Partida Rol por web

Una vez más el nuevo día llegó. Ya llevabais una semana en aquel inhóspito pueblo y ya había pasado una semana desde que os habíais deshecho de la infeción zombie. El pueblo poco a poco volvía a la normalidad y los habitantes parecían salir de sus casas.

Por la noche os pareció escuchar chillidos agudos, como de murciélagos, incluso oísteis el batir de alas rodeando la casa de Irina, parecía como si algún ave gigantesca hubiera estado acechándoles.

Cuando Irina salió de su mansión para ir en busca de algo de desayuno para sus huéspedes, le comentaron que una bandada de muerciélagos gigantescos habían estado volando alrededor de su casa. Sin duda, siervos de Strahd que los mantenían vigilados. Pero en vista de que no había pérdidas que lamentar indicaba que el Señor del Castillo aún no estaba preocupado por su presencia, lo que significa que aún estaban muy lejos de poder llegar a derrotarle. No suponían una amenaza para él.

El sueño les había vencido, y la conversación que había iniciado Quenya se quedó en el aire. La semidragona fue de las primeras en despertarse, y seguía caminando con aire preocupado.

Buenos días iba saludando a los que se despertaban. Esperó a que Alese hiciera acto de presencia. La joven no sólo tenía que dormir, si no también rezar a su Dios para que la concediera los dones que tanto necesitaban.

¿Cuál va a ser nuestro plan esta vez?

Una somnolienta Envy con el vestido totalmente puesto, pero mostrando un hombro, y bastante despeinada, se acerco a la cocina para buscar algo que desayunar, devolvio el saludo a Quenya, mientras bostezaba. 

-Ahhhmm Buenas...- Dijo mientras buscaba tantear algo que comer. Girandose a veces para mirarla. -La verdad... no se me ocurre nada, de hecho ni estoy segura que le hace daño o como matar una fata- Luego, con los ojos entrecerrados como que mira ligeramente hacia arriba, disfrutando de cerrar los ojos y pensar si recordaba algo que hubiera escuchado.

- La magia le hace daño, pero en la medida de que no se la puede mirar para lanzarla un conjuro, han de ser efectos de área, bolas de fuego,... y ese tipo de cosas. -

- El daño físico, sin armas adecuadas, tiene poco efecto en ella, un poco como los licántropos en ese sentido.- respondió Igor tras reconocer la voz de Envy.

¿Qué tipo de armas las hace daño? preguntó Quenya al oir las palabras de Igor.
 

- Hierro frío - respondió Igor a la voz de Quenya.

Envy salio en gran parte de la bruma del sueño que quedaba en ella, al estallar en una alegre aunque lastimosa risotada que no pudo evitar dejar salir, mientras se llevaba una mano a su estomago. Simplemente era demasiado, tal vez el stress de tantos dias tensos entre vida, muerte y no vida, la perdida de compañeros, sea por muerte o por que los abandonaron, la situacion, o la presion auto impuesta. Pero la risa le llevo a sacar un par de lagrimas que sinceramente ella no podria atribuirselas a una o dos emociones o sentimientos.

Mientras se limpiaba estas ya un poco mas calmada, intentaba hablar. -Jjaja estamos condenados ¿No es asi? jajaj Hierro frio, plata... ¿Que vamos a necesitar con el siguiente? ¿Cobre? ¿Platino? Ni aunque nos apoyara un reino enano podemos conseguir la mitad de las cosas que necesitamos- Luego mientras bebia lo que el resto de desayuno se fue a sentar, o mas bien dejar caer al lado de donde se sentaba Igor. -Realmente no podemos ganar ¿No?-

Alese se acercó al grupo y curó la vista de Igor con un encantamiento.

- Soy una sacerdotisa de la luz, mi misión es trasmitir la luz y la alegría, más incluso que enseñar los rituales de servidumbre al dios al que he elegido seguir. No soy demasiado mayor, aunque llevo años rondando los caminos pues empecé mi vida errante muy joven, cuando apenas había llegado a mi pubertad. Sé que esto en lo que estamos metidos es la misión más difícil e importante que he tenido hasta ahora, y quizás que tenga nunca. Pero este lugar es tan... lúgubre, tan triste, tan dominado por el mal, que me cuesta levantarme por la mañana y seguir luchando. No hemos dejado de perder compañeros por no haber sabido siquiera combatir unidos... Y siento una enorme responsabilidad por tener que ser la sanadora del grupo, cada pérdida es un fracaso personal. Y además ya somos tan pocos... Todavía estamos lejos de tener el poder de enfrentarnos al señor del castillo y ya han caído tantos... a este ritmo no sé como podremos hacer, la verdad. Y sí, la falta de armas adecuadas es otro problema serio, no tenemos ni plata ni hierro frío, y nos vemos obligados a luchar una y otra vez en esas condiciones.

Al despertar me reúno con el resto de los aventureros que quieren acabar con la plaga que azota al pueblo.
—No os desesperéis— comento al oír sus lamentos —, tarde o temprano lo conseguiremos y el mal que azota este pueblo, caerá.

Irina contempló su cimitarra mientras veía a todos bastante desanimados por los futuros encuentros. Quizá ella estuviera menos deprimida que el resto pues estaba acostumbrada a vivir en aquella tierra de oscuridad y brumas. Es cierto que no disponemos de materiales suficientes y nadie en todo el pueblo nos los puede facilitar, pero no temais. Le dijo con una sonrisa. La magia, tanto divina como arcana está de nuestra parte. Dijo dedicándole una sonrisa especialmente a Alese, aunque también se refería a Quenya y a Envy. Y sé que muchos han muerto por ayudarnos a acabar con Strahd, pero yo siento que cada vez estamos más cerca de poder entrar en ese castillo y destruirlo. Necesitamos encontrar todos los objetos, especialmente el Tomo de Strahd que allí parece que se mencionan sus puntos débiles. En cuanto tomemos la espada deberemos ir al castillo y buscarlo. Luego miró a Quenya, pues ella era siempre la que recordaba a la perfección las palabras de Madame Eva. En cuanto tengamos el Volúmen, analizaremos qué tendremos que hacer para derrotarle y entonces será tan fácil como acabar contra cualquier otro.

Luego se puso a pensar. Quizá la fata sea un enemigo duro de roer, como lo han sido tantos otros hasta ahora. Pero os recuerdo que ninguno es inmortal, al menos que sepamos, y aunque el hierro frío les cause más daño, un buen golpe también les hará daño. Ya habéis visto que los licántropos también han caído bajo nuestra magia y nuestras armas, y no poseíamos la plata necesaria. Es cuestión de fuerza y sobre todo de fe. Dijo devolviendo de nuevo la mirada a Alese.

Además, si nos mantenemos fuertes y trabajamos en equipo, esa fata será un enemigo vencido para cuando nos queramos dar cuenta. Es cuestión de fortaleza el poder evitar quedar cegados, y cuestión de magia y fuerza el derrotarla. Y creo que de todo eso nos sobra. Dijo mostrando una sonrisa a todo el equipo tratando de animarles. Estaban casi todos bastante deprimidos y no podía ir con un grupo en aquel estado.

Quenya recordó todo lo Madame Eva les había contado, incluso sobre los secretos de los hijos del Burgomaestre, dejando claro que Irina tenía secretos que ni ella misma conocía. Podía poner en duda sus palabras, pensar que era todo una trampa... Pero habían llegado hasta allí, ya no había vuelta atrás.

Irina tiene razón, nuestra fuerza y nuestra magia tienen que ser nuestros aliados. Pero esta vez no podemos dudar. Los licántropos no saldrán a conversar con nosotros, y ese espíritu tampoco, más si es un espíritu corrupto. Tenemos que ser claros, tener en nuestra mente que el combate es obligatorio para nuestro objetivo. Si vamos con esa idea, todo será mucho más sencillo. Y recordad, los licántropos huyeron tras derribar a unos pocos en aquel combate. Es posible que esta vez pase igual. Y Alese, debes permanecer en el centro de todos nosotros, pues saben que tu eres una de sus mayores rivales. La magia la tendremos que reservar para la feérica, a no ser que no haya más remedio que usarla contra los licántropos.

Y, si no hay más que añadir... Creo que es hora de partir.

¡Vamos! Gritó Irina a todos. ¡A qué esperamos! Dijo tratando de animarles a todos.

Con la vista recuperada y sin mayores recursos de los que ya disponían, no les quedaba otra que afrontar el reto que se presentaba ante ellos. Las palabras de Irina eran motivadoras, pero tampoco debían olvidar que eran la última línea de defensa de la gente de Barovia, aunque en aquella ocasión la mejor defensa era un buen ataque.

Debían darlo todo como muchos antes que ellos. - Vamos pues. Enfrentémonos a nuestro destino. -

-Bueno, de todos modos, no tengo mejores cosas para hacer ¿Y ademas quien quiere vivir hasta anciana?- Dice intentando como siempre hacer uno de sus comentarios chistosos que no salen bien por lo lugrubres. Y se levanta de su asiento, revisando que tenga todo lo que necesita, sus bolsas, ropa y arma.

Sacó la espada de Urik, viendo el filo de la misma. Estaba dañada por uno de los combates contra los demonios alados, pero no le preocupaba mucho. Seguía siendo de plata y efectiva contra los lobos.

Vamos allá, recordad estar alerta y proteger a Alese.

Árboles gigantescos, con sus copas ocultas entre la bruma gris, sólo dejan pasar tenues rayos de luz hasta el oscuro suelo florestal. Los troncos cubiertos de musgo forman un auténtico laberinto. El bosque está sumido en el silencio de una bruma olvidada, hasta que empiezan a aullar los lobos.

El bosque parece abrirse ligeramente a medida que avanzas entre los árboles. Una tenue luz grisácea se cuela entre sus ramas iluminando la espesa maleza del suelo. Una franja bastante ancha de tierra despejada forma algo parecido a una senda forestal, aunque no hay ninguna señal evidente de que haya sido utilizada.

Volvían a entrar de nuevo en el bosque, volvían a entrar para conseguir derrotar a la dríada, pero sabían que antes tendrían que volver a franquear la barrera de hombres lobo y esta vez estarían mejor preparados y por ello serían más difíciles de derrotar, pero no les quedaba elección.

Como propusieran durante la noche, Alese iba en medio del grupo, para poder protegerla de cualquier ataque directo, pues si bien podía decirse que era la sanadora del grupo, también podía decirse que sus conjuros divinos habían se habían mostrado los más eficientes contra los licántropos.

Y él, caminaba junto con Ocaso en vanguardia, en silencio, atento a los movimientos del bosque para evitar ser sorprendidos. Llevaba sus armas en la mano y listas para ser empleadas pues el enemigo podía caer sobre ellos en cualquier momento, como ya ocurriera en su anterior encuentro.

De regreso al bosque echo un ojo de un lado a otro. Siempre he preferido ese tipo de paisajes a los urbanos, pero eso no quita que podamos ser emboscados en cualquier momento.
—Ha que estar alerta— comento a los compañeros antes de seguir adelante.

Alese continuaba con los demás, incómoda por el hecho de tener la responsabilidad de ser también la más ofensiva del grupo en la lucha contra los licántropos, pero si Pelor lo había dispuesto así, así sería.