Partida Rol por web

El reverendo se ríe al ver vuestra reacción ante la llegada de la joven Anne.

-Me preguntaban por los fieles que me quedaban... Aquí está el resto de la congregación- dice, señalando a la muchacha.

En un par de frases os explica que la joven tiene una pequeña parte de la huerta de su casa, y que suele traerle vegetales que ha cultivado ella misma, como muestra de su cariño hacia el viejo párroco. El viejo os mira ligeramente burlón, viendo cómo la mayoría de los presentes se ha sorprendido por la delicada belleza de la niña.

-Nuestra pequeña Anne es una chica encantadora, con un corazón de oro- os dice, mientras recoge los productos de la huerta y, cargando con el saco, lo lleva a la sala de la que salía cuando vosotros llegasteis.

Anne se sonroja ante la invitación de Strawberry a cenar. No está habituada a ser el centro de atención de todas las miradas, así que aunque se ríe con algo de disimulo, no puede evitar enrojecer.

-¿Qué les ha traído por aquí entonces? Creo que no he entendido... Hablan mucho y muy rápido- de nuevo se ríe con inocencia. En el fondo no es más que una jovencita, casi una niña.

El cura regresa y se apoya en la pared.

-Por supuesto, coméntenme qué más quieren preguntarme. En cuanto a la tienda de María, está según salen, a la izquierda. De la que vienen de la posada de Mary, es el camino de la derecha. ¿Algo más? Ahora tengo algo de tiempo, así que coméntenme qué más desean saber- se queda esperando tranquilamente, mientras Anne se acerca al altar, a santiguarse.

-Señor Mallard, vaya manía por darse aludido cuando le digo que no se de por aludido- dice con un gesto de aparente desgano, pero escondiendo una actitud divertida ante los comentarios del pedante profesor. -Heme aquí ayudándole en la búsqueda de su hermano, mientras usted insiste en mantener sus actitudes desdeñosas... pero será el Señor quien juzgue nuestros actos- dijo con un arrebato de histrionismo.

-¡Oh por favor!- dijo con un mohín de disgusto -Acaso tendrá que seguirme a todos los lugares de este pueblo, vaya con el señor Strawberry y el señor Rowlandson en paz, yo me encargo de lo importante, usted hasta ahora solo ha logrado hacer las cosas más difíciles... por ejemplo...- dijo mientras daba un par de pasos hacia la puerta -...Hace unos instantes estaba interesado en preguntarle a los fieles por su hermano, y ahora que está aquí la señorita Rochelle, simplemente pretende adelantarse, so pena de encontrar el bar cerrado... ni usted mismo guarda sus coherencias Señor Mallard- dijo y miró a la pequeña.

-Bien, pequeña, que bien que estés dispuesta a ayudarnos, verás, buscamos a un hombre rubio de edad, cerca de los cincuenta, es alto y delgado, ojos marrones, un tono de voz capaz de dormir hasta el más atento de los espectadores, moral intachable y actitudes un poco mojigatas, si me entiende... tiene un aire familiar al señor que ve aquí, y al joven Charles- dijo señalando con su cigarro, que había sacado del bolsillo, a Mycroft y a Charlie respectivamente -Su nombre es Charles Mallard, un magnánimo periodista de Boston...- continuo con hipócrita zalamería, pero divertida sonrisa -... vino de visita y al parecer, el buen hombre se ha extraviado... quizás lo hayas visto en alguna casa aledaña, o curoseando por ahí...- preguntó con una enorme sonrisa.

Jason y Alan se despiden del grupo y parten de la Iglesia, mientras Gordon prosigue con su largo parlamento. La joven Anne escucha todo lo que suelta el periodista sin comprender del todo bien, pero ante la descripción dada, se le ilumina la cara y da un par de salitos.

-¡Habláis del viejo Charlie!- exclama, muy contenta. No es que Charles sea muy mayor, pero para una jovencita quizás lo parezca- Creo que sé quién es. Lo he visto un par de veces por aquí. He hablado con él alguna vez, es simpático. Tiene una vocecita muuuuuy suave- dice abriendo los ojos desmesuradamente al decirlo- Hace mucho que no lo veo. Quería haberle felicitado el Año Nuevo, pero no ha vuelto...

Hace un mohín de disgusto, y luego vuelve a su expresión jovial de siempre.

-Van a ir a ver a María, me parece que han dicho, ¿no? Tiene mal genio, pero es simpática- os dice, muy sonriente- Bueno, padre, ya sabe que me tengo que ir ya, no vaya a ser que se den cuenta de que me he ido... Y bueno- se encoje de hombros- Mejor que no lo noten, ¿no?- vuelve a sonreír- ¿Se van a quedar mucho tiempo por aquí? ¿Sólo unos días? ¿Se hospedan en la casa Stone? Mary es un sol, pero fuma como una chimenea.

-Aja!- dijo mientras sonreía y se cruzaba de brazos -Al parecer, el señor Mallard si ha estado rondando por aquí... una pista es una pista, y usted señor Mycroft, que quería dejar la iglesia- dijo bastante satisfecho. Observó a la chica con una sonrisa afable -Bien pequeña, algo más... ¿donde solías encontrarte al viejo Charlie? digo... lo veías por la calle, o solía venir a la iglesia- la observó espectante ante una respuesta. Ahora empezaba a ver la luz, lástima que el viejo profesor y el tímido muchacho, descendiente de Charles Mallard, estuvieran allí mismo.

Escuchó que la pequeña se iría "Vaya con la chica traviesa" pensó, aparentemente era una de esas muchachas amables. Y a la gente buena se le convencía aparentando ser bueno. Sonrió y trató de dulcificar un poco su voz. -Pequeña, no desestimes la invitación que el buen señor Strawberry te ha hecho... nos encantaría verte por la posada- dijo, había sonreído ante el comentario de como Mary fumaba demasiado. Él mismo estaba necesitando ahora un cigarro. -O al menos, dinos donde vives... quizás te podamos visitar y nos puedas ser de gran ayuda- observó a Mycroft Mallard mientras hablaba. Punto para Gordon Flemming, quien estaba logrando todo lo que se había propuesto.

La chica parece no saber cómo contestar a las preguntas sobre visitarla en su casa y sobre hacer ella misma la visita a la posada, así que el reverendo acude en su ayuda.

-Me temo que eso será totalmente imposible, para desgracia de todos. Digamos que... ehm...- se rasca la cabeza, mientras trata de dar con las palabras adecuadas- Digamos, que los Rochelle no son todos igual de hospitalarios...

El reverendo baja la cabeza algo avergonzado ante la mirada de lástima de la muchacha al oír hablar así de su familia, aunque no dice nada, como queriendo dar a entender que no hay nada que replicar a las palabras de John.

-¿Igual de hospitalarios quiere decir...? Como el resto del pueblo ¿verdad?...¿Ocurre algo en la aldea o cerca de ella que debamos saber? Perdone pero me niego a pensar que el pueblo se comporta asi debido a nuestra presencia.

Depues meto mi mano en el bolsillo en busca de algo con lo que entretener mis nervios.

Primero me dice que me vaya, ahora me reprocha mi idea de abandonar la iglesia, ¿podria hacer el favor de ponerse de acuerdo consigo mismo, "mister" Flemming? le pregunto con una burlona sonrisa en los labios y luego se supone que yo soy el incongruente. Y no es usted el unico que esta deseoso de concluir con nuestra asociacion, pero parece ser que el Señor me ha puesto su compañia como penitencia mientras doy con el paradero de Charles.

No se avergüenze pater le respondo al reverendo al ver su actitud entiendo las reticencias de los habitantes del pueblo ante unos desconocidos llegados de la ciudad cuyo unico proposito es atosigarlos a base de preguntas. Muchas gracias por su ayuda, puede que mas adelante me vuelva a pasar, nunca he sido muy religioso, pero empiezo a creer que parte de los ultimos acontecimientos son causa de mi falta de fe, y quiza haya algo de redencion para mi aun.

No se preocupe miss Rochelle, en cuanto demos con mi hermano le transmitire sus felicitaciones y le dire que venga a verla. Bueno caballeros, si me disculpan yo me encamino hacia el bar de miss Maria, aquellos que lo deseen son libres de acompañame estas palabras las digo lanzando una desafiante mirada al periodista, tras lo cual me doy la vuelta en direccion a la puerta y salgo de la iglesia con pasos lentos pero seguros.

-El buen Mycroft es un hombre curioso- dijo sonriente -Aparentemente letrado, me atrevería a asegurar que su escasa capacidad de socializar lo lleva a malinterpretar muchos de mis comentarios, habrá que perdonarle- dijo mientras miraba solemne al reverendo, y por dentro contenía una sonrisa victoriosa -Creo que usted me entiende reverendo Winthorp- y finalmente se dirigió a Charles, el hijo del desaparecido.

-Vamos chico, no incomodes más al buen reverendo, ya nos ha dicho todo lo que tenía que decirnos, y ahondar más en el tema, sería una clara falta de cortesía. - sonrió y luego miró a la pequeña -Vamos, no te achantes pequeña... no es una situación que me incomode, no suelo estar acostumbrado a que se me miré con cordialidad justamente- y rió de forma cordial. -Permítame insistir, al menos en caso de necesidad, quizás la señorita Rochelle nos pueda ser de ayuda posteriormente... usted sabe, como una espía, - sonrió afable.

Abandonas la iglesia, furioso por el trato que te dispensa el maleducado de Gordon Flemming. Miras a tu alrededor, pero en ese momento, ni Jason Strawberry ni Alan Rowlandson están a la vista.

De pronto, escuchas unos pasos acercarse hacia la iglesia a toda velocidad. Miras a ver quién se aproxima, para ver cómo un hombre se dirige a la puerta a a toda velocidad, con la mirada fija en la puerta, pero al mismo tiempo notas que ignora tu existencia, pese a encontrarte justo delante. Trae cara de pocos amigos.

El hombre es alto, y corpulento. Bastante corpulento. De cabello oscuro y prominente nariz, expresión severa y mirada agresiva. Su rostro está cubierto de sudor.

Pasa a tu lado, ignorándote como si de un insecto se tratase, y penetra en la iglesia.

En cuanto Gordon termina de hablar, sentís cómo la puerta se abre violentamente. No habíais oído a nadie acercarse, posiblemente a causa de la discuión que Mycroft y Gordon habían mantenido.

De repente, la puerta, suena con un estruendo, un golpe fuerte la ha abierto... ¿acaso Mycroft había decidido abandonar sus prolijos modales y comportarse como un maniático? En ese caso, le encantaría echárselo en cara y anotar el detalle para dedicarle una mordaz crítica en el artículo que vería la luz por su viaje a Yokelville.

Aún así, se giró en guardia, si era alguna especie de reacción agresiva tardía, no le daría el gusto al buen Señor Mallard de tomarle con la guardia baja. Solo esperaba que fuese lo suficientemente prudente como para hacer una estupidez. Abre los ojos y observa quien entra por la puerta.

La puerta se había abierto violentamente, penetrando a toda velocidad un hombre en el recinto. 

El hombre es alto, y corpulento. Bastante corpulento. De cabello oscuro y prominente nariz, expresión severa y mirada agresiva. Su rostro está cubierto de sudor, y desde luego, trae cara de pocos amigos.

Pasa a vuestro lado lado, ignorándoos como si de insectos se tratase, y penetra en la iglesia, a grandes zancadas, en dirección al reverendo y a Anne.

Puedes ver que Anne parece ponerse algo nerviosa en su presencia, y el reverendo abre los ojos desmesuradamente.

"Así que papá está molesto" pensó mientras observaba al hombre entrar en la iglesia. Vaya que era bastante inoportuno. Pero Gordon no quería meterese en problemas, ni mucho menos llamar la atención, con un gesto amable se corrió, y observó la escena. le dedicó una mirada al Reverendo, tratando de que entendiera que debía tranquilizarse... y esperó el transcurrir de los hechos. En un pueblo con manía a los forasteros, mejor no ganarse enemigos... no, Gordon Flemming no era tonto...

Era muy astuto...

Manteniéndose serio, y evitando sonreír, esperaría a que las cosas tomaran su camino. Solo se lamentó no poder alcanzar a Mycroft... pero ya tendría tiempo él de hacerle preguntas a la Señora María...

Después de todo, ninguno de estos hombres benévolos que iban en busca de Charles Mallard, tenían el intelecto del periodista, ni su olfato... serían como si estuvieran caminando en la oscuridad.

Vaya, parece ser que mister Flemming no es el unico excelso de modales que hay en las cercanias. Me resulta intrigante la confrontacion que pudieran tener estos dos individuos, daria para un estudio antropologico de gran interes, pero lamentablemente no dispongo de tiempo que invertir en el proceso. Solo espero que el pobre Charlie no sufra ningun malestar tras la colision de semejantes cuerpos astrales pienso para mis adentros mientras continuo en direccion al bar de miss Maria.

El hombre se acerca a la niña, y sin mediar palabra, y con ira en sus ojos, la abofetea, cruzándole la cara.

-¿No te he dicho miles de veces que no vengas aquí?- le increpa, mientras ella se frota la dolorida mejilla. En ese momento la agarra de la muñeca y comienza a arrastrarla hacia la salida, yendo ella con pesados pasos y la vista enfocada hacia el suelo- Nos vamos, ahora mismo.

Ni siquiera mira al reverendo, quien mira a Anne con ternura y lástima.

Gordon observa la escena con pedante cinismo, mientras en su rostro se mantiene el esbozo de una sonrisa y sus ojos contemplan aquella representación con la calma y la objetividad que le caracterizaban. En su mente, varios razonamientos se desvelaban, uno tras uno, y todos en beneficio del periodista. Habría sonreído más pensando en los titulares. "Yokelville, pueblo de salvajes trogloditas, lugar predilecto de Charles Mallard". El rostro en su editor sería simplemente invaluable. Un pueblo en medio de la nada, donde los lugareños desconfían de los elegantes citadinos y la violencia aflora con facilidad, aún entre los miembros de una misma familia. A este paso tendría material suficiente para un libro.

Además, no iba a exponerse a obtener una mala reputación en el pueblo, ya bastante desconfianza generaba, y mejor dejar pasar, al menos para él... en líos de sangre, lo más correcto era observar, y anotar minuciosamente cada detalle. Pero había visto otra oportunidad que no iba a dejar pasar con facilidad, tomó el sombrero por su ala y se aproximó al hijo de Charles Mallard, con gesto amistoso y susurro en los labios. -Hey, junior, esta es tu oportunidad... sigue al padre de la señorita hasta su casa, quizás podamos sacar algo en claro, y en media hora, podremos reunirnos con tu tío en el bar de María... eh, adelante, adelante, y espero que no tenga la misma opinión de mi, que la que tiene su amable tío- trató de mantener su voz por lo bajo.

Por su parte, esperó a que padre e hija salieran de la iglesia... él mismo tenía sus propias ideas en la cabeza. Y esta vez no pudo dejar ver una fugaz sonrisa que escondió bajo una fingida mueca de consternación.