Partida Rol por web

- Lengua Negra y Uro vieron partir al grueso de los Hostigadores, liderados por Matagatos.

- Después aguardaron a que Mentiroso, Campaña y Sacorroto atendieran a Dante y a Camello.

- Para alivio de Lengua Negra, su pequeño caballo pudo ser salvado. Como aún estaba débil lo llevó por las riendas en lugar de montar en la silla la mayor parte del camino al Norte, hacia el poblado de los Hombres de Arena.

- El camino al Norte transcurrió tranquilo, aunque Uro tenía la certeza de que los observaban. Así fue, pues a mitad de jornada se hicieron visibles los escoltas a camello, guerreros y exploradores de los Hombres de Arena, que se mantuvieron a media distancia sin hablar con los dos Reclutas hasta alcanzar las cercanías de la empalizada de su poblado.

- Esta es una tierra árida, que ha consumido casi toda el agua que llevaban consigo Lengua Negra y Uro.

- No ha llovido por la noche, aunque sí ha hecho mucho frío. Tras pasar la noche como pudieron, ambos Reclutas prosiguieron camino, sin apenas comida ni agua.

- Los exploradores a camello de los Hombres de Arena mantuvieron un silencio inquietante, manteniendo la distancia y sin responder a las llamadas y preguntas de Lengua Negra.

- No es hasta que llegan ante la empalizada del poblado que los Hombres de Arena, montados a camello y armados con lanzas y escudos, se acercan a los dos Reclutas de la Compañía.

De pie, ante aquellos dos hombres a camello, sintió que su posición era más precaria que nunca. Decisiones a destiempo, malas decisiones, decisiones incorrectas. Todo su camino se hallaba salpicado de obstáculos puestos por él mismo ahora que miraba atrás. Había hecho oídos sordos a Serpiente, dejado que el grueso de su tropa avanzara por un terreno sin esperar a  contar con un permiso que debería negociar en un futuro próximo, obligado a los enfermos a continuar un viaje que posiblemente empeorara su estado y se encontraba acompañado tan solo por Uro. Y por ende, su salud debilitada más el estar a pie, llevando por su rienda a Dante, no le dejaba en una buena posición a ojos de aquellos hombres oscuros que cubrían sus cabezas y parte de sus caras con aquellos turbantes. Pero la debilidad aparente también era una carta a jugar pues hacía que el adversario tendiera a minusvalorar su peligro. Y a fin de cuentas, allí, él no era Lengua Negra. Allí, como si de un líctor se tratara, él era la Compañía Negra.

-Salud, Hombres de Arena. Vengo a vosotros como vecino y aliado -dijo subrayando esta última palabra-. Deseo presentar mis respetos a vuestros mayores y líderes y solicitar su favor.

Guardó silencio. Había dicho cuanto tenía que decir. El siguiente movimiento en aquel pequeño y sucio juego de estrategia no le correspondía a él.

Un guerrero de los Hombres de Arena desmonta de su camello con una facilidad nacida de una larga práctica.

- "Sed bienvenidos al Pueblo de Arena, hombres de la Compañía Negra. Seguidnos, os conduciré a la choza de nuestro caudillo. Las mujeres se ocuparán de tu caballo, Oscuro." -

Los dos forasteros entran al pueblo, protegido por una empalizada.

El poblado es mezcla de chozas de madera y tiendas de campaña hechas de pieles curtidas.

Mucha gente se asoma a mirar a los dos recién llegados, pues son toda una novedad.

Una mujer se ríe y le dice a otra:

- "¡Pero mira que hombretón! ¡Vaya músculos!" -

Otra le recrimina:

- "¡Calla mujer! ¡Es un Cazador de Cabezas! ¡Son asesinos despiadados!" -

Lengua Negra se limitó a asentir e hizo un gesto a Uro para que ambos partieran en pos de su guía. Al cruzar la empalizada del poblado, su mirada lo registró todo. Desde las chozas de madera a las tiendas de pieles, sin perder detalle a cuanto pudiera serle de utilidad en aquel recinto. Conocía la importancia de la información y los aliados de hoy, podían ser los enemigos de mañana. Hizo caso omiso a la curiosidad de las gentes, no permitiéndose gesto alguno que trasluciera incomodidad o inseguridad, limitándose a contenidos gestos de su cabeza dirigidos a los curiosos, como un rey paseándose entre sus súbditos. Sí, la Compañía Negra les hacía una visita, un privilegio del que pocos podían presumir. O eso quería pensar.

Un hombre se interpone al paso de los dos forasteros por el poblado. Mira fijamente a los dos Reclutas.

Parece que quiere preguntarle algo a Lengua Negra, pero entonces los guerreros de los Hombres de Arena lo apartan de forma poco ceremoniosa y un tanto brusca.

El hombre retrocede.

Los guerreros conducen a los dos Reclutas hasta la gran choza del Caudillo de la Tribu.

El hombre les mira unos momentos antes de sonreír e invitarles a sentarse.

- "Saludos, visitantes. Mi nombre es Shakara, Caudillo de los Hombres de Arena." -

-Saludos, venerable Shakara, caudillo de los Hombres de Arena -dijo Lengua Negra acompañando sus palabras con una pequeña inclinación de cabeza, la justa para reconocer a su interlocutor, pero sin mostrar sometimiento o falsa humildad-. Gracias por tu hospitalidad. Que el sol y la lluvia bendigan por igual a tu pueblo y tus tierras -señaló aceptando su invitación a sentarse-. Soy Lengua Negra, líder de los Hostigadores, e hijo del Capitán de la Compañía. Me acompaña Uro, recluta bajo mi mando.

- "¡Ah, por fin conozco al Chico Cuervo! No te ofendas, no es ningún apodo despreciativo, es tan sólo como se te conoce entre las tribus de la Sabana. Todo el mundo ha oído hablar del joven hijo del Capitán de la Compañía Negra. Un chico del que se dice que tiene el pelo negro como las plumas de un cuervo, y ahora veo que es verdad.

Puedo ver por los tatuajes de tu acompañante que se trata nada más y nada menos que de un Guerrero Sagrado de la Diosa Oscura. Debo deciros que honráis a los Hombres de Arena con vuestra visita. Mi casa es vuestra casa, os ofrezco mi hospitalidad y la de los Hombres de Arena. Que las Arenas del Tiempo no os traigan más que días felices." -

El caudillo bate palmas y varias mujeres cubiertas de ropas espesas de pies a cabeza acuden prestas.

- "Mis esposas os atenderán, y os darán agua, pan y dátiles. Ya continuaremos conversando más tarde." -

Por primera vez en varios días, al imponente Cazador de Cabezas se lo veía algo desmejorado. Su mirada aún mantenía la penetrante profundidad de siempre, y su postura seguía tan rígida como de costumbre, con los hombros ligeramente arqueados hacia atrás, la espalda recta y el mentón en alto, eternamente desafiante. Sin embargo, un análisis más detallado permitía descubrir que un ligero tono sombrío empezaba a poblar sus duras facciones.

URO había pasado toda la noche en vela, custodiando el improvisado campamento que él y LENGUA NEGRA habían levantado en medio de la infinita soledad de la sabana. Incluso le había prestado su propia tienda al Oscuro, permitido que su líder descansara tranquilamente, a salvo de los rigores del clima, mientras él se ocupaba de hacer todas las guardias de la noche.

Evidentemente, no había hecho todo esto porque profesara un especial afecto por el Oscuro, ni mucho menos. Más bien, todo lo contrario. Lo consideraba un completo inútil, y una clara muestra de cómo favorecían los Oscuros a su propia sangre. Y estaba seguro de que, tarde o temprano, todo el pelotón terminaría pagando por su estupidez.

Sin embargo, tampoco tenía demasiadas opciones.

LENGUA NEGRA podía tener serios problemas con el mando, sus órdenes podían ser confusas en la mayoría de los casos y, en ocasiones. hasta podía parecer que ni él mismo tuviera muy en claro lo que debía hacerse. De hecho, continuamente se contradecía a si mismo, impartiendo tareas que luego olvidaba o que más tarde volvía a encargar a otros.

No obstante, a pesar de todo ello, de su actuar absurdo y descuidado, de las largas temporadas que pasaba absorto en sus propios pensamientos, incluso cuando todo el campamento a su alrededor se convertía en un caos desesperante… aún seguía siendo el líder designado. Y solo él conocía las órdenes que tenían los “Hostigadores”.

Con todo, era mejor mantenerlo lo más fresco posible. Con todos sus sentidos alerta y con su aguda mente bien despierta. Pues su destino estaba ligado al de todo el pelotón, y su fracaso sería también el de todos. Precisamente por ello, el Cazador de Cabezas había decidido darle un respiro al atribulado líder, dejándolo descansar un poco, para ver si así conseguía reponerse de su persistente enfermedad.

Además, para URO no debería de suponer un esfuerzo tan terrible. Después de todo, prácticamente no había hecho ejercicio durante los últimos días, como no fuera aquella indolente y parsimoniosa marcha por el desierto, y había dormido a pierna suelta casi todas las noches.

Solo serían algunas horas de sueño…

Eso mismo pensaba el corpulento guerrero en estos momentos, procurando reprimir un bostezo mientras respondía con un ligero cabeceo al saludo de SHAKARA. Hubiera deseado dedicarle una reverencia más ceremoniosa al venerable líder, quizás incluso una profunda inclinación. Sin embargo, dado su estado actual, no era improbable que terminara con su voluminosa anatomía despatarrada por el suelo. Tal cosa era inconcebible, así que decidió no tentar a la suerte. Mejor que fuera LENGUA NEGRA el que encargado de llevar a delante las negociaciones.
 

URO:

Necesitas tres tiradas:

1) Profesión Soldado, para evaluar los aspectos puramente militares de los Hombres de Arena.

2) Recabar Información, para observar los detalles logísticos y la posición de las personalidades.

3) Supervivencia, para determinar cómo de fácil o difícil sería escapar en caso de extrema necesidad.

-No me ofendes, venerable Shakara. Al contrario. Me agrada saber que las tribus de la sabana me conocen y me han dado un nombre. Cuervo. Sí, un animal inteligente, capaz de volar, negro como la noche, como las gentes de estas tierras, como la propia Compañía y que sabe aprovechar las oportunidades que se le brindan. Un ave valerosa capaz de pelear con el halcón y el águila -Lengua Negra volvió a hacer un pequeño gesto con la cabeza-. Me halagáis. Confío en ser digno del nombre que me habéis puesto. Gracias por ello y por el regalo de vuestra hospitalidad, gracias por el pan, el agua y los dátiles que compartís con vuestros amigos y aliados -dijo al tiempo que tendía la mano hacia uno de los dátiles servidos. El solo pensamiento de saborear aquella fruta, dulce y carnosa, hizo que salivara.

- Las mujeres conducen a ambos Reclutas al interior de la choza del caudillo.

- Allí les ofrecen agua para beber, y también para asearse, lo que es un honor, pues entre los Hombres de Arena el agua siempre es escasa. Les ofrecen cómodos asientos, les lavan los pies y les dan pan y dátiles. Y también leche de camella fermentada.

- Finalmente, les ofrecen aceitarles el cuerpo con un aceite especial para tonificar los músculos y la piel.

Lengua Negra dejó que le agasajaran. Tras las últimas jornadas, el agua fresca, las abluciones y la comida eran un verdadero lujo. Fue consciente de que su hambre le impulsaba a devorar aquellos dátiles, así como el pan, pero se refrenó y comió lentamente, aunque no por ello en escasía. Después, con el estómago lleno, y dispuesto para la conversación y el diálogo, llegó la invitación de un masaje.

Su mente trabajó febril. No era lo que más le convenía en aquel momento. El tiempo corría en su contra. Sin embargo, rehusar equivalía a ofender a su anfitrión. E igualmente, aceptar sin poder corresponder a su generosidad, sería un insulto. Del mismo modo, actuar con apresuramiento, podía revelar más que aceptar aquel último gesto de cortesía. Además, la sola idea de que su cuerpo dolorido, que sus articulaciones afectadas por la gripe pudieran ser ungidos con aquel aceite le resultaba especialmente apetecible.

-Gracias, venerable Shakara. Has convertido tu hogar en nuestro hogar. Tu hospitalidad habla por ti. Ten por seguro que  corresponderemos a tus gestos en igual medida cuando visites nuestra Compañía, donde siempre son bienvenidos nuestros amigos y aliados -dijo, escudándose en una promesa futura para corresponder a los agasajos del presente. Porque en igual medida, Lengua Negra era consciente de que todo regalo podía encerrar una trampa. Si así era, sus palabras velaban en igual medida, una amenaza certera de venganza.