Partida Rol por web

- Así que era eso. - pienso al escuchar a mi Padre.

Tenía que habérmelo imaginado desde el principio. Mi Padre era un Caballero demasiado recto como para no guiarse por el Código de Honor que me ha inculcado y que me ha llevado hasta convertirme en quien soy. Un Fiel Servidor del Señor de Aguasclaras.

Ser Horwin asiente en silencio. Mira hacia un lado y otro de la mesa antes de continuar.

-Metetripas -dice, hacia el curandero-. Tú has ido y venido este tiempo desde y hacia Solaz del Soldado. Has visto y oído, y quiero que nos des cuenta de ello. En primer lugar, ¿qué hizo allí Ser Baltrigar, y en qué condiciones? En segundo, ¿es cierto que tuviste oportunidad de contactar con él para transmitirle mi petición de canje, y no lo hiciste? En tal caso, ¿por qué? Tercero, ¿por qué no me comunicaste el movimiento que finalizó en ese combate masivo en las calles de Solaz?

El Señor de Aguasclaras suspira.

-Relacionado con ello... ¿Qué hacía Bertran Caratorcida allí, bajo qué bandera luchaba? ¿Junto a los Lefford o junto a los hombres de Kurst? ¿Qué ocurrió cuando Ser Baltrigar, aquí presente, se enfrentó a Haudrey y su sicario?

Metetripas asiente ante las palabras de Ser Baltrigar, pues todas sus palabras tienen sentido para él.

- "Mi señor, no sé lo que hizo o no hizo Ser Baltrigar, aunque sus palabras tienen para mí visos de verosimilitud.

Cuando le comuniqué vuestro mensaje a Ser Monte, Ser Baltrigar no estaba presente.

Respecto a la batalla en Solaz, nada supe de ella hasta que se produzco. Me temo que en ese pueblo todo el mundo sabe sobradamente que soy vuestro emisario, por lo que todo el mundo se cuida muy mucho de revelar el menor retazo de información en mi presencia, mi señor.

Sobre lo del Caratorcida poco sé, se dice que había ido al burdel y que la escaramuza le cogió por sorpresa en la calle. Dicen que el propio Cicatriz le dio muerte. A juzgar por el estado de su cráneo, parece probable que así fuera, nadie podría sobrevivir a un impacto así

Mi señor, no presencié la batalla ni he podido obtener un relato fideligno de la misma, aunque hay rumores de que el Bastardo Rencoroso sobornó a Ser Baltrigar con dinero por su traición a los Lefford." -

-Así pues, dices que Haudrey sobornó con oro a Ser Baltrigar, ¿verdad? -dice Ser Horwin, alzando las cejas-. Por supuesto. Y que no pudiste encontrar ocasión para transmitir mi mensaje a Ser Baltrigar, puesto que cuando lo hiciste con Ser Monte el destinatario evidente del mensaje no se encontraba presente. Bien. 

El caballero carraspea levemente.

-Por mi parte, creo que ha llegado el momento de dejar que el resto del tribunal haga cuantas preguntas crea necesarias. -Ser Horwin alza las palmas de las manos-. Saciad vuestras dudas, aquellas que tengáis, y manifestad vuestras sospechas, pensamientos y cualquier cosa que consideréis puede incriminar o exculpar a Ser Baltrigar. No intervendré, y como dictan las leyes de la justicia en Poniente, no trataré de influir ni dirigir el interrogatorio.

- Maldito mentiroso hijodeputa. - pienso al escuchar como el inútil del Metetripas ese insinúa que mi Padreaceptó un soborno de Haudrey para que traicionase a quien estaba aniquilando uno a uno.

No obstente me guardo bien de decir nada pues no quiero ni perjudicar a mi padre ni hacerlo para conmigo mismo. Veamos como se desarrollan los acontecimientos venideros pues es ahora cuando la "Defensa" de mi Padre puede verse incrementada. Tan sólo me quedaba la duda de como actuaría Ser Gwraidd y evidentemente Ser Otter pues no he cruzado palabra con él desde hace mucho tiempo.

Pendrik observó al caballero caído en desgracia. Apretó los dientes y habló.

-Por mi parte, no añadiré más hasta que Ser Baltrigar haga su última declaración. Y dependiendo de lo que pronuncie, tomaré la palabra o no.

Gwraidd entrecerró los ojos, sintiendo el cansancio y el desánimo. Se frotó, entonces, las sienes y miró un instante a Ser Baltrigar. 

- Todos vimos lo que ocurrió, e igualmente, hemos escuchado a Ser Baltrigar. Poco diré sobre su crimen y su relación con mi padre que no sea evidente. Sin embargo, sí quiero decir algo sobre los comentarios sobre que haya aceptado soborno. Su familia estaba aquí, y no tiene otras propiedades, ¿cómo iba a haber aceptado soborno por algo que no le iba a reportar beneficio alguno?-  guarda un momento silencio y mira a Ser Baltrigar- Ser Baltrigar- el uso del título de caballero no era gratuito- entiendo mejor que nadie que améis a vuestra familia. Comprendo vuestra preocupación por vuestra mujer. Pero habiendo sido quien mató a mi padre, cuestión que no se discute, y al haber realizado hechos terribles, aunque afirméis que es por buenos motivos... entended también que os diga que es mejor al menos tener el respeto y el cariño aunque no la presencia. Si pidierais vestir el negro, solicitaría a nuestro señor, Ser Horwin, que aceptara vuestro deseo- al decir estas palabras inclina con suavidad su cabeza ante el señor de Aguasclaras- Y es mejor tener un marido en el muro, que tenerlo muerto. Os pido que reconsideréis vuestra decisión. 

Baltrigar escuchó a Gwraidd y agachó la cabeza un instante, pensativo. Meditando sobre qué hacer.

Seguía sin estar seguro del mejor camino pero al menos esperaría a pronunciarse a que hablara todo el que quisiera. Volvió a levantar el rostro y observó al resto de caballeros, Ser Otter y Ser Trycian, por si querían añadir algo más.

Si nadie decía nada hablaría él. No había habido ningún soborno, cualquiera que le conociera lo sabría... pero tampoco podía decirlo ni explicarlo.

El juicio da comienzo y comienzan a exponer sus puntos de forma frontal pero aún faltan cosas que decir que algunos sabemos pero que, si no se mencionan oficialmente, no tendrán peso alguno en la decisión.

Mantengo el silencio mientras Ser Baltrigar pide un juicio por combate pero mi ceño se frunce pues no creo que sea lo correcto. ¿Cuantas vidas más deben perderse para que se haga lo correcto? ¿Que pasaría si soy yo quien es elegido Campeón de Aguasclaras? ¿Podría matarle sabiendo que es un hombre completamente inocente? ¿Podría matarme sabiendo que soy inocente y deja una mujer e hijas abandonadas como estuvo su familia? No lo sé y la verdad es que no quiero saberlo.

Las palabras de Metetripas tienen sentido aunque parece ser una serie de eventos desafortunados demasiado coordinada, no imposible pero un poco improbable. Aún así, no hay motivo real para dudar de ninguno de los dos o por lo menos así es a mis ojos.

Ser Gwraidd insiste en el muro como destino para Ser Baltrigar. No creo que el hombre acepte pero la verdad es que es una opción, injusta pero real. Las palabras de Pendrik indican que la verdad debe salir igual y ante la luz de aquello, la opinión general puede cambiar. Solo espero que se haga justicia y no otra clase de cosa.

El Señor de Aguasclaras asiente ante las palabras de Gwraidd. Luego mira hacia el hombre que se sienta a su izquierda.

-Ser Trycian -dice-. Y también vos, Ser Otter, mi Castellano. ¿Deseáis hacer alguna pregunta al reo?

Creo que los hechos han sido bien explicados y no hay pregunta alguna que pueda realizar que pueda añadir algo nuevo al asunto que estamos tratando- dice finalmente el castellano mientras mira fijamente hacia el asesino de su señor- Baltrigar, habéis cometido un crimen horroroso que debería ser castigado con la pena máxima- calla durante unos instantes- sin embargo, antaño fuisteis un caballero fiel servidor al feudo y creo que os merecéis a pesar de todo algo más que morir como un vulgar y despreciable asesino. Si pedís vestir de negro yo también apoyaría esta opción ante nuestro señor- y tras esto calla finalmente.

Sonrio con pena al escuchar las palabras de Ser Otter. El pobre hombre no sabe la verdad y creo que, como Castellano del Castillo, merece conocerla. Es mi turno y yo soy más directo para mis cosas, por lo que no dudo en hacer mi pregunta:

- "Quiero que nos respondas con absoluta y completa sinceridad, a todos los aquí presentes, la siguiente pregunta. ¿Por qué asesinaste a Ser Hadder? Quiero la única verdad que existe realmente, por tu honor y el de tu familia."

Le miro con intensidad. Mr aburren los juegos estúpidos y sobre todo si el honor de todos está en riesgo. Solo la verdad tiene la fuerza para hacer justicia donde el resto del mundo solo busca su propia salvación.

Baltrigar miró a todos los presentes antes de tomar la palabra una última vez. Miró a Ser Trycian. El Tormenta había querido evitar llegar hasta ese punto. Ahogó un resoplido y negó con la cabeza.

- Ser Hadder quería acabar con los Lefford sin que nadie pudiera relacionarlo con Aguasclaras. Sólo entonces Aguasclaras podría enviar un grupo de caballeros para purgar Solaz de todas esas alimañas, sin represalias por parte de los Lannister. El mismo Ser Hadder me confirmó que no había nadie en el Castillo que pudiera ir con rumores de una pelea entre nosotros a los Lefford, por lo que nadie me creería ni me daría la importancia suficiente si yo fingía una pelea con Ser Hadder y luego huía de Aguasclaras. -

Carraspeó un poco y trató de aclararse la garganta. Aun tenía a fuego grabadas en su mente las palabras de su Señor.

- Saldremos de esta habitación discutiendo. – Comenzó Baltrigar. Le costaba recordar aquella conversación, más por el dolor y la pérdida que por un fallo de memoria. – Esas fueron las palabras de Ser Hadder. Me dijo que cuando sus palabras fueran lo suficientemente ofensivas, yo debía sacar mi espada y matarlo. Eso sí llegaría a oídos de los Lefford y sería un campeón para ellos. Debía huir del castillo y no ser atrapado por nadie. Debía ocultarme y dejar que fueran los Lefford quienes vinieran a mí. Prácticamente nadie sabía de ese plan por lo que me matarían si me encontraban, incluso mis antiguos amigos de Aguasclaras. – Sus ojos se dirigieron a Russ recordando cómo le había tratado en las mazmorras y del desprecio que había destilado su mirada.

Enseguida devolvió la mirada a Ser Horwin. – Me negué. Los Siete saben que me negué pero ese condenado Maestre y el propio Ser Hadder saben ser muy persuasivos. Yo sólo empuñé la espada, fue más el propio Ser Hadder quien se impulsó sobre ella. – Agachó los ojos un instante.

- Creo que eso resume en gran parte lo ocurrido. Ser Hadder me lo ordenó con vehemencia. Pero por si no me creéis, el Maestre Ammon, que estaba al tanto de este descabellado plan, me dijo que Ciudadela recibiría una copia del testamento de Ser Hadder donde se me exoneraría de toda culpa. Si eso es cierto podríais enviar un cuervo para preguntar. Yo no tengo manera de saber si el Maestre cumplió su palabra o no. –

Baltrigar agachó la cabeza. – Lo único que he hecho siempre ha sido servir a Aguasclaras y a mi Señor de la mejor manera que he podido. Es algo que seguiré haciendo hasta el fin de mis días y si ha de ser pronto, que así sea. Pero no voy a alejarme de mi familia nunca más. – No, definitivamente se negaba a vestir el negro.

Ser Horwin alza la mano, pidiendo tanto la vez como silencio. Acto seguido se levanta él mismo y desenvaina lentamente su espada.

El arma es indudablemente la de un hombre inconcebiblemente rico, aunque en ella no haya mucho de oro. Su artesanía en el acero de los gavilanes alcanza calidades nunca vistas por los presentes, el suave acolchado de la empuñadura ha sido sutilmente adaptado a su mano, y el metal de la hoja ha sido doblado sobre sí mismo tantas veces que un extraño dibujo (aceros superpuestos) la cubren desde la punta hasta el mango. Hay una leyenda escrita en Valyrio, pero su ignoto significado importa poco a hombres tan acostumbrados como estos a la visión de las armas: cualquiera de ellos (en particular Ser Trycian) es capaz de comprender a primera vista que es un arma pensada y fabricada no precisamente para formar parte de un atuendo vistoso.

Ser Horwin la agita levemente. Una vibración, como un gemido de placer, inunda la mazmorra.

-Tiene un nombre -dice al fin-, pero carece de importancia en las presentes circunstancias. Lo importante es que es mi arma, y por el bien del feudo debe ser mi mano quien la empuñe para ejecutar hoy, aquí, ahora, la inevitable sentencia. Porque no fue muerto un hombre común, ni quien le proporcionó muerte es un hombre común: en esta casa murió Ser Hadder Tully, sangre de mi sangre, y mi honor y deber exigen que sea yo quien cierre para siempre el terrible capítulo que rodea su muerte.

>>Este hombre -murmura, señalando a Ser Baltrigar- dio muerte a mi tío. ¿Y mis primos estarían dispuestos a aceptar que ciñera el negro para escapar a su justo castigo... simplemente porque fue un hombre recto que sirvió bien a su Casa? ¡No! -grita, alzando su voz por vez primera en el tiempo que lleva viviendo en Castillo y dando un golpe terrible con el puño libre contra la mesa-. Nadie se creería eso. Poniente es una puta con un millar de ojos, y algunos de ellos están puestos sobre Aguasclaras en este preciso momento. Un Juicio por Combate, teniendo en cuenta que no hay la menor duda al respecto de quién empuñaba el arma que dio muerte a Ser Hadder, despertaría recelos y llevaría a algunos poderes a rascar y rascar hasta descubrir cosas que situarían nuestro feudo en una situación muy peligrosa. Pero ¿vestir el Negro...? ¿De verdad habéis pensado que semejante posibilidad tiene cabida en este asunto? Yo os pregunto, ¿qué ocurriría si todos vosotros, y estoy pensando especialmente en mis primos, no albergaseis ninguna duda acerca de que Ser Baltrigar asesinó a Ser Hadder...? Yo os diré qué ocurriría: ocurriría que este hombre moriría ejecutado. Mi Castellano -ahora asiente hacia Ser Otter- habla desde la lejanía que permite la no consanguinidad, y sus palabras le honran. Pero ¿qué pensarían los Lannister, quienes protegían a los Lefford con el simple objetivo de molestarnos y agraviarnos, si descubrieran que Ser Horwin Tully ha perdonado al asesino de su tío apoyado por los propios hijos del finado? De nuevo respondo yo, porque los conozco muy bien: pensarían que algo extraño, algo... sucio, empaña todo esto. Y acabarían por descubrirlo todo, ¿verdad, Metetripas...?

Ser Horwin mira fijamente al curandero durante unos segundos. Después aparta la mirada y prosigue su discurso.

-Si los Lannister descubrieran que Ser Hadder, un enfermo al borde de la muerte, decidió urdir un plan tan retorcido como las tripas de una serpiente para poder destruir el poder en Solaz del Soldado de los Lefford... -el Señor de Aguasclaras ladea la cabeza-, dispondrían de una Causa Justificada de Guerra sobre nosotros. Una guerra que se libraría lejos de sus tierras y lejos del corazón de los Ríos. Una guerra que se dirimiría aquí, en este suelo, y que devastaría Aguasclaras. En segundo lugar, la rama principal de los Tully encabezada a día de hoy por mi abuelo se vería obligada (con gusto o sin él) a declarar a Ser Hadder y a su familia como "no gratos" a los Tully del Tridente. Y nada de eso va a pasar, mis señores. Desde luego, no mientras yo sea el Señor de Aguasclaras: mi deber y mi honor me obligan a asumir como propios los errores y decisiones de mi Tío. Así pues, su plan de batalla es mi plan de batalla. Y su sacrificio, sacrificio cuyos resultados prácticos son desde luego incuestionables, no va a verse empañado por sospechas ajenas. 

>>He leído documentos que ya no existen que demuestran que este hombre -dice, señalando con la punta de su arma a Ser Baltrigar- es culpable. Pero culpable de fidelidad, culpable de lealtad y culpable de obediencia. Sirvió a su Señor mucho más de lo que el deber obliga. Y su recompensa por ello, por el bien del feudo, debe ser la muerte por ejecución bajo la acusación de asesinato, porque es su muerte o la guerra. He aquí cual es el terrible dolor al que un Señor se somete, la esclavitud del cargo: el honor y el deber me obligan a cercenar la vida de quien más honor y sentido del deber mostró hacia mi familia.

El noble niega con la cabeza. Mira hacia Russ, el Matatoros. Asiente.

-Los traidores deben pagar con sangre. En eso estamos todos de acuerdo. Jefe de la guardia, ya sabéis lo que debéis hacer.

Y espera paciente mientras Russ da un paso al frente.

Gwraidd escuchó a Ser Horwin con el corazón dividido. No había duda que el señor de Aguasclaras hablaba bien. Sin embargo vestir el negro había sido, en muchas ocasiones, una solución aceptable, incluso para criminales tan nefandos. Gwraidd si bien estaba de acuerdo en que un juicio por combate no era posible, pensaba también que sí lo era que Baltrigar vistiera el negro.

En todo caso no has dejado otra opción que esta, pensó mientras miraba a Ser Baltrigar con enorme cansancio. Por un instante miró a Ser Horwin, valorando la posibilidad de volver a insistir con la posibilidad que vistiera el negro, pero... Pero no tenía sentido defender una idea que realizó para salvar a quien por los motivos que fuera no quería ser salvado. 

Gwraidd guarda silencio. Dado su estado de nervios ni siquiera reflexiona debidamente en el especialísima arma de Ser Horwin aunque, probablemente, la recuerde más tarde, en una de las muchas ocasiones que rememorará este momento. 

Theresa,de pie tras su señor, había permanecido atenta al trascurso de aquel juicio, manteniendo su mirada de ojos claros y en un principio, llenos de rabia, sobre el asesino de Ser Hadder.

Los hechos allí desvelados la sorprendieron sobremanera apagando, en parte, su fuego interno. Y realmente, no supo cómo debía reaccionar ante estos nuevos conocimientos. Aún observaba a Ser Baltrigar y veía su rostro desencajado mientras enterraba su espada en el cuerpo del hombre al que ella debía proteger, como una aparición endemoniada que había venido a llevarse su honra y su valía como fiel protectora. Y si bien era cierto que era quizá el servidor más fiel de Ser Hadder, había cosas que incluso el siervo más leal no podía hacer sin esperar consecuencias a cambio. Y una de ellas era acabar con la vida de aquel a quien había prestado juramento.

La Primera Espada se dijo que al fin y al cabo aquel era el mal de la propia justicia. Pues debían morir unos pocos, necesariamente, para que prevaleciera el bien común. Primero unos jóvenes e imberbes guardias, luego un gran hombre, leyenda de Poniente y mejor gobernador, y finalmente... El siervo que había hincado la rodilla con tanto ahinco que había acabado por condenar su propio futuro y el de su propia familia. 

La sentencia de Ser Horwin era clara, y provocó que Theresa tragase saliva. Aquello era a la vez justo e injusto. Pero ella no era quién para cuestionar a su Señor. 

Sin embargo, aún había algo que debía hacerse. Una deuda de honor que ella había contraído al permitir que Ser Baltrigar le arrebatase la vida a su antiguo señor, sin haber arriesgado la suya propia con tal de salvaguardarlo. 

Theresa, que desde que se encontraba bajo el vasallaje de ser Horwin no había cuestionado ni una sola de sus decisiones abiertamente, y que sólo había mostrado determinación, lealtad y disposición, se atrevió a hablar en ese instante. Era necesario. Era imperioso. Al menos para ella- Disculpadme, mi señor- dijo, con sumo respeto, dando un paso al frente- Es mi deber, dadas las circunstancias, rogaros que me permitáis... Arrebatarle la vida a este hombre. Siento que si alguien debe asumir con la culpa de esta ejecución, debo ser yo. Pues al fin y al cabo, nada de esto habría sucedido si yo hubiera protegido a Ser Hadder, aún con la propia vida, tal y como se esperaba de mí. -expuso, con palabras claras, diáfanas y honestas, con la mano posada el en pomo de su pesada espada.

Pendrik tragó saliva con dificultad. Estaba preparado, sin embargo no era óbice para que el bombeo de su corazón se asemejara a la estampida de unos caballos salvajes. Los fuelles de sus pulmones se relajaron al ponerse en pie, apoyó las manos abiertas sobre los brazos de su silla y se impulsó con decisión en pos de dar final a aquella mísera y brillante mascarada ideada por su padre.

-Con el permiso de Ser Horwin...- un ademán con la cabeza antes de proseguir dirigida hacia la figura que ostentaba el poder en Aguasclaras. Ahora, el otrora heredero no albergaba dudas en torno a su decisión, por ello y sin dilaciones comenzó a hablar.

- Ser Baltrigar. Vos como nadie sabéis que vuestro destino cambió el día que conocisteis a mi padre. El día que acabasteis con su vida, otorgándole el privilegio de no verse postrado en los últimos días de su padecimiento en una cama, sellasteis ese destino. -Posó su mirada en la del caballero con orgullo, y comenzó a dirigir sus pasos en pos de aquella figura, atrapada en la penumbra que otorgaba la escasa luz del sótano. - Cuando en la batalla un caballero acaba con un rival no piensa nada más que en su obligación, su palabra, su honor y la vida de sus seres queridos y pueblo. No puede permitirse el lujo de elucubrar sobre los hijos, la familia, la sonrisa, el valor y los principios de su oponente. Sin embargo toda acción en nuestra vida, conlleva consecuencias. Algunas ineludibles. Vos Ser Baltrigar. Habéis dado todo por mi padre y por Aguasclaras, habéis llevado la palabra honor a límites épicos y dignos de juglares y leyendas. Sin embargo, como ocurre cuando el HONOR es más profundo y verdadero, jamás se sabrá de vuestra acción. De vuestro sacrificio. Únicamente unos pocos guardaremos en nuestros corazones y nuestras almas el tesoro que nos habéis otorgado.- Pendrik alcanzó la altura del caballero y a un escaso palmo de su pecho continuó- vuestro sacrificio se formalizó, como bien sabéis, el mismo día que hablasteis con mi padre del asunto y acatasteis sus ordenes. La vida de Ser Baltrigar debe ser sesgada como en los héroes de antaño, como en aquellos que mueren en silencio por salvar la vida de multitudes. Moriréis por salvar a muchos inocentes que caerían en caso de que todo el plan viese la luz. - Se giró con los ojos brillantes hacia el jurado, con los brazos  caídos, sin embargo la voz era fuerte y vibrante. - Solicito a Ser Horwin ser yo quien ejecute la pena, ya que es a mi propio padre a quien se quitó la vida y yo soy su primogénito. Del mismo modo apelo a mi Señor para que dilate la ejecución tantos días como años de servicio Ser Baltrigar otorgó a Aguasclaras. En esos días podrá vivir en la finca familiar que mi padre nos legó. Allí será libre ir y venir con su esposa y familia. Se le otorgará todo cuanto esté en mi mano para que disfrute de esas últimas jornadas. Por último decir a Ser Baltrigar que nada le ha de faltar a su familia y esposa mientras yo,  y creo no equivocarme en decir, todos los presentes, esté con vida. 

Con ello Pendrik se giró sobre sus talones y extendió una vez más su brazo, su mano, en pos de aquél al que había solicitado permiso para matar...

- Os lo agradezco... pero no. - Intervino Ser Baltrigar mirando primero a Theresa y luego al propio Ser Pendrick. - No me importa quién será la mano ejecutora, pero no podemos dilatar esto más. Si me concedierais algún tiempo para pasar con mi esposa y mi familia en vuestra hacienda familiar, la tentación de huir sería demasiado grande. Sé que no podéis permitir que viva. Así sea, pues. -

Agachó la cabeza un segundo antes de levantarla de nuevo y añadir. - Pediría que se me concediera la gracia de escribir una última carta a mi esposa. No me llevará más de unos minutos y luego podréis ejecutar la pena. Mi hijo Beldyr ya ha escuchado suficiente y sabe por qué hemos de hacer esto. Quizá no le haga gracia pero sabrá explicárselo a Clarissa. - 

Giró el rostro para intentar alcanzar una visión de su hijo en la otra celda, pero las sombras lo impidieron. 

- Hijo. - Llamó a Beldyr. - Que mi sacrificio no sea en vano. Sirve a Aguasclaras y a Ser Horwin como yo serví a Ser Hadder. Que el apellido Tormenta no sea mancillado por nadie en base a mis supuestos hechos. Haz que me sienta orgulloso de ti. Y cuida de tu madre y tus hermanos. - "Y controla tu temperamento" estuvo a punto de añadir, pues conocía el genio de su primogénito. Era un auténtico Tormenta.

Russ lanzó una mirada hacia su nuevo Señor, asintiendo con la cabeza. Haciendo oídos sordos a las peticiones de Theresa y ser Pendrik, el Matatoros avanzó hasta estar frente a frente con el Traidor. Los ojos de los dos hombres, antaño amigos, se trabaron.

- Las órdenes de ser Horwin, señor de Aguasclaras y heredero de la Casa Tully, ya han sido dadas. El filo de su espada truncará por siempre la vida del traidor que hay entre nosotros. Es hora de morir.

Un amago de sonrisa sobrevoló los labios del jefe de la guardia, pillando a ser Baltrigar por sorpresa. Con una rapidez inesperada para un hombre de su corpulencia, el Matatoros lanzó su enorme manaza hacia la solapa de la túnica del traidor, prendiéndole con tal violencia que los pies del pobre desgraciado se separaron por un instante del suelo.

Los rostros de los presentes se tiñeron de desconcierto cuando la tenaza que Russ tenía por mano se cerró sobre el cuello del mal llamado Metetripas y no el del bastardo de los Tormenta. El matasanos, que había estado observando el juicio totalmente ajeno a lo que estaba por llegar, abrió los ojos estupefacto, pálido por el susto e incapaz de desprenderse de la brutal presa del jefe de la guardia.

- Pero, ¿qué...? -alcanzó a decir antes de que el Matatoros lo arrastrara hacia sí como si fuera un muñeco de trapo.

Sin miramiento alguno, el soldado obligó al medicucho a postrarse ante ser Horwin, sujetándole los brazos a la espalda y agarrándole del grasiento pelo para que su rostro mirara directamente al Señor de Aguasclaras.

- A su servicio, ¡mi Señor! -gruñó Russ sonriente, remarcando con orgullo la última palabra.

Ser Horwin se acerca hasta el jefe de la Guardia. Asiente. El curandero se debate, tiembla, comienza a decir algo pero sus palabras quedan ahogadas en su garganta cuando Russ le propina un golpe. Un olor hiere las fosas nasales de todos los presentes cuando el viejo Metetripas pierde el control de sus esfínteres, atenazado por el miedo.

Entonces, el Señor de Aguasclaras se agacha, situándose a su altura. 

-¿De verdad creías que podías engañarme... a mí? -dice, la voz seca y fría como el hielo.

Un segundo después, Ser Horwin alza el arma y la deja caer contra el cuello del curandero. El golpe no es muy diestro, como bien pueden juzgar varios caballeros en la sala, pero cumple perfectamente su cometido casi decapitando al anciano. Acto seguido limpia la hoja contra la ropa del ajusticiado y se vuelve hacia Ser Baltrigar.

-No seré yo quien mate a quien me sirve bien -dice. Después, recomponiéndose, los ojos fijos en Ser Baltrigar-: Bien, "Metetripas", asegúrate de que Ser Baltrigar ha muerto del todo. Luego prepara tu caballo, tienes que seguir desempeñando tu labor como enviado mío. Aunque esta vez vas a viajar lejos durante... una temporada. Aféitate, matasanos. Aprende a escupir, a maldecir y a hablar como lo hace la plebe. Trata de caminar encorvado, aunque donde vas a ir nadie conoce al Metetripas. Y córtate ese pelo.

El Señor de Aguasclaras gira su cuerpo, envainando la espada.

-No podía permitir que nadie más allá de los presentes descubriera la verdad del plan de Ser Hadder -dice en voz baja-. No porque no me fíe de otros habitantes del castillo, sino porque a mayor número de personas, más difícil guardar un secreto. Pero había de juzgarse oficialmente a Ser Baltrigar, y se le debía ejecutar. Por eso vosotros, aquellos en quienes más confío, estáis hoy aquí. Que todo el mundo sepa cuál ha sido el final de traidor. Que su hijo, aquí presente, de fe de cuál es el final para quienes traicionan a los Tully de Aguasclaras. Y Beldyr, muchacho -murmura hacia la celda-, trata de consolar a tu madre durante un tiempo: sé que es una crueldad, pero necesito que su dolor sea evidente y genuino en las próximas semanas. Pasado ese tiempo, bien, ¿quién sabe? Quizá también la envíe lejos... una temporada.

>>Russ -dice por fin-, apalea los restos del Traidor, no quiero que alguien pueda verlo en un descuido y diga que en la muerte no se parecía al Baltrigar que conociera en vida. Vístelo adecuadamente con ropas nobles. Será quemado al alba. No quiero testigos, pero quiero que la pira arda alta y que todo el mundo vea su fuego.

Después, tiende su arma envainada a Theresa y suspira.

-Creo que esto es lo más cerca de hacer justicia de lo que jamás me encontraré -dice, con una sonrisa torcida-. Señores, me retiro a mis aposentos. Estaré allí a vuestra entera disposición para hablar cuanto gustéis. Y tú, "Metetripas", ¿qué haces que todavía no te has ido...?