Partida Rol por web

Campaña se adentra en la zona del palacio asignada a los seguidores de campamento, encuentra a su padre arreglando herraduras, pues son muchas las que se han desgastado durante el viaje.

- "¡Hijo!" -

Herrero abraza a su enorme hijo, obviamente contento de verle.

Campaña le devolvió un efusivo abrazo a su padre, realmente le había echado de menos durante todo el tiempo que habían estado separados.

- Padre, Campaña viene a ayudar en la forja ¿Está ya en marcha? - preguntó Campaña intrigado.- Campaña tiene que hacer algo - sacó los trozos de la espada de Matagatos.- Es la espada del primo Matagatos, un regalo de Portaestandarte, se rompió en el combate, tiene una fisura - Campaña le señaló la grieta en el punto donde se había partido, tal y como había hecho antes con su primo.- Campaña cree que puede arreglarlo, al menos quiere intentar.

- "Hum, hace años que no me dedico a las armas. Supongo que podría arreglarse, pero nunca quedará igual.

La forja está en marcha, tengo que preparar ochenta herrajes nuevos. Va a ser un trabajo de un mes." -

Campaña sonrió ante las palabras de su padre.

- Si Campaña ayuda, Padre tardará mucho menos - Campaña buscó las herramientas con la mirada.- Tú dile a Campaña por dónde empezar, Campaña está listo.

- "Pues la forja está aquí detrás. Es fácil de encontrar, ya que es el sitio donde hace más calor que en el infierno.

Descansa primero, y pide permiso a tus jefes, si te dejan puedes venir a ayudarme todo lo que quieras." -

Campaña pegó un saltito alegre, sólo tenía que pedir permiso y podría pasarse el día con su padre dándole al martillo y al yunque ¿Acaso había algo mejor?.

- Gracias, Padre, Campaña irá enseguida a buscar al primo Matagatos - dijo entusiasmado.

Y sin esperar a nada más, salió corriendo del Ala de servicio para buscar a su primo. Resgistró las celdas una por una, hasta que consiguió dar con él.

- ¡Primo! Campaña necesita permiso para ir a trabajar a la forja - dijo Campaña sin darse cuenta de que su primo estaba prácticamente desnudo puesto que se estaba lavando.- Por favor... por favor... di que sí, primo, hazlo por Campaña... por favor...

El mestizo se acercó a la zona de comerciantes en cuanto hubo elegido una celda cualquiera, pues todas las habitaciones le parecían iguales. Una vez allí, dejó claras sus intenciones:

-Attar desea vender ésto-y depositó las 6 lanzas cortas, 3 escudos y 2 de los cuchillos (pues quería uno para él) que había obtenido de sus enemigos. 

Guepardo se quedó mudo cuando vio el palacio. Había oído hablar de enormes sitios como ese pero nunca había estado en uno. Estaba acostumbrado a las cabañas de su aldes y, de hecho, nunca había dormido en un lugar así, ni siquiera en una casa de las que vieron en la ciudad. Siempre dormía en cabañas, tiendas de campaña o al raso. La boca no se le cerró hasta que escuchó la orden de Matagatos. Tenía que elegir una celda, una habitación dónde dormir. Comenzó a sudar, estaba asustado. Dentro del palacio los muros y los pasillos eran amplios, pero no se veía durmiendo en un minúsculo habitáculo. Se llamaba claustrofobia, su padre le había hablado de ella.

Sus miedos desaparecieron algo cuando vio como Campaña y algunos hostigadores más se mostraban eufóricos al elegir celda. Debía ser rápido, elegiría una con ventanta y, viendo la luna, estaría más tranquilo. O, al menos, eso creía. Señaló cual era su elección y se dedicó a seguir echando un vistazo. Le sorprendía que sus compañeros cambiasen las armas que habían robado a los chacales. En la batalla que tuvieron estaba deseando tener alguna lanza de repuesto para poder lanzarla. No obstante, se quedó pensativo...quizás pudiera cambiarlas por algo más interesante...

Matagatos se quitó su armadura y se aseó a conciencia para estar presentable ante los mandos. También limpió de polvo su armadura y recordó que debía llevarla a arreglar, los últimos combates habían empezado a hacer mella en ella.

Otro gasto más, a este paso nunca me va a alcanzar el dinero.

Volvió a vestirse la armadura y se ajustó el cinturón con la daga, tan solo llevaría esa arma allí, no veía necesario andar con una lanza corta en la mano dentro del palacio. Dejó el resto de sus pertenencias en el armario, excepto las más voluminosas como los escudos y las lanzas que dejó apoyadas en un rincón. El dinero lo llevaría encima de momento.Con todo listo salió de su celda.
Antes de irse visitó a Pelagatos para asegurarse de que estaba bien y darle un poco de agua.
Campaña llegó gritando de excitación en aquellos momentos y Matagatos le hizo un gesto para que bajara la voz.

-Todavía no se cual será nuestra misión aquí, pero no creo que nos hagan salir hoy así que puedes ir. Si te necesitamos ya sabemos donde encontrarte.

Salió con su primo de la celda y llamó a Ponzoña, Lengua Negra y Khadesa para subir al primer piso.

-¿Todos listos?

Antes de subir se acercó al carro, desató al prisionero y tiró de él en dirección a las escaleras sin decirle nada.

A ver si sigues tan callado ahora.

Seguro que la gente en la Compañía lo haría hablar. Una vez en el primer piso se dirigió junto a los otros a la zona de los mandos y pidió permiso para verse con ellos.

- ¡Gracias, Primo! - dijo Campaña abrazando a Matagatos.

Sin perder ni un minuto más volvió corriendo a la forja, ya estaba listo para comenzar con el trabajo ¡Y vaya si tenía ganas de hacerlo!

- Padre, el primo Matagatos ha dado permiso a Campaña, dice que vendrá si hay que hacer algo - dijo Campaña orgulloso.- Campaña ayudará a Padre con las herraduras.

Ponzoña no daba crédito a la realidad que se les imponía. Dormir entre cuatro paredes le resultaba tan extraño como el ingerir sus propios excrementos e igualmente desagradable. En medio de su estupor y de su rabia, se limitó a asentir a las órdenes de Matagatos, y se fue a buscar el que sería su cobijo. Su mirada resbaló hacia la zona de los jardines, cerca de los cuales se articulaban algunas celdas. Vio a Campaña entrar en una que desde su perspectiva era la que le proporcionaría menor sensación de

-Campaña, hermano, compartiré tu... madriguera -dijo al cruzarse con este y sin concederle demasiadas alternativas. Arrojó sus bultos a una esquina y salió a la escalera que daba al jardín. Se quedó pensativo unos egundos, hasta ver a Matagato slisto para partir y se aproximó a él -. Estoy listo, Matagatos.

-Sí, desde luego, pero debo dejar a Orgullo al cargo de alguien -dijo Lengua Negra ante la pregunta de Matagatos y dejando constancia de la necesidad de llevar a la montura a algún lugar adecuado. La llegada y distribución de habitaciones había sido rápida, dejada a la voluntad de cada uno. Pero solo sabía una cosa. El negro cielo de Cho´n Delor no auguraba nada bueno y ya el frío sentido a la llegada a la ciudad, hablaba de noches en las que el abrigo sería de agradecer. Sus cosas las había dejado ordenadamente, satisfecho de la estructura de piedra protectora, lejos de las habituales tiendas o del dormir a cielo raso-. Ponzoña, ¿estás bien? -dijo al Hiena al ver su expresión.

-No -dijo casi escupiendo la negativa-. No es propio del hombre vivir en una madriguera o en un termitero. Este sitio mata al hombre, convirtiéndolo en una rata de albañal. No es bueno.

-Ya veo -fue la escueta respuesta de Lengua Negra que reprimió una sonrisa para no ofender al guerrero, pero que dirigió a Matagatos una elocuente mirada cargada de diversión-. Bueno, tendrás que acostumbrarte. Dijiste que yo debía entrenar para ser más fuerte y me ofreciste tu ayuda. Creo que puedo corresponder a eso, mostrándote que una ciudad no es tan mal lugar para vivir. 

El Hiena miró con frialdad al analista y escupió a un lado, dejando clara su opinión acerca de las bondades de aquel lugar como sitio para vivir.

-Esto es como el útero descompuesto de una leona muerta. Nadie debería vivir en un sitio así.

Y dicho aquello, miró al frente, poniendo punto y final por su parte a aquel diálogo.

Matagatos escuchó la conversación entre Lengua Negra y Ponzoña. Él también se sentía muy extraño bajo aquel techo. Era la primera vez en su vida que entraba en un edificio. Aunque había estado en Dadiz e Idon y visto sus casas y edificaciones nunca había entrado en ninguna. Se sentía raro cuando miraba hacia arriba y no veía el cielo. Aquello era más parecido a una cueva que a una vivienda.

-Es verdad. Dijo afirmando las palabras de Ponzoña. Espero que no tengamos que permanecer aquí mucho tiempo. Aunque ahora lo descubriremos.

Ya había visto el grado de depravación que una ciudad podía tener y no le apetecía demasiado quedarse allí. Esperaba que el mando los mandara en alguna misión de exploración lejos de allí.

-Primo ¿Después quieres que te acompañe a buscar a Dante? Así podríamos preguntar cuanto cuesta una espada corta.

- "Te ofrezco cinco platas." - Le responde el comerciante a Attar.

Attar asiente y le entrega los objetos. Pero no coge inmediatamente el dinero, y dice:

-Attar cree que necesitará otras ropas para estar aquí, ¿qué le puedes ofrecer a Attar?