Después de pulsar el botón apareces en lo que parece ser el Capitolio, realmente no esperabas que esta fuese la forma de acabar la Cornucopia, pero allí estás, eres el primero y todos te felicitan.
-Bienvenido al Capitolio señor- te dice un pequeño gnomo- Mi nombre es Dobby, dejeme que le enseñe el lugar- se pone en marcha parandose en los lugares claves- Aquí puede encontrar a los patrocinadores, puede ver aquellos que le siguen o siguen a sus rivales, en aquella estancia está el mercader, si ha conseguido algo puede venderlo o comprar algo allí que desee, aquella puerta es su habitación si desea descansar, el médico es ese de ahí, aunque le costará algunas monedas; y por último...- te lleva a la puerta más alejadas de todas- cruce esta puerta cuando desee continuar con la Cosecha
Salgo de mi estupor mirando con los ojos muy abierto a Dobby, escuchando atentamente lo que me dice.
Cuando me habla de los patrocinadores, me giro para mirar e intentar ver sobre estos patrocinadores de los que puede depender mi vida.
¿El mercader me puede decir qué son algunas de las cosas que tengo? aunque me gustaría ir al médico para que me mire mis heridas antes de continuar.
Dobby te acompaña hasta la sala donde se puede ver el cartel de "Médico de tributos"
-Si no tienes dinero la curación será lenta, Dobby ha visto a muchos luchadores esperar semanas solo para que le curasen un arañazo. Sin dinero nadie hace nada. Hay expertos en los mercaderes que pueden decirte que son los objetos, pero con dinero, siempre con dinero. ¿Tienes dinero? Si no es así más te vale volver a los juegos y conseguirlo o no serás nada- en ese momento baja la voz y mira a la sala que están reunidos los patrocinadores- A veces, si caes bien a algún patrocinador te ayuda, puede saber que objeto es, incluso pagarte una curación
¿Que veía en la sala de patrocinadores? ¿Era una sala a la que podía acceder o solo si ellos quieren?
Es una sala que no puedes entrar, ya que ellos ven desde allí lo que les pasa a los otros tributos y tú no puedes verlo, debes llamar y ver si te abren
Con un leve encogimiento de hombros, miro como perdido la sala de los patrocinadores. No, todavía no estoy listo para hablar con nadie, además que no sabría que decirle. No.
Sigo andando hacia la puerta que lleva a la cosecha No tengo dinero todavía, ni nada que vender. No tengo tiempo para que me curen, ni tampoco puedo pagar una curación mágica. No tengo más remedio que adentrarme y aprovechar la ventaja inicial que tengo.
No tengo nada que vender, así que......pocas opciones tengo
Después de pulsar el botón apareces en lo que parece ser el Capitolio, realmente no esperabas que esta fuese la forma de acabar la Cornucopia, pero allí estás, eres el segundo y todos te felicitan.
-Bienvenido al Capitolio señor- te dice un pequeño gnomo- Mi nombre es Dobby, déjeme que le enseñe el lugar- se pone en marcha parándose en los lugares claves- Aquí puede encontrar a los patrocinadores, puede ver aquellos que le siguen o siguen a sus rivales, en aquella estancia está el mercader, si ha conseguido algo puede venderlo o comprar algo allí que desee, aquella puerta es su habitación si desea descansar, el médico es ese de ahí, aunque le costará algunas monedas; y por último...- te lleva a la puerta más alejadas de todas- cruce esta puerta cuando desee continuar con la Cosecha
Cuanta maldad (lo de la moneda), me gusta
Así que eso era el Capitolio. Por fin, estaba allí, había dado el primer paso, el camino correcto. Con un gesto amigable, casi una sonrisa, siguió al gnomo por aquél lugar, atendiendo a las indicaciones. Cuando acabó de explicarle todo, asintió, pensativo, antes de girarse hacia él.
—Un hombre ha llegado antes que yo. Un chico, en realidad. Lobatov. ¿Sigue por aquí o ya ha continuado? —preguntó.
Fuera cual fuera la respuesta, no dio muestras de si aquello era lo que pretendía escuchar o no. En su lugar, dio agradeció su guía y, disculpándose, se dirigió al comerciante. Como no necesitaba médico alguno —estaba intacto—, las únicas paradas que debía hacer era ésta y, después, una visita a los patrocinadores, tan solo para mostrar sus respetos.
—Bien hallado sea —saludó con cordialidad, a la par que dejaba todo lo que llevaba a la vista, desatando el hatillo—. Querría saber que de aquí es mágico y sus propiedades, además de cuánto me daría por cada cosa. También que tiene a la venta, por favor.
Una vez llegado a un acuerdo y de acuerdo con los resultados de la transacción, se despidió de él prometiendo volver con nueva mercancía. Antes de tomar el camino a la salida, se dirigió a los patrocinadores. Allí, observó a quien apoyaba cada uno y, sin importar que ninguno le hubiera considerado aún merecedor, mostró sus respetos a cada uno, inclinándose en una reverencia; no importaba que aún no se hubieran fijado en él, pronto lo harían.
—Me presento humildemente ante vosotros, mis señores —dijo en cuanto terminó de inclinarse—. Mi nombre es Vincent, y provengo del distrito 1. Al igual que mi familia, traigo un regalo para quien desee tomarme bajo su ala. —Con un movimiento, sacó la bolsa con el oro que había conseguido al final—. Todo lo que consiga irá a las mismas manos, pues no necesito más que mi voluntad y su apoyo para vencer. Es una promesa.
Para un primer contacto, creía que estaba bien; era suficiente. En cuanto acabó allí, solo quedaba seguir con los juegos.
Motivo: Diplomacia
Tirada: 1d20
Resultado: 8(+7)=15
1. Al tratar con el mercader tomo 10 en Diplomacia (total 17, 19 si es bueno) para comerciar con él.
2. Al tratar con los patrocinadores, tiro y saco 15. 17 para aquellos que sean buenos.
Dejo todo lo que hago para adelantar. En cuanto tenga los datos de la mercancía, veré si me quedo algo o vendo todo, y si compro o no. El dinero que reste, lo daré a quien esté dispuesto a patrocinarme, o repartiré si hay más de uno. Cuando sepa más, decido también (o si hago alguna pregunta o qué). Cuando lo tenga ya todo atado, saldré. Si Lobatov sigue por allí, antes de irme haré un aparte para hablar con él.
Cuanta maldad (lo de la moneda), me gusta
Me encantaría ver la cara de alguno cuando la descubra x'D
—Un hombre ha llegado antes que yo. Un chico, en realidad. Lobatov. ¿Sigue por aquí o ya ha continuado? —preguntó.
-Oh sí, llegó hace unos minutos y al igual que llegó se marchó hacia el siguiente nivel- dijo Dobby
—Bien hallado sea —saludó con cordialidad, a la par que dejaba todo lo que llevaba a la vista, desatando el hatillo—. Querría saber que de aquí es mágico y sus propiedades, además de cuánto me daría por cada cosa. También que tiene a la venta, por favor.
El mercader manda llamar a un joven
-El es quien se encarga de saber si hay objetos mágicos, pero no es barato, te haré una rebaja, pero sin dinero no puedes pagar sus servicios
Dejo los patrocinadores para una vez tengas el dinero
—¿Hay forma de, al menos, dejar aquí las cosas, a buen recaudo, hasta que consiga dinero? —preguntó con cierta indignación, que intentó no transmitir. Suspiró también, mirando al joven—. ¿Cuánto vale identificar cada objeto? —No es que le interesara que hacía cada cosa, sino que sin saber sus propiedades, no podría negociar un precio justo. El dinero era para los patrocinadores, y no podía insultarles llevándoles una cantidad irrisoria.
-Los objetos puedes dejarlo en tu habitación, así estarán bien protegidos, nadie puede entrar- te dijo el comerciante
-El precio varía según el poder del objeto, si es un objeto poderoso me llevará más tiempo y su coste será mayor- te dijo el chico
A los objetos que dejes en el cuarto ponle un asterisco en la pestaña equipo para saber que no lo llevas contigo
No podía asegurar que era mágico y que no, así que con todo guardado en la habitación —a excepción del hatillo, la vela, la botella, y la vela dentro de la botella—, y tras saludar a los patrocinadores como signo de deferencia, aunque sin poder ofrecer nada aún más que promesas, se dirigió a la salida. Lobatov ya había continuado, así que le tocaba también a él; antes de irse, sin embargo, hizo una última pregunta al gnomo.
—¿Cuándo salimos de aquí, vamos todos a parar exactamente al mismo sitio o a habitaciones diferentes? —Era importante, sobre todo si quería seguir la pista al chico.
Pues nada, dejo todo menos lo dicho; ya he puesto los asteriscos. Por mi si el gnomo puede que responda, y salgo ya.
-Cada uno aparece en una habitación diferente, nadie sabe donde acabará, ni los propios patrocinadores. Cuando esté listo puede pasar por esa puerta- dijo Dobby señalandote la salida
Salgo; esperola descripción del sitio.
Vuelves a aparecer en el Capitolio, pero en esta ocasión no está el gnomo esperando, sino que hay una joven de serios rasgos
-Parece que estaba equivocada contigo, has sobrevivido
Miras el panel en el que venían los puntos, estás en cabeza, pero de repente los puntos de Lobatov desaparecen, siendo el único que está en la lista
Tras un suspiro, a medias debido al alivio y a medias del regocijo, sonrió. Volvía a estar en el Capitolio, y no estaba solo. Por un momento la tensión volvió a él, poniéndole en guardia, hasta que se dio cuenta de que no había peligro ninguno; quien tenía delante suya debía ser la misma persona que había apostado contra él. Por tanto, aquél era su primer encuentro, cara a cara, con uno de los llamados Patrocinadores. La pregunta era, ¿hasta dónde estaba dispuesta a llegar por él?
Manteniendo un gesto sereno y tranquilo, dio un paso adelante e hizo una educada reverencia a la mujer, antes de alzar la mirada para posar mis ojos directamente sobre los de ella. Era hermosa de una manera salvaje, a la vez que altiva y señorial. Parecía acostumbrada a ejercer poder, y por sus parcas palabras no debía ser daba a perder el tiempo. Por suerte, también debía darse cuenta de las oportunidades, y pese a tener que aceptar un error, sabía ver el potencial. Era una buena noticia.
Antes de poder decir nada, se fijó en el panel. Había adelantado al chico, cosa gratificante, y eso seguramente significaba que iba el primero. Era valioso. Rumiaba aquella idea, pensando como sacarle partido, cuando Lobatov desapareció de golpe, como arena llevada por el viento. Sorprendido, miré a la mujer, que no daba ninguna señal de querer explicar nada ni decir nada más.
—Sobreviviré hasta el final, y venceré por vos si así lo deseáis —dijo en un primer momento, respetuoso; exigir antes de dar era de mala educación, además de una mala idea en cualquier lugar, y más allí dónde la vida podía depender de la estima que te tuvieran quienes ostentaban el verdadero control—. ¿Debo imaginar que por ahora me patrocinaréis? Sería un verdadero honor, mi señora. —Esperó la respuesta afirmativa, a la cual respondió con un cabeceo agradeciendo la oportunidad que se le daba, y asintió—. Si puedo saberlo, ¿qué ha ocurrido con el otro participante, por qué no veo sus puntos ya? —Aquella pregunta era sencilla, pero escondía mucho más. Dependiendo de como respondía, si es que siquiera lo hacía, podría empezar a hacerse una idea de que esperar y que no. Si apenas era capaz de darle una respuesta gratuita, mucho menos debía aguardar otra información más importante, o dinero, por ejemplo. Debía saber si quería actuar correctamente. Poco a poco, con paciencia.
La joven mira los marcadores, donde ya no está el nombre de Lobatov
-Los ha gastado -dijo simplemente la chica sin darle mayor importancia-. Seré vuestra patrocinadora, habéis demostrado ser capaz de sobrevivir, espero no equivocarme contigo, no me gusta equivocarme, ni apostar por un perdedor. Solo puedes hacerme una pregunta, así que piensa bien en cual deseas hacerme
Si ella no le daba importancia a eso, no iba a ser él quien lo hiciera; parecer ansioso era una debilidad que los demás podían explotar, y él se había alejado de todo aquello que le volviera débil. Además, la joven lo había dejado claro: solo una pregunta. No parecía la clase de mujer que gustaba de repetir las cosas, ni que se la llevara la contraria; jugar con ella habría sido tentar a la suerte, casi como si un ratón se decidiera a molestar a un león, o leona en ese caso. El altivo tono que había empleado no daba lugar a dudas, así que no forzaría la situación. Una pregunta. ¿Cuál?
Tardó un momento en pensar en ella, pero al final se decidió por ir descubriendo a sus enemigos, empezando por el que seguramente —a juzgar por los compromisos que había obtenido de patrocinadores— ya había matado a alguien, lo cual le hacía peligroso. Además, era la otra persona que compartía mi patrocinadora, y debía saber por qué.
—Quiero información sobre Lidar. ¿Cuán experimentado es y que habilidades de lucha posee?1
Una vez formulada la cuestión, se quedó callado, esperando la respuesta, y cuando ésta llego —aceptó lo que Imgur quisiera decir, y nada más—, asintió. Cualquier dato podría llegar a ser decisivo llegado el momento, y la ignorancia podía matar a uno con suma facilidad. Luego, antes de que pudiera irse, volvió a tomar la palabra; había ofrecido la respuesta a una pregunta, pero no había dicho nada acerca de peticiones.
—¿Puedo haceros una petición, incluso un trato si se me permite, mi señora? —Esperó a que dijera que si para continuar, o que no, en cuyo caso cerraría la boca y se despediría con una reverencia2—. Gracias, mi señora. Verá, necesito dinero para identificar varios artefactos que conseguí en la Cornucopia. Querría saber si sería capaz de hacerme un préstamo, lo suficiente —y nada más— para comprar los servicios de quien se encarga de ello. A cambio, le daré el doble de lo que me presté, de manera inmediata antes de salir al siguiente nivel si me es posible con las ventas, así como parte de lo que gane, en compensación por la molestia.3
1. Traducido, información sobre su clase y nivel (o clases/niveles).
2. Si me corta, no digo lo siguiente.
3. 10 en Diplomacia, para un total de 17 (19 si es buena), más posible bonificadores si se considera un buen trato.
-Información de tus adversarios, muy inteligente, Lidar está igual de experimentado que tú, es un gran monje, letal con sus puños, lo hemos visto con nuestros propios ojos. -Ante la petición de dinero parece pensarselo, pero finalmente saca una bolsita-. Son 100 monedas de oro, espero que sepas sacarle partido. Ahora si me disculpas tengo que ver como siguen los demás tributos
Dio las gracias a la vez que se encorvaba en una humilde reverencia, y se despidió, al menos por un rato.
—Bien hallada sea, mi señora.
En cuanto ella se fue, dejándole solo, no perdió tiempo. Con la bolsa en la mano, se dirigió directamente al tendero, al que saludó nada más verle.
—Hola de nuevo, amigo. Esta vez traigo dinero. —Mostró el saquito—. 100 monedas de oro, ¿será suficiente para identificar alguno de mis objetos?