sí, la verdad es que los de ciudad no estamos acostumbrados a esto y cuando vemos campo nos emocionamos como si fuera nuevo. Supongo que somos todos unos domingueros en el fondo. A Luis parecía interesarle mucho, he visto en su ordenador que estaba muy entusiasmado con la historia de esta zona. Con los mitos también, hay un gigante que le llamaba la atención, ojáncanu creo que se llama. Lo conoces, supongo.

... venga, chico... hazme ese favor... dime que llamáis ojáncanu al tonto del pueblo que mide dos metros...

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29/09/2017, 21:26
Equidna - Narradora

El chico responde pero no lo que esperas

-Sí, coño, claro que sé quién es el Ojancanu, el bicho ese de la leyenda de aquí. Ya podíamos tener un monstruo del Lago Ness o un Big Foot que molan más. ¡Hasta para las leyendas tenemos una de tercera regional!-

Su madre, molesta, le reprende primero por el taco y luego por el menosprecio que acaba de hacer el pueblo.

Entonces un sonido os interrumpe

-¡Uy, el panadero!- dice la mujer que se acerca a un mueble y abre un cajón para coger unas monedas. Sale a la calle dejando la puerta abierta.

-Ese si que parece un Ojáncanu- te dice entonces, divertido, el chaval -Un tío grandón con muy mala hostia- sus palabras tienen la acidez de quien se rie de otro pero también el miedo de quién dice las cosas a la espalda.

Cuando por fin sales a la calle ves, parada en un lateral, una furgoneta blanca, ya cascada, con las puertas abiertas. Dentro, un hombre grande, con gesto hosco, entrega pan a las mujeres que se han acercado a comprarlo. Es lo suficientemente alto como para no caber de pie en la furgoneta pero eso puede suponer que mide 2,10 aunque también 1,80 porque el vehículo no es muy alto.

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04/10/2017, 00:21
Fausto Godoy

Fausto salió raudo a observar a ese «ojáncanu» que el chaval había mencionado. No importaba que lo llamaran así de verdad o no. La relación entre el ojáncanu mítico y cualquier persona solo podía ser anecdótica. Pero lo que no era anecdótico es que aquel hombre parecía amedrentar un poco a Juan. Y:

– Tenía tamaño sobrado para fulminar a Luis de un par de hostias.

– Era conocido, lo suficiente como para poder acercarse a Luis.

– Era transeúnte. Aunque tuviera una panadería en el vecindario o en el pueblo más cercano, el panadero iba y venía.

Pararía en muchos sitios, no solo en la aldea. También en casas aisladas, a las que llegaría por carreteras secundarias.

¿Le convertía aquello en culpable? No. Ni de lejos. Pero era algo

Se acercó y esperó a que las mujeres acabaran de comprar mientras anotaba los datos del vehículo. Luego se presentó:

– Buenas tardes, soy el oficial Godoy. Quisiera hacerle unas preguntas, ¿me permite unos minutos?

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08/10/2017, 17:25
Equidna - Narradora

Te acercaste hasta la furgoneta esperando pacientemente tu turno, mientras observabas cómo atendía a quienes acudían a comprar pan. El hombre era seco y serio, de gestos bruscos y sin el carácter que suelen tener los que atienden comercios o se encargan de vender mercancía.
Cuando todos los demás habían terminado y no quedaba nadie más para ser atendido, te dirigiste a él.

Su reacción, cuando menos resultó curiosa. Malencarado en el gestor y con rudeza en la voz, no pareció muy interesado en impresionarte de manera positiva

-Pues no tengo demasiados minutos, algunos tenemos obligaciones ¿sabe? ¿Tiene usted una orden o algo? Porque si no es así, yo pienso seguir a lo mío-

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09/10/2017, 23:09
Fausto Godoy

Qué bien, un gilipollas.

– No necesito una orden para hacerle unas preguntas, señor. De hecho, tampoco la necesito para decidir que un ciudadano comete desacato a la autoridad. Ya sabe, resistencia, falta de respeto. Ese tipo de cosas...

No esperó a escuchar una réplica. Haría sus preguntas y punto. Tomó su bolígrafo y libreta y de pronto se sintió como en sus comienzos, cuando era un chaval recién salido de la academia y tenía que dedicarse a patrullar la calle y aguantar a capullos insolentes. Esa sensación no le gustó.

– ¿Nombre? ¿Dirección?

Ese tipo había empezado con mal pie, así que tocaba ir por el camino del policía antipático y distante. Fausto no iba a permitir que le faltaran al respeto.

– Estamos investigando la muerte de Luis García. El nieto de doña Aurora Serrano. ¿Lo conoció? ¿Tenía algún tipo de relación con él?

Joder, podía mentir, por supuesto. Todos los culpables lo hacían. Pero ese era el trabajo de la policía, descubrir a los mentirosos. ¿No mentía? Pues mejor para el panadero: si no tenía nada que ocultar no tendría nada que temer.

– Dígame, usted conoce bien esta zona, ¿verdad? Circula por caminos secundarios parar repartir el pan. ¿Se acerca al barranco de El Cepo? ¿Cuándo fue la última vez que estuvo por allí? Me han dicho que es un sitio agradable para pasear con niños pequeños.

Mintió, por supuesto. Nadie le había dicho eso. De hecho, Fausto no sabía si la zona del barranco era así. Quizá lo fuera. Pero ¿qué opinión tendría el repartidor sobre eso? A veces era útil buscarle las vueltas y las contradicciones a los testimonios. En cualquier caso, la cuestión era saber dónde estuvo ese hombre la noche de los sucesos y si conocía al pobre Luis.

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11/10/2017, 19:50
Equidna - Narradora

Cuando le contestaste su mirada se volvió más dura, pero algo en su gesto te dió a entender que estaba decidiendo si responderte o no. Así que la rapidez con la que le formulaste las preguntas actuó como ventaja para ti.

-Germán Perez. Vivo aquí, en aquella calle que hay al fondo- contestó señalando unos metros a tu espalda. Cuando le preguntas por Sete, el gesto de mal humor vuelve a aparecer -A ese no lo conozco ¿qué me importa a mí? Yo no tenía trato ninguno con él- responde, molesto, con gesto torvo.

-No, yo no voy a nada al barranco del Cepo ¿quién coño le ha dicho eso?- su actitud es la de alguien cabreado pero su expresión corporal es la de una persona contenida -Yo no he ido al barranco. Nadie se acerca allí ¿Cómo me iba a ver alguien allí si no va nadie? Ni yo. Allí no hay nada. Yo reparto mi pan por las carreteras normales, donde no vive gente no voy ¿qué coño se me iba a perder a mí allí?-

Te fijas en los músculos del cuello, están contraidos. Sus manos estan apretadas y los nudillos blancos. Pero, por más que le preguntas, el hombre insiste en que no conoce al chico y que no va por el barranco. 

Una mujer se acerca corriendo hasta vosotros 

-¡Ay! ¡Qué bien! Pensé que no llegaba- dice sonriendo y resollando un poco por el esfuerzo de la carrera -Dame una hogaza, anda-

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13/10/2017, 00:01
Fausto Godoy

El panadero estaba claramente nervioso. O encocado, a saber. Pero, sin duda, lo que estaba haciendo era echar balones fuera.

Fausto no le había acusado de nada ni le había dicho que alguien había dicho qué. Pero el panadero se excusaba.

... excusatio non petita...

Esperó a que sirviera el plan de la rezagada.

– Qué bien que le he entretenido un minuto. Así esa señora no se quedaba sin pan. Una cliente contenta, eso siempre es bueno para el negocio.

Estaba cínico y peleón. Más que tomando notas, trazaba unas líneas deliberadamente ausente, pausado, como si la ira contenida del panadero no le llamara la atención y no fuera asunto suyo. Para ciertas cosas no necesitaba tomar nota. Pero para hacer el papel de policía antipático, condescendiente y tocahuevos, iba genial.

– Bien, señor Pérez. Necesito que me diga dónde estuvo usted anteayer*. Su recorrido, sus paradas... qué hizo, cuándo y dónde. También al acabar el trabajo.

Levantó la mirada de la libreta, buscándole los ojos al panadero.

Notas de juego

* Si no me equivoco, anteayer fue el día de la desaparición y muerte del chaval.

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15/10/2017, 18:59
Equidna - Narradora

Mientras la mujer se dedicó a recoger el pan y pagar, la situación se mantuvo casi en suspenso. Era evidente que el hombre no quería que hablases de nada de esto delante de su clienta y, en cierto modo, casi lo respetaste.

Pero aún no había terminado de alejarse, volviste a la carga, sin darle tiempo a zafarse de ti.

-Yo no tengo porqué decirle una mierda ¿qué coño se ha creído? Pero no tengo nada que ocultar. Todo el pueblo o casi todo, sabe lo que hago y donde encontrarme. Mi ronda fue la misma de todos los putos días y, cuando acabé, me fui al puticlub, el que está cerca de Cabezón de la Sal. ¿Quiere que le diga también a quién me folle y como se lo hice?- te preguntó con sarcasmo teñido de rabia -Todos aquí saben a qué dedico los días y a qué dedico las noches, no es que lo oculte-

El panadero, desde luego, no pareció que tuviese intenciones de colaborar más de lo imprescindible.

Notas de juego

No, no te equivocas, fue anteayer.

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15/10/2017, 19:18
Fausto Godoy

...¿le meto un puro por gilipollas?...

Fausto no tenía por qué aguantar esas maneras y, si quisiera, podía joderle el día a ese imbécil. Pero eso significaba usar la fuerza de la ley y era aburrido, además de que necesitaba que siguiera hablando. El panadero podría jactarse luego de haber chuleado a la poli, pero lo cierto era que estaba respondiendo a las preguntas, así que ¿quién estaba chuleando a quién?

Y aun sin ganas de meterle un puro al panadero, Fausto podía darle por culo con el propio interrogatorio.

«¿Quiere que le diga también a quién me folle y como se lo hice? »

– Claro, por algo pregunto. ¿Cómo se llama esa mujer? Porque imagino que es mujer, aunque en realidad no es asunto mío. Pero sí es asunto mío quién era y a qué hora estuvo con ella o él. Aquí todos sabrán lo que hace, pero le estoy preguntando a usted, no a los vecinos. A ellos les pregunto por sus vidas, a usted por la suya. Entonces, dígame, esa «ronda de todos los días», ¿por dónde va y cuánto dura?

Si las preguntas pican, será por algo. Y si no es por algo, el panadero ya tiene dos preocupaciones: enfadarse y dejarse de enfadar. Feliz día, imbécil.

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19/10/2017, 17:21
Equidna - Narradora

De alguna manera, tu actitud hizo que panadero te mirase desconcertado. Podía ser que no estuviera acostumbrado a que se le impusieran o quizás no solía ocurrir que la gente le devolviese las groserías o, incluso, podía ser que si incomodaba a la gente con su actitud sencillamente le dejaran tranquilo. El caso es que esta vez no había ocurrido.

Un resoplo, más que un suspiro, se escapó de su enorme corpachón y una de las manos se dirigió hacia su pelo con nerviosismo.

-Se llama Loana, es de Rumanía. El sitio se llama Stifannys. Siempre voy allí desde las nueve y media hasta que cierran sobre las tres o las cuatro. Voy días alternos, así que hoy volvería a ir.- 

El hombre se vuelve un momento y coge un cuaderno manchado de harina

-Este es mi registro de ventas. Puede mirar el de anteayer y compararlo con el resto de días. La ruta siempre es la misma. Empiezo en Tudanca y subo hacia el norte, Santotis, Sarcena, Santa Agueda, Rozadio, Cosio, Puentenansa y Celucos. Luego vuelvo a bajar, de vuelta, vengo a La Lastra con lo que me queda y vuelvo a casa a Tudanca. Empiezo sobre las 12, así que suelo llegar aquí sobre esta hora siempre.-