Partida Rol por web

    La amenaza era grande, pero eso poco me importaba. Sacar a Erik de allí era todo lo que importaba. Solo yo podía matarlo... por mete-patas. Mientras levantaba la pistola de chispa para encañonar al primero de los tipos, esperaba que aquella decisión no hiciera que las cosas empeorasen...

      Una chispa precedió al humo de polvorá quemada y a la detonación subsiguiente. El proyectil impactó en la pierna izquierda del primer enemigo, a primera vista en un punto vital por el surtidor de sangre que brotó a continuación. Aquel individuo no daría ya muchos problemas.

El estampido fue ensordecedor en un espacio tan cerrado y Mannfred perdió el oido durante unos segundos. No le importó pues vio como se doblaba aquel soldado que había en primera línea y caía hacia delante, justo a sus pies. Sin dudarlo un instante cargó contra el que había detrás. !A por ellos! Mannfred no era un hombre de armas, pero las tenía, y si había que usarlas no pensaba dudar en ello. La vida de Erick estaba en peligro. Uno menos. Pensó al estrellarse contra la segunda línea de mercenarios. Finalmente hizo eso, estrellarse, pues su maza no alcanzó al mercenario que tenía frente a frente.

Julia se mantuvo a la espera mientras veía como se desarrollaban los acontecimientos. Su rostro se iluminó cuando vio que su marido fulminaba tajantemente a uno de los mercenarios que los separaban de Erick, pero no cargó ni atacó. NO había sitio para ello, y ella estaba en muy mal estado, en vez de ello, en previsión de problemas se puso en postura defensiva con su rodela.

El jefe de los mercenarios viendo lo que había pasado con uno de sus hombres decidió prevenirse de males mayores y adoptó una postura de guardia. Se le veía furioso ante la muerte de uno de sus compañeros, pero lo cierto es que la paga se repartiría entre menos, y a más tocaría. Lo importante sería también salir vivos de ahí para cobrarla, y parecía que los recién llegados venían con muy malas pulgas.

Los mercenarios de segunda línea, contra los que se había trabado Mannfred no dudaron en descargar sus ataques contra el pobre contrabandista del grupo. Aquellos mercenarios iban bien provistos de armas, sus espadas bajaron casi al mismo tiempo contra Mannfred con gran precisión mientras con el otro brazo se cubrían tras unos mellados escudos que parecían haber visto mucha guerra. Uno de los mercenarios de la línea de atrás. Parecía ser una mujer, y arremetía si no igual, con más fuerza que el resto de sus compañeros.

!Cuidado Mannfred! Se le escapó al sacerdote cuando vio los ataques de aquellos dos expertos en las armas atacar a unísono a su querido compañero. No lo dudó un instante, una bendición fue preparada en sus labios en ese mismo momento y la lanzó a su compañero, sabiendo que la que moraba sobre él se había desvanecido del todo. La situación lo requería. Sus dedos aferraban su medalla mientras las palabras brotaban con confianza.

{{Nuevo turno}}

El combate se estaba convirtiendo en un enfrentamiento duro. ¿No lo eran siempre los que se desarrollaban en espacios tan cerrados como aquella escalera de la posada? La primera línea de los mercenarios se había roto, pero aun quedaban otros tres, y Mannfred no se había colocado en buen lugar si no recibía apoyo de sus compañeros en aquel combate tan complejo. Las espadas cortaban en aire, los tajos daban en carne, los cuerpos como el del mercenario, se desplomaban en el suelo y solo quedaba pasar sobre ellos para continuar luchando.

     No había tiempo para pensar mucho ni andarse con remilgos. Esa clase de combates los decidía casi siempre el más rápido y resuelto. Dejé caer mi pistola de chispa sin mucha ceremonia y saqué de mi cinturón una segunda mientras conservaba la espada en la otra mano para prevenir un posible envite. Descerrajé un nuevo disparo que también dio de lleno en otro de los mercenarios, causándole una herida bastante fea.

Los dos ataques pillaron por sorpresa a Mannfred. Rápidamente levantó su rodela y detuvo el primero de los espadazos, pero el segundo, bajo y rápido, impactó en su pierna con un lacerante dolor !Arrrg! Gritó cuando notó el corte. Inmediatamente sintió como la sangre bajaba caliente por el corte y mojaba levemente su pierna.

Ahí no acabó todo, pues Mannfred contraatacó con su maza de combate volteándola sobre su cabeza y luego asestando un rotundo golpe a uno de sus asaltantes, mientras con su rodela, mantenía una postura de guardia. Mannfred era un negociador nato, vivía para ello, pero también tenía unos brazos fuertes como robles, y su maza acabó estrellándose en la cabeza de uno de los mercenarios con gran estrepito. O lo haría si este no detenía el ataque.

En ese mismo momento, notó como la bendición de Felix se posaba sobre el. Eso ayudaría mucho desde luego.

Aún estando herida, no puede permitir que los mercenarios hieran a su familia. 
Adelantó a su marido con la espada en alto y se dirigió hacia el enemigo más cercano, intentando con todas sus fuerzas herirle, para mínimo incapacitarle.
- Máximo... máximo, si es o ellos o nosotros, nosotros. Siempre. - piensa la joven mientras ataca.

El jefe de los mercenarios se estremeció al recibir aquel pistoletazo de Alfred mientras la ira y el dolor iluminaban su mirada. No podía ser que volviera a repetir una jugada como aquella una tercera vez. Estaba a punto de lanzare al combate contra aquel sujeto que parecía llevar más hierro que Vizcaya entre sus enseres, cuando la joven que había en segunda fila pasó corriendo y se trabó en singular combate contra él. Sin dudarlo dos veces, pero con un gran esfuerzo debido a la bendición protectora que guardaba de la joven Julia, y tras ver como la espada de la joven pasaba lejos en un ataque precipitado, el se lanzó a fondo contra la joven.

Los dos mercenarios que había a su espalda luchaban tácticamente con ataques y paradas dignas de unos auténticos veteranos hasta el momento. Alzando el escudo el mercenario al que había atacado Mannfred desvió su acero a un lado, y cuando se dispuso a devolver el golpe al contrabandista, algo superior a sus fuerzas impidió descargar el golpe que tenía previsto contra su objetivo. Lo mismo sucedió a su compañero, al que parecía que el brazo se le había convertido en piedra, debido a la rigidez del mismo, que temblaba con el esfuerzo del mercenario por superar aquello que le impedía atacar a su enemigo.

La situación se estaba poniendo muy cuesta arriba y Felix no se encontraba en situación de poder solucionarla prontamente en el estado en el que se se encontraba. Al menos podía usar algo de magia para protegerse una vez que ya la había usado con sus compañeros. - ¡Qué la protección de Sigmar descienda sobre nosotros! murmuró mientras tocaba la medalla de su dios. Parecía que en estos momentos su dios estaba ocupado.

{{Nuevo turno}}

La situación se precipitó. Los dos mercenarios no pudieron enfrentarse a Mannfred mientras a Julia le tocó lo peor del combate tras cargar contra el líder de aquel grupo de espadas de alquiler. Fue un ataque duro y contundente, dirigido con muy buena mano, experta y forjada en cientos de enfrentamientos. Félix trató de centrar una bendición sobre si mismo pero aquello no cuajó. Mil cosas podían fallar, una palabra dicha de modo incorrecto, la entonación... todo podía salir mal. Aquello era complejo, y la situación de combate y enfrentamiento no ayudaba en absoluto a concentrarse.

Cuando Julia vio como su intento de ataque no surtía ningún efecto, se arrepintió inmediatamente de haberse trabado en dicho combate, pues no estaba como para recibir demasiado... Por suerte, pudo parar el golpe con la rodela, aunque a punto estuvo de tener que retroceder por el impacto de la espada del mercenario en su escudo...

     La refriega se recrudecía y me preparé para unirme al combate cerrado, guardando la pistola de chispa en el cinto y aprestando mi escudo. Pronto pagarían cara la osadía de intentar herir a Julia... con su vida.

Mannfred observó sorprendido como sus enemigos se bloqueaban y no lograban atacarlo. Era una mejora respecto a su situación, pero no podía bajar la guardia. Echando un breve vistazo atrás, comprobó que Julia lo había seguido hasta el combate, y paraba con mucha maña los ataques que el jefe de aquellos espadas de alquiler le lanzaba. Por su parte manteniendo una postura de guardia volvió a atacar al enemigo que tenía delante. La cosa no fue bien, su ataque no logró dar en el blanco. Así las cosas tenían muy mal aspecto.

El ataque que había lanzado contra la briosa joven fue detenido con gran maña. El jefe de aquellos mercenarios comenzaba a darse cuenta de que se enfrentaba a gente preparada, que aunque heridos, seguían suponiendo una grave amenaza. De eso podría haberse dado cuenta antes, pero bueno, una pistola la podía usar cualquiera. Otro cantar era cuando el combate se aproximaba tanto. Intentó atacar a la joven de nuevo, pero su mano no bajaba con el ataque que tenía preparado.

Por el contrario los dos mercenarios que habían pasado por el mismo trance, esta vez si que lograron atacar a Mannfred. Se encontraban en un dos contra uno muy peligroso. Ambos enemigos lograron acertar al pobre Mannfred, pero sus ataques fueron bastante débiles. Se empleaban a fondo, no querían morir en aquellas escaleras como su compañero, que había muerto de manera tan simple reventado por un pistoletazo a quemarropa.

- Cuanto más se alargue el combate, menos posibilidades tendremos de aguantar al estar heridos. - piensa la joven, atacando por ello todo lo rápido que puede a su actual combatiente. 

Aún así, uno de sus ataques no surte ningún efecto, y el otro... tampoco ha sido gran cosa.

Estaba claro que necesitaban ayuda divina por lo que Felix redobló sus esfuerzos para convocar la protección de Sigmar sobre Alfred antes de que se lanzase al combate.

Al menos esta vez Sigmar escucho la plegaria de su sacerdote, tal vez apiadado por las penurias que estaban pasando.

{{Nuevo turno}}

El combate se recrudecía cada momento que pasaba, ya que los dos grupos luchaban por sus propias vidas. Las bendiciones que estaba lanzando Felix sobre el grupo estaban sirviendo casi tan bien como las gruesas armaduras que protegían el cuerpo de los mercenarios contra los que se enfrentaban. Eran tipos duros, todos los presentes, y muchos ya habrían salido corriendo al enfrentarse a semejante despliegue de violencia y habilidad. Los tajos iban de un lado a otro, los escudos y rodelas soltaban chispas... era un frenesí.

     Mi ataque no se hizo esperar. Ahora que estaba equipado con mi espada y escudo, no me quedaba mas que proteger a mi esposa, intentando cercenar el gaznate del jefe de los mercenarios. Se arrepentirían de haber intentado joder a mi familia, ya lo creo que si. Por desgracia el ataque, aunque bien dirigido, carecía de la fuerza necesaria para abrir brecha en su armadura.  Pronto... muy pronto...