Partida Rol por web

TERCER DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Escuchó las órdenes detenidamente, asintiendo en cuanto escuchó su nombre y el cometido de su grupo. La idea de que podían ser vigilados mientras recogían leña y cazaban le tenía intrigado. El oscuro reflexionó unos momentos mientras la charla duraba, llegando a preguntarse algunas cuestiones. ¿Qué tipo de druidas serían los presuntos centinelas? ¿Podrían ser estos de naturaleza malvada y aun así defender el bosque? ¿Servirían de alguna manera a Zon-Kuthon?

Una vez las tareas fueron repartidas y los grupos asignados, todo hacía indicar que se pondrían en marcha en menos de lo que se inquieta Preocupado. Antes de hacerlo, los pellejos de agua fueron llenados en el pozo, algunos como él, aprovecharon para beber más por culpa de la ración seca que había desayunado, ligeramente salada para su gusto.

Con el pellejo lleno metido en su mochila, los pertrechos revisados y su sed satisfecha por el momento, acudió de vuelta junto con aquellos del grupo que debía acompañar.

- Estoy listo, cabo. - Anunció.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Mientras unos y otros comenzaban a moverse, Desastre fue a recoger la ración que le había ofrecido Reyezuelo, con un mudo gracias, también rellenó su odre y regresó al grupo de caza, donde las palabras de Ballestero le pillaron por sorpresa e hicieron que se irguiera tenso. Asintió. También asintió cuando Cabo Ponzoña le corrigió. La verdad era que no había entendido nada: sólo quería cazar y entendió que Ballestero necesitaría algo de ayuda, con lo cual lo haría, de modo que le puso la mano en el hombro a su compañero Campamentero.

Listo para partir.

Señaló el escudo y su arma.

¿Ya?

Preguntó. Y entonces, para quien quisiera responder, señaló hacia los puntos blancos que caían.

¿Qué es eso?

En efecto, no había escuchado la explicación inicial.

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DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

El Cabo Ponzoña me recibe en su grupo de caza, lo que me parece bien pues es algo que sé hacer y siento que el hambre es lo peor que puede sufrir la Compañía Negra en este momento. Morir de hambre sería mucho, mucho más triste y deshonroso que morir en combate, como todo guerrero lo espera.

"Esta debería ser una salida productiva. Si no, de poco nos habrá servido escapar de la guerra contra el Triplete."

Así que me preparo para la partida de caza, midiendo el balance de las jabalinas que Lagrimita me facilitó, para arrojarlas cuando llegue el momento de divisar a una presa demasiado lejana para asestarle con la lanza. Si tenemos suerte, podríamos conseguir algo de carne para esta noche y eso sería muy de agradecer.

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DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Fulminó a Reyezuelo con la mirada y se apartó de él con brusquedad. Sólo había movido el saco y parecía que el K'hlata quisiera acusarla de robar comida.

—Puedes estar tranquilo. Antes de robar comida me corto yo misma una mano. Tal vez no sea Hermana Juramentada, pero he nacido en esta compañía y he mamado su misma esencia-contestó en tono cortante-. Antes de acusar a nadie, asegúrate que tus ojos han visto lo que quieren ver... las sombras pueden jugar malas pasadas y este lugar apesta.

Luego, con paso firme se dirigió al lugar en que estaba su hermano atendiendo a los heridos. El mejor modo de obviar el hambre era mantener la mente ocupada en otra cosa. Quería consultar con él qué lugar era el más apropiado para empezar a limpiar y acondicionar como enfermería y ponerse manos a la obra. Dos montones, uno con cosas reutilizables y otro destinado a tirar o usar como combustible. Paso a paso.

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DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Tarado recibió las órdenes de forma clara, debía unirse al grupo de madereros en busca de leña seca. Se lo confirmó las órdenes de un cabo por lo que estaba claro que no podría desobedecer de ninguna forma. - Sí señor, me prepararé en seguida. - Con ello fue a dejar un par de objetos de su mochila que no requería, cogió un par de odres que los compañeros habían llenado y los llevó junto a él. - Necesitarán agua los que van a cortar árboles, no sabemos cuanto nos tendremos que demorar en total. Sin dudar no dejó la lanza principal pero las lanzas cortas consideró innecesaria su carga.

Tras un momento volvió a salir con ganas de sentirse útil. Se unió al grupo de tala y los siguió. Aún no tenían las órdenes pues alguno debía centrarse en vigilar mientras el resto agachaban el lomo. No sabía lo que le tocaría hacer, sólo rezaba a los dioses que no les tocara luchar contra ningún enemigo y si podía ser que un animal apetecible se cruzara en su camino para poder alimentar al grupo. Sabía que sería muy difícil lo del animal por lo que su única preocupación es que todo fuera tranquilo y pudieran volver con la madera. No se olvidó de la cuerda, deberían hacer fardos de leña para transportarlos de vuelta a las casas, o si no su volumen de madera se vería disminuida en gran cantidad. 

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Mientras esperaba sentada tranquilamente, ahorrando todas las energías que desde luego necesitaría, Derviche tenía una extraña sensación que no sabía de dónde venía. Finalmente, y ya con la mosca tras la oreja se levantó y se acercó a Barril, que estaba hablando con Caracabra.

-Cabo, no me preguntes, pero estoy dándole vueltas a que la Compañía necesita de forma urgente leña en abundancia y establecer cuerpos de guardia con hogueras siempre encendidas. Vale que talar y recoger la leña ya está previsto, y será inmediato. Pero lo de los cuerpos de guardia protegidos por hogueras, es como... no sé, ¿una premonición, u advertencia rara? Soy Sacerdotisa, y esas cosas a veces asaltan a los hombres de religión, de manera sutil. Y hay que hacerles caso. 

¿Quizá el fuego o su luz alejaban a las sombras que sin duda seguían acechando desde la oscuridad? 

-Por lo demás estoy dispuesta, he descansado, comido y ya no tengo tanto frío. Cuando acabemos con lo del agua, me ofrezco voluntaria para alguna de las guardias. Siento que algo turbio nos amenaza, y esos túneles me dan una mala espina de narices.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Agh, siempre me toca bailar con la más fea... No lo decía por ti, Caracabra.

Aunque tenerle en el mismo equipo no era agradable a la vista. Además, era el perro faldero de la pitonisa: su guardaespaldas. O por lo menos lo era cuando estaban en la sabana, parecía que se había suavizado la protección de Khadesa ante la falta de personal. El motivo de la queja era que acarrear barriles era la tarea más pesada y que más ponía a prueba las espaldas al cargar peso.

Voy un momento al granero a preparar mis cosas...

Se cruzó la manta como si fuera una toga y la ató para dejarle las manos libres. La verdad es que el pozo estaba bastante cerca, y quería ir todo lo ligero que pudiera para compensar el trabajo de subir un barril lleno de agua al carro.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Observo un momento al cabo Barril. No estoy tan mal como pueda parecer. No tengo inconveniente en acompañarles a por el agua, o al menos, cuando la traigan, en ayudar en la limpieza.

Me dirijo a dónde vive irse a Keropis. [B]Keropis[/u]. Tú y Reyezuelo poneos a las órdenes el cabo Barril para ayudar con el tema del agua[./b]

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

A la carrera, fué a donde tenía sus cosas. Iban a realizar una misión de trabajo manual; no había lugar a nada supérfluo, y el trabajo duro no le daba miedo. Cuando llegó al granero, empezó a prepararse rápidamente.

Dejó todo aquello que le pudiese suponer un estorbo... El día era frío, y no sabía si iría a peor o no; de modo que... tiró de pragmatismo. Dos trajes de soldado, uno encima de otro, y la manta por encima, como una pesada capa, deberían bastar para protegerle adecuadamente. Llevaría además, la mochila para poder quitarse la ropa que le sobrase,  y poder llevarla cómodamente, así como el cinto, yesca y pedernal por si acaso, y el pellejo de agua..., no le gustaba ir sin agua por ahí... recuerdos de lejanas tierras más cálidas.

Satisfecho, pensó que el equipo sería ligero, no le entorpecería en una labor en que su herramienta serían sus manos. Miró a su lanza, la larga lanza para ser usada con las dos manos... La misión no sería de combate; ni siquiera una patrulla... ¿Tendría sentido ir armado pues? Tenía dudas, serias dudas, de si debía ir armado o no, pero... De nuevo, fué pragmático. llevaban poco tiempo en ese lugar, y no tenían claro que otros peligros podrían acecharles. De modo que, decidió llevarla. Luego podría dejarla en el carro, si necesitaba usar las dos manos para llevar peso.

Volvió rápidamente al exterior del Granero, listo para ponerse en marcha con el resto de los compañeros de la partida de aguadores.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Observó y escuchó cómo los cabos, tras las instrucciones dadas por Capitán, comenzaban a organizar a los hombres. Hacía falta madera y caza, principalmente. Una punzada molesta atravesó al joven jaguar. Se tenía por buen cazador y se sabía que podría ser de gran ayuda, no obstante solo podía quedarse recostado y descansar. Se sentía tan inútil...

Matagatos acudió a su camastro y comenzó a observar su herida y su vendaje, dando ciertas directrices a Plumilla. Después de tantas horas haría falta cambiarlos. De todos modos el hostigador había recobrado la consciencia y aunque sentía algo de fiebre eran síntomas mucho mejores que estar sin sentido. Aprovechando que el líder de la Compañía estaba allí, le habló sobre diversas dudas que tenía respecto al tiempo que había permanecido inconsciente, tratando de ponerse más al día. La explicación que le diera Ponzoña le pareció demasiado somera y aun tenía cuestiones que hacer.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

- Capitán, lo siento. No fui capaz de hacerlo mejor - se disculpó por haber vuelto moribundo y no haber completado la misión. No iba a tratar de excusarse hablando que había seguido, a su juicio, una buena táctica y cómo había tratado mantener una formación idónea de cohesión de grupo en el combate. Seguro que ya se lo habrían comentado. Así que restaba disculparse por no haber podido hacerlo mejor.

- Supongo que los compañeros que me trajeron y la expedición posterior que partió ya lo vieron y lo han comentado. Se trataba de las huellas de carros que vienen a este pueblo, desde el Noroeste. Carros que vienen vacíos y se van llenos. ¿Los habitantes de este lugar han aclarado de qué se trata? - preguntó.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

¡Pero se iban a largar de alguna maldita vez!

El tiempo avanzaba y allí seguían sin hacer nada. ¿Por cuánto más iban a durar los preparativos? ¿Cuánto más se extendería en el tiempo aquel caos de conversaciones, aquel desorden que ni las órdenes más claras conseguían traer algo de concierto? Y no es que en otras circunstancias me importara, pero en aquel preciso instante, y a ser posible durante toda la maldita mañana (o al menos lo que quedaba) y la endemoniada tarde, necesitaba concentración. Necesitaba calma. Pero allí seguían todos, haciendo más difícil de lo que aún era aquello que me planteaba

Cerré los párpados buscando algo de calma, aunque esta tan solo se hallara dentro de mí. Para cuando los abrí, mis ojos brillaban intensamente en ámbar. Sin perder más tiempo comencé a investigar intentando desentrañar los hilos y patrones de un tapiz que el resto no veía, que todos ignoraban...

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Estaba aseándose cuando escuchó que Ponzoña lo mandaba al grupo de la leña, eso le frustró de forma inmediata pese a que reconocía la utilidad de la tarea la consideraba indigna, su cara de desapetencia desapareció en el momento exacto en el que el cabo indicó que él mandaría al grupo. Aquello convirtió la tarea en algo mucho más apetecible. Tras secarse respondió de forma inmediata.

—Así se hará cabo Ponzoña —dijo de forma inmediata mientras con la mirada iba buscando a los hombres que durante ese breve período de tiempo estarían bajo su mando.

—Uro, Matador, Tarado, Chamán Rojo, Lombriz y... —Tardó más en dar con Frontera que llegó del exterior cuando pudo localizarlo—. Frontera preparad vuestro equipo, voy a por el caballo y partimos de forma inmediata a por madera. No tardéis.

Dicho eso se fue en busca de Orgullo con rapidez, colocó la silla y los arreos para poder montarlo. Una vez que estuvo listo volvió a lomos del caballo con el grupo para salir a por la madera.

—Frontera, tú que pareces espabilado vigilarás mientras Matador y Uro talan, y Tarado, Lombriz y Chamán Rojo recolectan la madera que encuentren caída —dijo asignando tareas y repitiendo las órdenes que le fueron dadas.

—He dejado a Jerifalte en los establos por si lo necesitaras —comentó al pasar al lado de Palomita.

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MEDIA MAÑANA. - TIEMPO EN CALMA.

Coincidiendo con la llegada de Analista y Fringilda, la esposa del Alcalde de Verdín, a la Granja Maldita, dejó de nevar.

En ese momento, había dos grupos en el bosque, uno buscando comida y otro madera; un tercer grupo recogiendo agua del pozo del campo en barbecho al Norte del pueblo; y un cuarto grupo ocupado en diversos quehaceres en la granja.

Keropis siguió con las letrinas durante horas. La Pitonisa Khadesa, Piojillo y Reyezuelo ordenando y empezando la ingente tarea de limpieza que sería necesario para hacer de la granja un lugar con unas mínimas condiciones de salubridad.

El Capitán y Plumilla estaban dentro del edificio principal, cuidando del herido Guepardo. Allí se les unieron Analista y Fringilda. La sanadora alabó el trabajo de vendaje del Capitán y le dio medicinas. También les dio hierbas para el enfriamiento a Piojillo y Plumilla.

El Mago Serpiente se pasó todo el día deambulando como un poco por toda la llanura alrededor del pueblo y sus campos de cultivo. Parecía estar hablando solo y los ojos le brillaban con una luz verde completamente antinatural.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Matador hacia rato que estaba preparado, escucha atentamente a Ponzoña y Analista prestando atención a todo lo que comunicaban. Se sitúa cerca del que va a ser su compañero de tala y vigila a todos los que van a ir con él. Quien más y quien menos parece arrastrar alguna tara, o bien el efecto del hambre o del frio o estabilidad mental. Ojalá estos pasos que están dando por normalizar la situación sirvan para poner todo en orden en sus hermanos y su persona.

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DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

La jornada, pese a los inconvenientes marcados por los ruidosos Lagrimita y Campaña, se había saldado con una buena caza. Contaban con media docena de conejos y tres liebres, un magnífico faisán y muy especialmente, con un gran ciervo macho, una hembra y un cervatillo. A ello se sumaban una gran cantidad de setas, raíces, moras y algunas orugas. Y, afortunadamente, no habían tenido ningún desencuentro ni la fauna local se había mostrado particularmente virulenta.

-Que Campaña lleve al ciervo macho. Dudo que le represente un gran problema. La cierva y el cervatillo, junto al resto de la carne podemos colocarlos sobre el hule que he traído y arrastrarlos, sirviéndonos de la ayuda de la cuerda de Dedos -dijo-. El resto de lo hallado y recolectado, lo llevaremos en las mochilas -señaló al tiempo que introducía las raíces halladas por él mismo en su propia mochila tras sacar el hule y extenderlo en el suelo-. Habéis hecho un magnífico trabajo. Todos pero Dolor, nadie podrá negar que has hecho un papel excelente. Estos ciervos van a dar una alegría importante a muchos estómagos. Eres letal como una pantera. Bien, Hermanos, es hora de regresar. Os quiero alertas y listos para cualquier eventualidad. Hasta no salir del bosque estamos en terreno hostil. 

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DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

¡CRACK!

El sonido de las ramas partiéndose bajo el peso de algunos compañeros era demasiado similar al de un cuello partiéndose y Sabandija no pudo evitar llevarse la mano al cuello para comprobar que Campaña no le había cogido por sorpresa y se lo había estrujado con una de esas enormes manazas que tenía. ¿Por qué justo de entre todos los miembros de la Compañía le habían escogido a él para la partida de caza? ¿Es que nadie veía que era ruidoso, torpe y pesado como un elefante? Lo que verdaderamente molestaba a Sabandija era su cercanía. Después de todo le había quitado la novia, sin quererlo ni beberlo,y tenía un miedo atroz a su reacción. Afortunadamente, parecía menos espabilado que Lombriz después de fumar durante horas hierbas de la risa, pero aún así sentía la presión constante de tenerlo a su lado. El oscuro que les acompañaba, Lagrimita, era también para echar de comer a parte. Si les acompañaban iban a encontrar el bosque desierto, tanto como los alrededores de la iglesia. Así que, como quien no quiere la cosa, tratando de concentrarse en las tareas encomendadas, Sabandija se fue alejando poco a poco sientiéndose así más seguro, paradójicamente. 

Era silencioso y no se movía demasiado mal por aquel bosque que le resultaba ahora tan extraño en comparación con la sabana. Era una naturaleza exuberante, frondosa, tanto que a veces constaba moverse por ella o incluso respirar por el ambiente cargado que se respiraba en su interior. Eso sin hablar del manto de hojas secas que lo cubría todo, haciendo que cada paso crujiera por el peso de la carga.

Ya separado del resto fue acomodando su paso y movimientos a este nuevo ambiente. No tardó en comprobar que todas las diferencias con su amada sabana eran malas. Lo que más le sorprendió fue la abundancia de presas. Liebres y conejos eran algo a lo que estaba acostumbrado a cazar y con el arco abatió a media docena. Su carne podría alimentar a unos cuantos y con las pieles quizá pudieran librarse del frío, al menos en pies y manos. Había encontrado, además, unas moras silvestres tan dulces que casi lloró al probar una de ellas. Su sabor era espectacular en comparación con las saladas raciones que habían tenido que consumir acosados pro el hambre.

Al regresar con los demás, el K'Hlata no podía parar de sonreír. Gracias a su pericia Ponzoña no dejaría que Campaña le rompìera el cuello, no por el momento, al menos. Además la presencia del gigantón les venía bien para cargar con el ciervo macho.

- Hace un frío horrible, pero hay una gran abundancia de presas.- Dijo mientras se frotaba los brazos y se ajustaba la capa para tratar de entrar en calor ahora que estaba en reposo. ¿Habrían cazado demasiado? En comparación con la sabana se habían llevado muchas presas y no sabía si los druidas esos les permitirían llevarse todo. De pronto se fijó en la presa que había logrado cazar Ballestero y se acercó al trote.

- ¡Un faisán! ¿Puedo quedarme con algunas plumas? ¿Sí?- Le preguntó emocionado y dándose cuenta de que pertenecía a la Compañía, alternaba su mirada entre Ballestero y Ponzoña. ¿Para que querría el pequeño KH'lata sus plumas? Era bastante obvio. El Campamentero llevaba el pelo trenzado y cuentas y plumas adornaban su cabellera. Con todo el trajín las que llevaba parecían un poco deslucidas.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Ballestero estaba muy disgustado. Todo había ido bien, a pesar de que se habían empeñado en traer a gente ruidosa como pocos. El bosque era grande, y se daba cuenta de cómo los que sabían aprovechaban incluso a los ruidosos para ponerse ahí donde las presas irían asustadas tras salir de sus escondrijos, haciendo fácil lo que a él le parecía muy difícil.

Él se había quedado en una posición intermedia y poco comprometida. Hizo poco ruido y esperó a que algo se le pusiera a tiro para matarlo. Eso era algo sencillo y que podía comprender.

Hasta ahí bien, todo. Claro que nada podía ir tan bien. El agua fría le había despejado. Ya no tenía sueño. Ya había descuidado la vigilancia del rabillo de sus ojos y, en el último  momento, con otro de esos pájaros a la vista, creyó percibir el ataque de uno de esos gusarapos malditos comededos que venían a atormentarle. Y tuvo que esquivar al peligroso gusarapo dentón, por supuesto, pues apreciaba sus dedos, sin los cuales no podría manejar la ballesta. Y el torpe manejo consiguiente, arruinó el mecanismo de recarga del arma.

El pájaro voló torpe, como burlándose de él.

Así que estaba muy, pero que muy disgustado. Miraba su ballesta (a los ojos de un profano no parecía pasarle nada) y negaba de manera imperceptible.

Ignoró con mala educación la pregunta del alborozado Sabandija. A él que le importaba. Solamente veía por delante las horas interminables haciendo un trabajo duro y difícil.

Lo bueno de todo era que difícilmente iba a poder ofender a nadie. Siendo como era incapaz de exteriorizar las cosas, lo mismo daba que sintiera una u otra cosa: él parecía siempre el mismo muñeco sin sentimientos, seco y árido hasta el tuétano, con lo que Sabandija solamente pudo percibir un leve encogimiento de hombros y un ligero ademán en dirección a Ponzoña, y nada más.

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MEDIA MAÑANA. - TIEMPO EN CALMA.

Una mujer anciana había acompañado a Analista hasta aquel lugar. Y había entrado en la granja, donde se estaba atendiendo a Guepardo, y donde estaban Capitán y Plumilla. Poco después, Piojillo les había seguido a aquel lugar. Y apenas dos minutos después de su llegada, aquella mujer anciana había salido de allí, en solitario y quizás con un paso algo más acelerado que al llegar. Tras eso, fueron apenas unos pocos segundos antes de que todos los ocupantes salieran, expulsados por un Capitán que parecía estar más allá de la furia. 

-¡COMPAÑÍA, A FORMAR!-bramó, soltando salivazos por la ira y el tono empleados-¡eso te incluye, Guepardo!-añadió. Esperó a que todos obedecieran, aunque no demasiado, y pasó una furibunda mirada por todos ellos. Faltaban muchos. La parte racional de su cerebro le dijo que debían estar cumpliendo con sus tareas, aunque tantos rostros ausentes no ayudaron precisamente a apagar las llamas que bullían en su interior. 

-¡He intentado ser paciente y comprensivo, habida cuenta de nuestra situación! ¡¡Saben los dioses, los demonios o los jodidos espíritus que lo he intentado!! ¡Pero todo tiene un límite, y esto se ha acabado, ya!-añadió, paseándose ante los miembros de la Duodécima presentes, adelante y atrás, como un animal enjaulado. Con un paso furioso, como si quisiera castigar a la misma tierra a pisotones.

-¿¡Qué cojones os habéis creído!? ¿¡A qué mierdas pensáis que estamos jugando aquí!? ¡Se espera de vosotros que trabajéis, que obedezcáis y que tengáis disciplina! ¡Y lo que tengo es una panda de haraganes-buenos-para-nada, que nos están haciendo quedar ante estas gentes como auténticos idiotas! ¡Por la jodida Lanza de la Pasión, ¿qué tenéis en la cabeza?! ¿¡Serrín!?-exclamó.

-¿¡Queréis saber cual es nuestra situación!? ¡Muy bien, os la voy a explicar para que os entre en esas cabezas de chorlito! ¡NADIE NOS CONOCE, NO NOS PROTEGE NINGUNA REPUTACIÓN NI FAMA, NO TENEMOS COMIDA, NO TENEMOS BEBIDA, NO TENEMOS EQUIPO, NO TENEMOS ROPA DE ABRIGO Y NI SIQUIERA TENEMOS POSIBILIDAD ALGUNA DE VOLVER A NUESTRO PUNTO DE PARTIDA!-exclamó, levantando con furia un dedo de su mano derecha con aquella enumeración. En ambas manos corrían finos hilos de sangre que manaban de los lugares donde se había clavado las uñas fruto de su ira y frustración-¡Partimos de cero, joder! ¡De menos que cero! ¡Y estoy descubriendo que, en vez de capitanear a unos soldados curtidos y profesionales, tengo a mi cargo una panda de niñatos indisciplinados que solo muestran iniciativa para cagarla! ¿¡Cuánto tiempo habéis tardado en salir a por comida, a por agua!? ¡Pero no os han pesado tanto los cojones a la hora de dinamitar lo que el pueblo pueda pensar de nosotros y hacernos quedar como una panda de catetos!-exclamó-no, claro que no. Eso se nos da muy bien a todos, ¿verdad?-preguntó, de manera retórica, y soltando una risotada. Aunque era una ajena de cualquier alegría, y no precisamente conciliadora. 

-¡PUES ESO SE HA ACABADO! ¡A partir de ahora vais a ser disciplinados, vais a comportaros como putos soldados y hacer lo que se os diga cuando se os diga! ¡Si no vais a tener iniciativa para ayudar, no vais a tener iniciativa en absoluto! ¡NADIE VA A HABLAR CON NADIE DEL PUEBLO SIN MI PUTO PERMISO! ¡NADIE VA A DECIR UNA PALABRA MÁS ALTA QUE OTRA SIN MI JODIDO PERMISO! ¡NADIE VA A EMPEZAR A TENER IDEAS BRILLANTES O A CREERSE MÁS LISTO QUE NADIE SIN QUE YO LO HAYA PUTO AUTORIZADO!-dijo, esta vez quedándose quieto y mirando recorriendo con la mirada a todos y cada uno de ellos, del primero al último.

-¡SE ACABÓ EL JUGAR A LAS PUTAS CASITAS! ¡VAIS A SER PUTOS SOLDADOS DE UNA VEZ, U OS HARÉ COLGAR!-bramó, casi totalmente fuera de sí. Por un momento, aquellos que le conocieron vieron al fallecido Portaestandarte en el Capitán, su hijo-¡es más, borrad eso! ¡Yo mismo os colgaré! Quién sabe, lo mismo hasta os destripo mientras colgáis, ya que parece que eso gusta a las gentes de por aquí. ¡Lo mismo así empiezo a arreglar tanta cagada! ¡AHORA, FUERA DE MI VISTA!-exclamó, volviéndose a la granja y cerrando con un portazo a sus espaldas. 

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MEDIA MAÑANA. - TIEMPO EN CALMA.

Que tres cuartas partes de la Compañía estuvieran ausentes en aquel momento, no ayudaba en gran medida a la fuerza del discurso del Capitán. Pronto, cuando todos se reunieran, su virulento discurso sería deformado y, posiblemente, hasta su imagen transfigurada por los pocos soldados presentes. No estaban ni Barril ni Ponzoña para reforzarle y todo aquello acabaría como una simple tormenta de verano.

Cuando el portazo puso punto final a todo aquello, Analista se dirigió a los demás presentes.

-Volved a vuestros quehaceres. Guepardo, regresa a la casa. Plumilla, ayúdale. Y que nadie moleste al Capitán -dijo a unos y a otros-. Serpiente, si tienes un momento, quisiera hablar contigo. Si ahora no puedes, búscame cuando sí puedas.

Aguardó a que su primo le respondiera antes de decidir su siguiente paso.