Partida Rol por web

El tabernero parece insistir con su media sonrisa que parece bastante sincera.

- Por favor señor, tome asiento. Si desean una habitación una de las camareras les informarán sobre los precios.

El gigante sigue con sus quehaceres, secando platos y vasos e interesándose por sus parroquianos.

No son pocos los bares de mala muerte que conoce Raff, pero ninguno contaba con un dueño tan particular. Sin duda no era conveniente hacer enojar a nadie siendo forasteros recién llegados, y eso sin duda aplicaba al gigante de sonrisa siniestra capaz de aplastar una cabeza solo con sus manos, por lo que fue a sentarse a algún rincón donde pudiera observar la taberna y a sus habitantes.

Me quedo observando el edificio anonadada. Cuando me doy cuenta, me encuentro sola delante de la puerta. Así que sin más dilaciones decido entrar.

-¿Qué es este aroma que se cuela por el interior de mi nariz? – Me pregunto a mí misma.

No conseguía adivinar ese extraño olor. Eche una mirada rápida y puede observar que mis compañeros ya estaban sentados en la mesa. A medida que iba acercándome en donde ellos estaban me quedaba observando los grandes techos que había y el espacio. Lo más molesto de aquella taberna era el ruido que había, la gente hablaba muy elevado. No se veía a casi ninguna mujer, solamente aquella camarera que estaba sirviendo las mesas.

Me acerqué hacía donde estaban mis compañeros y antes de llegar tuve un tropiezo con el arma de un caballero. Mi vestido se desgarro un poco, se podía observar como los hilos con los que fue confeccionado se podían ver. Llegue a la mesa donde estaban ellos.

-Me había quedado un poco anonadada con la fachada, disculpen mi tardanza. – Dije con una voz tímida. ¿Habéis pedido algo de beber o comer?

(Sin darme cuenta estaba olisqueando el ambiente y la verdad es que no apetecía quedarse en aquel lugar)

Sin duda, tal como está comprobando, o aquél gigante ers el tabernero más reservado del mundo o el posadero más idiota de todos. Para todos es bien sabido que los rumores, ciertos o no, son buenos para un negocio como aquél, pues siempre caen una o dos monedas en pago por la curiosidad saciada. En cambio, aquél enorme ser de sonrisa sincera aunque igualmente aterradora parece tan impasible ante eso que no sabe muy bien que pensar. 

Con un suspiro de resignación, decide que no merece la pena perder ahí el tiempo, y si bien no parece que vaya a conseguir información tan rápidamente como le habría gustado, si que puede hacer una cosa: beber. 

Así, sin dejar pasar un segundo más, salta de su taburete con un gesto de fanfarronería en el rostro y, tras colarse por detrás de la simpática camarera, va hasta la mesa que su grupo, lentamente, empieza a ocupar. Aprovechando la apropiada aparición de su compañera, acelera el paso y se sienta, como si de lo más natural se tratara, pegado a Elsbeth, dejándola encajonada entre Hodrum y él mismo. 

- Oh, milady, parece que se le ha roto el vestido. - Sonríe, todo lo afable que puede llegar a ser en una situación así sin que resulte demasiado sugerente o pícaro. - Sería un honor para mí acompañar a tan hermosa dama a un lugar más tranquilo donde poder intentar arreglarlo. - De forma teatral alza hacia el cielo la mirada a la vez que las manos y tras un segundo de pausa, vuelve a dejar caer estas, una sobre la mesa y la otra, casualmente, sobre la pierna de la clériga, mientras guiña un ojo, con descaro, hacia el mago, del que está seguro no pierde detalle. 

Una vez todos estáis sentados alrededor de una mesa de grandes proporciones, una de las camareras se acerca muy amablemente. No es una gran belleza pero parece muy eficiente:

- ¡Bienvenidos al Pez Silbador! El menú para cenar incluye a elegir guiso o sopa y después pollo asado, cordero o cerdo. El pan del día y los pasteles de postre están incluidos en el precio.

La camarera os mira atentamente pendiente de lo que le pedís.

Nithael ¿Nunca aprendes? No se mezclan los negocios con la vida privada. Deja de acosar a nuestra devota amiga antes de que un dios en persona venga a bajarte los humos.- Dijo Raff con una media sonrisa, luego volteó al oir a la camarera.

Raff miró brevemente a la mujer, sintiendo una pequeña desilusión puesto que no era particularmente agraciada, pero la espectativa de una comida abuntande volvió a levantarle el ánimo y con una sonrisa respondió. -Ya casi puedo saborear la comida... Para mi, guiso y carne de cerdo por favor. -El estómago de Raff emitió un sonido, casi como  reafirmando lo dicho.-  ¡Ah! Y una jarra de cerveza. Roja si es posible, si no, rubia.- Su rostro adquirió una expresión pensativa mientras se acariciaba la barbilla, luego volvió a abrir la boca.- ¿Por cierto, sabeis si alguien aquí juega a los dados o a las cartas? Me han desplumado con el impuesto a las armas al entrar en la ciudad y pretendo recuperar lo perdido...

Ignora totalmente el comentario de Raff, aunque cuando llega la camarera si que se aparta un poco de su compañera, manteniendo el decoro. Además, aunque está claro que no va a llegar alguna deidad a pararle los pies, sabe que está empezando a tentar a la suerte con Hodrum, y está ahora demasiado cansado para ponerse a esquivar rayos que, haga lo que haga, seguro que le dan y le dejan en el sitio.

Al final, se queda tranquilo, apoyado sobre la mesa con los brazos cruzados y mirando fíjamente a la eficiente joven, dejando primero al pequeño cuervo pedir, y a la espera de que la posadera responda a sus preguntas. Es algo que también le interesa a él, así que prefiere no desviar la conversación hasta saber algo más.

La camarera mira a Raff haciendo un ademán de haber memorizado su pedido.

- Señor, el juego está prohibido en el Pez Silvador -dice mirando hacia el semigigante-, esas cosas traen consigo trifulcas y peleas que Gruenab no tolera. Mientras no arméis escándalo siempre seréis bienvenidos al Pez Silbador.

La señora espera a que el resto del grupo pida algo más.

- Necesitaria algo de carne cruda de cordero, sin adobar a poder ser, comienza el druida, una cerveza de trigo y un plato de guiso, y otro de cordero para mí.

Aunque estaba acostumbrado a la vida salvaje y obtener el alimento de la naturaleza, de vez en cuando se daba el capricho de comer bien. Aunque fuese un druida, no estaba exento de los placeres de la buena mesa
 

Las palabras de la posadera son un duro golpe. ¿Prohibido... el juego? Repito para mis adentros, incapaz de creerme algo así, no en una taberna. Se me escapa una mirada de odio repentino hacia Sedrik, que nos ha llevado hasta allí, pero rápidamente desvío la vista hacia la chica y sereno el rostro.

No importa, no importa... Pienso para mi mismo, mientras mentalmente me guardo la información; un lugar al que no volver de normal, me temo. 

- Bueno, para mi sopa y cordero, mademoiselle - Sonrío a la camarera. Ella, al fin y al cabo, no tiene la culpa de nada -. Acompañado de un buen vino caliente, por favor. 

Al menos espero que la comida sea buena, el vino haga su trabajo, y la cama blanda. Y tal vez... Echo un vistazo a la taberna. Que el juego esté prohibido, no significa que lo estén las mujeres, y a falta de una buena partida de cartas donde vaciar los ya tocados bolsillos de Raff, no hay nada que me impida pasar directamente al postre. Qué bella dama tendrá hoy el placer... Me digo a mí mismo mientras observo a las parroquianas, esperando encontrar alguien que merezca mi atención.

La piel se me pone un pone un poco tensa cuando noto como una mano me empieza a acariciar el muslo, miro a mi derecha y veo a Nithael con una cara de sospecho. No le digo a ver si se da cuenta de que lo que esta haciéndome no es digno de un hombre honrado. 

Al poco tiempo aparece la tabernera con el menú del día y nos dice todo lo que podemos elegir, así que me pongo a pensar que es lo que más me podía apetecer. Mis compañeros ya había empezado a elegir así que tenía que darme prisa.

- Señorita, si no es molestia a mí me podía traer de primero una sopa bien caliente, de segundo un poco de pollo asado y para el postre uno de esos pasteles que dice usted, si están amable. Gracias. - Le digo a la camarera con una voz tenue y suave.

- Señor Nithael, gracias por dejar mi pierna en paz, que sea la última vez que le pille tocándome de ese modo. - Le digo a la oreja en voz muy suave y sensual.

La camarera empezaba a impacientarse, ya que faltabamos por pedir y su tiempo es oro.

- Muy buenas noches señorita, lamento la espera pero tenemos tanta hambre que no sabemos que elegir. Yo desearía degustar un plato de guiso, de segundo el cordero y para beber desearía un vino élfico, o si no disponen de ello el mejor vino tinto que tengan. - Entonces entre la túnica de Hodrum aparece su fiel compañera Kirara. La comadreja asomaba la cabeza con rostro lastimero implorando comer algo. - Kirara, ¿pensabas que me había olvidado de tí? -

Mirando a la camarera mientras acariciaba la cabeza de la comadreja sigue pidiendole la comanda.

- También desearía un plato de pollo, y para mi amigo, - dice señalando a Nithael - traele también un cubo de agua bien fría, porque a este ritmo saldrá ardiendo de verdad - Y empieza a mover las manos haciendole entender que a la proxima le pega fuego de verdad.

- Una cosa más si no es mucho pedir. - le dice a la camarera - ¿Hay algún problema en la ciudad o rumor que debamos saber de la gente o de la propia ciudad? Principalmente por si tenemos que tener cuidado durante nuestra estancia aquí. -

La camarera va reteniendo vuestros pedidos en la mente mientras sostiene firmemente jarras y platos vacíos de otras mesas.

- ¿Algo más?- dice dirigiéndose a quienes todavía no han hablado.

- Si quieren alojarse aquí deberían hablar con Gruenab Tenemos habitaciones para 6 personas por 3 monedas de plata, habitaciones para 4 personas por 6 monedas de plata y para 2 por 3 monedas de oro. Por supuesto estas últimas son de lujo. 

Dirigiéndose ahora a Hodrum continúa:

- Problemas y rumores en una gran ciudad como Greyhawk siempre hay, de todos los colores.- Dice jocosamente- Si buscáis trabajo como mercenarios no os resultará difícil alquilar vuestras espadas.

-Muchas gracias, la llamaremos si necesitamos algo más.-Dijo Raff despachando a la camarera. Cuando esta se fue, dejó escapar un suspiro de alivio, dando gracias por poder relajarse como no había podido desde hace mucho tiempo. Se recostó en el respaldo de la silla con las manos detrás de la cabeza y puso los pies sobre la mesa.
-Bien ¿Cómo vamos a organizarnos? Asumo que la rata no querrá dormir en la misma habitación que el gatito.- Comentó refiriendose a la comadreja y el leopardo.- Y más importante aún ¿Quién se apunta a una competencia de beber? Recomiendo que alguno quede medianamente conciente, nomás para espantar a los amigos de lo ajeno.

Sonrió, más ante las palabras susurradas por Elsbeth que por la amenaza de Hodrum, al que normalmente no toma demasiado en serio y menos ahora. Por desgracia, el gesto le duró poco, ya que aquél lugar era todo lo contrario a lo que el venía soñando por el camino. Música que acompañara la cena, dinero fácil a costa de algún jugador ebrio y para rematar una cama blanda y cómoda a la que llevarse a una chica bonita. Allí no había nada de todo aquello, tendría que conformarse, al parecer, con una cena relajada y una habitación decente, pero claro, encima tendría que compartir. ¡Que desgracia! Ciertamente estaba a punto de levantarse e irse, pero algo, llamémoslo cansancio, se lo impedía firmemente. 

Suspiró, mirando una vez más con cierto rencor a Sedrik, para después volver a centrarse en la camarera, que parece estar explicando algo al mago. No presta demasiada atención, pues tampoco termina de interesarle ya nada, y se limita a recostarse sobre la mesa a la espera de su comida, ignorando también a Raff. 

Tal vez intente animar esto un poco cuando acabe de cenar... Pensó para sí mismo, sonriendo cansado, deseando acabar aquél día de una vez por todas.

- Me parece buena idea, dormir en dos habitaciones. Dice el druida mientras acaricia a su bestia, Mejor esperar a que los instintos salvajes de mi amigo sean apaciguados, o podria pasar alguna desgracia.

El ambiente de la taberna no parece muy propicio para la diversion, continua sonriendo, parece que el posadero mantiene el orden y el decoro por estos lares, acaba la frase bebiendo un trago de su jarra

Al ver que no hay más pedidos la camarera se retira amablemente dejando vuestros asuntos para vosotros mismos.

-Que poco habladores que estamos hoy ¿No?-Dijo Raff frunciendo el entrecejo. Recorrió el lugar con la mirada, buscando algo -o alguien- interesante, además del gigante detrás de la barra, por supuesto. -En ocasiones así es que se extraña un buen bardo que amenice el ambiente...- Comentó como al pasar mientras se limpiaba las uñas con su daga, esperando la -obviamente exagerada- reacción de Nithael. -Volviendo al tema de las habitaciones... estoy dispuesto a pagar por dos de cuatro personas cada una. Se ve que el sol del viaje me ha hecho mal a la cabeza y ando generoso.- Acotó, luego bostezó y se reacomodó en la silla. Dejó sus uñas en paz, miró hacia el techo y luego llevó la empuñadura del arma hasta la punta de su nariz y la soltó, comenzando un pequeño espectáculo de equilibrio.- Después de decir esa clase de cosas siento que no tengo la mente tan "afilada" como debería, Je.-

¿Primero pagaba la entrada y ahora se ofrecía a alquilar las habitaciones él? Debía de estar loco, sin duda había comido algo en mal estado por el camino, no había mas explicación para el comportamiento de aquella rata avariciosa. 

Sin embargo, no iba a ser él quien se quejara. Su propio dinero estaba reservado para cosas más importantes. Por ejemplo, se habría pagado su propia habitación si hubiera habido alguna muchacha con quien compartirla, pero no era así, así que no tenía problemas en ser invitado. 

- Ah, Raff, debería pagar nuestro amigo Sedrik por traernos a este aburrido lugar, pero no diré nada, es tu bolsillo amigo mío - Rió por lo bajo, mientras miraba ahora a Elsbeth -. Sin embargo, tal vez nuestra bella clérigo quiera una habitación más íntima... - La cogió de la mano, poniéndose de rodillas -. Estaría encantado de ofrecerte una cama para nosotros dos solos, e interpretar una danza toda la noche al ritmo de vuestros deseos milady, ¿qué me dices? 

Dejando de juguetear con la daga Raff comentó-Creo que hemos tenido una conversación muy parecida hace unos minutos, pero no voy a opinar más.-Acto seguido, dejó el arma sobre la mesa, justo en frente de Elsbeth-De nada. Iré a pagar las habitaciones mientras nos traen la comida.- Se levantó de la silla y se dirigió hacia donde estaba el gigante. De cerca parecía incluso aún más grande.-Disculpeme ¿Aquí se reservan las habitaciones? Quiero dos para cuatro personas.-Mientras buscaba el dinero en su bolsillo, un pensamiento fugaz surcó su mente.-Ahh... no se si aquí tienen alguna costumbre o celebración, pero mi amigo, aquel el de pelo blanco-Dijo señalando a Nithael- está un poco deprimido porque hoy es su cumpleaños y nos hemos pasado todo el día de viaje. Si pudieran cantarle algo o...agazajarlo de alguna otra manera, estaríamos agradecidos.-Terminó de comentar con un dejo de malicia en la voz.