Partida Rol por web

- Los tres Exploradores han ayudado a saquear los cuerpos, incluyendo a los de las víctimas de Serpiente, sin interferir en su macabro ritual, pese a que es evidente que no están para nada conformes con esa magia negra.

- Cargan el botín en un carro, que preparan para que el Camello de Mentiroso tire de él, en la retirada que ya deberíais de estar llevando a cabo.

- Entretanto, León Anciano y Pelagatos traen a Orgullo, el caballo pesado del hijo del Sargento Rompelomos. Parece bastante maltrecho, pero al menos puede moverse.

- Transcurrida una hora, Caracabra piensa que Peregrino puede sobrevivir al traslado, y los Exploradores le ayudan a subirlo al carro, junto con el botín.

- Los cuerpos enemigos son amontonados con ramas y todo el botín que no podéis llevar y todo es pasado por la antorcha. Se alza un gran fuego. Quizá esto cubra vuestra huida, aunque es posible que queme parte del bosque también.

- Habéis intentado ignorarlo, pero es casi imposible hacerlo, Serpiente ha sacrificado a cinco víctimas en la hora transcurrida de un modo horrible y atroz. Lo peor es el sonido como de succión, como si las mismas almas de esos desdichados fueran destruidas por la brujería. De los cadáveres no quedan más que bultos de espesa grasa negra quemada, que desprenden un repugnante olor. No sabéis cómo Serpiente tiene estómago para hacer estas cosas, acciones que harían palidecer a un verdugo veterano. Cosas que no se le harían ni al peor de los criminales imaginables, cosas que de por sí constituyen un crimen contra natura.

- "Tenemos que irnos. Aquí estamos expuestos, y el fuego atraerá a nuestros enemigos. A estas alturas puede que ya sospechen que todo ha sido un engaño, al no ver a la Caballería lanzada en su persecución." -

Niño Guerrero ayuda a Caracabra a subir con cuidado a Peregrino al carro, y a acomodarlo entre el botín saqueado.

Después señala al cadáver de Jabalí.

- "Debemos echar a vuestro compañero a la pira funeraria." -

No dice nada sobre las cosas del guerrero caído de los Leones Hambrientos. La costumbre K'Hlata es que los muertos conserven sus objetos personales y armas. La costumbre de los Oscuros es que los vivos hereden los bienes de los caídos.

¿Qué decisión tomará Pelagatos?

- "Hay que ponerse en marcha ya.

Los Rufianes abrirán la marcha, explorando al frente y los laterales.

En el centro el carro con los tres heridos, conducido por Caracabra.

Belleza, León Anciano, Perdida y Pelagatos a los flancos del carro.

Nosotros los Exploradores cubriremos la retaguardia por si no siguen. Ikharus, vendrás con nosotros."

Después de la batalla, me siento muy cansado, debo ser de los pocos que están ilesos y eso me carga en los hombros un poco más de responsabilidad.

Me acerco a los Exploradores para agradecerles su ayuda y ofrecerme para cargar cosas o echar una mano. También tengo unas palabras con los Rufianes restantes, no puedo obviar que lucharon y cayeron por mí, y les expreso mi intención de devolver la deuda, algún día.

Por fin me acerco a Pelagatos, justo cuando mi hijo se dispone a atar a los prisioneros, le pongo la mano en el hombro y, con una sonrisa apesadumbrada, le digo:

-Esto no es lo que planeábamos ¿verdad? Muchos buenos soldados y guerreros han caído hoy, honrémosles como se merecen, pero, quizá, mejor en otro sitio.-

Me quería sentar un segundo con Serpiente, para darle las gracias por su, tan oportuna, magia, cuando me asaltan los gritos y sonidos de sus sacrificios.

No puedo evitarlo, se me revuelve el estomago.

“¡Por la Diosa! ¿Qué clase de monstruo haría este tipo de cosas?”

Evito pensar en que el monstruo en cuestión es mi propio hijo y, cuando termina (si se puede usar este término tan usual con las atroces actividades de Serpiente) me decido a hablar con él.

-Hijo, buen combate. No soy muy partidario de hechizos ni encantamientos, pero hoy has salvado el viejo trasero de tu padre.- Añado con seriedad. –Esperemos que no tengas que hacerlo muy a menudo...-

No he sido capaz de tratar los últimos sucesos con los prisioneros. Ahora entiendo el porqué de muchas cosas, y creo que tengo que renovar mi espíritu y replantear mi papel en esta Compañía.

Debo hablar con Matagatos de inmediato.

-¿Estamos todos listos? Dentro de poco, esto será un hervidero de enemigos, y no creo que le hagamos ningún bien a la Compañía quedándonos.-

SERPIENTE:

- Tiradas de Conocimiento Arcano y de Uso de la Magia. Tirada de Resistencia y TS Fortaleza.

- “Cinco. Tan solo cinco…”

Conté de nuevo y rápidamente los montones de cenizas en los que se habían transformado mis víctimas... Me seguía saliendo el mismo número: cinco. Se suponía que iban a ser seis los que me iba a dar tiempo a sacrificar antes de poder mover a Peregrino.- “¡Seis, no cinco!”- Pero detrás de mí ya escuchaba cómo empezaban a preparar todo para marcharnos.

Mientras ellos ultimaban los detalles para dejar aquel lugar a mí todavía me daba tiempo a sacar provecho de uno más de nuestros enemigos. Cuando terminara no tenía más que acercarme al carro y emprender nuestro camino. Así que nervioso por el escaso tiempo del que disponía cambié la daga de mano, sequé la sangre que salpicaba mi rostro y me acuclillé junto a mi sexta y última víctima…

Cuando terminé con ella solo quedaba una estatua de negras cenizas grasientas que aun conservaba su forma humana. En su rostro aun podía verse la expresión con la que había muerto, congelada en el tiempo hasta que el viento dispersara las cenizas. Pero yo no le di oportunidad de hacerlo pues de un tajo de la daga ensangrentada contra el negro, la cabeza reventó en pavesas al chocar contra el suelo.

- No me mires así…

Tironeé de la cuerda que había usado para atarlos que salió entera al quebrarse las frágiles muñecas de las estatuas de ceniza en las que se habían convertido mis víctimas. En aquel momento, mientras guardaba la cuerda entre mis cosas, escuché detrás de mí unos pasos y la voz de alguien que reconocía.

- No necesito tus halagos, Ikharus. Guárdatelos para Pelagatos, él está mucho más necesitado.- Sonreí.- Y no te confundas, no lo hice por ti…- añadí al tiempo que me ponía en pie tras limpiar indolente la daga en la ropa de uno de los cadáveres.- Lo hice porque había que hacerlo y soy el único que puede hacerlo…- Solté una carcajada.- No me lo creo ni yo…- seguí riéndome.- En realidad lo hice porque era divertido. ¿No te lo pareció a ti también?

Un vistazo en rededor bastó para darme cuenta de que ya estaban todos listos para partir.

- De los inconscientes todavía quedan algunos vivos. Si hay sitio en el carro no nos vendría mal llevarnos a uno o dos para interrogarlos. Si son Fantasmas irredentos mejor. Al resto ejecútalos. Porque puedes hacerlo, ¿no?- Sonreí.- Si no simplemente puedes lanzarlos a la pira para que el fuego haga tu trabajo.

La inconsciencia nuevamente me apresa como a su víctima. El mundo de los sueños ha salido a cazar y he sido designado por el filo de mi enemigo como mi presa. Me siento caer en el vacío, siento como el viento baila a mi alrededor en su danza para despedirme de la vida, pero me aferro con fuerzas a la chispa de calor que aun alimenta mi cuerpo. Me aferro como un naufrago a la orilla y no la dejaré tan fácilmente.

El sueño se mantiene mientras yo caigo por el abismo de las sombras de la muerte. No conozco el fondo del agujero de oscuridad en el que me estoy sumiendo, pero escucho cosas y veo imágenes delante de mis ojos. Una imagen clara de mi pueblo, con sus chozas sobre la ciénaga del delta del río. Veo sus casas y a mi gente trabajando en las zonas húmedas para recoger cereal, el aroma del interior del templo donde los Maestros de la Espada enseñan a sus alumnos y donde yo aprendí todo lo que sé.

Veo como de niño jugaba corriendo, sucio por la ciénaga. Veo como desde pequeño fui arrastrado al templo y se me enseñó el Camino de la Espada. Recuerdo como entrenaba mi cuerpo fuera del templo hasta quedar exhausto y aun más, para luego entrenar mi mente con acertijos y mi espíritu en silencio. Me veo a mí mismo sentado debajo de las pequeñas cascadas que hace el río al caer de las altas rocas al límite de la ciénaga y como el agua fría me moja y me golpea para endurecer mi cuerpo y mi temple a la vez. Luego miro como recibo mi katana, herencia de mi familia desde hace muchos años y que ahora me corresponde llevar. Recuerdo la sensación al mirarla por primera vez y ver su brillo resplandecer, el cosquilleo en mis manos al tomar su empuñadura y el agradable peso de su acero al final de mi brazo, extendiéndolo y formando uno con él.

Veo mis revelaciones, escucho la terrible frase que hace alusión al año y a las osamentas humanas. Sé que el fin se acerca y sé que los engranajes se mueven en el sentido del término de todas las cosas. Escucho de la Diosa Oscura y me estremezco de miedo al pensar en los míos sufriendo por males implacables. Recuerdo mi decisión y recuerdo claramente como me considero digno de dar mi vida en el sacrificio de la investigación, con lo que ello conlleve pues mi sangre está en peligro y daría mi vida gustoso, lleno de dicha y gloria para salvar a mi pueblo. Recuerdo mi investidura como sacerdote y recuerdo mi marcha desde mi pueblo natal hacía el norte, siempre hacía el norte.

Luego veo el camino por Taglios, siguiendo el curso río arriba. Veo las ciudades en las que nunca entré y los pueblos que recorrí y en cuyas calles dormí abrigándome del frío y la lluvia entre otros mendigos. Veo como el paisaje cambia y la Gran Sabana comienza delante de mis ojos. Veo la inmensidad de su extensión y el color de la hierba que lo cubre. Siento el calor del día y el frío de las noches, la absoluta claridad del día y la noche oscura sin luna.

De pronto me doy cuenta de que es mi vida la que estoy viendo en sueños. De que mis delirios de fiebre y de la infección que se ha apoderado de mis heridas han hecho que vea mi vida frente a mis ojos. En estos momentos veo la vida de alguien pero sé que de algún modo no es la mía. Veo la vida de Dai Tray, un tipo que murió hace tiempo, un tipo que murió cuando avanzando por la Gran sabana se encontró con un campamento al que se unió y al que le permitieron pertenecer. Cuando el Sargento Gulp, entre risas de sus subordinados, le dio una oportunidad a aquel misterioso pordiosero de demostrar que era útil para La Compañía y de que podía hacer algo más que morir en el frente. En ese momento murió aquel hombre cuya vida he visto, pues en aquel día murió él y nació Peregrino.

No puedo culpar a Serpiente por su dureza para conmigo. Tampoco puedo obviar que me hiere de una forma a la que no estoy acostumbrado.

Con sus palabras me queda claro que el chico que fue mi hijo desapareció en la nada, o quedó enterrado en lo profundo del monstruo que es Serpiente.

Lo miro gravemente, con cierto atisbo de desaprobación, y meneo la cabeza con descontento.

-Hijo, no espero que lo entiendas ni que, tan solo, intentes entenderlo, pero debes andarte con ojo con las fuerzas con las que juegas. No creo que tratar la Vida como si fuera una herramienta sea una  opción sensata.-

Lo digo a media voz, dando a entender más tristeza de la que quiero, cuando termino me doy la vuelta. Sin esperar la muy segura pulla de respuesta que ya debe formarse en los labios del ser que una vez llamé hijo.

Me acerco al carro y observo al maltrecho Peregrino, el valiente extranjero, el torbellino de muerte de la compañía, yace ahora, preso de la fiebre y el delirio, ante mí. Qué triste ironía...

Llego hasta Pelagatos, que tampoco presenta un buen aspecto, y me intereso por su caballo.

-¿Como está tu Orgullo?- Digo con intención, pero sin malicia, y le doy una palmadita de aprovación en el hombro- Has dirigido el ataque decentemente, que no pesen sobre tu conciencia las almas de los caídos. La Diosa sabrá recompensarlos en la otra vida. Por cierto, ¿Que debemos hacer con los prisioneros?-

SERPIENTE:

- El ritual de sacrificio es un éxito completo.

- Te sientes invadido de fuerza vital. Estás seguro de que en estos momentos tu sangre es negra y ardiente, energía mágica salvaje recorriendo tus venas y arterias. No te hace daño, al menos no físico, aunque tu alma es ahora un grado más tenebrosa...

- Te sientes más poderoso que nunca. Lleno de energía y de poder. El cansancio desaparece, las heridas se cierran, las fuerzas se restauran e incluso aumentan hasta niveles nunca vistos.

- Puede que sea tan sólo la euforia, pero en estos momentos te sientes como si fueras capaz de tumbar a Campaña a puñetazos.

- Si te vieran ahora mismo Sedoso y Caratótem, los menos poderosos de los cuatro Magos de la Compañía, te mirarían con temor y envidia.

Los prisioneros no caben en el carro, hay que llevar el botín y los heridos, y no hay sitio. Ni siquiera hay sitio para todo el botín, una parte lo quemáis para que el enemigo no pueda recuperarlo.

A una señal de Masutsu, Ikharus ejecuta con su daga a los enemigos inconscientes a los que Serpiente no tiene tiempo de sacrificar en su macabro ritual. Sin duda es un destino mucho mejor que el de los otros.

"La Diosa no ampara a los K'hlatas." - pensé ante el comentario del viejo-nuevo soldado, puesto que ahbía visto cómo derramaba sangre por La Compañía.

- Ambos pueden andar. - contesté a Ikharus. -Y en nuestra situación, todo prisionero que no haya sido utilizado ya por Serpiente, debería ser liquidado. - El gesto de Masutsu confirmó mis palabras y observé cómo Ikharus terminaba con ellos.

-  Si está todo listo, encendamos la pira y pongamos rumbo, a poder ser a buen paso. - aunque dudaba eso último con un carro, un caballo herido y el resto de soldados cansados o heridos también, yo incluído. - Debemos encontrar al Grupo del Capitán a ser posible, aunque cualquier otro grupo aliado nos servirá para al menos dejar los heridos bajo custodia mientras busco a los mandos para informarles de lo sucedido.

Mi padre huyo antes de poder proporcionar una respuesta justa a su reproche oculto entre pretendidos consejos. Pero como no huyó demasiado lejos, aun podía responderle.

Con gesto arrogante me deshice de capa y broche echándolos sobre el carro que muy pronto emprendería la marcha. Aparté la toga que me vestía para dejar al descubierto espalda y hombros. Allí quedaron al descubierto cinco profundas cicatrices que reptaban hacia el pecho abriéndose paso entre escamas negras. Nada extraño, no cuando Matagatos se había asegurado de que todos presenciaran los latigazos. Pero en aquella ocasión, en las mismas cicatrices, había algo más…

- Dime qué es lo que ves. Dímelo, Ikharus…- le dije emocionado, ansioso por escuchar la respuesta de sus labios.- ¿No te parece maravilloso? ¿No resulta extraordinario? Vosotros, cansados, exhaustos y heridos. En cambio yo…

Solté una carcajada antes de volver a cubrirme y devolver broche y capa a su sitio.

- No tratar la vida como una herramienta, dices.- Reí.- La vida es una herramienta. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Pero que tú no lo veas tan solo demuestra tu ceguera, tu hipocresía o tu carácter pusilánime, Ikharus. ¿No matamos al animal con cuya carne nos vamos a alimentar? ¿Acaso su muerte no supone sustento para nuestra vida?- Meneé la cabeza y empecé a reír. No podía creerme como la gente podía ser tan corta de miras, tan falsa.- Y lo peor es que lo dice un mercenario. ¡¡Por todos los demonios, todos nosotros somos mercenarios!! ¡¡Mercenarios!!- repetí con una carcajada.- ¿No lo entendéis? -Reí.- ¿Cómo era la última parte del juramento de la Compañía? Ah sí… “Os juro lealtad a vosotros, hermanos míos, hasta el día en que decidáis liberarme de mi juramento o muera al servicio de la Compañía."- Extendí los brazos hacia ellos como si entre ellos sostuviera la gimiente y fea verdad que les había enseñado.-  Hasta que muera al servicio de la Compañía… Nuestra vida no es más que una herramienta que ofrecemos al mejor postor a cambio de un dinero que necesitamos para seguir viviendo.- Sonreí.- Dejaos de mojigaterías. Desprendeos de esa venda de prejuicios con la que cubrís vuestros ojos. Puede que la luz os ciegue al principio, pero no la temáis porque tan pronto os acostumbréis a ella dejaréis de temer empuñar la sierra o el martillo.

Había quedado inconsciente tras la batalla sin saber muy bien que era lo que había sucedido del todo.

Me vuelvo a despertar cuando noto que alguien me mueve, abro los ojos y son caras conocidas y en un leve susurro digo -Sabía que no nos dejaríais- o más bien esa era la esperanza que tenía.

Me suben a un carro por mis heridas, junto a los demás heridos y al botín de la batalla. Intento incorporarme -Estoy bien, no me...- pero realmente no lo estoy, necesito cuidados médicos, vuelvo a quedarme tumbado y busco a alguien que esté cerca del carro y le pregunto -¿Ha habido muchas bajas?- Porque aunque no tenía manera de saber si había sido un rescate o solo una venganza para restaurar el honor de la última derrota sufrida, las bajas, si habían sido demasiado numerosas me pesarían en la conciencia, no me gustaba que otros guerreros dieran la vida por mi por haber fracasado.

Misteriosa ayuda a los Exploradores a subir a los heridos Asesina, Lombriz y Peregrino al carro, junto con algo del botín que pueden transportar.

Entonces habla Serpiente y todos le miran cuando descubre su espalda. Lo que ven es una especie de sangre negra humeante regenerando las heridas de Serpiente de un modo antinatural. Quedan las cicatrices, pues son indelebles, pero parecen curtidas, como después de semanas de curación. Además, el brujo parece envuelto en crepitante energía tenebrosa.

A su alrededor, las sombras se arremolinan, más oscuras de lo normal incluso en esta tenebrosa noche, y cuando os mira, sus ojos son como dos focos de maligna luz amarilla diabólica.

Los Rufianes avanzan los primeros, dejando atrás este antiguo campamento del Triplete pasto de las llamas.

El fuego cubre adecuadamente vuestra retirada, al menos las tropas enemigas no consiguen daros alcance, pese a la lentitud del carro de los heridos tirado por un único camello.

Caracabra conduce el carro, en el que viajan Asesina, Lombriz y Peregrino.

Pelagatos lleva a Orgullo de las riendas, y flanquea el carro junto con Belleza, León Anciano, Perdida y Serpiente.

Ikharus protege la retaguardia junto con los tres Exploradores: Escudo, Masutsu y Niño Guerrero.

TRANSCURRE LA NOCHE ENTERA Y TODO EL DIA SIGUIENTE.