Partida Rol por web

Eli ve lo que hace Pierce con Adam, no esta segura si lo aprueba o lo rechaza pero una parte de ella se alegra que sea ese despojo social el que este en primera linea. Le cae mal, no sabe exactamente por que... Quizás sea por que, al igual que todos los hombres altos y corpulentos le recuerda a su padre. Si algo les atacase y el no pudiese huir, no le importaría.

La niña no dijo nada, se limito a asentir e ir tras el grupo.

Menos mal que Luke nos ilumina porque ninguno de nosotros se había dado cuenta que ese río era anormal hasta en ese momento. Por si acaso, el primer chapuzón se lo da Adam. Me aparto del camino sin siquiera dirigirle la mirada y espero expectante, como el resto, a ver qué pasa al meterse en las aguas fantasmagóricas de este extraño lugar.

—¡Aaahhh! ¿Qué coño haces? ¡No quiero ir por ahí! —le espeta Adam a Pierce, aunque tampoco parece tener mucha elección. Sus pies se meten forzosamente en la espumosa agua roja, y Adam reprime una mueca de asco. El olor es nauseabundo. Poco a poco, se adentra en el río carmesí, con una expresión de absoluto nerviosismo. Parece que el río no es excesivamente profundo, pero su naturaleza impide ver el fondo, así que no podéis estar seguros. Además, discurre con bastante fuerza, a juzgar por los torpes chapoteos de Adam, que se va sumergiendo más en el... ¿agua?

Tuerzo la boca. Mientras veo a Adam chapotear penosamente por el río, no puedo evitar darme cuenta de que, en apenas unas horas, hemos pasado de ser un feliz campamento de verano (bueno, tal vez «feliz» no sea la palabra más acertada) a poco menos que un escuadrón de la muerte. De todos modos, a juzgar por las reacciones de Kim y el odio manifiesto de Pierce, estoy seguro de que este tipo ha tenido que hacer algo muy gordo, pero no es menos cierto que este lugar está sacando lo peor de nosotros. Incluso de mí.

Miro las «aguas» del río, rojas, pegajosas y hediondas. Hay algo en ellas que me aterroriza y me repugna más allá de lo que es posible explicar. No quiero meterme ahí... pero habrá que hacerlo. Me acerco a un árbol cercano y arranco una rama lo bastante larga y sólida para servirme de bastón. No hay forma de ver si las rocas del lecho serán muy pulidas o no, o si habrá algas (cosa que dudo), y será conveniente contar con un tercer punto de apoyo.

—Que alguien se me agarre —digo extendiendo el brazo—. Vadear un río de dos en dos es más fácil. Yo llevo el bastón, así que iré aguas arriba, cortando la corriente y dirigiendo el cruce, pero necesito a otra persona que me haga de anclaje. Vamos, quien sea.

Ojalá el cursillo de supervivencia que di en el instituto me sirva para algo.

Observo a Schultz caminando penosamente a través de las aguas carmesíes, con la cara contraída, sintiendo cómo penetra el olor acre que despide este río sanguinolento que ha aparecido de la nada.

Me fijo en lo que hace Bill. No me parece una gran idea, pero tampoco me parece desesperadamente mala dada nuestra situación actual. El que menos me importa es Adam; si intenta algo, o la corriente puede con él, sólo tengo que soltar la cuerda y dejar que la corriente haga el resto. El mundo y la sociedad no lo iban a echar de menos.

-Tiene razón -le grito al resto del grupo-, pero podríamos intentar cruzar en grupos de tres para tratar de dar apoyo a los heridos y gestionar mejor el tiempo. Dos grupos tardarán menos que tres en cruzar. ¿Nos distribuimos, o alguno preferís cruzar de dos en dos, o de uno en uno por aquello de las simpatías? Aunque mi opinión es que este es el peor momento para tenernos rencillas.

En silencio, pienso: Quiero llegar a tiempo a cenar. Estoy deseando cerrar las manos sobre la garganta de Beckett y estrangularla como a un pollo.

Sigo dando cuerda a Schultz mientras estudio las aguas.

Muchas ganas para meterme en el río no hay. Lo primero, porque el color no me gusta. Segundo, por lo dicho por Luke. Tercero… me da mala espina. Hay algo en el ambiente que cada vez lo va cargando más y más. No sé si es el capullo de Adam, o saber que entre nosotros hay alguno con un tornillo aflojado, o si es sencillamente la angustia de no saber qué está pasando, hacia dónde nos estamos metiendo y qué será lo siguiente que nos vamos a encontrar. Y el río ninja, que aparece donde más le place, no ayuda.

De momento Adam no se ahoga. Es una pena, pero por otra parte parece que va más o menos bien, así que podremos intentar pasar preparados. Bill empieza la marcha de los valientes y le sigo, agarrándole del brazo. Él lleva una rama a modo de bastón; yo las ganas de cruzar. Además, si pasa algo malo, prefiero ser la que lo vive a la espectadora: lo pasaría peor viendo que pasa algo y no puedo hacer nada al respecto.

- Espero que no vayamos por la parte honda… -comentario obvio donde los haya, pero algo tenía que decir.

Vuestros pies se hunden en la roja superficie, que forma espuma alrededor de ellos. El líquido tibio se introduce inmediatamente en vuestro calzado, empapando los calcetines de un modo desagradable e incómodo. Bill, hundes tu bastón con fuerza en la hedionda agua roja, clavándola en la tierra blanda que hay bajo vuestros pies. Poco a poco, a medida que vais cruzando, el agua os va llegando cada vez más arriba. La lenta corriente tiene más y más empuje a medida que camináis. Quizá no haya sido una buena idea, después de todo, pero no hay marcha atrás...

El tiempo se os hace eterno. A medida que os vais sumergiendo más y más en la roja corriente, esta empuja con más fuerza. Antes de que os deis cuenta, el cálido fluido asciende hasta la cintura de Kim. Sin embargo, ambos vadeáis el río con decisión y seguridad, y a una velocidad mayor que la que habíais imaginado. Pensar en las posibles consecuencias de perder pie os alienta a continuar. Incluso podríais adelantar a Adam, que, maltrecho como está, sigue luchando contra la corriente como un barco a la deriva en medio de una tempestad. Sin embargo, os mantenéis un paso por detrás de él en todo momento. Poco a poco, el terreno asciende de nuevo y, después de unos angustiosos momentos, llegáis al otro lado. Adam se derrumba sobre la orilla, jadeando exhausto. Cuando os dais la vuelta, veis a los demás en la otra orilla. Lo habéis conseguido. Ahora quedan los demás.

Elisabeth observa a Pierce durante unos segundos, casi ignorando a Luke. Como si no estuviese.

-Como... ¿Como vamos a cruzar nosotros? Dice con su voz cortada.

Acababa de observar el movimiento que habían hecho Kim y Bill, le parecía imposible de llevar a cavo por ella. Su débil cuerpo iba a ser arrastrado por la corriente a la minima de cambio, incluso una ráfaga de aire fuerte podría tumbarla... Sus esperanzas estaban puestas por entero en Logan... Lo cual le tranquilizaba en gran parte.

—Lo... Lo mismo deberíamos intentarlo los tres juntos. No parece muy difícil —murmuro, viendo el éxito que han tenido Bill, Kimberly e incluso Adam, mientras me acerco al lugar donde este dejó caer la rama con la que pretendía abrirnos el cráneo y me agacho a recogerla—. Pierce, Eli, ¿qué opináis? ¿Creéis que podemos conseguirlo los tres, o es un poco farragoso? —inquiero, sabiendo quién será el que se quedará solo si al final se decide que crucen primero dos y luego el último. Empiezo a ponerme nervioso, y más sabiendo que no tengo mi inhalador en caso de que me dé un ataque...

Oservo la corriente y cómo han atravesado Bill y Kim. La cuerda ha llegado para que cruzara Adam. Si caemos al cruzar, su cuerpo servirá de lastre para no matarnos los tres.

La mirada de Eli es de depositar completamente sus esperanzas y confianzas en mí. Luke parece ansioso, espero que no le dé un ataque de asma a mitad de cruce.

Estudio los ángulos, e intento reproducir la ruta que han seguido nuestros compañeros. No tiene por qué ser una regla de oro inamovible, pero si pisamos donde ellos lo han hecho, a priori, podríamos pasar con una cierta seguridad. Se me ocurre algo más.

-Vamos a hacer un tren los tres -les digo-. Bill, Kim, no perdáis de vista a Adam ni la cuerda. Necesitamos que, según avanzamos, vayáis tirando con suavidad de la soga.

Espero que a Bill no le dé por darle una llamarada a la cuerda si el señor Schultz se porta mal.

Finalmente, los tres restantes os ponéis de acuerdo en cruzar el río, de un modo semejante a como acaban de hacerlo Bill y Kim. Sujetándoos los unos a los otros, emprendéis vuestra travesía por las aguas rojas.

Aferrado a mis compañeros, doy un respingo cuando mis zapatos se llenan de agua cálida. Si es que esto es agua. Miro hacia abajo sin poder acabar de creérmelo, como distanciado del momento que estoy viviendo. Las rojas aguas tragan poco a poco mis piernas, subiendo por mis rodillas y cada vez más arriba. Cuando miro hacia adelante, veo lo mucho que aún nos falta, y cierro los ojos, murmurando palabras que nadie oye entre el creciente rumor del río sanguinolento.

Elisabeth se agarra a Pierce con fuerza, por momentos a él, por momentos a la cuerda. Cuando entra en el agua un escalofrío recorre su cuerpo y hace que se agarre aun con mas fuerza a Pierce.

-Lleguemos pronto... por... favor...

Elisabeth imita la jugada de Luke durante unos segundos y también cierra los ojos, pero la sensación del agua acariciando sus piernas le desconcentra y le obliga a estar alerta. Los abre de nuevo y mira cuando queda para llegar mientras suplica por que Pierce pueda con ellos.

Vamos en hilera: yo al frente, Eli detrás mía y Luke cierra la marcha con la tranca que casi nos estrella Adam en la sesera. Hundo los pies en el agua turbia y hedionda. Parece que cada vez tiene más fuerza. Espero que podamos cruzar todos bien.

Coser y cantar. Ayudándoos los unos a los otros y tirando ligeramente de la cuerda a medida que avanzáis como os dijo Pierce, no tardáis en cogerle el tranquillo a vuestra travesía. Afianzando bien los pies en el suelo y asegurando bien cada uno de vuestros pasos antes de dar el siguiente, conseguís atravesar el torrente rojo a buen ritmo. El nauseabundo olor metálico del agua inunda vuestras fosas nasales, dificultando especialmente la respiración de Luke, que no para de mover ansiosamente la cabeza, como tratando de alejarla lo máximo posible de la turbia superficie de color rojo oscuro.

Pero, a pesar de todo, finalmente alcanzáis la otra orilla. Para cuando lo habéis logrado, ha oscurecido tanto a vuestro alrededor que parece noche cerrada. La densa niebla que os rodea apenas os deja ver más allá de unos cuantos pasos.

Ya os falta muy poco para llegar a la mansión. Pero, ¿llevaréis a Adam con vosotros?