Partida Rol por web

Al ver la pregunta de R'Gaa dice: ¿Acaso tu no tienes tu escudilla limpia?

Ajeno a todo cuanto sucedía en el campamento, el Cazador de Cabezas había continuado descargando su furia contra los barriles y fardos de entrenamiento, utilizando para ello el arma más grande y pesada que había encontrado. Se trataba de un tronco largo y grueso, bastante rugoso y demasiado pesado como para ser blandido con soltura. En verdad, aquello parecía más el parante principal de una tienda que un arma de entrenamiento.

Sin embargo, ello no melló siquiera un ápice la resolución del salvaje. Y aunque no parecía muy diestro en el manejo del imponente madero, compensaba su falta de oficio con pura fuerza bruta.

Luego de un corto tiempo, su cuerpo se había vuelto a cubrir por completo de sudor, tal como había ocurrido durante los interminables machetazos de la mañana. Ya había probado golpes ascendentes y descendentes, horizontales, verticales y oblicuos, y casi todas las combinaciones posibles entre ellos. También había pateado, empujado, cabeceado e incluso mordido y escupido a sus inertes enemigos de paja, y a algunos los había alzado en vilo para arrojarlos tan lejos como sus agotados músculos se lo permitieron.

Cuando por fin consiguió serenarse, ya la mayoría habían sido reducidos a simples briznas de hierba, que el suave viento del mediodía esparcía indolentemente por el campo de prácticas.

Tan abruptamente como había empezado, su furia destructiva pareció remitir, dejando al guerrero extenuado y completamente transpirado, bufando pesadamente como una bestia a punto de reventar.

Permaneció un buen rato intentando recuperar el aliento, y tras ello, encaminó sus pasos hacia los pozos, donde bebió y se refrescó abundantemente. Seguía sumido en un completo silencio, aunque de tanto en tanto parecía mascullar alguna extraña letanía para si mismo.

Finalmente, y con su bronceado cuerpo aún chorreando grandes cantidades de agua lodosa, se dirigió hacia la Puerta Interior, donde comenzó a empacar cuidadosa y diligentemente sus escasas pertenencias. En su derrotero, pasó bastante cerca del caldero con las gachas, pero no le prestó la menor atención. Tal parecía que algo había conseguido quitarle el apetito.

Ante la evidente pregunta de Jabalí, sus morenas mejillas quedaron teñidas de un rosa suave.

-No... no tengo escudilla limpia. No sé a quién pedirsela y pensé que tú... Ya que repartías la comida.. Seguramente tendrías alguna escudilla suelta. Si la he tenido alguna vez, no lo recuerdo. Y entre mis pertenencias no está. - Esto último lo dijo más fluído, ya que al principio la vergüenza y la timidez no la dejaban hablar con serenidad.

Las palabras de Ponzoña reconfortaron a Campaña, no sólo le había ayudado a volver al campamento sino que además rechazaba una retribución por ello. Campaña sólo conocía una palabra para definir aquello: amistad.

- Campaña necesita su escudilla para comer - le dijo a Ponzoña - Ponzoña puede esperar aquí, Campaña puede moverse solo si lo hace despacio... Campaña irá al sitio donde duerme y volverá enseguida.

El gigante dejó de apoyarse en los hombros del Hiena y comprobó que podía mantenerse en pie, así que con paso lento pero firme se dirigió hacia el lugar donde dormía, donde esperaba encontrar su solitaria escudilla.

Yo no reparto la comida, evito que la gente se meta en lios, Pelagatos reparte la comida.- dice ofendido señalando a Pelagatos que se esta reincorporando de su charco.
Por otra parte cuando fuimos nombrados reclutas se nos dió una escudilla, debes tener la tuya junto con tus cosas. ¿Ves ese monton de pertenencias? Allí debe estar tu escudilla, pero apresurate que se esta acabando la comida. -dice ya en un tono más paternalista.

-Yo.. Lo siento... No lo había visto..- se intentó disculpar ya totalmente sonrojada al notar el tono ofendido de la voz del guerrero.- Mis cosas deberían estar en la zona del tiro con arco, que es donde las dejé.- Dice mirando a Jabalí confundida. No entendía por qué deberían estar sus cosas en ese desordenado montón cuando las había dejado cuidadosamente en la zona de tiro con arco cuando fueron a descargar la leña.

Su estómago volvió a rugir sonoramente y apoyó la mano contra la tripa, pues comenzaba a dolerla.

Estaba sumido en mis propios pensamientos con la mirada en mi escudilla ya vacía. Aún avergonzado por lo ocurrido durante el día, cuando escuché junto a mí una voz que me sacó de mi ensoñación.

-¿Que ha pasado?- Era Jabalí. Señalaba a Campaña que acababa de llegar ayudado por Ponzoña y visiblemente herido.

-No lo sé amigo- respondo -Le ví tumbado en el páramo, pero pensé que sólo estaba descansando... Parece que se ha hecho daño, espero que no sea nada grave-

Al ver entrar al gigante herido sentí como me quedaba pálido, menudo líder había resultado ser.

¿Él no había ido con vosotros?
Era extraño que el gigantón hubiera salido solo, sin compañía, si bien era cierto que Jabalí solo había estado atento al grupo con el que debía partir.

Ojopocho termina su escudilla, ha sido de los primeros y tenía un hambre lobuna a pesar de no haber hecho más esfuerzo que ningún otro, aún relamiendose los labios corre tras Campaña y con cuidado le toca un hombro para llamar su atención - Eh Campaña, eh eh, no soy médico ni chamán, pero he cosido algunas heridas como esa, si te parece, puedo ir al campamento principal a por algo de material de costura y te trato esa herida, luego cuando salgamos de caza, puedo buscarte algunas hierbas medicinales que te ayuden bajo el vendaje.... si te parece.... como ya te he dicho, no soy especialista, pero he tratado a otros heridos.

Ojopocho omitió el pequeño detalle que principalmente había cuidado de ganado herido, puesto que él no era médico ni chamán, las personas se reservaban para éstas clases, de todos modos, tenía confianza en sí mismo, ya que la mayoría del ganado sobrevivía a sus cuidados.

Tras la respuesta de campaña, el explorador irá hasta el barril de agua, de donde beberá abundantemente para bajar la comida, después de la mañana buscando leña, la tarde de caza.... esta noche iba a dormir como un tronco.

-Sí- contesto a Jabalí -pero... nos separamos y no sé qué le ha ocurrido.-

Ingiero mi alimento desesperado por recuperar fuerzas y así reponerme de la gripe, cuando veo a los hombres llegar llenos de sangre. Sin dejar de comer, intento poner atención a sus palabras y así comprender qué fue lo que les sucedió.

Al parecer hay heridos y no sé donde está el segundo al mando, pues no le he visto desde antes de salir a buscar leña. Al parecer los hostigadores estamos con serios problemas de coordinación y liderazgo. Me mantengo callado, comiendo, pues por lo menos no hay que ir por nadie y eso me tranquiliza. Ahora lo interesante será saber qué fue realmente lo que les ocurrió.

Ponzoña asintió en silencio al comentario de Campaña, para añadir luego unas palabras.

-Yo también iré a por mi escudilla. Lengua Negra no parece tener nada que añadir -dijo en referencia a su prolongado silencio. Era posible que estuviera meditando una respuesta a la hiriente puya lanzada por Serpiente. La brazada de madera seguía en el suelo, de modo que Ponzoña se agachó para recogerla.

Trotó hasta su tienda y descubrió que no estaba. Miró a su alrededor, sorprendido, hasta distinguir un confuso montón de pertenencias. Se acercó hasta allí, tratando de saber qué había ocurrido.

Campaña casi había llegado a su zona de acampada pero aún no había reparado en que todas las cosas habían sido retiradas de allí, incluida su escudilla. Alguien le tocó el hombro con cuidado y se giró para comprobar que era Ojopocho, que rápidamente se ofreció a coserle de nuevo la herida. A Campaña le parecía un tipo simpático y el hecho de que mostrase interés por su estado de salud le alegró bastante.

- ¿De verdad Ojopocho quiere ayudar a Campaña? - dijo sorprendido y entusiasmado a la vez - Campaña agradece la ayuda de Ojopocho, si la herida no cura pronto Campaña no podrá entrenar, ni cazar, ni nada... - se puso de nuevo furioso recordando quién había sido el culpable - GRRRRRRRR!!! Campaña está enfadado con Escarabajo... Campaña va a darle su merecido.

Apretando los puños se volvió para comprobar que su escudilla no estaba donde la había dejado, es más, al parecer alguien había levantado el campamento. Campaña tenía hambre y no le sentó bien no encontrar su escudilla donde debería estar.

- ¿Dónde está la escudilla de Campaña? - dijo levantando la voz - Campaña tiene hambre... ¿Quién ha cogido la escudilla de Campaña?

Yo la he cogido de ahí - Ojopocho señala el montón de objetos apilados, y dejó a Campaña para que descansara, hiciera lo que hiciera con escarabajo, no sería problema, nadie echaría de menos al escuálido gusano, mientras que todos agradecerían que Campaña estuviera de nuevo listo.

Bebió el agua prometida a sí mismo, y echando su escudilla en su zurrón (no volvería a dejarla en el campamento), marchó hacia el campamento principal, aprovechando el permiso exclusivo del día de hoy, con suerte iría y volvería antes de que Campaña terminara de comer, y así sabría fácilmente donde encontrarle.

Campaña se volvió cuando Ojopocho le advirtió que las pertenencias de todos los reclutas habían sido amontonadas en otro lugar. Se contentó con haber encontrado la escudilla aunque no estuviera en su sitio, y como el hambre apremiaba se acercó rápidamente al montón de cosas. Enseguida se planteó un nuevo dilema para Campaña: había otras escudillas allí y Campaña no sabía cual era la suya. Ante la imposibilidad de reconocer su escudilla, el gigante optó por coger una cualquiera.

- Ahora tú serás la escudilla de Campaña - declaró señalando con el dedo a su nueva posesión.

Con la escudilla entre las manos, Campaña se colocó en la cola para la comida justo detras de Ponzoña, que parecía igual de confuso que él por el traslado de las pertenencias. Campaña tenía curiosidad.

- ¿Por qué las cosas no están en su sitio? - preguntó a Ponzoña - Campaña no entiende por qué.

En cuanto se dio cuenta que la zona de acampada había sido saqueada, o lo que fuera, fue hacia la Puerta Interior tan rápido como pudo. ¿Quién había perdido la cabeza para hacer semejante idiotez? Lo único que quería era recuperar parte de sus cosas, pues la otra se la había llevado consigo a la misión.

Cuando llegó miró a su alrededor, esperando que alguien saliera al paso para explicar semejante tontería. Al parecer había sido una orden de Lengua Negra, por eso la disputa entre Uro y Pelagatos. Si nadie la detenía pensaba recuperar cada una de sus cosas.

- ¿Algo más? -susurró- Menudo día...

Aún junto a Sicofante la Quinta conversa con éste. A su pregunta acerca de si deben mover el carro, se encoge de hombros.

-No sé qué haremos ahora. Voy a hablar con Lengua Negra, a ver si tenemos órdenes nuevas. Ocúpate si quieres de que Recio tenga lo necesario para el viaje, imagino que en los establos no habrá quedado nada de sus arreos, pero ya ves que a partir de ahora habrá que echar un ojo a las cosas de cada uno, y de cerca.

Se dirige entonces hacia donde está Lengua Negra, no demasiado lejos del carro, y de los Hostigadores que están apurando el contenido de sus escudillas.

-Hola de nuevo, primo. Menuda confusión se ha montado con Pelagatos y su manera de mezclar las cosas. En fin, tendrás que poner un poco de orden, eso es todo. Quería saber si debo mover el carro, volver a la zona del Campamento Principal, antes de que partamos. Oh, y algo más. Sicofante irá montando a Recio, su caballo, y yo no soy muy hábil con los animales. Vivos, por lo menos. -Sus párpados se entrecerraron al decir eso, y los que la oyeron no supieron si la frase era una pequeña ironía jocosa, o si hablaba en serio. Pero siguió enseguida, como si tal cosa. -Y quería pedirte si Rastrojo podría conducir el carro. Tiene una mula, que puede ir atada con nosotros, y ha sido talabartero, según creo. Eso es útil, si tenemos algún problema con los correajes. Pero no puedo decidirlo yo, claro, por eso te lo pido, como líder del pelotón.

Como bien había dicho la pitonisa, debía conseguir arreos para su caballo. Esperaba que no hubiese problemas, pero visto como habían tratado los materiales... nunca se sabía. Decidió esperar primero a que regresase Khadesa para ir luego a ocuparse de su caballo. No iba a dejar el carro sin vigilancia. 

A pesar de la prolongada explosión de furia, y del consecuente agotamiento físico que ésta había traído aparejado, era evidente que el moreno guerrero seguía cabreado. Bastante cabreado.

Su furibunda descarga no había bastado para eliminar por completo sus ansias asesinas, y aún arrodillado pacíficamente entre las pilas de trastos, conseguía irradiar una inconfundible aura de amenaza latente. Seguía siendo una bestia salvaje, y a todos les pareció prudente no molestarla. Desgraciadamente, la tarea que tenía entre manos no ayudaba en nada a apaciguar su enardecido espíritu.

Primero había tenido que sacar todas sus pertenencias de la tienda. Esto había demandado un trabajo arduo y engorroso, que el guerrero había acometido con evidente desgano. A cada rato bufaba su frustración, quejándose sonoramente con incomprensibles insultos proferidos a los cuatro vientos.

El caso era que, al no estar afirmada sobre la tierra, la tela de la tienda había perdido toda rigidez, y  caía lánguida sobre los objetos que se hallaban en su interior. Era como una incómoda y pegajosa mortaja que lo cubría todo. URO tenía que alzarla cada vez que quería observar en su interior, y solo le quedaba una mano libre para alcanzar sus pertenencias. Había probado meterse directamente por la abertura, pero la oscuridad en el interior de la tienda era tal, que se le hacía imposible encontrar nada. Además, moverse allí dentro, en esas condiciones, era demasiado incómodo para alguien de su corpulenta estatura.

Así, no tuvo otro remedio más que contentarse con extraer una a una las cosas que había en el interior de su improvisado depósito, lo que incluía no solo sus escasos objetos personales, sino también la variada y extensa colección de troncos y ramas secas que había recolectado durante su primer día de acampada.

Con una meticulosidad exasperante, había ido depositando cada cosa en su mochila, incluso la leña. O al menos los troncos más gruesos. Solo había dejado fuera del saco una pequeña bolsa de cuero, que amarró con gran diligencia a su cinturón, y un pequeño objeto de madera del tamaño de un puño.

Trasteo algunos momentos con esto último, hasta que finalmente consiguió atarlo a la misma cuerda de la cual colgaba la bolsa de cuero. Luego de ello, y ya con todas sus pertenencias a resguardo, se entrego a la compleja tarea de desmontar correctamente su tienda.