Partida Rol por web

Las heridas se iban amontonando en el cuerpo del caballero que echaba de menos su coraza, pero, pese a ello intentaba sacar el mejor provecho posible de se espada - Malditos sacos de huesos - se los escuchaba murmurar - Porque no permanecen enterrados como corresponde -

Mientras su rodela permanecía frente al esqueleto que lo intentaba matar, la espada volvió a moverse, buscando eliminar al esqueleto al que veía herido... y al que no podía golpear, pese a sus repetidos intentos.

Con todo, al ver la forma en que se desarrollaba el combate, no dudó en pararse sobre los huesos de otro de los esqueletos, con el fin de amenazar, con su arma, no solo al objeto de sus ataques sino a otro más de los muertos vivientes.

Agobiada, frustrada y furiosa

Así aprenderé a no desperdiciar conjuros guiada por la rabia. pienso mientras me muevo enarbolando el bastón, más para despistar y que el resto pueda acabar con ellos, que por la pericia que demuestro en su manejo.

-¡Ánimo, que ya casi está!--arenga Amílcar a sus compañeros.

Mientras tanto, el arquero busca flanquear con ayuda del caballero al esqueleto que tiene más cerca. Sin embargo, el desmoralizado nómada vuelve a fallar su ataque por enésima vez.

De los dos esqueletos que quedan, solo uno logra clavar sus zarpas en alguien: el pobre Amílcar es el damnificado.

Kolthar sigue empleando sus puños como mazas a la par que trata de cornear a los esqueletos, con energías renovadas pues parece que al fien el combate les es favorable arremete contra uno de los que aun quedan en pie.

Kolthar parte unos cuantos huesos más y Craster remata la faena. Ya solo queda un esqueleto en pie.

Mientras sigo moviéndome enarbolando el bastón, llego hasta donde se encuentra el último de los esqueletos, acosado por el enano notando como impacta sobre los huesos y hace saltar algunos de ellos.

Sonrio ante la fortuna del golpe, convencida ya de acabar con ellos de una vez por todas.

Hank viendo que sus compañeros lo tienen ya acorralado y que n o puede aportar mucho más debido a sus escasez de conjuros y fuerzas para atacar con su espada se acerca al compañero que tenga más heridas recibidas y le tiende una de sus pociones de curar heridas leves.

De un certero bastonazo, Quivalen acaba con el último esqueleto.

Respierando trabajosamente por el esfuerzo físico al que no estoy acostumbrada bajo los brazos, lo que provoca un ruido cuando el bastón toca el suelo

¿Pero qué demonios? ¿de dónde han salido este ejército Alfio? un tanto cansado, me dirijo hacia mi rincón, arrastrando los pies y farfullando

Si no podemos descansar estamos acabados, maldito lugar

Cuando llego al rincón, sin girarme, alzo la mano Cerrad esa maldita puerta, a ver si podemos descansar el resto de la noche