Partida Rol por web

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Lombriz enarcó una ceja al escuchar a Preocupado, y sus palabras si que preocuparon al campamentero.

-Hmm- Comentó totalmente contrariado. Se llevó una mano al miembro y dio un par de pasos hacia atrás.

-Preferiría seguir manteniendo mi polla en su sitio, compañero, creo que con un poco de agua puedo limpiarme yo solo, la primera asistencia fue buena, creo que con un poco de mantenimiento y descanso, la cosa remontará por su propio pie-

Giró la cabeza hacia Capitán.

-No se preocupe, señor líder Capitán, no hace falta que me trastee en el paquete, me lo iré mirando yo mismo, y si veo que va mal la cosa, le llamaré si no es molestia-

Cuando se dispuso a marcharse, recordó otras palabras de Preocupado, y no pudo contenerse al desentrañar lo que para él era un significado oculto.

-¿Plumilla es tu esposa? ¿Por eso te has ofendido y quieres que me quede sin miembro? Eso no se hace-

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

La actitud de Lombriz le preocupaba y no deseaba que pudiera pasarle algo por ser imprudente, también que pensara que aquello era por el simple hecho de hablarle a Plumilla.

-Me preocupa que pueda pasarte algo grave Lombriz. El Capitán es buen sanador y no hará nada que no tenga que hacer, debes ser más confiado. Quizás una cura a tiempo haga salir a los malos espíritus de tu cuerpo y evite males mayores. Hace años en mi tribu los malos espíritus se metieron por la herida de un hombre, era un buen guerrero, fuerte y decidido y en vez de acudir a nuestro chamán pensó que podría vencer él solo a los malos espíritus, al final se marchitó y acabó muriendo. No quiero que te pase lo mismo.

Preocupado miró al Capitán, al fin y al cabo él era el que debía decidir sobre aquel asunto pues quizás pudiera resultar algo más grave o incluso Lombriz podía pasar los malos espíritus al resto de miembros de la Compañía Negra y dejarlos aún peor de lo que estaban. Confiaba en la experiencia del sanador para saber llevar aquel asunto. La última pregunta de Lombriz le preocupaba, porque aunque sabía que amaba a Plumilla no recordaba si habían realizado los ritos de casamiento tribales, últimamente su memoria le jugaba malas pasadas. Miró a la pequeña K'Hlata esperando no meter la pata en ese asunto.

-Me preocupa que pienses eso. No recuerdo si Plumilla es mi esposa. -Admitió.- Pero la quiero y creo que ella a mi también. -Al menos era así como lo recordaba.- ¿Porqué me iba a ofender? Se que ella debe cuidar de cualquier miembro de la Compañía Negra, eso me alegra porque se que se preocupa por todos y es buena sanadora también. Lo que de verdad me preocupa es que por ser descuidado puedas quedarte sin miembro y ahora mismo Plumilla está muy enferma y el Capitán tiene más experiencia. -No lo dijo en voz alta pero le preocupaba que pudiera pasarle como a Guepardo, que aunque había sido para salvarle la vida el quedarse sin sus partes parecía haberle cambiado.- Eso es todo Lombriz, cuando Plumilla descanse y se recupere estoy seguro que se preocupará por tus heridas, al igual que el Capitán.

Esperaba que el malentendido estuviera aclarado y que pronto tanto Plumilla como Matagatos pudieran descansar y se recuperaran, de no ser así podían quedarse sin sanadores y eso si que sería preocupante.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Al parecer no sería necesario defender el campamento, Grito esperaba que tuvieran razón, pues sin duda no estaban preparados para repeler un ataque.  Grito había repartido las guardias entre la infantería y así seguirían, al menos hasta que los campamenteros acabaran el resto de sus tareas y quedaran más liberados como Ponzoña había sugerido.

La moral de la compañía estaba baja, aquel lugar sombrio, el frío pesaban sobre los corazones ya maltrechos de por si.  Esperemos que la partida traiga algo de comer y buenas noticias, las cosas se ven de diferente forma con el estómago lleno.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Miro a Grito y afirmo. Ojalá regresen con buenas noticias. Luego me quedo pensando.

Hay algunos de mis hombres que, aunque no quieran reconocerlo, están muy mal. No sé quién podría ayudar. Con Lombriz y Tarado heridos y con Plumilla y Reyezuelo que apenas se mantienen de pie, casi solo quedamos Sabandija y yo mismo.

Y aún hay que cuidar los caballos.

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Plumilla se quedó sin palabras ante la mención de donde tenía Lombriz la herida, - ¿Cómo… como llegó tan cerca para… que ocurriera? - preguntó, bastante más estupefacta que avergonzada. Como sanadora sabía que no debía dejar que el lugar de la herida le impidiera ayudar a quien lo necesitara, pero así en frío, le costaba entender como había ocurrido y que tipo de herida podría ser.

Sonrió dulce hacia Preocupado, siempre estaba allí preocupándose por todos y por ella, - No llegamos a hacer los ritos, Preocupado – sonrió tristemente, respondiendo a la duda del joven, esperaba que su problema de memoria fuera mejorando poco a poco - Los últimos meses fueron demasiado caóticos para ello.

- Lombriz, sobretodo es importante que no te calles si el dolor es punzante o si la herida vuelve a sangrar – respondió al soldado, - Si crees que puedes limpiar tu la herida, en cuando haya agua hirviendo, hazlo. Una herida tan delicada como la tuya podría convertirse en un problema para tu salud.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Sabandija escuchaba por allí, siempre inadvertido para los demás, silencioso y cabizbajo. Estaba muy triste como para preocuparse de los quehaceres de los Campamenteros y además aún seguía con tiritonas por todo el cuerpo a causa del frío. El caso es que el problema de Lombriz, que podía afectar a su Hermana de Capa, le hizo estirar el cuello para dirigirse a su amigo.

- Lombriz, yo mismo puedo ayudarte a lavarte.- Dijo sin pensar que podía sonar mal que metiera sus manos en el gusanito de Lombriz. Habían compartido hierba de la risa así que había confianza y además tenía manos delicadas y diestras. Para Plumilla sería una deshonra hacerlo y quedaría mancillada su reputación ante los demás si así lo hiciera. La verdad es que le molestaba que, sabiendo que era su Hermana de Capa, le preguntaran a Preocupado, como si tuviera algún poder de decisión sobre ella.

- Sobre todo no pienses en mujeres.- Susurró a su amigo antes de alejarse. Cuando Sabandija recordaba a Sierra, abierta de piernas o con esos dos pechos enormes que desafiaban a la gravedad, no podía evitar que su entrepierna se pusiera dura. Si eso le pasaba a Lombriz podía desangrarse o dolerle demasiado. Otra razón para que la bella Plumilla no metiera sus manos allí dentro. El contacto también era excitante.

Sumido en sus pensamientos se topó con Reyezuelo, que parecía juguetear con una cuerda. Sin embargo, Sabandija, de la misma tribu de origen que el noble de los Tres Castores, reconoció enseguida lo que hacía.

- No...no es una tontería...- Le espetó a Caracabra, inconsciente él, tan deprimido como estaba que ni pensaba en las consecuencias de sus palabras o sus actos. Tomó la cuerda que manipulaba Reyezuelo entre sus manos.- Si quieres te ayudo.- Sabandija estaba acostumbrado a hacer trenzas, tanto para peinarse, a él o a Plumilla, como para hacer cuerdas para las trampas.- Sólo dime cuántos nudos quieres.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

No podía aportar demasiado en la conversación entre Preocupado, Plumilla y Piojillo, aunque tenía que admitir que tenía algo de cómico tanto ir y venir de la preocupación a la vergüenza ante la posibilidad de que alguien examinase ciertas heridas en lugares sensibles. Al menos Reyezuelo tuvo la decencia de no reírse.

Más, cuando el pinchazo de algo dicho por Piojillo le obligó a cerrar los ojos y calmarse. - ¿Que apenas me tengo en pie? Eres tú quien apenas se ha recuperado de estar a las puertas de la muerte. Él debería... y ahora soy yo el que parezco una vieja - Estaba tan distraído que casi ni cae en la cuenta de que Caracabra, al que en otro tiempo consideró la mejor representación física de la dignidad de los Caimanes Negros, le estaba hablando. 

Al menos no cuestiona que se colocase toda la comida junta. - Caracabra, el Capitán cogió una ración para ti también - Le señala - Si no la ves dímelo y te doy otra. Estás herido y no vas a pasar hambre - Afirma categóricamente. Ya se preocuparía al día siguiente sobre el cómo cumplir con aquello. El mismo Reyezuelo no había probado aún bocado desde el desayuno incómodo de tripas de escarabajo, pero no comería hasta asegurarse de que todos los demás lo hubiesen hecho, por la cuenta que le traía.

Al escuchar la pregunta sobre los nudos parpadeó por un instante, como si no entendiera, momento en el que Sabandija, más hábil que él, lo tomó de sus manos. Ni se había dado cuenta de que estuviese tan cerca, y se queda mirándolo unos instantes. ¿Debería cortarle las manos o sencillamente humillarlo públicamente por la osadía? Pero ese momento no llega, y en su lugar el gesto de Reyezuelo de ablanda - Me has hecho recordar algo. - Señala dos puntos de la cuerda in dar más detalles, como simulando dos tajadas. - Dos. Seis - Coge uno de los hilos, separándolo un poco del montón principal, y añade señalando una altura media - Dos - Y nuevamente otro hilo diferente, esta vez señala el extremo - Dos... no, tres. Si Caracabra come, dos. - Y añade un hilo más. Dos alturas, nuevos cortes - Tres. Cuatro.

Le deja hacer, sin más instrucciones. Entonces cae en la cuenta de que aún no le había dicho nada al retorcido infeliz de Caracabra. - ¿Has visto? - Como si la breve demostración bastase para entenderlo - Recordar es importante. No todos en la tribu conocen esta técnica. Me dijeron... - Carraspea antes de regalar un alago encubierto. - que solo los más dignos o los más hábiles aprendían en nuestra tribu a usarlo. 

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Al final estaban montando un espectáculo enorme, por una nimiedad, todos hablando de su miembro, como si fuera algo de lo que pudiesen disponer o sobre lo que decidir más incluso que Lombriz, dueño y señor absoluto de su gusano negro.

-Plumilla es la que sabe y ha hablado, me limpiaré yo solo- Miró a la sanadora -Gracias por los consejos, no tienes que preocuparte, es como cualquier herida, en frío duele más, pero no para preocuparse- Miraba de reojo a Preocupado, al cual le dedicó también unas palabras -Tranquilo, tu señora no tendrá que enredar en cosas mías que no debe, y tu y yo no tendremos pelear por ello, no te preocupes-

Se giró para contestar a Sabandija, y por ende al resto que quisiera opinar algo al respecto -No, nadie va a meter la mano en mi polla, a no ser que tenga mala pinta de verdad, creo que ya está bien de hablar de este tema, no creí que fuera a ser algo que cogiera popularidad tan rápido-

Por último, buscó a Reyezuelo -Reyezuelo, con tanta discusión se me ha olvidado si me has dado comida, ¿Puedo coger o ya lo hice?- Lo dijo de verdad, con el ceño fruncido.

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Palomita y Pelagatos aparecen con varios odres cargados de agua. Por su aspecto parece que no han tenido mayores problemas y ahora la compañia tenia algo mas de agua con lo que curar a los enfermos.

Desciende de su montura y descarga los odres de su montura en un montón ordenado, dejando a Jerilfante aun con las bridas y la silla de montar. El caballo camina unos pasos olisqueando el lugar y mordisquea un pequeño grupo de hierbas en una de las paredes.

Señor - dijo dirigiendose a Capitan - No nos hemos encontrado con ningún problema. Las monturas han estirado las patas y hemos llenado todos los odres que nos llevamos. Tanto Jerilfante como Orgullo bebieron del agua sin problema, lo cual sugiere que el agua es potable, no obstante, como Pelagatos sugirió, seria recomendable hervirla para asegurarnos.
No hemos encontrado ningun tipo de caza, no somos los mas preparados para ello. Yo recomendaria vaciar los odres en otros contenedores, tales como ollas o similar y volver a llenarlos. Aun es de dia y tenemos varias heridas que limpiar, sería una buena forma de tener algo de agua acumulado por si acaso. Si la compañia puede permitirselo, asignadnos un par de buenos cazadores y aprovecharemos el viaje a ver si encontramos algo de carne para poder traer a estas ruinas

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Tardo escucha sonriendo aquella conversación sobre la polla de Lombriz, había cogido ya un carácter jocoso si no fuera porque podría llevar a una pelea entre dos de la compañía. - Creo que debéis dejar la polla de Lombriz en paz, si le acaba doliendo ya se encargarán de revisarla las mujeres del campamento, no creo que sea zona de otros hombres. Los chamanes no suelen aconsejar que ciertas partes las toquen gentes iguales y menos si no son de la misma familia. - Comenta mientras está tumbado, aquellas conversaciones les habían animado a los heridos que a falta de otras interesantes faenas hablar de pollas siempre levantaba el ánimo. Sobretodo si no era la tuya la que querían cortar o mirar. 

- No se quien había pedido cuerda, pero si necesitas yo tengo una poca.- Comenta al aire pues no sabía a qué voz había pertenecido el comentario sobre la cuerda.

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Al parecer, Lombriz no estaba dispuesto a ser atendido, lo que hizo que Capitán frunciera el ceño y torciera el gesto.

-Muy bien, como tu quieras. Espero que no haya lloros después-replicó. No iba a perder más tiempo con quien no deseaba nada, tiempo valioso que emplear en otros más heridos o en reponer sus muy mermadas fuerzas. Fue en esos momentos cuando volvieron ambos jinetes. Sanos, salvos y con agua. Aquello logró alejar los nubarrones de la mente del oscuro, que acudió a recibirlos y escuchó lo que tenían que decir.

-No creo que debamos hacer más salidas por el momento. Me basta con ver que lo habéis logrado sin contratiempos. Gracias a ambos, y descansad.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Sabandija iba a replicar a Lombriz que podían buscar a alguna de las putas, como Elefanta, si con ellas se sentía un poco más cómodo, pero luego cayó en la cuenta de que ya no estaban con ellos. Otra dolorosa punzada en el alma para el pequeño K'Hlata. Ni Sierra, ni Elefanta. Ya no quedaban mujeres grandes con las que compartir el lecho. Además, Tarado tenía razón. ¡Menuda complicación era tener una herida en esas partes! Seguro que Rastrojo sabía qué hacer.

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Lagrimita no estaba segura de como se sentia, porque lo cierto es que la habia gustado el desconectar de la cruda realidad durante el viaje pero estaba más cansada de lo que se atrevía a confesar.

Con un gesto de respeto hacia Capitan, se dirigió hacia el lugar donde dejaban a las monturas y procedió poco a poco a quitar la silla, la manta y los enseres de Jerilfante, para luego acariciar al animal y ofrecerle de forma distraida algo de hierba de los alrededores.
Espero que mañana podamos volver a salir - dijo dirigiendose tanto a pelagatos como a la montura - estos paseos deberian convertirse en rutinarios, para que las monturas desfoguen. Incluso añadir a alguno mas a la misma para recuperar la normalidad cuanto antes

Una vez acabada esta tarea, fue hasta las hogueras y se sentó alli, aliviada por haber sido util.

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Tarado se puso algo nervioso, el Capitán parecía algo molesto con Lombriz, pero no debían malinterpretarse al hombre. - Capitán, señor, no se enfade con Lombriz, no creo que nadie fuera capaz de estar con buenos pensamientos cuando un monstruo le muerde sus partes delicadas. - Intenta añadir - No se preocupe estaremos pronto listos para ayudar a la compañía y esta vez nos entrenaremos mucho más serios para que nunca más volvamos a sufrir una derrota sin pelear mucho mejor. - La próxima vez se llevarían a más enemigos por delante antes de siquiera considerar la retirada. 

Tarado seguía escuchando a todos los compañeros al rededor de la hoguera, se alegró que no hubieran sufrido ataques los hombres que habían ido a por el agua y más que no fueran a enviar a más gente fuera. Cuantos más grupos separados mayor probabilidad de ser atacados y sufrir bajas. - Palomita no tenemos noticias del grupo, ¿verdad? Tal vez sea bueno, no habrán sufrido ataques por ahora. Esperemos que lleguen bien al poblado. 

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Al final la bronca se la estaban echando a él, de manera tácita, pero bronca o malestar al fin y al cabo. El pobre Lombriz no entendía aquello. ¿Acaso la sanadora no había dicho que con mantenerlo limpio ya iría bien la cosa?. 

Tarado salió en su ayuda, aunque con lo querido que era, no sabía si iba ser peor el remedio que la enfermedad. De cualquier manera, al menos le había echado un cable, cosa de agradecer.

-No, Tarado, no es agradable que te muerda una extraña criatura las pelotas, gracias- 

Luego se dirigió al jefe de todo aquello, el Capitán.

-Señor líder Capitán, no se preocupe, seguiré las recomendaciones de la sanadora Plumilla, si veo que la cosa va peor, informaré- Levantó el pie izquierdo, hinchado y amoratado.

-Esto tiene peor pinta pero poco se puede hacer, salvo reposar, intentaré no estar moviéndome de aquí para allá, si tengo algún hueso roto será contraproducente el andar- Se miró el pie de nuevo, parecía una enorme morcilla. Hinchado, gordo y grande, o una berenjena, según quien lo mirase.

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Pese a mantener su aspecto algo enfermizo el gesto que permanecía en la cara del hostigador era más animado que en los momentos antes de salir. Llegó acompañado de Palomita y se acercó hacia el grupo de pertenencias que se habían apilado dejando a un lado los odres que habían rellenado.

—Estos son los que hemos rellenado, parece que el agua no causa problemas pero viendo la salud general que nos rodea iría con cuidado —comentó en alto para que todos los presentes se enteraran y que ninguno motivado por las prisas, las ansias o las ganas acabara bebiendo sin estar sobre aviso.

—No escuchamos ruidos, ni vimos huellas, todo estaba bastante tranquilo —dijo complementando las palabras de Palomita, no tenía mucho más que añadir al informe y asintió a la respuesta de Capitán—. Descansaremos, gracias.

Hecho el reporte, el jinete pasó a atender a sus monturas y encargarse de retirar la silla y las armas que había puesto sobre ellas para descargarlas del peso que eso suponía. Escuchó las palabras de su compañera y asintió.

—Confío en que mañana salgamos para abandonar esta iglesia en busca de un lugar mejor en el que asentarnos. Con suerte allí ya podremos volver a la rutina normal y tanto nosotros como los caballos lo agradeceremos.

Palmeó el ancho cuello de Orgullo para felicitarle por el trabajo hecho y se encaminó a descansar él también. Echó un vistazo al exterior pues el día avanzaba y la noche acabaría llegando. Eso significaba que volverían a depender de Serpiente.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Observo a los jinetes volver, y me alegro por ellos. Parece que las garras negras esta vez no se llevarán a nadie.

Me levanto y me dirijo a mi carro. Un sonido me asusta, y miro en esa dirección. Pero lo malo es que no veo nada. Entonces, ¿qué hizo ese ruido?

Entro en mi carro con más prisa de la que me gustaría y salgo de él. Bajo mi brazo llevo una vasija no demasiado grande de barro.

Me acerco a Ponzoña y se la entrego. Cariño digo con voz suave y melodiosa, ¿puedes entregar esto a Capitán para hervir el agua? Quiero cuidar un poco las mulas y comprobar algo.

Di a Capitán que es donde preparo los tintes, así que tiene que lavarla bien.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

- Si, Lombriz. Tienes tu ración. - Le señala - Come cuando quieras.

Se gira al castor contrario, comprobando sus nudos y recuperando el quipu si es que ya había acabado - Buen trabajo - Era mejor de lo que él podría haber hecho, dadas las circunstancias.

Las noticias que traían los jinetes eran tranquilizadores, pero más aún lo fue la respuesta del Capitán. Estaban todos demasiado heridos o enfermos como para desperdiciar la energía que les quedaba en tareas que podían no ser necesarias. 

Continuando con su labor, Reyezuelo toma la ración que ya había separado y se acerca a los jinetes. Descargar a un caballo, despojarlo de bridas y quitar las pesadas sillas que solían portar no era cosa que se acabase en tres segundos - Pelagatos ¿Has comido ya? Si no es así, aquí tienes - Le tiende el paquete y pasa a dirigirse también a Palomita - Dejen que les ayude. Después quizás quieran aprovechar para contarme sobre el cuidado de las bestias. - Se ofrece, continuando con la orden que le diera Piojillo.