Partida Rol por web

Attar reparó, distraído como venía siendo normal en el, en como Uro se equipaba con la armadura. Observó como el guerrero había conseguido algo más de protección…en parte se sintió desnudo, ya que el sólo llevaba un taparrabos y el mandoble de negro acero de su padre, pero intentó simpatizar con el que probablemente sería uno de los reclutas más fuertes y dijo:

-Bonita armadura…Attar piensa que Uro no la necesita, pero aún así, seguro que le libra de algún buen golpe.

- Caracabra localiza y recoge su escudilla de madera de Recluta.

La pitonisa había escuchado con atención las indicaciones tanto de Campaña como de R'Gaa. Ambos eran guerreros, tenían experiencia. Y lo que decían era muy lógico.

-Sí, deberé aprender a esquivar. No soy una luchadora, no voy a enfrentarme al enemigo, por eso no me protegeré con una armadura... sin embargo, evitar un ataque es un arte. No debe ser fácil anticiparse a los movimientos, y sortearlos. Aunque soy ágil, y sé moverme, no soy una danzarina, ni una guerrera.

Se miró el cuerpo mientras hablaba, levantando los brazos. Lo arqueó, en un lejano remedo de un giro evitando una estocada, o una carga. Muy artístico, y muy poco práctico. Sonrió suavemente, alzando una ceja, irónica, riéndose de sí misma.

-Os agradeceré a quienquiera que me dedique algún momento para entrenarme. A esquivar, a usar las dagas, a defenderme en definitiva. Va a ser un trabajo arduo.

El musculoso bárbaro se hallaba terminando de ajustar las últimas correas de su equipo, cuando las palabras del llamado ATTAR lo sacaron momentáneamente de su tarea. URO observó al joven durante unos largos instantes, como si lo estuviera evaluando por vez primera. Finalmente, una sombría sonrisa se dibujó en sus facciones antes de contestar.

- Claro que necesitar !!! – vociferó algo confundido por el comentario. – Piel de Ñu ser más fuerte que piel de Uro. Mejor usar piel de Ñu.

El guerrero se encogió de hombros, dando a entender que no había mucho más para agregar a aquella verdad tan absoluta como evidente. Sin embargo, tras terminar de ajustar el cordel de su mochila, se la calzó al hombro y se acercó al muchacho. Su semblante se había vuelto serio, sin rastros ya de aquella sonrisa que había esbozado hacía tan solo unos momentos.

- Recordar esto. – le dijo en un susurro a su compañero recluta, casi en tono de confidencia – No importar ser fuerte. No importar ser duro. No importar ser bravo. Cuando combate empezar, guerreros que usar solo esto… - dijo mientras se cacheteaba ostensiblemente el brazo derecho – No durar mucho.

- Mejor usar esto. – agregó en tono críptico, a la vez que se golpeaba la sien repetidamente con su dedo índice.

Attar escuchó las palabras de Uro…parecía que dentro de aquel guerrero había algo más que furia y fuerza, y eso le hacía merecedor de mayor respeto. Por un momento le recordó a su padre, pero descartó rápidamente aquel pensamiento, no era momento de ponerse nostálgicos.

-Uro tiene razón, guerreros que no son conscientes de lo que pasa no pueden llamarse guerreros, si no carnaza. ¿Por qué tardará tanto Lengua Negra?

Aguarda atento a la conversación, pero sin mediar palabra. ¿Para que hablar cuando poco se puede aportar? Simplemente toma nota de lo que se dice. Sin duda a cualquiera le gustaría tener unos arreos como los que poseía Uro, el que peleaba sin atuendo alguno, no lo hacía por gusto. Pero la piel de ñu, aunque útil contra lanzas y espadas, resultaba inútil contra demonios, y éstos sin duda acechan por el campamento, algo evidente con tanto brujo.

Gira la cabeza hacia Khadesa y observa sus tatuajes.

Eso si es protección, además no molesta cuando se tiene que ser silencioso para hacechar a las presas. Algún día... 

- Campaña, Attar, Caracabra, Uro y Lengua Negra pasan al Campamento principal.

Con poco que hacer hasta que Lengua Negra diera las instrucciones para partir, Mentiroso escuchaba las conversaciones de alrededor. Era divertido ver a Uro señalar su cabeza en ese contexto. Seguro que su cabeza era tan dura como para partir escudos, sí, seguramente se refería a eso.

Pero le pareció más interesante la demanda de Khadesa.

-Quinta Pitonisa, creo que ya has encontrado alguien que te puede enseñar -dijo señalando la daga en su cinturón-, si podemos acordar un precio, claro está.

El Hiena volvió su rostro hacia el que acabab de hablar. Vio que era Mentiroso. Sonrió suavemente.

-Hay muchos dispuestos a ayudarte, quinta. Algunos libremente, otros por dinero. Pero una cosa debes saber, pitonisa. No lo lograrás en pocos días. Si quieres aprender debes ser constante y dedicar tiempo a entrenar. Te enseñaré cuanto pueda.

En aquel momento, dejó la saca en el suelo y la abrió. Sacó de ella una armadura de cuero y metal que extendió a la vista de los presentes. Con un movimiento fluido la pasó por su cabeza y se ató los correajes laterales. La vacía tela que la había contenido pasó a la mochila.

-Se nos ha enseñado que una armadura no es digna de un guerrero. Las viejas tradiciones de nuestras tribus deben morir si nosotros queremos sobrevivir. Pero la exploradora tiene razón en algo. Esto -dijo tocando con una mano las placas de metal y cuero - es una carga si quieres moverte libremente. Pero protege de flechas y ataques por la espalda.

En torno a la pitonisa se arremolinaban los Reclutas sin parar. Todos ofrecían su ayuda a su belleza de Oscura y todos pretendían ganarse sus favores. Aunque a veces Khadesa solo podía ofrecer su maña, por lo menos a la luz del día.

Aunque a Rastrojo le enfurecería toda esta muestra de comportamiento servil, lo que le molestaba ahora mismo a este Rastrojo era lo abrumadora que era la presencia de tanta aglomeración.

El mestizo se alejó rodeando el carro, y reparó en Mordisco y la cuerda que le ataba a la carroza de la Quinta. La mula había empezado a mordisquear el cáñamo.

¿Kopki naptu, opi?

Acarició el cuello del animal para tranquilizarlo, y después le forzó a abrir la mandíbula usando ambas manos. Lo que el Lengua Extraña había sospechado: Mordisco tenía caries. Por eso era tan propenso a dar dentelladas, porque las muelas le dolían horrores. Lo que necesitaba la mula era un mordedor. Rastrojo buscó entre la madera que había ayudado a subir al carro de Khadesa y seleccionó un palo corto, de corteza lisa, apropiado para la ocasión.

Interpuso el palo entre el animal y la cuerda que quería morder, y la mula no tardó en echarle un bocado. Y quedó así, con el palo en la boca, haciendo como si rumiase.

Khadesa se giró hacia Mentiroso.

-Cuando digo agradecer, no quiero decir pagar. No tengo dinero, posiblemente soy uno de los más pobres Hostigadores. En monedas, claro. Me emancipé ayer mismo, y hasta entonces he vivido de y con mi madre. -Se giró de nuevo, mirando alternativamente a Ponzoña y a R'Gaa. -Así que agradezco doblemente esos ofrecimientos que hacéis algunos libremente.

Observó luego la armadura que el K'Hlata mostraba, y también otra que Uro algo más lejos se estaba colocando. Y, al volverse, por el rabillo del ojo llegó a cazar a Rastrojo, tras el carro, con una de las mulas, atadas y a la espera. Eso la hizo dirigirse a él  alzando algo la voz, para que el chamán la escuchara.

-Rastrojo, necesito hablar contigo cuando puedas...

Pese a su intento de moderle, la mula parece contenta por la presencia de su dueño.

Menuda mierda de día. Me hervía la sangre. ¿Cómo alguien de mi posición podía ser relegado a repartir las gachas? Y además...ese Uro...me destrozaba aún más los nervios (si es que era posible) admitir que me había humillado delante de todos.

- Tarde o temprano me las pagará... - susurré mientras caminaba a paso ligero.

Llegué al establo y me calmé un poco al observar a mi corcel. Orgullo. Eso era una montura, y no las sucias mulas del resto de escoria.

 - ¿Qué tal compañero? Nos vamos de caza.

El caballo relinchó. Seguramente necesitaba trotar un poco. Ensillé a Orgullo y volví al lugar dónde estaban mis cosas. Ahora estaba algo más relajado y volvía a andar con el pecho hinchado y mi cabeza alta, para dejarles claro si aún no lo tenían que había personas, y "personas". Recogí todas mis pertenencias y las cargué a Orgullo. El caballo parecía excitado, seguramente entendía que llevar mis cosas era sinónimo de un viaje. Cuándo me aseguré de que no me olvidaba nada, me acerqué mostrando orgulloso mi montura al lado de las mulas, con una sonrisa soberbia.

Cuando Mentiroso se había acercado y le había pedido dinero a la pitonisa por ayudarla a defenderse le echó una poco disimulada mirada de desprecio. No entendía cómo había personas que pedían dinero por ayudar en una cosa tan sencilla y útil a uno mismo, ya que si enseñas tienes que hacer practicar al alumno, y ¿Qué mejor práctica que la que te puede dar tu maestro? No solo servía al que había pedido el favor, sino a uno mismo. Además, la pitonisa se había prestado sin ningún tipo de precio a ayudarla a recuperar su memoria perdida.

-Khadesa, yo te ayudaré y practicaré contigo. Cuanto más entrenemos mejor. Cuando volvamos de "la excursión" o en momentos de descansos en los que nos podamos permitir perder energía en entrenar, también podríamos, pero dudo que la dureza de la sabana nos permita esos lujos. Así que creo que lo mejor será que empecemos cuando volvamos al campamento.- sonrió nuevamente. Entonces habló Ponzoña sobre las armaduras.

- Yo creo que es rastrero dar golpes por la espalda. No hay honor en matar de esa manera.- dijo mirando al guerrero fijamente.- Las flechas son difíciles de esquivar, pero no imposibles. Depende de por donde vengan se pueden hasta parar con la daga. De todas formas tienes razón ,en cuanto a ataques a distancia somos mucho más vulnerables si no llevamos armaduras. Pero mucha gente como yo no se la pueden permitir, el dinero escaséa. Yo al menos me lo he gastado todo en los servicios de la Segunda pitonisa, por quitarme un hechizo que me han hechado. Así que tendré que correr riesgos.- suspiró finalmente. Realmente no quería morir, pero no podía protegerse mejor.. No tenía con qué.

- Khadesa sigue con la mirada al jefe de los Hostigadores. Se despide de R'Gaa y de cuantos están hablando con ella y conduce el carro de vuelta al Campamento principal.

MEDIA TARDE.

Orgullo piafa contento una vez ha sido ensillado, y después parece mirar como con desprecio a los demás animales.

Recio no se deja intimidar por Orgullo, y casi parece estar deseando patearlo.

Dante, asustado, se esconde tras el pabellón del Sargento Gulg.

Mordisco ignora deliberadamente a Orgullo.