Partida Rol por web

Finalmente cuando regresaron de la guardia de aquella noche todo el mundo se fue directamente a descansar. No había ánimos de conversar, ni tampoco de conocer al nuevo compañero que había llegado al pueblo. Estaban todos tan agotados, que tras tomárse una rápida cerveza, a última hora de la noche, decidieron irse a dormir y descansar.

A la mañana siguiente Alese observó las heridas de sus compañeros y vio que todos estaban muchísimo mejor, quizá Thokk aún andaba un poco tocado, pero nada que no se solucionase un poco antes de partir. Pero aquel día había llegado, había llegado la hora de tomar una decisión definitiva.

Debían discutir lo que tenían que hacer, tomas las medidas pertinentes y solucionar el problema de Strahd cuanto antes. Ya era hora de solucionar todos aquellos problemas.

El sol acababa de asomar cuando Don Urik se despertó. Aprovechó para rezar, sincerándose con su Dios y pidiéndole que le ayudara en las nuevos retos que deberían afrontar ese mismo día.

Salió al salón y pidió de desayunar profusamente. No sabía si volería hacerlo y cuándo lo haría. Se sentó en una de las mesas y esperó a que le sirvieran y a que se le uniera alguno de sus compañeros.

El caballero no sé reconocía. Se sentía bien entre sus compañeros, a pesar de lo dispar de su procedencia y raza. Tenía claro que debían unirse y lograr, entre todos, acabar con el mal que asolaba la región. Si al final lo lograban, su tarea no acabaría ahí, pues tenía en mente resurgir la casi extinta orden del cuervo del que sólo él quedaba vivo.

Irina se despertó cansada y malhumorada. Llevaba muchos días que no descansaba bien, aquello de no dormir en su mansión le hacía sentirse peor, pero no podía dormir sola. Lo mejor era estar al resguardo de todos. Aunque la próxima vez serían ellos quienes dormirían en su casa.

Había llegado la hora, todos estaban recuperados, o al menos lo estaban casi. Debían de empezar a tejer un plan porque no podían seguir perdiendo el tiempo más. Strahd era una seria amenaza y ella, junto a su hermano, pronto tendrían que heredar la alcaldía del pueblo. Y eso era algo que esperaba que tardase un tiempo en llegar. Al menos para cuando hubieran acabado ya con el señor del castillo.

Esperó a que los demás fueran llegando. Mientras tanto tomó algo para desayunar y se sentó junto a Don Urik. Mi señor, qué le parece si comenzásemos por ir al bosque. Debemos de hacernos con ese arma de luz de la que nos han hablado. Sea quien sea el que se ponga por delante. ¿No te parece?

Cuando el alba llega, abro la puerta exterior de la taberna y entro de nuevo con la compañía de mi fiel compañero animal. En otros tiempos, cuando era más jóven, solía dormir hasta más tarde y me costaba despertarme con los primeros rayos de la mañana, en cambio ahora mi instinto me hace abrir los ojos poco antes del amanecer, hecho que he aprovechado para revisar los alrededores del edificio en que pernocté.

— Buenos días— saludo a los parroquianos y a los que evidéntemente no son habituales clientes de la taberna sino aventureros como yo—. Si les preocupa la seguridad de las calles, acabo de comprobarlas, y al menos las más cercanas a la taberna están despejadas— y algo más lejos también, siento la presencia de cualquier muerto viviente cercano, y ahora mismo no siento nada, por lo que siguen sin haberse aproximado.

Me acerco a la barra del tabernero y rebusco en mi bolsa de monedas.

— Póngame, por favor, un trozo de queso, pan y una cerveza— le pido, hay quien dice que los desyunos son una muestra de debilidad, dado a que quienes acostumbran a desayunar son niños, ancianos, enfermos y demás, pero en mis años de cacería he aprendido que uno nunca sabe si podrá comer más adelante, por lo que es bueno llevarse algo a la boca en cuanto se tiene ocasión—. También quiero un trozo de carne cruda, de unas diez libras a ser posible— miro a Dino ya que esa pieza es para él, y el animal me responde olisqueándome el hombro izquierdo.

No son sólo las abominaciones no muertas lo que nos preocupa hermano Ravyn , como comentó ayer algún compañero tenemos un cierto contenciosos con los licántropos  y desgraciadamente necesitamos algo que protegen .Respondo con aire triste mientras apuró mi vaso de leche .Mucho me temo que habrá violencia y eso a pesar de que bien sabe Pelor que hemos intentado razonar con ellos .

El veterano se despertó sobresaltado, sueños que mezclaban muertos que intentaban morderle y caricias de piel verde habían inundado su descanso.

Tardó más de lo normal en asearse y en ponerse la armadura. Aquel dolor de espalda no se le iba. Un achaque que le recordaba que el final del camino estaba cerca. Wolkot sonrió, anhelaba aquel momento que cada día parecía resistirse en llegar. Observó como la incipiente barba de tres días aparecía para dejarle medio rostro níveo. Decidió dejársela. El pelo, ya canoso y aquella blanquecina barba le recordaba que pronto estaría con su esposa y con su querida hija.

Al bajar comprobó, sin extrañarse, que algunos ya se encontraban abajo desayunando, incluido el nuevo con el lagarto grande. 

Buenos días señores, señorita. ¿Hoy toca licántropos al parecer? Eso se merece un buen desayuno entonces.

Mi señor, qué le parece si comenzásemos por ir al bosque. Debemos de hacernos con ese arma de luz de la que nos han hablado. Sea quien sea el que se ponga por delante. ¿No te parece?

Urik asintió y contestó a estas palabras.

- Cierto, mi dama Irina- dijo cortésmente-. Aun así no me gusta la idea de arrebatarles el arma luchando. Pero es cierto que necesitamos esa espada- coincidió con la mujer-. Yo intentaría hablar con ellos nuevamente y si no quieren entrar en razón no nos quedará otra que quitársela por la fuerza.

- Buenos días tengáis, Ravyn- contestó al explorador. Luego se giró hacia Fisteus y hacia Wolkot y haciéndoles una leve reverencia inclinando su cabeza les saludó-. Fisteus, Wolkot.

Muchacho

- Podemos aplazar lo de licántropos un día más, si así lo queréis, y es lo que yo recomendaría. Os recuerdo las palabras de la adivina sobre los objetos que teníamos que recuperar: El primero de ellos es la Dama Ahogada que habita en las Marismas Ivlis. El segundo es Baba Zelenna, que lidera el culto de las brujas que se reúnen en la colina Lysaga. Y por último El tercer guardián era Madame Eva, líder de los vistanis del Estanque Tser.

- Tenemos ya lo que protegía la dama ahogada, y lo que protegía Madame Eva. Pero necesitamos lo que protege Baba Zelenna.

Y no solo eso aparecí de pronto, sentándome en una silla que estuviera cerca de la barra. Chasqueé los dedos, para que el camarero me sirviera. La espada está dormida, su luz no brilla. Para usarla, debemos ir al castillo, hasta la cripta del bichejo de Strad y allí despertarla. Ah, y no podemos olvidarnos del Tomo de Strad, que también está en el castillo

Me quedo mirando a la gente que empieza a hablar durante un rato, no entiendo de lo que están hablando, pero parecen esetar embarcados en una tarea más difícil de lo que inicialmente parecía.

— Disculpen caballeros, pero no he podido evitar escuchar sus conversaciones. ¿Están interesados en acabar con la amenaza de los muertos vivientes que hay sobre este pueblo? Y en caso afirmativo, ¿qué es lo que necesitan para ello? ¿y qué son todos esos artefactos que mencionan?— pregunto, si están interesados en acabar con los muertos vivientes, tendrán mi ayuda.

- Señor Ravin, en efecto, ese es nuestro objetivo último. Acabar con el origen de esta plaga de muertos vivientes, y en última instancia esa parece venir del castillo. Pero es un enemigo demasiado poderoso, y necesitamos armas para luchar contra él. Hay varias pistas de artefactos poderosos de santos y armas que podrían hacerle especial daño. Así que antes de lanzarnos a lo loco contra el castillo, estamos tratando de encontrarlas.

Envy baja somnolienta a la taverna viendo que ya muchos se han despertado. Ahora viste otras ropas que ha podido conseguir, no del todo bonitas, pero comodas, y utiles por el momento. Al menos hasta que las termine rompiendo de nuevo.

Esta es una simple camina blanca, y unos pantalones simples, al igual que su calzado. Mientras bosteza y estira sus brazos, en especial ella probando que el que estuviese roto respondiera bien, termina diciendo. -Asi que hay licantropos para el desayuno... ¿Acaso alguien quiere comerme?- Dice sonriente.

Mientras debatían los planes del día, la sacerdotisa se acercó a Thokk y le tocó con la mano mientras elevaba una plegaria.

- Ya está, con esto estás ya completamente sanado.

- De acuerdo, si confiáis en mí, iremos primero a por lo que sea que protegen las brujas, y dejaremos la espada de los licántropos para mañana. Antes de atacar a los licántropos me gustaría buscar más belladona, y ya podéis rezar para que nos salga bien la cosa. La última vez que nos mordieron tuvimos muchísima suerte de poder evitar la maldición, y no volveremos a tener tanta suerte. Prefiero intentarlo primero con las brujas y recuperar lo que custodian. Tampoco será fácil... Con la espada de los licántropos, además de tener una reserva de Belladona, me gustaría planificar el asalto y ver si podemos robarla con un mínimo enfrentamiento. Y me gustaría rezar para obtener unos dones concretos para ese ataque, que no voy a rezar esta mañana. 

- Además de eso; Quenya, recuperamos un colgante, una varita, y varias pociones de Madame Eva. Espero que el colgante sea lo que teníamos que recuperar o tendremos que volver a donde la enterramos, pero necesitaremos identificar todos esos objetos para ver si nos pueden o no servir. ¿Puedes encargarte de eso? Yo no soy buena identificando objetos mágicos. También porto yo el hueso de la santa que nos servirá para luchar contra el señor del castillo llegado el momento, si muero antes de llegar a él, recordad recuperarlo de mi cuerpo.

- Y por último, y si me hacéis caso aunque no puedo obligaros a nadie a cumplir mis deseos. Estaría bien que por una maldita vez actuásemos en grupo, sin que nadie se vaya por su cuenta a hacer lo que le apetece, dividiendo el grupo y haciéndonos más vulnerables. Ya hemos perdido a gente por habernos dividido, muertes que se podrían haber evitado de estar todos juntos. Si no os podéis soportar mutuamente me da igual, pensad en los amigos caídos que podrían estar vivos, o pensad en que más que a los presentes, vuestro odio es mayor por el señor del castillo. Sea como sea, espero no volver a encontrarme de nuevo la sorpresa de ver como uno o varios de los presentes, deciden irse a hacer otras cosas.

Thokk se despertó oyendo unos extraños ruidos de pasos en la parte de fuera de su tienda, parecía que alguien quería entrar a la taberna así que eso significaba que era hora de levantarse. La mañana era fresca y húmeda, la maldita niebla que rodeaba el lugar seguía allí y el joven Thokk pensó lo mucho que agradecería que los rayos del sol volviesen a tocar su piel. 

Envy había vuelto a dormir en el interior así que, aprovechando que estaba solo en la tienda, comenzó a estirarse mientras bostezaba para después comenzar a vestirse con tranquilidad. Después cogió su enorme hacha y salió de la tienda de campaña para entrar a la taberna. Una vez dentro pidió algo de carne para comer y algo para mojar el gaznate y se sentó en el suelo junto a una de las mesas cercanas a la pared para desayunar.

Desde su sitio, miró alrededor para ver una cara nueva. Parecía que el grupo que no se tiró todo el día anterior sin hacer nada habían hecho un nuevo amigo. El semiorco había tenido que pasarse todo el día anterior parado en la posada sin ni siquiera poder blandir su arma para entrenar y eso le había hecho aburrirse enormemente así que no estaba de muy buen humor. Observó callado como todos discutían sobre que hacer ese día, parecía que todos tenían claro que querían ir al bosque de los licantropos. La verdad es que a Thokk le daba igual, solo quería blandir su hacha y volver a sentir las salpicaduras calientes de la sangre de sus enemigos.

Alese se acercó a él y volvió a pronunciar unas plegarias al tiempo que tocaba un momento su piel. Como ya hubo pasado el día anterior, el toque de la joven mujer hizo que el semiogro se sintiese reconfortado. - Eres la mejor Alese. - dijo Thokk haciendo una grotesca sonrisa enseñando sus enormes dientes en una visión de la que mucho huirían.  - Yo iré contigo ha donde haga falta. Y olvida esa tontería de morir. - dijo el joven mientras le miraba con seriedad. 

- Gracias pequeñín. Otra cosa, si nos atacan licántropos, los paladines al frente y los demás ayudamos a distancia. Si nos superan en número, aquellos que no sean paladines y que se encuentren en cuerpo a cuerpo con un licántropo, defendeos más que atacar, recordar que lo importante es que no os hagan sangre y los que estemos lejos los iremos debilitando... Pero eso si seguís mi consejo será mañana, hoy deberíamos ir a negociar con esas brujas, y espero que tengamos más éxito en la negociación que con Madame Eva.

Sin más, Alese sacó los objetos de Madame Eva y los puso sobre la mesa. Tratando de recordar si sabía algo sobre aquel colgante.

- Sabias palabras, dama Alese- dijo Don Urik haciendo una reverencia a la mujer.

- Aun así, veo un pero en ellas. Dudo que tanto las brujas como los licántropos quieran negociar para entregarnos los objetos que nosotros queremos. Debemos preparanos para la lucha. Pero sí coincído con vos en que es imprescindible que luchems como un grupo unido. Y también coincido en que debemos planificar la estrategia de lucha antes de embarcarnnos en cualquiera de las dos- concluyó el caballero del cuervo.

Bueno, si no quieren dárnoslo por las buenas... - dijo el semiogro levantando una ceja y encogiéndose de hombros al tiempo que pasaba un dedo por el filo de su hacha. - No, no, no... No me quedaré mirando mientras son los paladines los que se divierten. Comprobaré de primera mano si esos licantropos son tan duros como quieren hacernos creer. - añadió antes de dar un trago de cerveza.  

- Bien, y si te hieren luego tendremos nosotros que comprobar si un semiogro licántropo es tan duro como parece...