Partida Rol por web

MAÑANA SIGUIENTE: SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Chamán Rojo escuchó al Cabo Barril algo incómodo. No, eso no iba a gustar, desde luego. Lanzó una mirada hacia Piojillo, esperando que le diera alguna señal o hablara él mismo. Mientras esperaba se cruzó de brazos,pensativo, observando con todo detalle el dinero que aportaba cada uno.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Keropis, que había estado plantado como una estatua cerca del Capitán mientras los improvisados exploradores narraban lo sucedido, respondió a su nominación como miembro de la nueva partida chocando su puño acorazado contra el pectoral de la armadura. Acto seguido, desapareció en el interior de su tienda de campaña para volver a salir casi de inmediato con un ligero petate colgado en bandolera. Ya se dirigía a la entrada del edificio en ruinas cuando el Cabo Barril ordenó que cada soldado de la compañía depositara sus objetos de valor en manos de Analista.

El ermitaño ladeo su cabeza como un cachorro sorprendido, tal y como Gusanito, el perro de Lombriz, solía hacer en las tierras del Triplete. Sobra decir que el efecto no era el mismo: el gesto que en el gracioso perrillo despertaba ternura, en el Guardián de los Muertos recordaba más al ademán de un ave rapaz que estudia imperturbable e impasible como un desprevenido ratón cruza la campiña. La mano del asceta se perdió en el flácido petate. Se acercó al lugar donde esperaba Analista, rebuscando en su hatillo.

—Ocho cobrrresss... —murmuró después de contar rápidamente las escasas monedas, que soltó sin ceremonias en la palma de la mano que extendía su antiguo jefe de pelotón.

Tras un instante de reflexión, bajó la mirada hacia el cordel que pendía de su cuello. De él colgaban tanto el emblema de la Duodécima que recibiera al jurar como una pequeña talla de madera donde podía reconocerse vagamente al propio Keropis.

—Nada másss de valorrr... A no serrr que quierrra también esssto... —comentó con su habitual tono hastiado, mientras señalaba con un gesto la diminuta figura que tallara para él Chamán Rojo tiempo atrás.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Las palabras del cabo fueron de nuevo agua helada sobre el cuerpo de Palomita. Se había presentado voluntaria y se la había ignorado, algo que no iba a consentir.

Cabo. Dispongo de una montura, Pelagatos me presta jerilfante. Creo qie esta desaprovechando la ventaja de caballería sobre ellos. Si tanto Pelagatos como yo acompañamos a la expedición con nuestras monturas contaremos con una fuerza ofensiva que quizá no sepan combatir, además de la velocidad que supone los jinetes para llevar noticias, tanto si estas son buenas como malas.

Esperó paciente la respuesta....bueno, paciente no, una rabia comenzaba a crepitar en su interior...

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POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Escucho lo que dicen, afirmando. Mi sugerencia de enviados ha sido aceptada, así que estoy contento.

Luego escucho al cabo Barril. No, su petición no va a gustar. Pero tiene toda la razón. Así pues me adelanto y me giro hacia los Campamenteros y la compañía en general.

Si morimos de frío, hambre, sed, ¿de qué nos servirán las riquezas? ¿Las posesiones materiales? No, confío en que Analista usará sabiamente los últimos recursos de la compañía.

Saco mi saquito de monedas, bastante vacío todo hay que decirlo, y lo entrego. 5 piezas de plata y 23 de cobre digo, entregando mi bolsa. Dentro hay las piezas de cobre, 4 piezas de plata y una de las monedas "malditas" de Ansia de Dominio.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Tarado estaba allí sin escuchar nada, su respiración se había vuelto entrecortada y se tambaleaba hacia los lados. Al poco alguien le dio unas hiervas, extendió las manos y vio a su compañero. - Gracias Frontera, lo recordaré.- Dicho esto les ordenaron bajar a los heridos al sótano y eso lo agradeció Tarado. Por fin iba a poder descansar sin tener que estar de pie atendiendo a las órdenes. Pero antes de ello recibieron una orden, entregar sus posesiones de dinero para tenerlas todas juntas.

No le hacía mucha gracia, cada uno se había ganado hasta su último penique con sangre y sudor, no sería una medida muy popular. Aún así no estaba en posición de quejarse y menos en su situación. Estaba herido tal vez no pensaba con propiedad no viendo da utilidad de tener todo el dinero en un sitio y poderlo perder. Sin poder hacer mucho más entregó su dinero a la mano que lo recogía y poco a poco comenzó a arrastrarse a paso lento hacia las escaleras que le llevaran al sótano. - Estaré tumbado y descansando, si alguien quiere que baje algo, lo intentaré. 

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POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Lombriz miró el saquito de hierbas que le dio Frontera y las olió. Era un olor dulzón que le trajo ciertas sensaciones a su mente, aunque no recordó el porqué. Se guardó las hierbas.

-Gracias Frontera- Comentó mientras volvía a olisquearlas. ¿Eran curativas? ¿Comestibles como para hacer sopa? ¿Quizás Frontera era una suerte de chamán? Porque los chamanes utilizaban hierbas, al igual que los brujos, pero su compañero no tenía pinta de ser uno de esos.

Acto seguido entregó sus míseras cinco piezas de cobre a aquel que llamaban 'El Analista', tras ello, se quedó pasmado delante de él, mirándolo, como petrificado igual que una estatua.

—¿Analista? ¿Qué es un Analista? Estos 'Oscurecidos' ponen nombres muy raros a la gente— Volvió a la realidad encogiendose de hombros y se marchó a su tienda de nuevo.

—A ver si es posible, si acaso y quieren estos, que pueda descansar de una vez—

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - CIELO GRIS

Ajeno a las malas nuevas, Rastrojo estaba en su tienda acabando de reorganizar su equipo. Con el montón de los descartes, descartes temporales si es que volvía con vida de la misión suicida a la que le habían mandado a morir, Rastrojo estimó oportuno añadir unas cuantas custodias mágicas.

Al cuervo le gustan las cosas brillantes,
al cuervo le gusta la pertenencia ajena.
Si alguien me toca mis pelotas gigantes
será maldecido por las almas en pena.

Aquel ladrón que robe a Rastrojo
terminará por mil años maldito:
jorobado, tuerto, manco y cojo,
y diarrea para que cague blandito.

Y una más, por si acaso...

Un intruso que entre a esta tienda
y mueva al menos un solo objeto
no tendrá sanador que le atienda
ni cuando se lo reviente tendrá jeto.

Salió de la tienda y dejó una doblez en la tela para comprobar cuando volviese si alguien había entrado en su ausencia. Casi estuvo por decirle a Sabandija que pusiera una de sus trampas, pero las losas del suelo de la iglesia no servían para disimular una cuerda. Se le abrieron los ojos de par en par cuando vio el espectáculo de la entrega del dinero.

¿Qué...? ¿Qué me he perdido?-preguntó así, en general-Supongo que estos soldados han debido hacer algo muy grave para que se les sancione requisando sus monedas.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - CIELO GRIS.

...Tres, cuatro, cinco, seis. Tras el puñado de piezas de cobre, Ballestero acababa de entregar la plata que tenía a Analista. Había ido a su tienda de nuevo para cargar comida. Luego de volver a cerrar su mochila, miró a Analista con sus ojos de reptil.

──Señor.

Junto a Analista, parecía un muñeco sin vida: delgado, fibroso, con un denso relleno de mala hostia. Los ojos sin brillo. La piel negra por completo, pero mate.

Estaba quieto como un lagarto tomando el sol, y si hubiera sol la imagen tendría sentido. Como no lo había, daba miedo verle. ¿Sería capaz de dejar que se formara escarcha sobre su calva?

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POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Cabo Barril mira a Rastrojo mientras agarra el pomo de su maza enfundada.

— No hay castigo en curso, Rastrojo. Agarra todas tus monedas y entrégaselas a Analista. Es una orden de Capitán para todos los miembros de la Compañía. Necesitamos tener con qué pagar nuestra supervivencia de ser necesario con los que habitan el pueblo. Si tienes objetos de valor, también hay que aportarlos. Y prepara tu equipo, vas en el segundo equipo de exploración. Viaja ligero con una o dos raciones. Esperamos lo mejor de ti. —

Aún no se había tenido que registrar a nadie. Seguro que Rastrojo era lo suficientemente inteligente para que no se tuviera que dar ejemplo con él. Después de todo podía ser uno de los siguientes Magos de la Compañía incluso.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - CIELO GRIS.

Las órdenes habían sido dadas, y eran claras... La voz del Cabo Barril había llegado hasta el último rincón y, si no, uno a otro la propagaba hasta que todos se hubiesen enterado. Cielo no perdió tiempo y, todavía pensando en cosas de su juventud, se presentó para entregar cuanto de valor poseía.

Sacó la bolsita, y entregó su contenido

-20 piezas de plata, y 10 de cobre.

Tras hacer la entrega, se dirigió en busca de Indómito. Había oído comentar que habían dado con... túmulos... y eso... le recordaba el territorio de su tribu; mejor dicho, le recordaba uno de los mayores peligros a los que se habían enfrentado desde los tiempos de sus antepasados.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - CIELO GRIS

A Romo le tocaba seguir en la iglesia recuperándose -no era para menos, no estaba en condiciones para salir en esa exploración- y entregar las pocas monedas que tuviera. A ninguno le gustaba entregar esas pertenencias, pero no quedaba más remedio. Se acercó hacia donde se encontraba el bote y dejó sus monedas a Analista:

9 de platas y 18 de cobre.

Tras esto, vuelve a su zona del campamento, para quitarse el equipo que lleva encima. En estos momentos no tenía sentido llevarlo puesto. 

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - CIELO GRIS

Le dio un vuelco al corazón. Rastrojo siempre fue del Pelotón del Puño Cerrado. No consumía las prostitutas del campamento, no bebía grog si no era invitado y lo único que compró a los Seguidores de Campamento (es decir, lo único que no heredó de su madre, de Mancillado, de Vieja Gloria o Falce) fue su tienda de campaña.

¿Las platas también o solo los cobres...? Aaaagh...

Desganado, caminó hacia Analista. Se le pasó por la mente saltar sobre uno de los caballos y salir huyendo. Liberador de las pobres monedas que veían con desesperación cómo iban a parar a las manos de un Oscuro. Sería un acto cívico, un código de honor le guiaba y justificaría esa reacción.

Mis monedas...-dijo con un fino hilo de voz, entregándolas a Analista.

Su piel había cambiado de mestizo bronceado a pálido blanquecino. Al principio no las soltó, forcejeando con el puño prieto. Cuando se dio cuenta de que era demasiado para él entregarlas todas juntas, comenzó a pasarlas a Analista de una en una.

No tengo comida-no tengo dinero, no tengo ganas de vivir-que llevar a la misión, Cabo Barril.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - CIELO GRIS.

Indómito comprobó superficialmente el estado de los cinco heridos que necesitarían limpiar sus heridas y descansar, para ello bien podría servir el botiquín que en esos momentos estaba usando Capitán. Pero no había mucho botiquín y para futuro era claro que necesitarían agua con la única fuente conocida del lago proveniente, para bien no pensaba tampoco que fuera dañina pues todos salieron de sus entrañas y algunos no habían enfermado. También el estado de Guepardo era muy delicado por lo que necesitaría vigilancia durante la noche y pensó que tanto Plumilla como Capitán poco podrían ayudar ya que necesitarían ambos antes el descanso con prioridad que él.

Tras las palabras de Barril bien pensaba para él que muchos oscuros eran unos completos corruptos y aquello de las piezas ahora bien podría ser un ejemplo de ello. Pero en el fondo confiaba en Barril y Capitán, también era cierto que en aquellas condiciones de diezmada agrupación la soldada individual poco le podría servir frente a la posibilidad de morir.

—Mi soldada 32 piezas de plata y 30 cobre. Siento que sea poco al ser soldado reciente —expresó en voz alta entregando a Analista la cantidad al comprobar que por delante de él parecían haber hecho lo mismo.

Sus palabras para el resto que le escucharán bien podrían sonar a broma, puesto que en ese momento exceptuando el mando Barril que por lógica percibía más soldada, la cantidad mencionada resultaba demostrar que se hallaba entre los más ricos de los allí presentes. Todo ello se debía seguramente a su pasado pues al sufrir desde tan niño, quizás tuvo que madurar rápido como para aprender por fuerza a ahorrar y no malgastar las piezas tan alegremente como hacían otros.

Trataría de estar presente en la reunión de infantería anunciada.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - CIELO GRIS.

Habiendo hecho entrega de su bolsa de hierbas a sus compañeros y recuperado su jabalina, Frontera ya se veía preparado para la misión y miraba de forma seria a Capitán y los Cabos, que deliberaban en privado.

Pronto el Cabo Barril reconfirmó su presencia en la nueva partida, y sonrió, pero la sonrisa le duró poco, pues les solicitaron a todos los Hermanos los ahorros que tuvieran. Tras la explicación, el Nubes Dispersas, gracias a que se encontraba totalmente sobrio, pudo comprender la necesidad que llevaba a aquella acción, pero aún así le preocupaba desprenderse de todo el dinero que había ido ahorrando con su soldada.

Cuando fue a entregar su dinero a Analista, se dio cuenta de no llevaba la bolsa en el cinto y se asustó, pero recordó que la había dejado en la tienda antes de partir. Aliviado, echó un trote hasta el sótano para recuperar la bolsa. Ya que estaba allí echó un largo trago de agua y volvió a dejar el odre, pues pesaba demasiado para cargarlo cómodamente en misión de combate y, si había poblaciones cerca, habría agua potable.

Cuando regresó al exterior, muchos ya habían entregado sus ahorros y Frontera se unió a la fila. Con Analista enfrente, le hizo entrega de su parte.

Depósito de Frontera, 53 monedas de plata y 25 de cobre -dijo sencillamente, para que Analista lo apuntara en sus notas.

Se percató de que era bastante, comparado sobre todo con lo que había visto entregar a sus compañeros de los Campamenteros, pero es que Frontera llevaba bastante tiempo ya en la Compañía y además no era de gastar mucho.

Viendo que lo de la entrega de monedas iba para largo, Frontera se escabulló hasta la letrina que habían construido sus compañeros durante la mañana, y echó una larga meada que le alivió bastante. Al regresar, recordando lo que había dicho el Cabo Barril, se vio en la necesidad de mendigar una ración de comida para el día, o se arriesgaría a desfallecer.

Amigos, ¿alguno tenéis alguna ración que podáis compartir? -preguntó en general, pero principalmente acercándose a sus compañeros Campamenteros.

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Cabo Barril fue observando como iban pasando por Analista diferentes miembros de la Compañía, entregando su mayor o menor soldada. Era un golpe duro y esperaba que fuera restituido tan pronto como fuera posible, más era un mal necesario. Pero aún quedaban bastantes, y Cabo Barril no abandonaba su posición. Por otro lado, había varios soldados que comentaban el no tener raciones en su haber.

— A los que no tengáis raciones, Analista estaba haciendo un cómputo del alimento disponible. Poneros a su disposición después de la entrega de la soldada. —

Después hizo un gesto a Pelagatos y Palomita para que se acercaran.

— No se qué mosca os ha picado, soldados. Las órdenes se dan una vez, luego se puede argumentar otra como mucho, pero ya. Si no se os ha nombrado, es suficiente para vosotros. Os voy a dar una explicación sin que sirva de precedente: No hay soldados enfermos en el pelotón de exploración. Si necesito mandar un mensaje urgente, Uro o Matador pueden ser tan rápidos como una montura si están sanos, así que vuestra labor es vigilar el perímetro y a vuestros Hermanos de armas que están heridos o enfermos más graves. Si tenéis alguna queja, se la podéis dar a vuestros Cabos, o a Analista para que tome nota por escrito. Punto fin, ¿estamos? —

El tono agrio de Cabo Barril no dejaba mucho margen para contradecirle, fuera aparte de que quedaba patente que cualquier enfermo en el grupo de exploración estaría por debajo de sus posibilidades, por lo tanto siendo un peligro para el resto de sus componentes y para el éxito de la misión. El orondo Oscuro no veía el tiempo de acabar con este asunto, reunirse con su Escuadra para darles las instrucciones pertinentes en su ausencia y partir de una vez.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Cuando tus manos tiemblan como las de un anciano, descubres que algunas de las tareas que se dan por fáciles se vuelven de lo más complejas. Si algo tan sencillo como deshacer un nudo pasa a ser trabajoso, la tarea de quitarse una armadura de cuero y colocarse otra aún más pesada en su lugar, resulta toda una proeza.

Lagrimita estaba angustiado, trataba en todo momento de recurrir a su entrenamiento de soldado. Mientras tanto, poco a poco,  fue completando a duras penas la selección del equipamiento que iba a llevarse a la misión. En su necesidad de alejarse de las miradas de todos y recobrar el control sobre su cuerpo y mente, no había caído en el detalle más fundamental; Presentarse voluntario. Pero, allí estaba su orondo primo para impedir aquel ofrecimiento con órdenes para él, se le había adelantado.

- Muy bien... Yo, yo... Creo que van a necesitar ese botiquín pero, pero... Preguntaré, a tus órdenes... -  Respondió visiblemente nervioso, más aún ante ese nombramiento, si algo había en ese momento que no deseara hacer, era precisamente eso. Entonces, creyó oportuno revelar el estado en el que se encontraba a Barril. Intentó ser breve, - confieso que no me siento bien, mis manos temblaron al intentar tratar a Guepardo, aún lo hacen, ¿Cómo está? - Se las mostró al mismo tiempo que preguntaba.

Tras esa breve charla, una vez totalmente pertrechado, se acercó hasta donde estaba Indómito para comprobar sus sospechas. En efecto, el botiquín sería requerido hasta la mañana, era de esperar. Solo quedaba presentarse ante Analista y depositar en su custodia las monedas que poseía en su correspondiente bolsita, aunque no sería lo único. - Saludos, aquí están mis monedas, veintiséis piezas de plata y cuarenta y ocho de cobre. - Entregarlas fue fácil, las circunstancias lo requerían. Sin embargo, tardó algo más en desprenderse de la daga enjoyada, le tenía visible aprecio.

Volvió ante la presencia de Barril para informarle, deberían partir sin el botiquín.

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Negando vehemente y con cara de malas pulgas Derviche se había colocado en la fila del expolio. Ya, sabía que la idea de Capitán y el cumplimiento taxativo de la orden por parte de Barril eran con la mejor de las intenciones. Pero se equivocaban. ¿Qué creían que ocurriría cuando trataran de "comprar" a los habitantes de la aldea a la que se dirigían, y de la que no sabían absolutamente nada...? Estaban mostrando a esa gente que tenían plata, que tenían bienes. ¿Un trueque? ¡Ni hablar! Sólo conseguirían avivar la codicia, conseguirían engaño en el mejor de los casos, muerte en el más probable.

Además, cómo no, la mano que iba a "recolectar" esas dádivas o lo que fueran, era la de Lengua Negra. Ella hubiera dado su dinero al Cabo, sin rechistar. Pero darlo al jodido oscuro era una puñalada trapera para la fanática. Por lo menos le quedaba algo que echarle en cara al maldito. 

Cuando le tocó el turno dio sus monedas, a regañadientes.

-Tres platas, y cuatro cobres. Nada más.

Pero añadió una coletilla con una sonrisa torcida, siguiendo las indicaciones recibidas.

-Y no tengo comida ni ración ninguna. ¿Vas a darme parte de lo que guardas para la tropa, Analista...?

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Analista alzó la mirada cuando fue requerido para la nueva misión, en calidad de negociador de la segunda expedición. No mostró sorpresa ni rechazo, aunque sí cierta curiosidad. Ante la siguiente petición de Barril, enarcó una ceja. Estaba exigiendo mucho de los soldados y le ponía en una situación comprometida. Más de uno pensaría que aquello sería en su propio beneficio, mentes débiles que no pensarían en la imposibilidad de usar sus platas y cobres en nada de aquel páramo. Era hora de empezar a hacer las cosas bien.

-Tal y como ha señalado el Cabo Barril, la Compañía necesita un esfuerzo por parte de todos. Del primero al último. Pero un esfuerzo no implica un sacrificio -aclaró-. Todo cuanto se aporte será devuelto en cuanto la Compañía vuelva a contar con efectivo. Por ello, anotaré cuanto se preste y quién lo ha prestado. Llegarán tiempos mejores en los que nuestras dotes como mercenarios nos permitirán saldar deudas.

Pluma y papel en mano fue anotando con rapidez.

Barril, noventa y seis platas y treinta y ocho cobres.

Caracabra, cincuenta y seis pieza de plata y trece de cobre.

Keropis, ocho cobres.

-No, no será necesario -le dijo.

Piojillo, 5 piezas de plata y 23 de cobre.

Tarado, ¿?

-Tarado, ¿podrías decir en voz alta qué es lo que aportas?

Lombriz, cinco piezas de cobre.

Ballestero, seis cobres.

Cielo, 20 piezas de plata, y 10 de cobre.

Romo, 9 platas y 18 cobres.

Rastrojo, ¿?

-Rastrojo, ¿podrías decir en voz alta lo que das? Y en cuanto a la comida, no te preocupes. Se te dará.

Indómito, 32 piezas de plata y 30 cobre.

Frontera, 53 monedas de plata y 25 de cobre.

Lagrimita, veintiséis piezas de plata y cuarenta y ocho de cobre y una daga enjoyada.

Derviche, tres platas, y cuatro cobres.

Alzó la mirada.

-¿Acaso dudas de la palabra de tu cabo, Derviche? -fue toda su respuesta a la petición de raciones.

Analista, 39 platas, tres cobres y una daga con pequeñas gemas.

Miró al frente. Tan solo quince de los miembros de la Compañía habían hecho amago de proporcionar sus platas. Miró a Barril y a Ponzoña para que mediaran en aquel incómodo tema.

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Ponzoña recogió la mirada de Analista y asintió con la cabeza.

-Hostigadores, moveos. No tenemos todo el día -dijo acercándose a Analista ante quien depositó sus monedas y diciendo en voz alta-, 86 platas, 37 cobres.

Miró en derredor y endureció su mirada.

-¿Acaso sois abejas celosas de su miel y dispuestas a morir clavando su aguijón si alguien trata de cogerla? Campaña, Dedos, Serpiente, Pelagatos, Khadesa, Uro acercaos y dejad ese metal que tanto pesa y no nos deja movernos con libertad. Rastrojo, ya has oído a Analista -dijo acercándose a Guepardo y a Matagatos-. ¿Qué tal está, Capitán? ¿Está consciente? Necesitamos su dinero también -dijo en referencia a su hostigador.