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SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Volvió a cerrar los ojos tras las conversaciones con varios de sus compañeros, parecía que muchos estaban bajando al calor de las hogueras. Los que faltaban se habrían ido de excursión o estarían de guardias. Al menos se libraba de estar al frío por las heridas, siempre habría que buscar algo positivo. - Lombriz, tienes varias raciones en el fuego, coge una si quieres. Las de queso eran las mías y aún están comestibles. - Añade con una pequeña mueca, no tenían más que queso curado y mojama. Esperaba poder comer algo más suculento pronto pues el escarabajo aún dejó regusto amargo en su boca y no era muy agradable. - Plumilla se va a enfadar si os ve moviéndoos con esas heridas. - Comenta mientras sigue tumbado procurando no agitar nada las heridas. 

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Preocupado estaba listo para hacer la primera guardia pero Grito decidió que se quedara descansando junto al fuego, así que bajó a la planta inferior y se sentó alrededor de la hoguera mientras observaba lo que sucedía allí. Puso especial interés en ver como se encontraba Plumilla, aunque había muchos enfermos ella no estaba en condiciones de cuidar a nadie más que si misma y le preocupaba que pudiera enfermar más.

-Plumilla, deberías descansar y reservar fuerzas para cuando te encuentres mejor. Yo puedo ayudar al Capitán y los sanadores hasta que empiece la siguiente guardia.

Al fin y al cabo aunque no estaba bien parecía tener mejor salud que ella y su importancia en aquellas circunstancias era menor. Así que se dispuso a echar una mano con los más enfermos.

-Capitán, dígame qué puedo hacer y le ayudaré.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Por fin partían. Y Capitán solo podía desearles la mejor de las suertes a todos ellos, pues ahora mismo era en sus manos en las que reposaba el destino de la Compañía.

-Las raciones al sótano, Reyezuelo, prefiero que la intemperie no las malogre... En cuanto a los turnos de guardia con los heridos, Plumilla, depende de como te sientas tú. Todo el descanso que pueda tener será bueno, pero cumpliré mi parte-replicó. Se veía capaz de dormir tres días del tirón, pero sabía que eso no iba a ser posible en absolutamente ninguna circunstancia, así que tendría que adaptarse a lo que hubiera. 

-¿Ayudar, Preocupado?-preguntó, sorprendido ante el ofrecimiento del infante-depende con qué quieras ayudar y cuales sean tus capacidades. 

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Reyezuelo asiente a las instrucciones del Capitán. - En seguida.

Al entregar su ración a la Pitonisa, se queda momentáneamente pensativo, pero descarta pronto lo que le cruzaba por la mente, para mirar al resto de los que les faltaban comida, si es que no se equivocaba. Organizar y contabilizar los víveres resultaba ser endemoniadamente más complicado de lo que había supuesto inicialmente. Esperaba no estarse equivocando en su conteo, ya que Analista no le había facilitado ninguna lista.

- Indómito, Preocupado, Piojillo, Pelagatos. - Nombra en un murmullo para sí a aquellos que no estaban propiamente heridos a los que no había visto comer, contando con que el capitán se habría ocupado de Lombriz, Caracabra, Tarado y Guepardo. - Espero no estarme dejando a nadie.

- Indómito ¿has comido algo ya? - Si la respuesta era una negativa, le tendería uno de los paquetes. Probablemente carne seca.

Entonces se gira a Lombriz - Aquí tienes - Desconocía si el Capitán le había dado ya o no, pero si él pedía no haría a un herido pasar hambre - Y tienen razón. No deberías andar. Vamos abajo.

A un hombro se carga las raciones restantes a su cargo. A juzgar por la expresión del herido, aquello tendría que estarle doliendo como mil demonios. La verdad era que él mismo ya había excedido el tiempo que había pensado estar fuera de un tirón y se moría de ganas de regresar un rato junto al fuego. 

Una vez allí, descubre la comida que alguien había ya dejado junto al fuego, a mano para quien pudiera necesitarlo. - Oh, veo que ya están cubiertos. Está bien - Mira directamente a Preocupado y a Piojillo, pero no les interrumpe. En su lugar, habla en general - Si alguien más le falta su ración, que me lo diga. - Aguarda un instante más, deja entonces la comida en un a parte junto a su tienda para que no interrumpiese el paso y poder tenerlo vigilado, y se sienta junto a los heridos para intentar aprovechar parte del calor de aquella agradable hoguera.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Indómito le respondió que no a Reyezuelo y cogió el paquete agradecido. Se fue a su mochila a guardarlo para desayunar mañana, era mejor esperar con hambre toda la noche pues los heridos mañana dependiendo como estuvieran también necesitarían comer.

La organización de Grito para su guardia en trinomio con él y Derviche ahora mismo en la tarde le pareció la mejor decisión, pues justo tendría menos frío fuera con algo de luz de atardecer,  empezando después la noche abajo con más calor junto a los heridos y en tercer turno descansar bien entrada la noche hasta el amanecer.

Como ya estaba vestido y armado se puso a ello, subiría arriba junto a ellos dos. Y una vez arriba lanza en mano y escudo embrazado en la otra.

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Se quedó pensativo y preocupado por la pregunta de Matagatos. En realidad no tenía muy claro lo que era capaz de hacer, simplemente a veces se sorprendía a si mismo haciendo algo que no esperaba y otras veces le pasaba al contrario, pero eso no podía impedirle colaborar.

-No tengo que hacer guardia hasta el siguiente turno y casi todos aquí estamos enfermos, algunos más. -Su mirada se desvió hacia Plumilla, que aunque tenía muy buena voluntad si seguía así solo podría empeorar y luego ¿Quien cuidaría de los enfermos?- Puedo ayudaros a traer agua y alimento a los enfermos, a mantener el fuego encendido para que el lugar siga caliente, a darles lo que necesiten, incluso creo que a vendar algunas heridas.

Eso era tan básico que pensaba que podía hacerlo sin problema, aunque le preocupaba no ser capaz de realizar las tareas y que Capitán y sus compañeros se enfadaran. Mientras hablaba con el mando la llegada de Reyezuelo llamó su atención y este le recordó que no había comido aún desde el día anterior.

-Gracias Reyezuelo, tomaré mi ración para no quedarme sin fuerzas. 

Si pretendía ayudar tendría que estar lo mejor posible y al menos comiendo recuperaría parte de la energía perdida.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Ponzoña vio partir al grupo de expedición no sin cierta envidia, aunque podía reconocer no estar en el mejor de los estados para acompañarles.

-A veces, el león debe dejar a sus cachorros que cacen por él -murmuró para sí. Había visto a Khadesa ofrecer su dinero y partir. Le preocupaba. Sabía que no estaba bien y que su mente, que el equilibrio y fuerza de su mente, pendían de un frágil hilo que podía romperse en cualquier momento y del que no habría vuelta atrás. Ahora mismo parecía querer refugiarse en su soledad, alejándose de él en lugar de buscar su compañía, y compartir la relativa tranquilidad de la que podían disfrutar en aquellos momentos.

Suspiró y se dedicó a caminar en busca de Grito y Piojillo.

-Grito, acompáñame -pidió al temporal segundo de Barril-. Quiero hablar contigo y con Piojillo. En ausencia de Barril, y aunque dejó algunas cosas ya medio organizadas me gustaría que hasta que regrese la partida expedicionaria, nos planteemos cómo hacer las cosas. Los Campamenteros tenían ciertas funciones pero creo que ya han sido cubiertas, tales como la recogida de madera y demás. Barril me dijo además que había establecido guardias pero que necesitabais a alguien.

Miró a los dos compañeros, esperando sus respuestas.

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Se dispuso a hacer la primera guardia, tal como Grito había determinado. Embrazó el escudo y empuñó su Cimitarra, no la pillarían desarmada si algo se acercaba al Templo. Además se mentalizó para asumir el riesgo que fuera, ayer hubo quien aseguró haber visto sombras extrañas, algo como espíritus o no-muertos. La noche probablemente fura peor, a ella le había tocado la guardia de tarde, pero nunca se sabía.

Hizo un gesto a Indómito, que ya estaba preparado. Vio que Grito era requerido por Ponzoña, él era el tercero de su trinomio, pero no le esperaría.

-Indómito, vamos. Empecemos nuestra ronda, Grito ya se nos unirá cuando hayan organizado todo esto. 

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Permanezco junto al fuego, tras una charla con quien está allí, cuando escucho a Ponzoña. La obligación me llama' chicos digo, levantándome.

Avanzo hacia el cabo hostigador y me presento ante él. Bien, ¿qué quería? Supongo que debemos organizar esto un poco, ¿no?

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-Sí -respondió Ponzoña-. Mis efectivos están mermados. Son pocos los que permanecen en este campamento y menos aún los capacitados para hacer algo. Sin embargo, Barril me pidió a un hostigador para completar las guardias de la Infantería. Dedos es prácticamente la única persona que puedo cederte, Grito. Pero hay otras labores. Está la montura de Analista, Dante, y las mulas de Khadesa. Además, quisiera saber si contamos con suficiente leña y el estado de las letrinas. No hace falta gran cosa. Una zanja y poco más y Rastrojo ya estuvo empleándose en ello igual que un topo escarba buscando lombrices -una sonrisa cínica se dibujó en su cara-. Y deberemos estar pendientes de la llegada de Pelagatos y Palomita. Creo recordar que Khadesa ofreció una vasija de barro para hervir en ella elagua que lleguen a traer.

Miró a los dos guerreros, esperando aportaciones suyas yq ue comentaran potenciales necesidades.

-Hay que quitar peso de los hombros de Capitán. Bastante tiene.

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Plumilla se había sentado junto a la hoguera, tapada otra vez con la manta. Estaba colocada de forma que pudiera no perder de vista a ninguno de los heridos, sobretodo el que estaba inconsciente. Frunció el ceño ante el ir y venir en el sótano, - los que estéis heridos por favor, descansar y reposar. Os haréis flaco favor si por no reposar se os reabren las heridas o se os infectan. - Inspiró hondo y tapó con la mano una tirada de tos que la hizo estremecerse.

- En cuando tengamos algo de agua, y si puede ser hirviendo… - volvió a inspirar lentamente, costándole respirar, - Se deberían lavar las heridas que habéis sufrido aunque no sean graves. - se mordió el labio con temor. Recordaba como si fuera ayer o, a veces, como si fuera años atrás, los cataplasmas y empastes e infusiones que usaban para reducir la posibilidad de infección… lo iban a necesitar, y rápido, al ritmo en que se había llenado ese sótano medio tienda de heridos improvisada.

Al ver aparecer al Capitán, se levantó y se acercó a él, - Capitán, Si nos turnamos para descansar y dormir podremos vigilar a los heridos… algunos de los presentes han ayudado a veces en la tienda de heridos, pueden cofcofcof – tosió de repente y pareció que se iba a ahogar durante unos segundos, pero consiguió recuperarse, cerrando los ojos e inspirando hondo varias veces, - lo siento Capitán, ojala mi salud fuera mejor para ser de mayor ayuda. Pero sé que entre todos podremos ayudarnos y descansar a la vez. - dijo, recordando que varios ya se habían ofrecido para ayudar con los heridos. - Solo nos tenemos que asegurar que alguien que sepa como tratar las heridas esté despierto y haya una o dos personas más que estén ojo avizor a los heridos, atentos a cualquier cambio para avisar. - Al darse cuenta de sus palabras hacia el Capitán se sonrojó de cabeza a pies y murmuró una disculpa.

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Lombriz, incapaz de dormir gracias al ruido montado por todo el mundo, estaba arrebujado en su manta, justo a la entrada de la tienda, cuando escuchó al cabo Ponzoña y a Plumilla. Poco a poco se iba quedando con los nombres de todos.

-'Plumita'- Comenzó equivocado -No se si tienes marido o algo por el estilo, pero si al final tenemos agua limpia y caliente para lavar las heridas, no se si te han informado de que yo recibí un mordisco en...Bueno, en el gusano negro, así que puedo limpiármelo yo solo, no quiero pelear con un esposo celoso-

No quería malentendidos estúpidos, sobre todo si de lo que se trataba era de enseñar su paquete en público a una muchacha enferma.

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Tras organizar los turnos de guardia de la infantería Grito fue requerido por el cabo Ponzoña, el momento era perfecto pues tenía pendiente hablar sobre el segundo trinomio de guardias y la participación de uno de sus hombres.

Grito asintió cuando el cabo ofreció a Dedos para aquel cometido, soy consciente de la falta de hombres con la nueva partida de exploración, estoy seguro de que Dedos será suficiente cabo.

La conversación fue más allá revisando el conjunto de tareas.

Si me permiten, en mi opinión deberíamos prepararnos para la oscuridad en el caso de que la partida se retrase.  Sólo hay una cosa peor que una posición este debilitada y es parecerlo.

Estas no son nuestras tierras y el enemigo podría estar observando, esperando el momento para atacar.  Somos pocos y el perímetro extenso.

Podríamos apostar falsos centinelas en puntos estratégicos, con algunas ropas, cascos y algo de follaje cuando la luz baje un poco, el lugar podría parecer más protegido ante ojos extraños.

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Aunque las heridas de Caracabra no eran las más graves, tampoco eran desdeñables. Afectado por las mismas, el deforme guerrero, tras dejar las raciones de comida en el sótano, junto a las restantes, dio buena cuenta de la única ración que había dejado para sí, tratando de descansar. Sin embargo estaba... inquieto. Tras apenas una hora se puso en pie y se acercó a Ponzoña

- He dejado las raciones abajo, con las demás- explicó- ¿Hay algo que tenga que hacer o descanso, cabo Ponzoña?

Se le hacía raro llamarlo así, la verdad. Y alternaba las veces que lo hacía con las que no.

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Escucho lo que los dos hombres dicen, atento. Entonces afirmo.

Pedí a Pelagatos y Palomita que explicaran a Reyezuelo como cuidar de los animales. Esperemos que vuelvan pronto, pero hasta entonces tendré que hacerlo yo.

La última vez que vi las letrinas estaban aún en buenas condiciones.

Madera tenemos hasta mañana, más o menos.

Y los falsos guardias no serán necesario. Dudo que nadie se vaya a acercar estando las sombras esas.

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Preocupado permanecía atento a la respuesta del Capitán cuando Plumilla intervino, le parecieron bien sus palabras solo que le preocupaba que ella misma no se las aplicara e hiciera demasiado esfuerzo.

-Es un buena idea Plumilla. ¿Verdad Capitán? Yo puedo vigilar a los enfermos hasta mi guardia y después alguno de vosotros puede relevarme, es importante que descanséis pues sin vosotros todos empeoraríamos y eso me preocupa.

Entonces apareció por allí el campamentero Lombriz y dijo algo que le preocupó, algo sobre un gusano, a saber lo que quería decir aquel hombre, pero si era lo que se imaginaba... Se acercó a él para ayudarle con su problema.

-Es Plumilla, así se llama. Pero me preocupa mucho tu problema y seguro que Plumilla estaría encantada de tratarte, yo no me opongo. Pero es mejor que te mire el Capitán, él sabe más de estas cosas, ya ves lo bien que dejó a Guepardo, no te preocupes, todo saldrá bien. ¡Capitán! Lombriz tiene un pequeño problema que nos preocupa, es mejor que se lo mire.

Amablemente ayudó a Lombriz a llegar cerca del Capitán, no quería que su jefe hiciera esfuerzos innecesarios. 

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En medio de la informal reunión, Caracabra hizo acto de presencia, solicitando órdenes.

-Prefiero que descanses, hermano -le dijo Ponzoña-. De momento nos valemos entre los que permanecimos aquí. Recupérate de tus heridas. Pero antes de marchar, ¿sabes cuidar monturas? De ser así, podrías echar una mano a Piojillo cuando este necesite ayuda.

Se volvió hacia Grito y Piojillo.

-Hermanos, si las letrinas están en condiciones y hay suficiente madera, deberíamos prepararnos para partir por si acaso la expedición regresa a tiempo como para no necesitar pernoctar en este agujero verde. Aunque lo dudo viendo la hora que es. Quizá deberíamos tenerlo en cuenta para hacerlo mañana a primera hora tan pronto nos pongamos en activo. En ese caso, deberíamos meter en el carro de Khadesa los equipos de los ausentes y de aquellos que estén en peor estado. Cuanto más, mejor. Grito, si los Campamenteros están libres de responsabilidades, quizá podríamos relajar las guardias, hacerlas más cortas. ¿Te parece bien, Piojillo, que dispongamos de tus soldados? -dijo Ponzoña-. Respecto a los falsos guardias, coincido con Piojillo. No lo veo necesario y dudo que llegaran a ser efectivos.

Guardó silencio un instante, pensativo.

-Hablaré con el Capitán. Serpiente hizo ayer un sacrificio de sangre que supuestamente nos salvaguardó -hizo una señal contra el mal de ojo. Toda mención a la magia le provocaba un atávico rechazo-. Deberíamos saber qué ocurrirá cuando el sol se ponga si debemos hacer noche una vez más.

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-Si te ves capaz, Preocupado, algo de ayuda a la hora de vigilar a los heridos no nos vendrá mal-replicó el oscuro. De ser así, el panorama mejoraba, aunque fuera levemente. En aquellos momentos, cada minuto de sueño que pudiera arañar contaba, y con cada nueva noticia o acontecimiento no hacían más que disminuir. 

-No te preocupes Plumilla, soy plenamente consciente de que ninguno de nosotros está plenamente operativo-añadió, con una débil y cansada sonrisa-pero saldremos adelante.

Ante la petición de revisar a Lombriz, no pudo más que asentir. Seguía siendo su deber atender a los heridos, fuera cual fuera la herida. 

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 Un hondo suspiro se escapa de los labios de Reyezuelo, mientras prestaba atención sin mirar a la conversación cercana entre lo que quedaba de los mandos. ¿A qué tanta prisa por sobrecargar de trabajo a gente enferma, tullida o herida? Pero no se podía decir que el resto de la compañía estuviese mejor.

El agua estaba a muy poca distancia a pie, y sería aún menos a caballo, por lo que estaba seguro que el descanso del que disfrutaba en aquel momento duraría poco. - O puede que aún menos - Se fija en los alimentos que dejaba ahora Caracabra frente a todos. Tarde, pero descubrirlo mejoraba un poco las perspectivas.

- Está bien, Caracabra. Ya me encargo de esto - Entre las de él y las que alguien había dejado junto al fuego antes de bajar él hacían... - Demonios, otra vez me he perdido en las cuentas. 

Reyezuelo va hacia su mochila brevemente y usando su cuchillo corta en torno a un palmo de su cuerda de seda. Un nuevo nudo en el cabo largo bastaría para evitar que se deshilachara. Deja todo en su sitio mientras deshilacha parte de los hilos trenzados que ahora tiene en la mano, y tras un repaso a los montones que él mismo había amontonado, comienza a hacer nuevos nudos, aparentemente sin ningún propósito. 

Regresa junto a su posición cercana al fuego, retomando la conversación tranquila con sus compañeros mientras prosigue anudando y desanudando. 

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Asintió a las palabras de Capitán y se dispuso a ponerlas en práctica, aunque antes le preocupaba lo que le pasaba a Lombriz.

-No hay problema, yo vigilaré ahora mientras descansáis. ¿Es muy grave lo que le pasa a Lombriz?

Desde su posición no alcanzaba a ver demasiado y tampoco quería molestar al Capitán mientras examinaba a su paciente, así que mientras tanto miró a su alrededor a ver si todos los enfermos estaban atendidos.

-¿Alguien necesita algo? Me preocupa que no os recuperéis bien. Agua, una manta, algo de comida...

Comida no había mucha, eso también era preocupante, pero al menos suficiente para una jornada, si los buenos espíritus les ayudaban el grupo que había salido volvería con más comida, aunque le preocupaba que no volvieran o que regresaran con las manos vacías o heridos.