Partida Rol por web

Ubicación: C1. Ático.

Es la parte más alta de la casa. Está lleno de trastos viejos y ropa apilada. Se nota que se han improvisado camastros con algunas de las cosas allí acumuladas.

El suelo cruje al ser pisado y parece inestable.

No le dio apenas tiempo a mirar qué había dentro de la habitación, teniendo todavía la mano agarrando el picaporte antes de notar que la bilis subía a una velocidad vertiginosa sobre su garganta.

Se apartó a un lado, encorvando el cuerpo y dejando que la cerveza y las pocas papas que había comido se expulsaran en forma de vómito en una de las esquinas del piso de arriba, dejando un bonito “recuerdo” de su visita.

Que nadie… que nadie entre ahí.- Señaló la habitación, todavía pendiente de esa esquina para controlar una nueva arcada.

Habiéndome aventurado a ir yo sola a la última planta, el corazón me palpitaba con fuerza dentro del pecho a cada paso que daba en dirección al ático. En una mano llevaba el móvil, iluminando a mi alrededor, sin perder detalle de nada y en la otra la navaja, preparada para clavársela a cualquier cosa o muñeco del demonio que se atreviera a acercarse a mí. Para mi sorpresa, allí arriba la familia se dedicó a apilar cosas inservibles como si se tratara de un simple trastero. La madera crujía bajo mis botas, amenazando con ceder en cualquier instante y tuve que alumbrar el suelo, caminando con mucha precaución, que no quería que se desprendiera ninguna tabla.

—Solo hay basura —farfullé en voz baja mientras arrugaba la nariz, dando un último vistazo a los camastros y a los trastos del lugar más cercanos a mí, por si encontraba alguna pista que nos ayudara a escapar de aquí.

Te mueves con precaución, alerta como un gato que va a saltar sobre su presa. El suelo cruje demasiado como para caminar deprisa.

El haz de luz del móvil te permite tener una visión limitada de todas las cosas que se encuentran aquí acumuladas. Aún así hay algo que llama tu atención. Se trata de un viejo llavero algo oxidado, un simple aro de metal, del que cuelgan llaves de hierro. Sin duda son todas las llaves de la mansión.

Agarras el juego de llaves. Aún no has retrocedido ni un solo paso, cuando un crujido te llama la atención. No viene del suelo. Viene del techo.

Miras hacia arriba y le ves, saltando sobre ti con la rapidez de un gigantesco arácnido. La determinación por acabar con todo esto, o quizás el miedo, hace que te retires con rapidez evitando que el siniestro maniquí te atrape. El suelo protesta bajo su peso y una nube de polvo y serrín amenaza con cubrirlo todo como un sucio manto.

Me mareo desde la puerta y me quedo todo pálido... hiede desde aquí.
Estoy mareado, no solo por el hedor sino ta,mbniém por la visión de la sangre en el suelo.
Señalo mientras me apoyo en la pared para no desfallecer.
sangre... en el armario.... y saco fuerzas de flaqueza. Entro. Un crucifijo roto un cuadro desgarrado...Quizás aqui hay algo que nos pueda ayudar. Frunzo el ceño y me pongo un pañuelo en la boca.

Es basura... pero igual ha-hay algo mas. Y vuelvo a sacar el colgante con el pequeño crucifijo que llevo en el cuello. No creia en Dios, era un capricho de mi madre... pero toda ayuda es bienvenida cuando la razon se ve desbordada por la locura y la magia. Y toda pista que encontremos nos puede ayudar para cuando bajemos al sótano.

—Vale Roby, eso haré. 

Su actitud me agrada, está más dulce y con estos horrores que surgen aquí dentro ya las cosas se ponen muy intensas. Por esa razón cuando el chico me envía a buscar llaves, doy con una puerta. No sé si está bien, pero creo que es el sótano, así que a ello voy. 

—Entraré por aquí. ¿Qué puede pasar?

Y sin dudarlo al estar cerca, me dirijo hacia la puerta de dicho lugar con la intención de abrirlo. Aunque claro, debo conseguir algo para iluminar porque esto debe estar todo negro. ¡Que miedo!

El suelo del ático cruje como si se fuese a derrumbar sobre el resto de la mansión.

Agarré el manojo de llaves con presteza, agradeciendo a los dioses —pese a no creer en ninguno— su ayuda. Pero el momento de euforia no llegó a durar demasiado. No estaba sola. Escuché algo en el techo y al instante una sombra se abalanzaba sobre mí; pese a que pude esquivarla con un ágil movimiento, el sobresalto inicial propició que diera un paso de más atrás, tropezando con la pata de una silla destrozada que había ahí tirada. Abrí mucho los ojos y el móvil se me escurrió de entre las manos y por un momento perdí la referencia del maniquí, envolviéndome la oscuridad más absoluta y una nube de polvo que se había originado que me dificultaba respirar. Empecé a toser, tratando de incorporarme. 

—¡Hostia... puta!

Fui gateando hasta el móvil, alumbrando hacia donde debía estar el maniquí, acelerada. Aquellas cosas se comportaban como animales. ¿Qué demonios era aquello? El suelo era cada vez más inestable o esa es la impresión que me daba, crujiendo a cada acción que hacía. Si salía corriendo, quizá cediera y nos precipitásemos los dos.

—¡He encontrado las llaves! ¡Corred y llevároslas al sótano!* —grité, cogiendo el manojo y arrojándolo escaleras abajo con bastante fuerza, para que aterrizara cerca del rellano y así los demás pudieran recogerlas mientras me giraba hacia el muñeco, con la navaja en la mano. Esto solo tenía dos salidas: o me salvaba, o ambos nos despeñábamos.

En las escaleras que suben al ático se oye un tintineo. El sonido de las llaves de hierro, unidas por un aro, al caer escalón tras escalón viene acompañada de la voz de Theresa.

—¡He encontrado las llaves! ¡Corred y llevároslas al sótano!

Me apresuro a recojer las llaves antes que las perdamos. Ha sido más facil de lo que esperaba. De toda manera es extraño que las llaves estuvieran en el ático, hay algo raro en esto.

-Thess..¿va todo bien?..¿por que has tirado las llaves?...sal que te veamos-

Pues te encargas tú, yo paso de esa mierda.- No iba a entrar más en esa habitación de los horrores, en realidad tenía ganas de cerrar la puerta y dejar a quien quisiera dentro deleitándose con el grotesco escenario, pero el vómito le había dejado tan jodido que ni siquiera bromeó con eso.

Una vez con su estómago vacío y recompuesto buscó al resto de compañeros, sobre todo la morena con la que había pasado gran parte de la noche y que ahora decidió ir en solitario, escuchando su voz desde la parte superior.

Extrañado porque tirara las llaves sin bajar ella, se acercó a la zona del ático antes de dirigirse a Jade.

Mover el culo al sótano, ahora os alcanzamos.- Preocupado, se dispuso a subir para averiguar qué le había pasado a Theresa.

—¡Aish no sé Jade! —respondo mientras miro la mesa y la trampilla—. Si Carlo, vente que debemos quitar cosas de aquí para entrar al sótano. ¡No demos más vueltas! 

Es curioso que yo esté diciendo estas cosas, pero es que mucho no hay para hacer y los sonidos como que me están matando ya. Así que es mejor resolver el misterio, tal vez la clave esté en el sótano o vaya a saber donde, el que tiene cerebro es Igni no yo. 

—¡Ven Roby! ¡Ayúdame con la mesa y la trampilla!

Y ya me predispongo a quitar todo del medio, obviamente con ayuda porque me muero si se me rompe una uña. Horas haciéndome la manicura y no lo arruinaré con esto. 

-A ver, Lisa, que ahí dentro esta esa maniquí. En cuanto la teampilla quede libre se tira a nuestra garganta. No te animes tanto, animadora.

Rob abrió una de las puertas del armario. Con cara de esforzarse pensando.- Mira, movemos el armario, lo colocamos frente a la trampilla. Quitamos la mesa y cusndo esa cosa salga, zas! Que se meta dentro del armario, cerramos las puertas y lo tiramos boca abajo, que quede encerrada.

No era el cerebrito del grupo. - Venga, ayudadnos, Jade, Draculín, vamos.

n-no me dejeis solo aqui! Dadme medio minuto, aqui habia un rastro de sangre... y sospecho wue alguna pista importante suplico

Aguantando el tipo más allá de lo que cualquier hubiese pensado, te acercas al armario y lo abres con mucho cuidado.
En su interior hay un cadáver reseco y hediondo, envuelto en sábanas. Da la impresión de que está parcialmente devorado con ansia sobrehumana.

Junto al él, hay un maniquí. Está quieto, como si jugase al escondite y no quisiera ser descubierto.

Te parece que ha movido una de sus manos, pero ha sido un gesto tan leve que no podrías estar seguro.