Partida Rol por web

Van a llevarme ante una mujer. Esto roza el ridículo. Camino resignado, furioso. Derrotado y para peor, juzgado por una mujer.

Presumo que puede esperarme la muerte o algo peor. Estoy preparado, pero últimamente siento que mi dios me suelta la mano. Erguido, me dejo guiar por mis captores que con todo, debo reconocer que son respetuosos. Esperaba la primera paliza ni bien soltara mi arma.

Una vez más la suerte te sonríe. Los arqueros justo se distraen de mirar en las cercanías, observando la exitosa captura en la playa, y puedes deslizarte al poblado antes que los jinetes lleguen…

Quién sabe si es la mejor decisión. Al menos, no obstante, eres testigo de cómo un Lowe desarmado, (aunque nada más, ni siquiera lastimado), es conducido entre las filas de jinetes hacia el salón. Pero eso va atrayendo los curiosos a la calle,  que ven pasar al prisionero con miradas un tanto asombradas… a las que pronto da paso la rabia.

Pronto, palos y cascajos de tierra, caen sobre el hombre de hierro, junto con las maldiciones del pueblo llano...

Te llevan de nuevo a donde comenzaste la huida fallida. El salón fortificado. En el camino, los habitantes del pueblo salen a mirar. En sus rostros se ve curiosidad, pero una que pronto es superada por la rabia ante el momento desagradable sucedido. Es bueno que tengas una cota sólida. No usan verduras podridas, sino cascajos de tierra dura y palos, los cuales te atinan con facilidad, aunque sin causarte más que suciedad y algún morado insignificante. No obstante los jinetes le ponen alto a esta descarga con su simple presencia nada más llegando a tu destino

Esta vez sin Daeron, traspones las puertas del patio con tu escolta. Lo que debía ser la culminación de la batalla ahora es una entrada solemne, ignominiosa. Puedes ver en el suelo del patio tirados varios estandartes, tanto de Hansemigth como de Draakengard… todos manchados de sangre.

Una joven los examina, pero cuando llegas alza la vista y se dirige a ti. Resulta difícil contener la sorpresa… Es joven, apenas debe estar sobre sobre los veintes. Pero eso no impacta tanto como su gran belleza, aunque una extrañamente adornada. En lugar de parecer una dama, como parecieran las dornienses que conoces, viste con una camisa masculina y ligera, complementado con pantalones que forman parte de una armadura de cuero endurecido. En la diestra lleva una alabarda.

-Tu… El “afortunado”... +te interroga sin ceremonia, observándote de arriba abajo con indisimulado desprecio+ ¿A quien sirves?

No me podía creer que hubiera conseguido evitar a los guardias una vez más, pues sabía que esta vez había sido la fortuna, y no mi habilidad lo que me había salvado.
Los barcos ya no eran una opción y dejar al capitán allí tampoco me gustaba, su honor no le dejaría hablar, y era un tipo rudo, pero si pensaba que mi señor padre le había traicionado... no dudaría en aliarse con ellos...

Intenté evitar a la gente en la medida de lo posible, buscando alguna túnica que pudiera ponerme. Necesitaba algo de información, y aguardar a que cayera la noche...

Cuando me presentan ante la “dama” estoy a punto de partirme de risa. Estos dornianos deben estar locos. La chica está bien buena, eso sí, pero se ve muy ridícula disfrazada de hombre. Y estos tipos la llaman “dama”, patético.

La miro con desprecio. – Lowë Drakengaard no sirve más que a R'hllor – Y a tu padre, cobarde. Eres un triste lacayo de tu padre – La voz en mi cabeza me machaca y humilla en la derrota.

No parece impresionada por ninguno de los dos nombres. Ni tan siquiera conocerlos.

Cruza los brazos bajo los pechos, cavilando pensativa.

-¿Y ese "Rollor" pagara un rescate por ti?+inquiere, frunciendo el labio+ No tengo tiempo para andar con rodeos, así que contesta mi pregunta. Si vales algo quizás te deje vivir. Sera divertido ver rogar a tu gente, sean quienes sean. De lo contrario solo pondré tu cabeza junto a la del resto de esta escoria que mandaran contra nosotros.

La primera pregunta de mi captora me hace mucho más ruido del que ella misma podría esperar. ¿Pagaría algo por mí R´hllor? – Ni una moneda, idiota- Otra vez la voz en mi cabeza se ríe de mí. Una vida dedicada a él, y nunca daría él nada por mí, nunca lo hizo.

¿Y lo haría mi padre? – Eres un estúpido peón en el juego del Capitán. Al menos ahora que has fracasado puedes hacer tambalear sus planes jejeje, inútil, jejeje –

- R´hllor es el único Dios, señor de las llamas. No paga  a los mortales más qe por su devoción. Soy el heredero de la Casa Drakengaard. De seguro obtendrán un buen rescate por mí – Sueno muy poco convincente.

Frunce el ceño, sin parecer muy convencida con lo dicho. Tras meditarlo no obstante, un reo no presume mucha molestia. Y padre no debería tardar más de unos días... Conservarlo hasta entonces debería ser fácil.

 -Como sea… lo descubriremos pronto. +hace un gesto a los guardias. Un par de jinetes desmontan, cuadrándose firmes a tu lado+ Desnúdenlo y póngalo en la celda más incómoda que encuentren. Una que tenga sol todo el día.

Fija la mirada en tus ojos. Los de ella son de un azul verdoso que recuerda las aguas, claros y vivos

-Confió que seas lo bastante duro para resistir hasta que mi padre regrese.  Volveremos a hablar entonces. +te despide, marcando el final de la entrevista.

En la amargura de la derrota me permito sonreír un momento por el último comentario de la muchacha.

- Puedes estar tranquila. El sol no mata a un siervo del Señor de la Luz.

-Veremos.

Esboza una sonrisa levemente sardónica, y te despide con un chasquido de sus dedos... Los guardias te escoltan a la parte posterior. Allí te despojan de armadura y demás pertenencias, permitiéndote conservar solo el taparrabos mínimo para cubrirte las vergüenzas. 

Seguidamente toca entrar en tu lugar de encierro… una jaula de hierro. Apenas es lo bastante grande para permanecer de pie o en cuclillas. Un sistema de polea con cadena permite alzarla por el costado de la fortaleza hasta el segundo piso, unos 4 metros. Claramente cumple el deseo de la muchacha, el sol debe darle desde el amanecer… y el metal no debe ponerse muy cómodo. Pero es el destino de la derrota...

Sólo R´hllor puede permitir sobrevivir a uno de sus siervos al abrasante sol de esta región. Para un hombre del mar y la niebla es un desafío terrible. Un castigo sólo comparable con la humillante derrota. Algo es claro, no saldré de este lugar siendo el mismo, si es que salgo.

El primer día el sol azota con fuerza, no dejo de pensar que se trata de la caricia del Señor de la Luz, que sentiré su cruel roce, pero no es hasta el medio día que entiendo de qué se trata. Apenas puedo soportarlo, pero es sólo el primer día y las llamas no pueden doblegar a un auténtico devoto.

El segundo día es aún más intenso, al menos para mí. Es un día esforzado e intenso. Soporto el calor agobiante con el cuerpo totalmente acalambrado por las imposibles posiciones que debe adoptar mi gran cuerpo en aquella jaula. Sobre el final el sol amenaza mi cordura, pero no es más que otra bendición de R´hllor que se lleva lejos mi conciencia con febriles visiones de las islas, de el mar, todo ello, en llamas. Y en mi piel se abre un recuerdo de estos días y visiones.

Un día más, el tercero. Las marcas del día anterior arden con intensidad, pero el castigo de los infieles no puede hacer mella en un verdadero creyente. El Señor de la Luz vuelve a quemar sobre mí, pero esta vez no me cabe duda de su bendición qe me permite seguir adelante con su beso en mi cuerpo.

Medité durante un largo rato, había muchas opciones, y a cada cual más peligrosa, de alguna forma siempre me metía en las peores situaciones, gajes del oficio supongo. Me había decidido, me iba a meter en la mismísima boca del lobo, y no descartaba ni mucho menos ser comido, pero estaba en una ratonera y a aquellas alturas no había elección segura.
Mi plan consistía en la interpretación, lo negativo era no solo la situación en si, sino mi poco carisma, por otro lado no sería una actuación complicada, al fin y al cabo me pensaba representar fielmente: Daeron Arena, asesino de la orden de asesinos de Zerzura.
Mi plan era muy sencillo les ofrecería de forma gratuita cierta información: que sus parientes serían retenidos, al fin y al cabo ya lo sabían, así esperaba ganarme su confianza. Después les vendería los servicios de la orden, que podría liberar a los suyos por un módico precio, o cualquier otra cosa que necesitaran.
Era arriesgado, pero no me quedaba otra.

Me aseguré de quitarme todo símbolo que me identificara como miembro de los Hamsemight y desgasté un poco la ropa, afortunadamente mi cuerpo no era el de un consejero, pues estaba marcado por las cicatrices de muchos años de adiestramiento, así que dudaba que pudieran relacionarme con mi verdadero oficio. Finalmente me dirigí a la fortaleza.

-Buenos días mi señor, soy Daeron Arena de Zerzura, ¿me concedería el placer de una audiencia con sus señores?- Pregunté con una sonrisa y una gran inclinación a los guardias que custodiaban la puerta.

Los guardias apostados son muchos. Todavía se mantiene la guardia de arqueros y además, una parte sustancial de la guarnición ha regresado. Puedes sentir como te estudian claramente, aferrando sus lanzas.

-Oh, los veras chico… desde una celda. ¿Cómo diablos entraste? Las puertas están cerradas.

Apuntan hacia tu pecho, tras la aplomada respuesta. Debiste pensarlo. Cerraron las puertas tras la captura de Lowe y la pelea. Nadie podria entrar o salir del pueblo... Vaya manera de venderte. 

Las hojas de hierro negro apenas relucen al sol diurno. Tienen leves manchas rojizas y seguro no de oxido.

-Sera mejor que dejes tus armas y vengas con nosotros por las buenas…