Partida Rol por web

Disculpe, señor, no me había fijado hago un pequeño mohín antes de realizar el saludo reglamentario algo sorprendida: no esperaba que fuera de un rango superior al mía, de hecho... casi me esperaba que acabara de entrar. Por supuesto, apúntese a la fiesta, señor, siempre hay tiempo para arrepentirse después.

Parecía increíble que después de pasar por todo lo que pasamos, el bueno de Jake Buendía no volvería. El escuadrón Fox había perdido un consejero táctico y un gran compañero. Evans quiso hacer una última despedida como Jake se merecía, pues las palabras en este momento no le salian. Se plantó delante del cristal, dió un taconazo y saludo al cuerpo que se alejaba. -Adiós Jake.

Sin decir palabra se encaminó hacia la cantina a ingerir ingentes cantidades de alcohol.-Vaya mierda, ojalá fuera uno de esos putos hippies que protestan, en sus casas calentitos y sin peligro, por la supuesta matanza de bichos que el SICON hace.- Pasé al lado de un grupo de infantes que hablaban de ir a tomar algo sin prestarles atención ensimismado en mis pensamientos.
 

Despedidas.
Recién llegado y ya estoy despidiendo gente que no conocí.
La multitud reunida me llama la atención, tantas caras desconocidas, tantos nombres ignorados.
En sus expresiones intento leer lo que pasa por sus mentes, algunas son caras frías, distantes, otras muestran la  congoja plasmada a viva voz, todos están inquietos, quizás, y como yo, piensen que es muy posible ser el próximo al que despidan.
Vuelvo a recordar a mi hermano, ¿también el habrá tenido una despedida así?, ¿le habrán llorado?, ¿fue valiente en su final o quizás imploro por una piedad que le fue negada por las criaturas?
La ceremonia termina, el cuerpo es largado al negro y frio espacio en una caja sellada, vagara eternamente por las inmensidades del cosmos, o quizás caiga en algún planeta distante atrapado por la fuerza de gravedad, y al derretirse en el ingreso al mundo, su breve estela podría ser tomada por una estrella fugaz en la bóveda del cielo, en ese mundo extraño y lejano al que pasara a formar parte.
Hastiado por tanta pena, me largo de allí ni bien termina la ceremonia, escucho a los soldados murmuran en grupos, alguien pide analgésicos, otros dicen de marcharse a la cantina, cada cual purgando a su modo las emociones que sientan.
Quizás debería entablar contacto con alguien, asegurarme una plañidera para que me llore si es que muero aquí, quizás debería ir a beber por que es lo que se espera de cualquier soldado que se precie de tal, o quedarme unos momentos mas con cara solemne mirando al vacío, pero me marcho, voy hacia algún lugar tranquilo, desde donde pueda ver el espacio, tengo muchas cosas que escribir en mi diario, y quizás, tan solo quizás…llorar un poco.

Llevo ya un par de días en pie después de todo el rapapolvo que me llevé, y he conseguido ya el permiso de liberación de los médicos para marchar libremente, por lo que no hay problema alguno en ir al funeral de los compañeros caidos. La situación me sobrecoge, no solo porque los conociese a todos más o menos, sino porque ahora mismo, si no hubiese tenido una suerte cojonuda y un sargento suicida como Focker, yo podría ser uno de esos féretros flotando en la inmensidad del espacio y, probablemente, acabando en alguno de los soles de la zona. O igual como un asteroide que penetra más tarde en algún planeta y causa el caos con su caida. Si no fuese por la situación, ese pensamiento seguro que me hacía sonreir. El capitán da la orden de romper filas, pero cuando veo al cabo acercarse al cristal me muevo en silencio junto a él y lo acompaño en su despedida. Demonios, Jake se merecía esto y mucho más.

Eso sí, luego no acompaño al cabo. No tengo estómago para ponerme a beber aún, pero sí que me voy a apuntar de cabeza a la cena de dentro de una hora, así que tengo tiempo para hacer algo que mi estado no me ha dejado hacer. Avanzo a paso ligero con toda la velocidad que me permiten las heridas casi remitidas ya, y cuando paso alrededor del grupo que se está montando cerca de la puerta me detengo un momento.

-Señor, señora, chicos. Vais para la cantina, ¿no? Nos vemos ahí dentro de un rato. -Y después me dirijo hacia mi cama, donde tengo guardadas mis pertenencias. Una vez allí, cojo el cinturón del equipo y me dirijo hacia la cantina. Por mucho que pueda llamar la atención, no me apetece estar solo. No ahora mismo.

Otro funeral de compañeros de armas. Había vivido tantos ya, sin embargo no dejaban de tener importancia y significado. Cada uno le recordaba que debía dar todo de sí para el ejército, debía honrar el sacrificio de su madre. Permaneció firme, sin un gesto visible, contemplando la negrura que devoraba aquellas carcasas vacías. Permaneció así varios minutos mientras el mundo de la infantería móvil se agitaba a su alrededor. Johnny seguía los sucesos de su vida, los funerales, los honores, los compañeros con los que había compartido batallas y confesiones. Los pocos que lo habían conocido realmente.

Ya había sido suficiente, la vida seguía y tenía que atenderse a sí mismo para luego rendir bien en su escuadrón. Había gente nueva, caras que no reconocía, siempre le divertía conocer reclutas y ver sus caras de sorpresa al tener sus primeros enfrentamientos reales. Decidió seguir a distancia a los grupos que se habían formado, quería charlar un poco y relajarse antes de volver a estar de misión.

Entró en la cantina, viendo algunos de sus viejos camaradas de armas y muchos nuevos. Infante técnico del escuadrón Eco reportándose para beber unas copas... dijo con un tono amable y buscó un rincón donde sentarse, pidiendo una cerveza fría.

Imagino como sería estar en ese ataúd, flotando en el espacio y alejándome de todos mis compañeros. No conocía a ese hombre, pero seguro que era un gran hombre. Tal vez fuera un cretino, un bocazas, insubordinado, violento, vago...podría ser muchas cosas, pero era un miembro de la infantería y como tal, sus defectos no eran importantes. Seguro que era un buen hombre.

Rompemos filas y me dirijo a las habitaciones. Mi deber es presentarme a mis mandos, así que comienzo a observar para averiguar quien es. Cuando alguien pide un analgésico observo que tengo suerte, ya que es el cabo de mi escuadrón. Nadie parece tener una pastilla y yo, después de palparme los bolsillos, me doy cuenta de que solo he traído lo esencial, así que me encamino hacia la enfermería después de escuchar que todo el mundo se marcha a la cantina.

De camino a la enfermería no dejo de buscar con la mirada al jefe de mi escuadrón, pero no me cruzo con él. De todas formas lo correcto es presentarme ante el cabo, aunque en esta situación no creo que importara mucho.

¨Otro puto muerto mas¨

Resoplo y me dirigo hacia el último soldado que habló

- Hola, compartimos escuadrón, Raynard Bauer, artillero - Le tiendo la mano - Encantado,¿Tienes un cigarrillo por ahi?

El técnico responde estrechando firmemente la mano del artillero. Con una sonrisa ¿cigarrillo? ¿no prefieres una bien fría? haciéndole señales a la cantinera de que traiga otra pero si quieres, toma. le lanza un cigarrillo algo arrugado y doblado que tenía en el bolsillo del uniforme.

Hizo un gesto con la cabeza a los viejos compañeros del escuadrón, era lo más cercano a amigos que jamás tendría en su vida. Cabo, soldado Miller, un placer... como siempre. Lanzó esa mirada de complicidad compartida con aquellos que lucharon juntos codo a codo.

"La gente comienza a irse hacia la cantina, muchos de ellos recordaban a Jake Buendia como un gran soldado... pero yo no, nunca llegué a conocerle, pero no entiendo nada... no paran de hablar, ¿por qué?... agh muertes, muertes y mas muertes... joder, ¿de que se extraña el personal?, estamos en una jodida guerra... todos moriremos algún día... en fin, espero que el nuevo viaje de Buendia le proporcione mas alegrías que este que acaba de finalizar"

Tras unos instantes mirando la nueva cama de madera del infante Buendia sacó de su uniforme un colgante cuyo interior contenía la foto de una hermosa joven, de pronto su cabeza comenzó a hablarle de nuevo:

"¿Crees que montarán algo similar cuando yo me vaya? " digo dirigiéndome al colgante "...no, ni de coña, ya no tengo a nadie,te tenia a ti Rachel pero... jodidos bichos, no pienso daros ni un puto respiro, pagareis por esto... lo juro"

Me guardo de nuevo el colgante, lo oprimo unos segundos contra el interior del bolsillo y me dirijo hacia la cantina.

"seguramente sea lo mejor que pueda hacer ahora... beber algo, ademas, tengo la garganta un poco seca"

Para mi asombro, observo que en la cantina hay varios de los infantes que se habían reunido momentos atrás en el funeral, de pronto una extraña sensación invade mi cuerpo y hace aflorar una sonrisa sarcástica en mi rostro.

"pensaba que habría menos gente, con todo lo del funeral... deberían estar de luto ¿no?... en fin, creo que esto es otra prueba mas a mi favor: la federación solo actúa acorde a los cánones de protocolo... seguro que de aqui a una semana nadie recuerda al bueno de Buendia"

Me acerco a la mesa en la que se encuentran todos los rostros familiares, aquellos que había visto en el funeral mas de cerca, los miro y saludo:

-Kallor Bell, consejero táctico del escuadrón Heat, después de todo lo de Buendia necesito un trago ¿no tendréis un sitio libre verdad?

"Me abriré a los demás Rachel... lo haré, te lo prometí, dejaré de ser el gruñón que era antes... intentaré... hacer amigos"

Me había mantenido en silencio durante la ceremonia formal, durante el tiempo que el ahora Capitán Okaka Tsumina despedía formalmente a Jake, al igual que lo hacíamos en nuestro interior de todos y cada uno de los caídos. El respeto por las personas caídas en combate es especial dentro de la Infantería Móvil, pues irnos por el espacio en un ataúd, tanto presencial como simbólicamente si no queda nada de nosotros que despedir, es algo por lo que todos pasaremos y nos comportamos con respeto pues quisiéramos que en nuestro turno todos nos respeten así. He visto muchos irse de esta forma, tanto superiores, compañeros y últimamente subalternos. Yo mismo me encargué de traer el cuerpo de Hendel al hombro, para verlo irse con este respeto y no dejar que lo devoren bichos inmundos en la roca helada. No me arrepiento y junto con cumplir mi misión, son las dos cosas que me bastan para seguir luchando cada día.

Me quedo en silencio, despidiéndome de mi chico mientras los jóvenes del escuadrón conversan y se conocen con sus compañeros, lo que siempre es bueno:

"Adiós Jake, fuiste un héroe como todos deseamos ser. Te despido ahora con respeto y aprecio, el mismo que te tuve en vida. A pesar de decirte y ordenarte que te detuvieras, que no tenías culpa alguna, jamás perdonaste el tener miedo y eso es algo que te honra. Tu autoexigencia y tu autosacrificio son los valores pilares de la IM y espero que todos obtengamos un poco de lo que tu poseías para ser cada día unos mejores soldados. Adiós Jake, Adiós Hendel, adiós todos lo que se fueron. Los despido como los héroes que son."

Termino mis pensamientos saludando militarmente hacía el frío e inhóspito exterior. Luego me giro hacía mis hombres, algunos ya se disponen a ir al bar, pero doy un fuerte grito en el típico tono militar que ya se ha transformado en mi única voz:

 - "¡ESCUADRÓN FOX! ¡Reúnanse! Los miembros de otros escuadrones que quieran estar presentes en mis palabras, pueden hacerlo en silencio."

Espero a que se reúnan y formen las ordenadas filas que tanto me enorgullecen ver, pues denotan el alto entrenamiento y la impecable disciplina que nos caracteriza. Una vez están listos, comienzo a pasearme frente a ellos, con las manos en la espalda, mientras hablo:

 - "Veo que ya se están conociendo. Todos me conocen, ya sea cuando se presentaron o de antes, pero nunca está de más dejar en claro las cosas. Yo soy el Sargento Gary Focker del Escuadrón Fox, soy la autoridad en ausencia de un oficial superior y mi trabajo aun con ellos es el de llevar ordenadamente al equipo y mantenerlos con la vista en el objetivo. Todos ustedes son veteranos de una u otra ocasión, pues me negué a aceptar novatos para esta misión. ¿Por qué? Porque veré morir a mi equipo tarde o temprano, ustedes mismos me verán morir, y ya estoy cansado de ver los rostros agonizantes de muchachos que mueren sin saber por qué o que se arrepienten de haberse enlistado. Desde ahora les doy una orden que deben cumplir sin protesta alguna: Cuando bajemos y a alguno de ustedes les toque morir, en el ultimo aliento que tengan, quiero que levanten el mentón, guarden una expresión de orgullo y por último sonrían, pues todos ustedes, veteranos, saben que la muerte les llega como un guerrero de la Federación, como un miembro de la Infantería Móvil, como uno de los tipos más duros y valientes de todos los mundos habitados, y que no existe manera alguna de acabar sus días que sea más gloriosa que esta. ¿¡LES HA QUEDADO CLARO?!"

Mis palabras resuenan en el lugar, mientras vuelvo a mi lugar y luego continúo:

 - "No es momento de discursos intimidantes para dejar en claro la cadena de mando, pues ustedes son hombres y mujeres hechos y derechos. Solo les recuerdo que al que desobedezca una orden mía le meteré una bala en la cabeza sin dudarlo, pues con eso no solo ponen en riesgo sus vidas sino la de todo el equipo. Ahora, iremos a divertirnos y disfrutar de la poca vida que a la mayoría nos queda. Vayan y diviértanse, disfruten el tiempo y sean felices todo lo que puedan antes de bajar. Es una orden. ¡Rompan filas!"

Luego de eso, saludo militarmente a los miembros de mi equipo y me acerco a mi fiel Cabo Evans y le doy una palmada en la espalda amistosa antes de decirle:

 - "La orden es para todos, también para usted y para mí. Nos vemos en el bar en un rato."

Me quedo un momento mirando por los cristales hacía el exterior, mientras recuerdo a los muchos amigos perdidos en batalla, mucho antes de Galdonia VI, a quienes hace tiempo que no saludaba.

Miller se acerca saluda con una inclinacónd e cabeza cuando Odonell le llama, palmea la espalda de conocidos y estrecha la mano de los nuevos o que no conoce. Finalmente consigue una cerveza y da un buen trago y pensativo comenta:

Tengo un montón de espacios libres en mi armadura que debería rellenar con cerveza, luego no hay manera de tomarse una puta cerveza en campaña y no habría que preocuparse por que se calienten en el cubo de hielo ese al que nos mandan a dar barrigazos. ¿Puedo Sargento, le daré alguna si hace la vista gorda?

Dice haciendo una broma.

Sonia había estado allí presente, como todos. Aunque no hubiera estado recuperada del puto accidente de la nave, allí habría estado, arrastrándose si era necesario. Jake se lo merecía. Siempre había sido el bromista, el que animaba al resto del grupo... Diablos, hasta era capaz de hacerla reír a ella, que a veces era más basta que todas las cosas. Y ahora... allí estaba, en ese ataúd metálico, tan frío como todos los que habían dejado en esa asquerosa roca helada.

No era justo.

Se mostró con el rostro excepcionalmente serio durante todo el homenaje, con aire pensativo. A veces torcía el gesto, sintiendo una molesta en vientre, ya que de cuando en cuando todavía sentía aquella barra de metal atravesando sus entrañas. Eso, cuando no era la cicatriz, que todavía se tensaba un poco. Más eso ahora le importaba una mierda. Su atención estaba fija en el compañero muerto que comenzaba ya entonces a flotar en el espacio para perderse en el mismo.

"Hasta la vista, amigo. Te voy a echar de menos. A ti y a tu sentido del humor. Nunca pensé que serías tú el que se jugaría el pellejo por nosotros de esa forma..." maldijo para sí misma un momento "Idiota... No debiste hacerlo sólo. Quizás así seguirías vivo. O tal vez no... Sea como fuere... lo hiciste bien. Y le volaré las rodillas al que se atreva a insinuar lo contrario o llamarte loco."

Se quedó mirando el espacio o más bien al vacío, dado lo perdida que tenía la vista. Los demás estaban ya, entre unos u otros chicos de los distintos escuadrones, pensando en ir a la cantina a tomar algo o a emborracharse perdidamente. Una idea, la verdad (sobre todo la segunda) que la atraía poderosamente. Ciertas cosas de aquella misión todavía le daban vueltas... como Hendel tumbado sobre un charco de su propia sangre en aquella nave.... o la piloto cuya mano se le escapó entre los dedos un instante antes de que la hicieran pedazos a sus ojos...

Fue ese el momento en que su atención quedó completamente desviada por la voz del Sargento Focker. Era imposible no prestarle atención cuando se ponía así. Se reunió con los demás, formando las filas de rigor para escuchar a Gary, que parecía buscar animarles antes de la misión que iban a tener a continuación a su manera. Una muy efectiva, la verdad, si tomamos la opinión de la latina. Les ordenó divertirse y distraerse antes de bajar y luego rompió filas. Ramirez le miró un momento, pensativa, y decidió hacer algo primero antes de ir a llenarse de copas o a perder el tiempo. Se acercó a su superior, que parecía pensar en algo con la mirada perdida en las estrellas, y le dijo:

- ¿Sargento? Señor, ¿puedo hablar con usted un momento? No se preocupe, luego cumpliré su orden sin demora.- sonrió levemente.

Mis pensamientos habían recorrido rápidamente los rostros de quienes había perdido desde el inicio de mi carrera militar, que eran más de los que habría deseado. Justo cuando termino, me interrumpe la voz de Sonia, quien me habla desde la espalda. Me giro y la miro amablemente antes de responderle:

 - "Por supuesto, soldado. ¿Que quiere?"

Espero su respuesta en mi posición de firme, la que con los años se ha transformado en mi única posición, ya olvidando completamente lo que es estar de pie descansando o caminar de manera no militar. Desde que me enlisté en la IM, el ejercito es mi vida, por lo que no existe para mí otra forma de descansar que no sea firme.

Un muerto más, cuantos más habrá en ésta misión para la federación? Estamos en guerra y toda esta parafernalia me recuerda solamente cuantos de mis chicos han muerto... Saludo solemne con el saludo militar a Jake. Alex me saluda, y la devuelvo el saludo, mis chicos andan repartidos, bastante callados, es normal, no molan éstos eventos, recuerdan cuan frágil es la vida en el cuerpo de infanteria y cuan rapido y brutal puedes morir o ser despedazado, como mi caso.

Los chicos de la Fox quieren ir a tomar algo a la cantina, y uno pide analgésicos.

-Toma.- Le digo al soldado que los pide, lanzandole un blister con un par.

El sargento de la Fox suelta su parrafada, que me parece ilógica cuando los chicos tienen descanso y ganas de divertirse, ya habrá tiempo de meterles caña, pero no me parece el momento ahora....

-Compañía Echo, vamos a la cantina, brindemos por Jake y divirtámonos un poco, ya habrá tiempo de ponerse serios, hoy es vuestro dia y os lo mereceis....-Les digo con una sonrisa mientras voy hacia la cantina con paso árduo, pues aún debo acostumbrarme un poco a la pierna biónica.

Me saco un cigarro y me lo enciendo, pensando en como salvar a mis chicos si la cosa se pone jodida, que se pondrá....

Focker siempre había sido un hombre que imponía, cualquier estúpido se daría cuenta, pero sabía bien lo que hacía, especialmente al mando de sus hombres. Y no era, desde luego, uno de esos oficiales gilipollas a los que se les había subido el poder a la cabeza o que creían que los infantes debían lamerle las botas sólo por contar con él. No, nada de eso. El Sargento Gary Focker era un hombre en el que se podía confiar sin problemas.

Amén de que estaba el hecho de que, como entonces, a pesar de ese rostro serio, sabía mostrarse amable cuando era necesario.

Y Sonia se mentiría hasta a sí misma si negara que en ese momento no era necesaria la amabilidad.

Tardó unos segundos, quizás demasiados, a su juicio, antes de hablar. No encontraba una buena manera de empezar la conversación y, por mucho que los acontecimientos de los últimos días la hubieran afectado, no quería sonar como una novata temerosa. Sin embargo, lo único que se le ocurrío decir, mientras miraba al vacío en dirección hacia dónde Buendía se había perdido ya, fue:

- ¿Siempre es así?

Mientras todos se alejaban con diversos rumbos, principalmente la cantina, una sola figura se mantenía firme frente al ventanal. El capitán había permanecido en el mismo lugar escrutando el vacío desde que los despachara. Era normal verlo pensativo, sin embargo para algunos era claro que esta vez mas bien se notaba preocupado, y ver al capitán así no era buena señal.

Un nuevo funeral en la que se envía al espacio la representación de lo que comporta el deber del ciudadano. Como único superviviente de la misión de proteger un transporte de suministros que fue atacado por esos malditos bichos del infierno, sabía lo que era la muerte de primera mano.

Tenía sentido mandar a un grupo de escolares a la muerte segura??

El deber de todo ciudadano es cumplir las ordenes de su superior - Eran las últimas palabras de su compañero Frank antes de que ese maldito Aracnido le arrancara la cabeza.

Ahora su traslado inminente a un grupo de hombre que parecían estar de vuelta de todo no hacía más que deprimirle de nuevo ... debería visitar la enfermería antes de salir de nuevo.

...

Las palabras del Sargento Focker le hacen recordar quizás lo mejor podría hacer es aprovechar este día libre para emborracharse lo suficiente para poder olvidarse. Así que tras la orden de romper filas abandona la formación y se dirige al bar.

Miro a la soldado que está frente a mí y noto las emociones en su rostro. No me molesta ver esa clase de expresiones e indecisión aquí, pues ella demostró en el calor de la batalla no tener duda alguna. Asiento con mi cabeza a su pregunta e intento sonreír, lo que me cuesta un poco pues soy incapaz de salirme de mi papel de Sargento:

 - "Así es, Soldado Ramírez. Esta vez por lo menos tuvimos un cuerpo que despedir y el hombre era uno de los buenos, de los que extrañaremos. Me han tocado despedidas de soldados que lo único bueno que han hecho es morir por la Federación e incluso algunos que solo han muerto huyendo de pánico. La muerte es triste siempre, pero es trabajo de cada uno de nosotros darle sentido nuestra vida y a nuestra caída, generando así que la gente acuda a tu despedida para despedirse como camaradas respetuosos y no obligados por la tradición. Un hombre hace más años de los que sé contar dijo una vez que todos los hombres mueren, lo realmente importante es como viven. Yo tengo el privilegio y el orgullo de estar acompañado de hombres y mujeres valientes que luchan hasta el final y por es los respeto a todos, tanto en vida como en muerte. Usted ya es una soldado veterana, bajó y luchó como otros y tuvo la suerte de volver. Se ha ganado derechos demostrando su valor y su disciplina, siendo uno de ellos la libertad para hablarme con confianza. Úselo, Ramírez. ¿De qué desea hablar? Puede decirme lo que sea."

Mientras espero su respuesta, veo la cara del Capitán y noto que su expresión dice demasiado. Él es un hombre más bien reservado, pero de un intelecto privilegiado. Si él está preocupado es porque hay razones para que lo esté.