Partida Rol por web

DUODÉCIMO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: POR LA TARDE. - TIEMPO: SOL Y NUBES.

-¿Una jabalina? -dijo Ponzoña con un gesto de incomprensión-. Carece de sentido. La punta o se clavaría en el sobaco o en el suelo. De cualquiera de las dos formas no sería práctico, Rastrojo -en aquel punto, Tarado fue hasta él con un palo que, sin duda, serviría a la función reclamada-. Gracias, Hermano. Justo lo que necesitaba. Eres como la leona que entrega el hígado al macho -dijo con agradecimiento y satisfacción-. Buen trabajo, Tarado.

Se puso en pie, no sin dificultad, e hizo uso de la improvisada muleta, dando unos pasos cortos aquí y allá sin apoyar el pie herido. Sonrió de forma lupina. Sabía que no podía aportar gran cosa al grupo dado su estado, pero al menos los ralentizaría lo menos posible.

-Keropis. Ven un momento. Dame los dos cuchillos que hemos saqueado. No podré luchar cuerpo a cuerpo, pero los cuchillos, cuando menos, podré lanzarlos. No seré un león, pero sí el camaleón que caza a la distancia de su lengua.

Poco después, Grito y Dolor aparecían entre la espesura. Aguardó con paciencia a que dieran su informe.

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MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: POR LA TARDE. - TIEMPO: SOL Y NUBES.

Tarado ofreció el palo que había encontrado al lado de su sitio de descanso al Cabo. No entendió bien lo que significaba aquel ejemplo pero esperaba que no fuera un insulto. No le gustaba ser la hembra que daba al macho, tendría que investigar qué significaba. - De nada Cabo, tenga cuidado- comenta mientras vuelve a por sus objetos y mochila, pronto tendrían que ponerse en camino. 
No tardaron mucho en que volvieran sus exploradores, tarado apretó la mano que tenía la lanza agarrada debido a la tensión. Una nueva batalla de sangre y dolor se extendería por el bosque. Ambos grupos lo sabían y seguro que ninguno de ellos se iba a retirar antes de tiempo. 

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DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: POR LA TARDE. - TIEMPO: SOL Y NUBES.

Con un poco de agitación por haber acelerado el paso en los tramos finales del camino, llegamos junto con Grito al resto del equipo. Ballestero es el primero en vernos y descubro mi cabeza para que vea, en mi oscura calva, que claramente no soy uno de los pálidos Capas Rojas.

Avanzamos hasta donde se encuentra el Capitán y el Cabo. Recupero mi aliento antes de hablar al Cabo, pues es el superior directo y he creído entender que en la Compañía Negra, nunca se habla con los mandos más altos sin pasar por el superior inmediato. Me reporto siempre en posición de firme:

 - "Señor, Cabo, Señor."

Pero no soy yo el de mayor rango sino Grito, por lo que él debería ser quien presente el reporte de lo logrado en la avanzadilla. No le corresponde a un simple Recluta como yo atribuirme el derecho como si fuese el líder de la expedición, cuando soy completamente consciente de que no es mi derecho.

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DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: POR LA TARDE. - TIEMPO: SOL Y NUBES.

El camino de regreso acaba sin contratiempos, después de haber recorrido el camino hasta el poblado y haber vuelto, Grito confía en poder volver a llegar sin problemas.  La ballesta de su compañero es la primera en darles la bienvenida, la misión de reconocimiento había concluido al fin.

La mirada del infante buscó al cabo y al capitán inmediatamente, el parte sobre la misón no debía demorarse pues el tiempo corría y podía resultar esencial.

Capitán, cabo, el campamento se encuentra a poco menos de una hora de camino.  El poblado por llamarlo de alguna manera no es más que unas cuantas casas medioderruidas, a simple vista parece abandonado, pero pudimos comprobar que los capas rojas se encuentran allí refugiados y no parecían tener intención de marcharse, aunque no pudimos ver su número.

Grito, se agacho sobre una de sus rodillas para dibujar una especie de mapa utilizando algunas piedras y palos sobre el suelo.

Los edificios del norte y el del centro son los habitados, el del noreste es el que permite una mejor defensa, cuenta con algunos muros pequeños y desniveles naturales.  Tienen vigilancia en los caminos del norte y del sur, el oeste tiene menos vigilancía, ya que cualquier atacante estaría más expuerto por el terreno, por último al este se encuentra una zona de dificil acceso por lo que la vigilancía allí es casi nula.

Si llegamos a la caida del sol tendremos más opciones de llegar sin ser detectados, Dolor y yo pensamos que un ataque por el sur tendría más posibilidades al llevar la lucha a los edificios menos defendibles, además si un grupo principal ataca desde allí, quizá podriamos colar algunos guerreros por el oeste aprovechando  la distracción y flanquear al enemigo.

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-Buen trabajo -dijo Ponzoña tras escucharles en pie, apoyado sobre el palo que Tarado había encontrado para él-. Normal que Barril os tenga en tan buena consideración -añadió sincero-. Por lo que decís, la lucha va a ser en dos puntos concretos -miró al cielo-. Una hora de camino y es invierno. La noche se nos va a echar encima y probablemente haya oscurecido para cuando lleguemos, pero no tenemos opciones y quizá sea el mejor momento como decís, cuando con la puesta del sol la sombras se alargan. Pero sabemos que nos esperan y estarán alertas.

Se quedó pensativo un rato.

-Si se hace como decís, el grupo del oeste contará con la ventaja del contraluz del ocaso y será menos visible, pero no me agrada la idea de dividir el grupo en dos. Nuestro número es pequeño y dividir es debilitar. ¿Capitán?

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La tensión casi se podía cortar con un cuchillo hasta que Dolor dejó ver su tez morena al retirarse la capucha. Sabandija respiró aliviado a la vez que no entendía cómo era posible que no se hubieran deshecho de las Capas Rojas antes de aparecer por allí. Morir asaetado por tus propios Hermanos se le antojaba una de las peores muertes por sufrir. Con lo gafe que era él daba por seguro que eso le hubiera pasado. Cuando ya se hubieron aproximado, todos se mantuvieron expectantes para conocer el informe de Grito.

No pintaba nada bien, pero nada bien. Ya habían visto lo numerosos que eran los Capas Rojas y cómo dominaban el entorno. Ellos lo conocían bien y la Compañía, apenas pertrechada, no se acostumbraba aún al frío clima y la exuberante naturaleza. Si a eso le añadían que Ponzoña apenas podía caminar, pues por mucho que le llamaran cobarde y sabandija, no podía más que negar imperceptiblemente con la cabeza. Sí, les estarían esperando y ellos, ya lo sabía, irían de cabeza. No sería la primera vez. El dilema estaba ahora en su dividirse en dos grupos. Sus temerosos ojos se clavaron en Capitán.

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Grito asintió con gratitud a las palabras de Ponzoña

Quizá con dos o tres hombres sería suficiente para tener una ventaja por el flanco y no debilitar demasiado la fuerza principal pero si me lo permite señor, también veo otra posibilidad a valorar.  Podriamos avanzar hacía la entrada oeste que es la menos custodiada y esperar a que la noche sea profunda y descansen, con un poco de suerte los capas rojas pensarán que ya es tarde y que habremos acampado en algún lugar para atacar al alba.  

Se señalo la roja capa que aún portaba para seguir.

Estos trajes podrían volver a sernos utiles y acercar dos o tres hombres a la entrada oeste e intentar acabar con los guardias antes de que den la voz de alarma, de esa forma todo el grupo podría entrar y cogerles por sorpresa antes de que se den cuenta.  Aunque los centinelas nos descubrieran, tendriamos el factor de la anticipación.

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Ponzoña reflexionó unos segundos, en los que esperó a que el Capitán se pronunciara. Ante su silencio, sumido sin duda, en sus propias preocupaciones, asintió ante Grito.

-Me gusta. Creo que es una buena opción. Atacar por el lado oeste valiéndonos de la oscuridad, con una pequeña avanzadilla que acabe con los que estén de guardia. Sí. Nos acercaremos a la linde del bosque y haremos una pequeña distracción. Montar un falso campamento. Un par de fogatas que den a entender que estamos pernoctando allí -dijo a los allí presentes-. Algo alejadas del oeste. Hacia el norte, por ejemplo. La avanzadilla deberá estar formada por especializados en el cuerpo a cuerpo y especialmente sigilosos. Contamos con tres capas, así que seréis tres. Tú serás su cabecilla, Grito, por lo que dejo a tu elección a los otros dos miembros, aunque si no me equivoco, quizá optes por tus restantes compañeros de Infantería -afirmó con una sonrisa-. Sea. Pongámonos en movimiento. Hay que llegar, recoger leña y esperar a la noche. Mucho por hacer. Hermanos, es nuestra hora. Devolvámosles la piedra que nos han lanzado, estrellándosela en la cara.

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Grito asintió sin dudarlo, la misión  le pondría nuevamente en primera línea pero Grito no se arrugaba ante su destino.

La elección por su parte no cabía lugar a dudas tal y como había intuido el cabo.  La infantería era su familia y no confiaba en nadie como en ellos a la hora de jugarse el cuello.

La infantería está preparada señor.

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Rastrojo se rascó la nuca. Él también estaba de acuerdo con atacar por el este.

Uhm... Me llama la atención el edificio del noreste. Es el más entero-dijo, en base al dibujo de Grito-, y seguro que en él duermen muchos Capas Rojas, incluyendo el líder. Pero a la vez es una ratonera: si logramos tapar la puerta norte y la puerta sur de ese edificio con solo dos hombres, ganaremos la ventaja numérica en el resto del campamento.

En la primera oleada necesitaremos dos hombres rápidos y sanos que puedan ocupar el espacio bajo el dintel y aguantar ahí. La segunda oleada consistiría en dos hombres por la pared norte y el grueso por la pared sur, para cubrir las espaldas de nuestras "liebres" y empezar a limpiar el edificio central. La tercera oleada estaría formada por la infantería pesada, que tardaría unos segundos más en llegar por culpa de la armadura. En la tercera oleada, Campaña y Keropis sustituyen a las "liebres", que habrán aguantado un par de ataques con la guardia alta, defendiéndose bien, y las "liebres" se incorporarán al combate. Lo importante es aislar al líder del resto de los enemigos para que no pueda dar órdenes a las tropas del resto de edificios.

Pero qué sé yo de estrategia militar, solo soy un chamán...

Guardó silencio por si Grito les daba más información sobre ese edificio: techumbres de paja o madera que pudieran incendiar o ventanas por las que podrían intentar salir.

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Planes. Eso nunca había sido lo suyo, lo suyo era cargar de frente y a saco, o por el contrario acechar en la sombra y caer con sigilo sobre la presa. Era, claro, la naturaleza del jaguar asesino, y dejaba los planes para las cabezas pensantes.

Sin embargo escuchaba, ya que le iba la vida en ello. Y porque, además, no había garantía alguna de que las cabezas pensantes urdieran un plan ganador, el pasado lo dejaba bien claro.

Miraba el dibujo de Grito, y trazaba en su mente las distintas estrategias que se iban pronunciando, viendo ventajas e inconvenientes. Aunque no pensaba interferir en la decisión. 

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Tarado escuchó las ideas que estaban teniendo el resto de hombres y sobretodo la avanzadilla. El capitán sabía bien cómo eran sus hombres por lo que tarado no recordó sus habilidades ni añadió estrategias. Él estaba en la parte baja de la pirámide de la compañía por lo que haría lo mandado y listo. Aún así verse en la perspectiva de tenerse que hacerse pasar por uno de sus enemigos le habría gustado a cualquiera. Esa traición perfecta sería difícil de conseguir pero si surtiera efecto sería ideal. 

Tarado revisó las jabalinas para comprobar que no tuvieran daños y pudieran usarse sin problemas. Esperaría sus órdenes para cumplirlas, aunque no le hiciera gracia matar sin necesidad.

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Miró sorprendido al chamán. Eso no era un chamán, eso era un verdadero hijo de puta, pensó. Pero le gustaba. Le gustaba esa manera de pensar.

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-No es mal plan, Rastrojo, no es mal plan -dijo con una mirada oscura en sus ojos negros, mirando al chamán de forma enigmática-. Todo se verá cuando lleguemos. Mantén esa mente tuya predispuesta para ello y cuando tengamos constancia de la realidad de ese edificio, vuelve a plantearlo. Hermanos, es hora de ponerse en marcha. Grito, Dolor, Derviche, seréis la partida destinada a acabar con la guardia de la zona oeste. Usad vuestras capas como disfraz cuando hayáis acabado con ellos para que no os identifiquen. Pelagatos, si no me equivoco te quedaste con una de ellas. Dásela a Derviche. Todos, listos para partir. Deberemos acumular algo de leña para hacer un par de fogatas que simulen una zona de acampada, lo suficientemente lejos como para no sospechen, pero que evidencia nuestra suspuesta presencia. Cuando las fogatas estén preparadas, la Infantería partirá para llevar a cabo su misión. Minutos después y con las fogatas prendidas, marcharemos en pos de Grito y su grupo. El sigilo es fundamental a partir de ese momento. Grito, si no me equivoco, pediste un cuchillo. Keropis cuenta con dos que le he reclamado. Keropis, dale uno de tus cuchillos saqueados a Grito. El otro, dámelo a mí.

Miró a sus Hermanos y se sintió orgulloso.

-En marcha.

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Ningún plan se le antojaba suficientemente seguro, pero trataba de tranquilizarse pensando que no podía ser peor que la batalla en las Puerta de Galdan donde una inexpugnable fortaleza se les había puesto delante, mientras una horda de zombis les pisaban los talones.

Sobreviviste a Galdan, Sabandija.- Si, pero había caído dos veces, y su brazo tullido daba fe de ello, en otras tantas batallas de la Compañía. Ya se le había quedado la boca seca y los nervios hacían que jugueteara con su pelo demasiado para lo que cualquier K'Hlata consideraba que era apropiado en un hombre.

El plan de Rastrojo le parecía el mejor de todo, como no, pero no quería, por nada del mundo, ser el designado para entrar a hurtadillas y aguantar bloqueando la puerta hasta que los "rinocerontes" del grupo llegaran al rescate. No se creía capacitado para aguantar algo así. 

Se puso en marcha en cuanto Ponzoña dio la orden. Eso sí que podía hacerlo. Caminar y buscar algunas ramas para hacer una hoguera. Si se centraba en lo inmediato, quizá su mente se distrajera un poco de la ansiedad que la inminente batalla le provocaba.

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Capitán aún estaba dando vueltas a como arreglar la pierna de Ponzoña cuando los planes empezaron a fluir, incluyendo el de un quizás no-tan-falso chamán que le sorprendió gratamente. Aquello... Podría funcionar.

-Sea. Es arriesgado, pero probablemente es la jugada menos arriesgada que hemos realizado en meses. Buena suerte al grupo de avanzada... A todos, de hecho. Haced lo que sabéis y todo irá bien. 

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Comenzó el movimiento. Se aplicó a reunir leña, pero siempre vigilando de cuando en cuando, no fueran a recibir un ataque inesperado. Eso ralentizaba el proceso de la recogida, pero pensó que sería un mal menor.

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Asiento a las palabras de Grito indicando que desea que sea la infantería quien le acompañe pues yo también estoy seguro de que somos los más apropiados para este tipo de trabajos, en el que nos arriesgamos más allá de las líneas enemigas e intentamos tomar por sorpresa a los enemigos con un golpe fuerte y decisivo.

"Aunque no deja de ser irónico que esa sea la labor descrita para el pelotón de los Hostigadores. Infantería debería atacar de frente sin sigilo alguno, o eso se supone. Creo que la necesidad tiene cara de hereje."

Pero, en lo personal, me gusta lo que está sucediendo pues, a pesar del peligro, intentar cerrar la pinza por el oeste me parece mucho más entretenido que la alternativa y quizás pueda asesinar a un par antes de que llegue el resto del equipo. Eso sí sería una buena misión.

Me preparo para partir, tal como se indica, buscando madera que llevar para comenzar con las hogueras que servirán para distraer al enemigo.

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Ante las órdenes del Cabo, Tarado sale de la zona de vigilancia en la que estaba vigilando el perímetro y vuelve con la compañía. Por el camino debían encontrar algo de leña para que pudieran hacer humo y falsas hogueras. No importaría tanto que estuvieran algo verdes pues así podrían hacer más humo y ser más visibles. Por desgracia aquellos hombres de las capas rojas serían capaces de ver su trampa si tenían algo de cabeza. 

Aún así Tarado no opuso pegas, no era ni el mejor visto ni la voz que escucharía el Capitán así que no se molestó en añadir nada. Recogiendo leña y manteniendo la marcha el Camapamentero se alegró que no le pidiera hacer letrinas falsas pero no se habría sorprendido de haberlas tenido que hacer. 

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El plan de Rastrojo está bien pensado, desorientaria lo suficiente a los Capas rojas como para tomar una cierta ventaja sobre ellos.

Si se lleva a cabo el plan de Rastrojo, yo me presento voluntaria para taponar una de las puertas junto con alguien. Mi armadura es muy dura pero tambien ligera, puedo moverme con relativa velocidad y aprovechar esto para aguantar unas cuantas embestidas de los Capas Rojas.

Miró a Capitan y a Cabo Ponzoña, esperando ver si le daban alguna respuesta y luego comenzó a recoger leña de camino al campamento para montar la fogata.