Partida Rol por web

El disparo de Kerry vuelve a atravesar limpiamente la cabeza del goblin, haciendo que un montón de sesos se desparramen por el interior de su casco, llenándolo como si su cabeza hubiera explotado. El despreciable ser cae muerto antes de tocar el suelo. 

Los tres goblins que quedan gritan y corren cuanto pueden hacia Kerry. Dos se abalanzan sobre las escaleras, y al quedar a una distancia suficiente de la mecánica disparan sus cachivaches láser. Sin embargo, los goblins no son conocidos por su puntería, y sus disparos se pierden en la jungla que Kerry tiene detrás. El tercero corre hacia las escaleras que hay al otro lado, vociferando algo que puede ser palabras o gritos sin sentido. 

Por su parte, el jefe goblin se introduce en los soportales, desapareciendo de la vista de Kerry, y se oyen golpes y gritos provenientes del interior del templo. 

Kimberly se agachó un poco más para evitar los disparos. Cuando la francotiradora por fin empezó a moverse, el jefe goblin parecía haberse metido dentro del templo, quizás para pedir refuerzos. -¿Debería haber tratado de derribarlo a él primero?- se preguntó la mecánica mercenaria en sus pensamientos, pero sabía que no tenía uso preocuparse por eso ahora. Nunca se debía subestimar a un enemigo, especialmente a los goblins espaciales. Esas alimañas podían rodearte y coserte a balazos casi a quemarropa. Aunque la tentación de un disparo más estaba ahí, Kimberly trató de ceñirse al plan que ella misma había confeccionado.

Los dos goblins de la escalera chillan y emiten desagradables chasquidos al ver cómo Kerry desaparece corriendo a una velocidad que parece imposible y salva el hueco de la puerta con facilidad. Ambos saltan de la escalera y tratand de trepar el muro para ir por donde ha desaparecido su enemiga, aunque solo uno de ellos lo consigue. El otro, con torpeza, resbala en el muro medio derruido que separa la escalera del muro exterior y cae de nuevo, aunque sin hacerse daño por ser muy poca distancia. 

En cuanto el goblin llega a lo alto del muro, se ríe de su compañero caído y dispara a Kerry, aunque está tan lejos que el disparo pasa a casi diez metros de la posición de Kerry. Sin embargo, la mecánica no puede relajarse, ya que no está a salvo: el último goblin del espacio ha subido la escalera del otro lado, y al ver aparecer a Kerry chilla de alegría porque su presa haya venido a él en vez de él a ella. Avanza un paso con sus cortas y veloces piernecitas y dispara casi a quemarropa. 

¿Y por qué, pensaría el viajero ignorante, los goblins son una amenaza tan despreciable y tan peligrosa? Si no tienen puntería, ni intelecto, ni nada que se le parezca, y sus cuerpos han mutado por décadas de fugas de radiación y vertidos tóxicos, y son un desastre en todo lo que no sea saquear y romper cosas, ¿Cómo es que son tal amenaza? 

La respuesta, como sabe todo verdadero viajero del espacio, es que son una plaga insidiosa y terrible. Como las cucarachas, no hay manera de exterminarlas a todas, y por un goblin que se mata siempre salen dos. Y, aún más importante, los goblins son perseverantes incluso ante las tareas más imposibles, y al final, como una carcoma minúscula que es capaz de derribar una casa, acaban haciendo más daño del que podría parecer. 

Y eso fue lo que Kerry experimentó en sus carnes: parecía imposible que aquellos estúpidos y torpes goblins le dieran, y si le daban, imposible que atravesaran su armadura de fibra de carbono. Y sin embargo, el goblin que tenía delante era tan estúpido que ni siquiera se daba cuenta de que lo que intentaba era imposible, y por eso disparó de todas formas. Y disparó con tan buena suerte (para él) que el disparo dio en un remache de la armadura, haciendo saltar el protector, y atravesando la fibra de carbono hasta quemar la piel de Kerry y los componentes interiores del traje, que prendieron en llamas haciendo que en un momento Kerry sintiera el mordisco del fuego por todo su cuerpo, pues estaba ardiendo por completo. 

"¡Ahhh! ¡AAAAH!" -¡Duele! ¡¡Duele!!- ¡Por eso mismo no se podía subestimar a estos bichos! ¡Te descuidabas un microsegundo y ya te prendían fuego! Sí, es un tanto obvio, pero la sensación de estar pegada a llamas por dentro de tu propia armadura es de bastante desagradable y dolorosa. Aunque la muchacha trataba de evitarlo, la mente de Kimberly poco a poco iba trasladándose de vuelta a los horrores de la Academia Fantasma. El olor a carne humanoide quemada, las vísceras de sus compañeros esparciéndose tras los disparos de los guardias de seguridad, el humo del fuego mezclándose con el de la pólvora y los cuerpos ardiendo...

"¡No! ¡NOO!" utilizando su tecnopatía forzó los escudos internos del traje a activarse alrededor de las llamas, y a ahogar el oxígeno que alimentaba esas llamas que estaban quemándola por dentro del traje. Qué sensación más, más horrible... cuando se recumposo, Kimberly vio al goblin mirándola en una mezcla de estupor confuso y júbilo sorprendido. Sin más miramientos, la mercenaria galáctica disparó a esa (no) bonita cara.

Por suerte el sistema de la armadura no está tan dañado como parece, de hecho sigue plenamente funcional, y lo único que se ha quemado han sido los recubrimientos de tela de algunas secciones. La tecnopatía surte efecto y los escudos internos ambientales, los mismos que la protegen en entornos extremos o en el vacío, apagan el fuego de inmediato, sofocando las pocas llamas que pudieran quedar como resultado del disparo del goblin. 

Los goblins no suelen cuestionarse casi nada de lo que ocurre a su alrededor, así que el tirador no da muestras de sorprenderse ni cuando Kerry se prende fuego ni cuando éste se apaga, ni de confusión al haber prendido fuego a alguien con armadura con un cachivache que se mantiene de una pieza no se sabe ni cómo. Riéndose, vuelve a apuntar, sin duda convencido de que es el mejor tirador que ha dado la raza goblin, pero se le acaba la risa cuando un disparo le perfora el hombro y le abre un agujero tan ancho que a través de él se ven las baldosas que tiene detrás. Ruge y chasquea la lengua dolorido, y trata de volver a disparar, pero esta vez la armadura hace su papel correctamente y la descarga se disipa de forma inofensiva. 

Los otros dos goblins continúan en su empeño: uno sigue intentando escalar sin éxito la pared, con sus cortas piernas resbalando en los escombros, y el otro avanza hasta el hueco de la puerta y dispara de nuevo, más cerca. Sin embargo, sigue siendo demasiado lejos, y el disparo se pierde en la jungla. 

Tras el disparo que perforó el hombro del goblin, ella recargó su arma y recibió más disparos de la criatura. ¿Cuánto aguantarían los escudos de la armadura de Kimberly? Ella no quería pararse a descubrirlo, aún le quedaba mucho templo por limpiar, esto era apenas la parte más superficial del iceberg. Volvió a apuntar al goblin que la había hecho arder, y disparó una vez más. "¡¡Muere de una maldita vez!!"

El goblin que ha quemado a Kerry recibe el disparo en pleno pecho y un agujero cauterizado se abre a través de su corazón. El despreciable ser muere aún con la sonrisa de su hazaña en los labios, y aplasta la vegetación mientras cae en el hueco entre la escalera y el muro. Sin duda ha muerto feliz, aunque el que no parece tan feliz es el goblin que trata en vano de escalar el muro al otro lado del patio. Finalmente parece dejarlo por imposible y baja las escaleras a todo correr, con intención de dirigirse al otro extremo por la parte inferior y subir las escaleras como ha hecho su compañero. 

Mientras tanto, parece que una leve chispa de inteligencia se enciende en el cerebro del otro goblin y se da cuenta de que si está fallando es porque está demasiado lejos. Echa a correr, y con el absoluto desprecio por la muerte y el nulo instinto de autopreservación que caracterizan a toda su raza, salta el hueco de la puerta agitando en el aire sus piernecitas. Sorprendentemente, tal vez por haber tomado mucha carrerilla, aterriza sin problemas al otro lado y se acerca a Kerry hasta que está tan solo a unos pocos metros de ella. 

Envalentonado por su hazaña de salto, y teniendo delante el objetivo a quemarropa, nunca mejor dicho, dispara su cachivache láser mientras emite un chillido que perfora los oídos, como de uñas contra una pizarra. Por increíble que parezca, el disparo vuela certero e impacta justo en el peor sitio: en el protector que antes ha caído, haciendo que las pocas piezas de tela interiores de la armadura prendan otra vez, por lo que Kerry se ve ardiendo de nuevo. 

De los soportales se oyen golpes y madera astillándose, así como órdenes en lengua goblin. 

"¡Venga ya! ¡Venga ya!" Kimberly se sacudió las chispas pequeñas que volvían a arder con la palma de la mano izquierda, ¡pero no funcionó para nada! Tenía encima a dos goblins y lo último que necesitaba era que le prendieran fuego más el traje. Apuntó con el arma, y guiada por el exocortex realizó otro disparo sobrecargado la cabeza.

Y sí, sus componentes todavía seguían ardiendo.

El goblin que ha disparado está tan exultante por haber repetido la hazaña de su compañero que ni siquiera ve el movimiento del cañón del arma de Kerry hacia su enorme cabeza. Aún está chillando y levantando el arma de júbilo cuando el disparo sobrecargado le atraviesa zumbando el casco y el cráneo, abriendo un agujero cilíndrico que le mata al instante. 

Sus chillidos paran en seco y cae hacia un lado, resbalando del muro y chocando contra el suelo con un sonido seco de huesos rotos. Queda sobre el patio en una mancha de sangre verde, desmadejado como un muñeco muy feo que se le hubiera caído a alguien. 

El último goblin llega a las escaleras y dispara sin dedicar ni una mirada a sus compañeros muertos. Sin embargo, no tiene buen ángulo y el disparo solo saca esquirlas de roca del muro. 

¡Por fin! ¡Ya solo quedaba una alimaña verde de esas! "¿¡Pero quieres apagar el fuego ya de una vez!?" le gritó al traje y por su tecnopatía el traje la escuchó y tímidamente obedeció. "¡Hombre ya!" pretestó exasperada la francotiradora. Normalmente, Kerry siempre mantenía la sangre fría y la tranquilidad en combate, normalmente era un muro de solemnidad y calma. No obstante, normalmente también no te prenden fuego el traje con un disparo, y mucho menos dos veces seguidas.

Ahora que por fin ya no ardía, tenía otro goblin más que dispuesto a repetir la hazaña de los otros dos. No obstante, Kimberly no le dejaría. Repitiéndo la técnica de antes, volvió a echar a correr y saltar hacia el lado contrario.

El goblin se muestra consternado ante la carrera de la mercenaria, que le deja de nuevo demasiado lejos para disparar. En vez de correr de nuevo, entre maldiciones y gañidos sube las escaleras, maldiciendo ante la idea de volver a enfrentarse a su peor enemigo: el muro que hay entre las escaleras y la pared exterior. Y esta vez tampoco lo logra: sus manos resbalan contra la roca y emite un gemido lastimero al no poder subir. 

Era un tiro difícil, disparar al hueco entre la escalera. Desde donde Kimberly estaba tenía visión de la zona, pero la criatura no paraba de saltar tratando de trepar la pared, caerse y volverlo a intentar. Era difícil apuntarle con un rifle de francotirador a un objetivo que no paraba de moverse. Kerry se ayudó de su instinto y del exocortex de Arcadis una vez más, sirviéndose del mismo para calcular el momento exacto del disparo. ¡Y funcionó! ¡Vaya que sí funcionó! ¡Pleno tiro a la cabeza! La mecánica sintió una mezcla de júbilo y culpabilidad. ¿Sería su talento cosa solo del programa del exocortex? Bueno, en la Academia Fantasma ella era una de las mejores alumnas... así que no podía atribuírsele todo al Exocortex ¿no? Con esos pensamientos se sintió un poco más aliviada. Solo un poco: todavía no sabía dónde estaba el jefe de los goblins. ¿Se habría adentrado en el templo o estaría esperando para emboscarla?

Bajó de la muralla al suelo y con sumo cuidado, todavía con el arma en alto, y de espaldas a la entrada por la que ella había venido y que daba a la jungla, la mercenaria fue avanzando lateralmente en dirección al goblin del espacio que más cerca de la pared había caido. De una patada sin fuerza movió el cuerpo. Si el goblin jefe todavía no daba señales de vida, quizás le vendría bien hacer caso de la premisa de 'Te puedes quedar lo que encuentres' que le dijo el Cuidador. ¿Pero qué botín podría sacar de unos goblin espaciales? ¿Trocitos de carne de elfo? ¿Un cachivache malamente construido que no explotaba por puro milagro? Bueno, teniendo en cuenta que dos de esos la habían prendido fuego y todo, tan malos no podrían ser...

El último goblin que había a la vista había caído, atravesada su cabeza por un disparo totalmente certero. Resbaló por esa escalera que tantos problemas le había dado y cayó con un sonido seco sobre el patio, rodando mientras se golpeaba con cada escalón. Kerry bajó con cuidado por la escalera, ahora que parecía que los gritos y golpes en los soportales habían cesado, y se dispuso a examinar el cadáver de uno de los goblins. 

Sin embargo, estas criaturas son como insectos, con que uno solo quede con vida, no puede darse por exterminados. Y Aún quedaba el líder goblin, que de pronto, con ruido de gritos y arrastrar de madera, salió de los soportales junto con dos de sus acólitos. Los dos goblins pequeños llevaban tablones que parecían haber sido arrancados de alguna parte, y tenían clavados hierros y tornillos para hacer lo que parecían toscas escaleras de mano. Estaba claro que habían pretendido usarlos para subir al muro con facilidad y poder atacar a Kerry, pero al salir los tres vieron que su enemiga ya había bajado por su propio pie, por lo que, con grandes gritos, soltaron los tablones y corrieron hacia su posición, disparando sin parar sus cachivaches.

Los dos goblins pequeños fallaron estrepitosamente sus disparos, que acabaron agujereando los cadáveres de sus compañeros, pero el líder parecía bastante más diestro. Apuntó su cachivache con mucha más pericia y su descarga dio de lleno en el hombro de Kerry, sobrecargando las defensas energéticas de la armadura y quemándole la piel. 

¡Ajá! ¡Ahí estaba la emboscada esperada! Había que reconocerle a estas criaturas que ingenio y constancia no les faltaba. Aún así el problema no eran los renacuajos (salvo que de repente la prendieran fuego otra vez), el problema era el jefazo. ¡Madre mía qué puntería! El disparo superó los escudos y le dañó en el hombro. ¿Pudiera ser, que un maldito goblin del espacio, una alimaña como esa, tuviese mejor puntería o potencia de disparo que ella? ¡Acabáramos, por todos los dioses, qué depresión! ¿Quizás convendría un cambio de planes? ¡Quizás tenía que acabar con el jefe antes de derribar a los dos pequeños, y antes de quedarse sin batería para los disparos!

Decisiones, decisiones... Ya tendría tiempo de preocuparse de a quién disparar. Volvió a echar a correr, templo adentro. Su mayor ventaja era la gran distancia a la que su rifle podía disparar, y más le valía aprovecharla bien.