Partida Rol por web

Por lo visto es imposible ocultarle algo a un perro tan viejo

Reconozco para mis adentros sin añadir ningún comentario respecto a esa punto salvo que mantener la sonrisa que hasta ahora le había mostrado fuera algún tipo de concatenación de palabras. Apuro el vino en su lugar antes de levantarme.

- Bueno Tausel, mañana te espero a comer.

Me despido de él, consciente de que en realidad yo seré el visitante.

- Y guárdame a Orgullosa en condiciones.

Añado levantando ligeramente la voz para que la esclava se entere, pero si hasta ahora no la he tocado ¿qué debería temer?

- Eso - señala Tausel con una sonrisa cargada de intención y la voz ligeramente alta, aceptando tu juego de que la esclava se entere- te costará un plus. Como todo lo demás, claro. Pero ya sabes, merecerá la pena. Como de costumbre

La esclava escucha el final de la conversación y se muerde el labio inferior con gesto entre molesto, dubitativo y humillado. En un momento determinado mira en vuestra dirección un instante, mientras limpia la barra

Te acercas hasta tu casa después de haber pasado todo el día fuera de bastante buen humor. A pesar del frío hay bastante actividad en el barrio del mercado puesto que muchos comercios están cerrando y la gente comenta las noticias y los sucesos mas importantes.

Al llegar a tu domicilio.... (tirada de escuchar por favor)

Mi cabeza había vuelto a la futura misión de explorador e intentaba dar con algún donde poder estudiar los actuales mapas que me permitieran orientarme hasta llegar a las fronteras, aunque debía admitir que no se me ocurría ninguno salvo que gozase de algún método especial de acceso, como el permiso de algún noble o de algún sacerdote de Hextor. Y por el momento carecía de ambos.

Revisas buscando tus mapas los puestos, pero sea por la hora, o sea por cualquier otro motivo, no ves nada de tu interés. Tampoco tienes la suerte de pensar en algún método para optenerlos

Al acercarte a tu casa escuchas con claridad las palabras de Mañana en su lengua bárbara, mientras habla con quien sin duda es una asustada Rinoa

- Eres mala. Eres tan mala como él. Me ha hecho daño, me ha hecho mucho daño. Le odio. Os odio a todos. Quiero volver a casa - las palabras de Mañana están entrecortadas por el llanto y los gemidos; y ocasionalmente por los intentos de Rinoa de calmarla- Me he portado bien. He sido buena. ¿Por qué el fuego? Siempre llevaré esta marca.

Aunque el tono de Mañana es alto no son gritos, y no crees que nadie le haya prestado atención

Cierro la puerta con calma, al igual que en las representaciones teatrales cuando un nuevo personaje entra en escena y se desea que todo el público sea consciente de su importancia.

- ¿Acaso desprecias esa marca? - pregunto sereno mientras me acerco a la mesa - ¿Acaso has olvidado lo que significa?

Aparto una de las sillas para sentarme con tranquilidad y agarro mi látigo de piel, el simbolo de mi familia, nuestra herramienta más preciada.

- La marca de tu hombro indica que eres de mi propiedad - señalo vagamente con el látigo hacia su hombro - Y eso significa que si alguien te lastima, te hiere o incluso te mata, deberá responder ante mí y compensarme por lo que hizo aunque sea el mísmisimo Emperador.

Soy consciente que mi discurso no resulta demasiado convincente de momento, aunque no es algo que me preocupe.

- Y creo que no eres consciente de tu valor ni de mi posición. - Añado para hacerla pensar - Yo, aquí donde me ves como todo un tirano, no soy más que un simple explorador del glorioso ejército de Nigerthia y tu una niñata que no se da cuenta de su lugar.

Chasqueo el látigo para apartar a Rinoa de Mañana y hacer que ésta se sienta realmente sola y que reconozca su auténtica situación.

- Ahora bien, supongamos que yo soy un alto señor de la casa de la Sierpe y tu mi concubina favorita ¿crees que tu valor actual es comparable a lo que podrías valer? - evidentemente la respuesta es un no mayúsculo y niego con la cabeza dibujando una media sonrisa en mi boca - Tu valor, en piezas de oro, equivaldrá a tu seguridad. Y te aseguro que la esclava de un noble no vale lo mismo que la de un explorador ¿por qué si no piensas que los soldados de ayer trataban así a las esclavas de la taberna? - me levanto y me acerco hasta ella para poder decirselo claro a la cara en un susurro amenazador - Fácil. Porque pueden permitírselo.

Empiezo a recoger mi látigo mientras vuelvo a la mesa.

- Y bien Mañana ¿recuerdas la senda que puede abrirte esa marca? ¿O prefieres que te la enseñe?

Mañana no comprendía nada. No podía comprender nada. Y probablemente ese discurso, junto a las acciones de esa misma mañana, hubieran provocado una huida, o un torpe intento de ataque. O un acto histérico que solo hubiera significado la necesidad de castigarla, y la pérdida de valor de la chica.

Pero llevabas todo un mes adiestrándola y Mañana no era tonta. Agachó la cabeza y, tras un segundo de duda, se tiró hacia ti arrodillándose y abrazándote las rodillas

- No daño, no daño. Mañana lo entiende. Mañana ser buena. Ser más buena. Mañana no quiere más daño. Mañana prefiere amo Girac

No te hacías ilusiones, la escena de esta tarde no ayudaría a la doma, pero si ahora no la castigabas duramente, al menos, tu autoridad no quedaba en entredicho. Y lo cierto es que por ahora la doma estaba siendo rápida. Situaciones así eran normales cuando se las domaba tan jóvenes, pero al final si se hacía bien el trabajo, eran las mejores esclavas.

- No, no entiendes Mañana.

Sigo con el tono sereno, algo que sumado a la dureza de las palabras debería preocupar más a Mañana.

- ¿Recuerdas que te advertí sobre ese idioma que usabas cuando llegue? - noto como su agarre se afloja según su cabeza vuelve atras en el tiempo - Te dije que te castigaría si lo volvía a oir ¿verdad? - Mañana empieza a recular arrastrándose, consciente de su fallo - Veo que lo recuerdas, así que lo usaste a sabiendas de estar contraríandome ¿me equivoco?

Un tímido y temeroso "Amo" es todo lo que sale de su labios. Por mi parte no puedo evitar divertirme por la trampa en la que la he metido sin que se diera cuenta, pero escondo mis sentimientos para seguir en tono frío que atemorice aún más a la niña mientras me acerco con pasos lentos que le acortan el espacio.

- Creo que soy un hombre justo Mañana, cuando has hecho alguien bien te he recompensado, pero cuando haces algo mal y encima conscientemente te mereces un castigo ¿no es así?

La fuerza de la lógica, capaz de derribar cualquier muro se enfrenta a una pequeña niña atemorizada, en verdad resulta algo divertido.

- ¿Entonces cómo debería castigarte? Podría azotarte, insultarte, encadenarte, violarte, podría invitar a los soldados del Grifo y prestarles mi látigo para que se entretuvieran...

Me rasco un momento la cabeza mientras se me ocurre una idea, algo que pueda hacerle sufrir sin dañarla y la solución se presenta sóla en unos instantes.

- Ya lo tengo - sonrío de un modo nada agradable y le ofrezco el látigo a la pequeña - Dijiste que odiabas a la pobre Rinoa ¿verdad? Me gustaría ver como la azotas, me gustaría comprobar lo mucho que odias a la única persona que puede comprender tu situación, a la única que te ha mostrado su compasión, a la única que se ha preocupado por tí y te ha atendido cuando has sido marcada.

Permanezco esperando la reacción tanto de Mañana como de Rinoa, sabiendo que la segunda me conoce lo suficientemente bien como para intentar nada y que la primera está lo suficientemente aterrada como para no hacerme caso, pero aún así añado un último punto, uno que seguro que le hará decidirse.

- Y espero que lo hagas bien Mañana. O tu ocuparás su lugar.

En honor a la verdad es preciso decir que Mañana quiso negarse. Que en su cabeza logró mirar a Girac y negarse y dejar que ella fuera azotada, o golpeada, o lo que fuese. Tal vez en la mente de la niña eso fuera lo que ocurrió.

Pero la realidad fue muy otra. Llorando amargamente, y sin atreverse a contrariar a Girac en una nueva ocasión, Mañana cogió el látigo con ambas manos, y miró a Rinoa. La niña no estaba acostumbrada a usar ese artilugio y era evidente que tampoco quería usarlo.

Rinoa por su parte miraba la escena con una mezcla de miedo y piedad. Mordiéndose el labio se giró y se apoyó en la pared, mientras se quitaba la parte superior de su ropa

Mañana te miró, como suplicando que le permitieras no hacer eso. Y cuando le devolviste la mirada fría, serena, supo que no podía esperar ninguna clemencia.

Y movió el látigo hacia Rinoa. Este cayó sobre la piel desnuda de Rinoa y a pesar de la poca fuerza de la niña, arrancó un grito a la esclava, que a su vez provocó que Mañana gritase, llorando, y se les escapase el látigo de las manos. Rápidamente lo recogió. Un enorme verdurón rojizo iba apareciendo en la espalda de Rinoa, que se apretaba contra la pared. Mañana te miró, preguntándote con la mirada si era suficiente

- ¿De verdad te parece suficiente?

Le pregunto sorprendido a Mañana en cuanto ella me mira, un simple verdugón no valdría como escarmio para que aprendiera a no volver a contariarme.

- ¿O quieres intercambiar lugares? Te aseguro que Rinoa no será tan compasiva, ella ya sabe de que soy capaz.

Quizás suene cruel, pero es la auténtica realidad por muy amarga que ésta sea y debe aprender a aceptarla tal y como és. Y cuanto antes lo haga, mejor.

Sollozando Mañana se las arregla para golpear en la piel de Rinoa por cuatro veces más. Al primer verdugón se le han sumado ahora nuevas líneas, algunas de ellas sangrantes. La niña no para de llorar, y Rinoa no está precisamente pasandolo bien

- Suficiente.

Decido una vez compruebo que los látigazos han hecho sangrar la piel. Era justo el castigo ideal para alguien que había desobedecido una orden directa.
Cojo a Mañana por la cabeza, al igual que si intentara empujar algo hacia abajo pero sin hacer fuerza más que para que mire y recuerde las heridas de Rinoa.

- La proxima vez, será tu espalda la que acabe así. Ahora ayudale a curarle esos latigazos y discúlpate por decirle que la odiabas.

Dejo de hacer presión después de ordenarle sus proximas tareas, le quito el látigo de las manos y empiezo a limpiarle la sangre tranquilamente sentado en mi silla.

- Y preparadme algo de comer.

Mañana llora amargamente y trata con cierta torpeza de consolar y curar a Rinoa.

Cruel, despiadado, sin corazón, monstruo...

Girac pensaba en todos los adjetivos que podría estar imaginando la pequeña mientras comía tranquilamente unas ciruelas secadas por el sol del verano en los camastros de cañas para que pudieran aguantar durante mucho más tiempo hasta ser degustadas. En ese estado resultaban bastante dulces, dado que la ausencia de agua en la fruta hacía aflorar todos los azúcares que permanecían ligeramente eclipsados cuando se encontraba fresca. Y era precisamente eso lo que más le atraía del fruto en aquel estado, lo dulce que resultaba.

Dulce... un adjetivo que nunca me daría.

Reconozco mientras las miro divertido gracias al entretenimiento que me he buscado y en seguida empiezan a florecer otra serie de adjetivos que la pequeña vería dificil de atribuirme.

Justo, astuto, eficiente...

La lista sigue al igual que la primera, pero está claro que para Mañana, esos adjetivos con los que podría calificarme dificilmente entrarían en los que usaría para describirme. Así que debería descubrirlos, y tan escondidos estaban a sus ojos que no sería fácil que los llegara a apreciar.

- Muy bien Mañana, nos vamos. Deja que Rinoa descanse un poco. - me levanto animado mientras me termino la ciruel - Dije que esta tarde te enseñaría lo que esa marca puede ofrecerte y soy un hombre de palabra.

Ignoro los sentimientos de las dos esclavas dado que no es un derecho que tengan y agarro mis pertenencias, látigo incluido, y espero a la niña junto a la puerta.