Partida Rol por web

El que intentara sonreír él, tan serio y curtido, del tipo de personas que piensas que no quiere caerle bien a nadie cuando le ves por primera vez, resultó, aunque un intento algo cómico, un apoyo sumamente agradable. No recordaba haberle visto hacer ningún gesto así anteriormente. Quizás estaban cambiando muchas más cosas de las que había pensado en un primer momento.

Y desde luego, sus palabras resultaron también ser algo que ella agradecía internamente. Tal vez no estuviera acostumbrado a cosas así, pero no lo hacía mal. Lo que no se esperó y debió notársele en la cara por unos momentos, fue el hecho de que le diera total libertad para hablar. Era más de lo que se esperaba.

Cuando fue a responder, también se percató en la presencia del capitán y de su expresión. No lo conocía tanto como el sargento, pero no hacía falta para saber que algo le preocupaba seriamente. Normal. Había que volver a bajar a un planeta lleno de bichos hijos de puta.

- Bien, sargento, en ese caso... me gustaría pedirle, que deje lo de "soldado Ramírez" para cuando volvamos a estar en acción - lo había dicho más por decir, por darse ánimo antes de entrar de veras en el asunto que le interesaba -. Cuando se está de permiso, aunque sea de una noche, prefiero que me llamen Sonia. Sí le parece bien, por supuesto - su tono era igual de respetuoso que siempre, pero una cosa no quitaba la otra. Cerró los puños con fuerza antes de suspirar e ir ya al grano -. Son varias cosas. Lo de Buendía es una, sí, pero no es la primera. Aquella tarde, en la colina, cuando ibamos a despegar para salir de ese infierno, estaba en la compuerta y la fusilera de la nave intentó subir. Le tendí la mano, prácticamente la tenía... y de pronto un chasquido, su rostro pasó a expresar un horror que no le he visto antes a nadie y uno de esos cabrones me la quitó prácticamente de los dedos. Grité y luego me quedé paralizada como una idiota viendo como la hacían pedazos, hasta que reaccioné por las voces de alarma y cerré. Al sentarme... me temblaban las manos. No me había pasado nunca. Recuerdo que pensé que me temblaban como su fuera una imberbe colegiala que va a declararse por primera vez. Y lo peor fue cuando me toqué la cara: me había manchado de su sangre al cogerla los bichos - se pasó la mano por el pelo -. Los días que me recuperaba el accidente veía esa cara contraída por el terror a menudos, a veces sin tener que cerrar los ojos. Aún la veo, aunque sea menos. Y Jake... Je, Jake... Debo de ser idiota, pero unas cuantas veces he pensado que seguiría vivo si hubiera estado en esa llanura nevada de mierda a su lado, en vez de dejar que muriera sólo. No me malinterprete, pienso que hizo lo que debía y no creí que llegara a tener nunca tantas pelotas, pero... no sé... Es la sensación de... ¿remordimiento? ¿Por qué se mantuviera allí sólo? No lo sé. Sólo sé seguro que echaré de menos sus bromas, igual que al bocazas de Aleksei.

Se quedó un instante en silencio, antes de menear la cabeza, algo incómoda.

- Disculpe, me da la impresión de que me comporto como una novata ahora mismo.

un hombre habia muerto y se le honrraba, pero compañeros suyos que habian muerto igual estaban destripados y sin miembros pudriendose en el suelo de aquel miserable planeta o peor aun en algun estomago de esos asquerosos bichos, debian acabar con todos, pero eso era algo que esperaba que sucediera esa vez.

se quedo hasta casi el final, cuando ya la mayoria de los hombres se habian ido, y observo al capitan y su cara de preocupacion, eso no presagiaba nada bueno, pero asi era la infanteria movil, de marron en marron y pringados hasta las cejas, en fin, con ese sentimiento en mente se dio media vuelta y se marcho a la cantina a ver a sus compañeros pues habia visto a Odonell que le habian ascendido y queria darla la enhorabuena, y a Miller tomando unas cervezas con ellos.

Mientras los infantes se relajaban a lo largo de los diversos pasillos de la nave una voz mecánica interrumpió su tranquilidad haciéndoles recordar un poco su situación real.

-A todo el personal del 2° Pelotón de la 47 compañía de la infantería móvil, en 10 minutos se servirá la cena especial preparada para ustedes, su asistencia es obligatoria, favor de presentarse en el comedor principal. Repito, la cena se servirá en 10min.- La voz finalizó y todo quedo en silencio de nuevo.

Escucho a Ramírez mientras miro al Capitán. Cuando esta termina de hablar, la vuelvo a mirar con la misma expresión amable que tenía antes de percatarme del rostro del Capitán. Mis palabras salen golpeadas pero en tono suave, como siempre hablo cuando estoy de buen humor y le hablo a uno de mis muchachos:

- "Está bien, Sonia, pero solo cuando no estemos en misión. Lo que sientes no es remordimiento, pues nada de lo que sucedió fue tu culpa. Lo que sientes es la impotencia de no poder haber hecho algo para evitarlo. La piloto y Jake, son cosas que estaban fuera de nuestro alcance. A veces la vida nos enseña de la forma más cruel y ver compañeros morir en el cumplimiento de su deber es una de las experiencias más terribles de las que podemos sacar sabiduría. Nos duele y nos culpamos, nos cuestionamos e incluso cuestionamos todo lo que nos rodea por no tener previsto aquella situación y haber detenido su curso. Luego viene la tristeza y el remordimiento, pero antes que nos derrumbemos por el peso que llevamos, debemos recordar y aprender. ¿Qué se puede aprender de algo así? Pues que todos tenemos nuestro lugar en la Federación. Que ninguno de los buenos hombres muere en vano, como no sucedió con Jake, que salvó muchas vidas y que se llevó a cuanto bicho tuvo delante con él. La piloto, cuya decisión nos sacó con vida de esa colina y que con su vida aseguró la distracción necesaria para dejarnos huir. Su rostro no mostró más que miedo y dolor porque ella no esperaba aquel final y seguramente ninguno de nosotros espera el que tendrá, pero no es en vano. En mi equipo no hay cobardes, solo está lo mejor de la IM y cuando cada uno de nosotros muera, el resto debe saber siempre que lo hace porque cumplió con su deber hasta con su último aliento y después aun. Lo que sientes es normal, pero debes saber que lo superarás cuando entiendas que ese es nuestro destino y que aun con el más triste momento de nuestro final, hacemos nuestro deber, enorgullecemos a todos los soldados que estuvieron antes que nosotros y a todos los que vendrán después, pues el hombre muere, pero la humanidad jamás lo hará mientras uno de nosotros alce su voz y le grite a los enemigos que aun estamos aquí y que no nos rendiremos."

Hago un momento en mis palabras, un pequeño momento de silencio, luego la miro a los ojos y continúo:

- "Entiéndelo, no juzgues las decisiones y el destino de otros pues no puedes siquiera manejar el tuyo. Honra a los caídos como quieres ser honrada cuando caigas y cuando el dolor se vaya y solo quede el recuerdo y el orgullo, entenderás la gloria de vivir, crecer, luchar y caer como un miembro de la Infantería Móvil. Estoy seguro de que lo lograrás, como yo lo hice en mi momento y como lo hacen todos los que continúan luchando día tras día."

Finalmente le digo mientras pongo una mano sobre el hombro de la latina:

- "Mantén la calma, Sonia. Eres la soldado que debes ser. Sientete orgullosa de eso."

Me quedo mirandola con la expresión paternal que acostumbro tener con los soldados más novatos que yo cuando necesitan una palabra de apoyo. No soy como algunos oficiales que he tenido que no saben más que gritar y humillar a sus hombres, los que al final no se preocupan de nada más que de destacar. A mi me gusta un equipo únido, donde se trabaje hombro con hombro y hayan lazos reales que proteger, donde no ayudes a un tipo que va contigo, sino que ayudes a un hermano. Ese es el espíritu que quiero en mis filas y por eso doy el ejemplo de disciplina cuando se debe, apoyo cuando se necesita y compañerismo por siempre. Así debe de ser.

La cena estaba ya cérvida en el comedor principal de la Sirius Beta, camareros de la flota iban y venían trayendo y llevando infinidad de cosas de un lado a otro, acomodando las mesas y preparando alguno que otro detalle importante para el evento que estaba por gestarse. El comedor principal estaba distribuido en 3 niveles; el primero y mas amplio estaba en la parte baja conectado al segundo por unas amplias escaleras, en este debía acomodarse toda la tropa en general; el segundo e intermedio estaba conectado por una pequeñas escaleras al tercero, de no gran tamaño, estaba habituado para el uso de los oficiales; finalmente, el tercero que era el mas pequeño, era el lugar donde se sentaban siempre los capitanes y rangos mayores.
En esta ocasión el 3er nivel del comedor estaba casi vació, solo el capitán Tsumina  y el teniente comandante Aldus Hesley quien era el comandante de la Sirius Beta estaban allí practicamente. Ademas de ellos estaba allí un hombre extraño con uniforme de gala de la infantería móvil, algunos ya lo habían visto deambular por la zona pero nadie sabia realmente quien era salvo por el hecho te que tenia el rango también de capitán.
En el segundo nivel había diversas figuras que desconocían y que probablemente eran de la flota o del cuerpo de intendencia de la misma. A la par de estos se podía ver allí al Teniente Clarence Brown, al sargento mayor Jimmy Hammer, ademas del rechoncho teniente Ishmael Osher. El ultimo era el inexperto comandante del pelotón de infantería móvil asignado a la protección operacional de la Sirius Beta.
Poco a poco los infantes iban llegando y  ocupan sus asientos. Las mesas habían sido preparadas para  5 personas por cada una para un total de 8 mesas designadas al 2° pelotón, en el lugar había varias mesas que no habían sido dispuestas y en las que varios días atrás comieran todos los miembros de la compañía previamente a aquella trágica misión en la que iniciara todo esto.

_{Hora estelar: 18:00}

Mkoll avanzó tranquilamente hacia una de las mesas. Sabía que los jefes estaban por allí, pero tampoco le interesaba cruzarse con ninguno. Y si la cena era obligatoria, al menos quería pasarla tranquilo y sin muchas tonterías.

Johnny se acomodó en una mesa junto a sus viejos camaradas de la compañía Eco, guardó el encendedor que llevaba entre los dedos y se puso a observar el lugar, la gente que pasaba y como se movían las cosas. Pronto se viene la misión, me alegro realmente de estar entre grupo ya endurecido por la batalla real. Recordaba cuando tuvo sus primeras escaramuzas, el miedo, el sentirse completamente desamparado... pero ya eso era cosa del pasado. El sangento y la cabo que comandaban la compañía le daban seguridad... de que morirían luchando hasta el fin y con la cabeza en alto.

Consigo abrirme paso con paciencia y esmero por entre los infantes hasta acabar tomando asiento como uno de los primeros en la sala. Saludo con la cabeza a unos y a otros, sobre todo a mis compañeros de la Fox, y dejo el cinturón sobre mis piernas una vez en la silla, deseoso esta vez no de llevar a cabo el arreglo sino de comer, y es que confío que el banquete esté repleto si nos van a lanzar de cabeza a una masacre de bichos. Y en cuanto tengo un plato de buen aspecto delante, me lanzo al festín como si no hubiera mañana, acompañando de vez en cuando alguna pinchada con un trago para hacer que todo pase bien.

Al escuchar la llamada y luego de que el sargento Mayor se ha retirado.

Me tomo unos minutos para "beberme", toda la tranquilidad del lugar, estoy solo, y como dijera correctamente el Sargento debo ser uno de los pocos reclutas con esta "extraña", costumbre.

Con pasos lentos, casi sin ganas, me enfrento a una sala repleta de mesas y con varias personas ya acomodadas aquí y allá, calculo para mis adentros, que esto llevara un orden, pero nadie se ha tomado la molestia de decirme donde debo sentarme, y tampoco lo pregunto yo.

Tomo asiento en alguna mesa alejada, y vacía suponiendo que todos estarán lo suficientemente ocupados con los detalles de la misión, como para no darse cuenta si el lugar que elegí me corresponde.

Peter llego temprano al comedor principal tras pasar horas matando el tiempo dando vueltas por la nave , al llegar encontró la mayoría de mesas vacías sin embargo varios infantes se aglomeraban a la entrada , saludo a varios conocidos con simples  gestos de cabeza , escogió una mesa  al azar y se sentó , hasta ese momento no había sentido hambre alguna pero el dolor punzante en el estomago le recordó que no había consumido alimento en todo el día-En fin si he de morir que sea con la barriga llena y con la sangre atiborrada con restos de alcohol- empezó a juguetear con los cubiertos en la mesa y tomo un poco del vino servido en una de las copas – será una larga semana si llego a sobrevivir-

Alex entra por la puerta junto a la mayoría de infantes. Observa como en una mesa ya se encuentra Frost, avanza hasta la mesa y se sienta. Puedo supongo, no?
Alguna apuesta sobre la misión?

A pesar de ser uno de los últimos en salir del bar, era uno de los primeros en sentarse. Echó un rápido vistazo al comedor, supuse que el sargento comería con los oficiales y se concentró en buscar mesa. Encontró a Sonny ya sentado en una de las mesas y con el tenedor en la mano esperando impaciente la cena. -Tranquilo fiera, habrá comida de sobra para todos.- Le dije mientras me sentaba a su lado.-Con la munición pueden ser unos tacaños, pero a la hora de contentar a los que les sacaremos las castañas del fuego, son capaces de convertir la zona de oficiales en un puticlub.-

Al entrar al comedor, junto a mis compañeros, me acerco a una de las mesas y me siento, esperando a que estemos todos sentado y nos sirvan el rancho. Me quedo mirando a las mesas que han quedado apartadas, y a mi mente se vuelve los recuerdos de aquellos infantes que nunca más volveremos a ver.

Ya veremos si no se nos indigesta la cena.-digo al mirar hacia arriba y ver a los mandos que seguramente nos diran algo al respecto de la misión que nos espera, y normalmente no suele ser bueno.

Frost observó como la cabo se acercaba con paso apurado, abriéndose paso entre los demás infantes. Le hizo un ademán con la cabeza Es lo que estaba esperando, ¿viene el sargento? hizo una pausa pasó tan rápido el tiempo en la cantina, todavía quisiera estar allí. La miró a los ojos Supongo que iremos a exterminar nidos de bichos, tengo escopeta y fusil nuevos, y muchas ganas de estrenarlos miró hacia los lados, a ver si llegaba alguien más de la Eco.

Al mirar hacia arriba, donde se sientan los de mayor graduación, veo como están sentados capitán Tsumina  y el teniente comandante Aldus Hesley, pero también hay un capitán que no consigo saber quién es ahora, le miro intentando recordar dónde le he visto antes

Llego con la marabunta de infantes al comedor, la cerveza aún bajandome por el esófago. Busco a los compañeros de la Fox y me siento a su mesa. Como veo que alguno ya ha dado buena cuenta de algún plato se me quita la vergüenza y les imito.

- Oveja que bala, bocado que pierde.- Ni me molesto a mirar hacia los oficiales superiores. - Comamos bien antes de que empiecen a contarnos la misión y se agrie la comida.