Partida Rol por web

La situación parecía volverse en contra de la mercenaria, cada vez más. Parecía que aquel era el final: su carrera no había logrado separarla tanto como para obtener ventaja, y los goblins habían corrido por el otro lado de la piscina, teniendo a Kerry aún a la suficiente distancia como para disparar. El disparo láser de uno de los goblins atruena a su alrededor, calentando el aire a su paso, reventando esquirlas de roca del suelo y las paredes. 

Kerry está herida, herida y cansada. Su resistencia está al límite, y su armadura rota en varios puntos, dejando ver la piel quemada bajo ella. Su exocórtex ya ha dejado de mandar alertas, pues poco sentido tienen ya. Los dientes de los goblins parecen haberse hecho más grandes en su ya grande boca, sus terribles sonrisas anchas y abiertas como puñaladas. Babean ante la idea de la presa, de la tecnología que desmontar y la carne que rasgar y saborear. Sus risas atruenan como ladridos y perforan los oídos de Kerry, que tiene que hacer un esfuerzo para no soltar el arma para taparse los oídos con ambas manos. 

El dolor y el miedo a la muerte comienzan a ganar la batalla al entrenamiento en la mente de Kerry, y la mano le tiembla en el rifle. ¿Va a morir allí, en aquel templo destruido, en el templo de uno de los dioses que tanto la han ayudado? ¿Allí, asesinada por unos despreciables goblins, sobre la sangre de los elfos cuidadores? 

El jefe goblin huele la debilidad en Kerry, su miedo. Con una sonrisa sádica, apunta y dispara. El rayo láser surca el aire crepitando e impacta en una de las zonas sin armadura, generando una quemadura de tercer grado y una herida en su costado de dos dedos de profundidad. El dolor inunda la mente de la mercenaria. Su mente vuelve a la Academia, al sonido de los rifles eléctricos, de la psiónica en el aire, de la telepatía desatada de tal forma que era como un ruido de fondo, de los gritos de los guardias, del pecho abierto como por una granada de su compañero en la Academia. La realidad empieza a disociarse de los recuerdos y ya no sabe si sigue en Arcadis, si todo ha sido un sueño. 

El último goblin apunta y Kerry sabe que no podrá esquivar ese disparo, si es que es un goblin de verdad lo que tiene ante ella y no un guardia de Arcadis, anónimo tras su máscara y blandiendo su devastador rifle Aurora. El dolor parece perforar cada centímetro de piel. ¿Era cierto que aquello le venía grande? ¿Que no debería haberse escapado de allí? ¿Lo ha hecho siquiera? Un sueño, eso ha sido todo. Un sueño, bonito, pero que debe desaparecer. Solo tiene que dejar que dispare y todo habrá acabado. 

El guardia de Arcadis, (¿cómo ha podido pensar que era un goblin?) apunta, su rifle Aurora emitiendo arcos eléctricos a su alrededor y con la pestaña que lo desplaza de modo aturdir a modo letal bajada. Hasta aquí ha llegado la historia de Kerry, va a caer allí, sobre el suelo de blanco clínico de la Academia. El guardia se ríe con voz de goblin, y aprieta el gatillo. Y entonces...

Clic. 

En vez del crepitar de la energía, de la mortal descarga que iba a abrirle el pecho como una de las castañas que se acumulan bajo los árboles en el otoño perpetuo de Tol'uss, solo se oye un chasquido inofensivo, como de metal contra metal. Sorprendido, mira el arma y trata de apretar el gatillo de nuevo. La imagen se distorsiona y tiembla como si nada tuviera sentido. ¿Qué está pasando? A veces ve la jungla y el templo sangriento, y a veces el guardia. 

Clic, clic. 

Ajeno a las tribulaciones de Kerry, el goblin aprieta el gatillo por tercera vez, mira el arma, que ha empezado a gotear un líquido azul desde una de sus baterías pegadas con cinta aislante, y tiene el tiempo justo de abrir los ojos como platos llenos de pánico y de echarse atrás antes de que el cachivache láser explote en mil pedazos súbitamente, con la fuerza de una granada militar. Los tornillos y las placas de metal salen despedidos mortales como balas, y la onda expansiva es tal que agrieta la columna que tienen al lado y cae, con un gran chapoteo, sobre la fuente. 

Kerry siente como si el mundo se hubiera reiniciado y la explosión la devuelve a la realidad como una bofetada. La onda agita el agua y la columna salpica por todas partes, empapándola más aún de lo que ya está tras nadar en la fuente. Los dos goblins han logrado agacharse a tiempo, y solo muestran heridas de la metralla, pero el líder, que estaba celebrando su disparo anterior, no ha tenido tiempo más que de volverse. La onda le da de lleno en el centro del pecho y le hace volar literalmente dos metros con un gañido de muerte, mientras fragmentos de metal perforan su traje. Cae al suelo como un saco de huesos rotos, convertidas sus entrañas en papilla por la fuerza de la explosión. Su cuerpo descoyuntado cae sobre las baldosas, torcido en un ángulo que deja ver claramente que ha muerto. 

Parece que Weydan sí cuida de los suyos, al fin y al cabo.

"¡Gracias! ¡Gracias gracias!" fue todo lo que pudo rezar mientras se movía como podía e intentaba recargar el arma a la vez. "Sí, sí." murmuró mientras torpemente intentaba recargar su fusil, con manos temblorosas, con temblores por todo el cuerpo, y con un sudor frío recordándole dónde había estado en su tortuosa mente hacía, creía, unos segundos, pero que parecieron minutos. -Necesito las pastillas. ¡Necesito las pastillas!- se repitió en su mente mientras intentaba recargar el arma, tan nerviosa andaba que se le cayó la batería al suelo y tuvo que agacharse para cogerla de vuelta y colocarla sobre el fusil.

Pasada la sorpresa inicial, ambos goblins chillan y comienzan a correr. De sus rostros ha desaparecido el ansia depredadora, y ya no sonríen, ahora luchan por su vida. El primero, sacudiéndose el polvo de la explosión, se sitúa en línea con Kerry al otro lado de la fuente y dispara de nuevo. El disparo no es muy afortunado, pero sí lo suficiente como para rozar a la mercenaria y hacer una nueva quemadura en su hombro. 

Puede que haya logrado superar en cierta medida el bloqueo que le dio hace unos segundos, pero Kerry no está bien. Incluso esa pequeña quemadura casi la hace doblarse y desplomarse sobre las manchadas baldosas del suelo del patio. Es su límite: una herida más posiblemente suponga la muerte. 

El otro goblin, viéndose desarmado, corre hacia su jefe muerto y recoge su cachivache láser, preparándolo para disparar. 

Todo estaba bien... todo estaba bien. Pronto tomaría sus pastillas y descansaría. El arma ya estaba recargada, y el exocortex acababa de terminar los cálculos. Con que se alejara unos tres metros con semejante puntería y una potencia de fuego tan baja, las posibilidades de que la alcanzasen se reducirían al mínimo. Sin embargo, ¿qué impedía a los goblins lanzarse al agua como había hecho ella misma? No... sólo tres metros no sería suficiente. Aún podía vivir. Sólo tenía que alejarse... siempre alejarse.

Echó a correr una vez más, aunque sintiera del dolor flaquear sus fuerzas. Sólo un par de disparos más... cuatro como mucho... y acabaría con ellos... jugando al ratón y al gato una vez más... Pero esta vez... sí... esta vez, ella volvía a ser el gato. "Ja ja... Tengo... que comprar... ese módulo de conversaciones de gatos..."

Al ver que su enemiga huye, los goblins gritan y corren tras ella, con esa velocidad sorprendente que tienen a pesar de sus cortas piernas. 

Dadas las circunstancias, sólo quedaba disparar, ya que aún pese a todo las criaturas se moverían más que ella. El primer disparo fue uno limpio, directo, pero quedaba sobrevivir al segundo...

El disparo atraviesa limpiamente la cabeza de uno de los goblins. El otro corre hasta situarse frente al cadáver y apunta con su arma, pero está herido y asustado, ya que solo queda él contra esa terrible humana que ha matado a tantos de los suyos y a su jefe. La mano le tiembla y el disparo sale desviado, abrasando las castigadas escaleras. 

Debería ser lo normal, teniendo en cuenta que casi toda su tribu había sido exterminada por ella. Sin embargo, Kimberly se sorprendió de ver al goblin asustado. No porque ello hubiera hecho sentir a la mecánica alguna especie de empatía druídrica por la criatura, por el orden de la naturaleza donde todos somos cazadores y presas, pena por la pobre criatura que sólo cazaba para comer. No no, nada complicado y filosófico como eso. Se sorprendió porque ella estaba también igual de asustada, y se había olvidado por unos instantes de todo el entrenamiento de Arcadis. Se sorprendió porque por unos instantes, había vuelto a ser una niña, la pequeña Kimberly, esa que se siempre se hacía la valiente en el parque de atracciones y en las ferias y se metía en todas las atracciones, y luego se arrepentía durante la atracción, pero luego al salir no. Durante unos instantes, todo el peso de sus errores pasados, toda la soledad y el dolor por haber perdido tantos seres queridos, ya fuera por perder el contacto o porque estuvieran muertos o porque les hubieran lavado el cerebro, o el miedo de que le hubieran lavado el cerebro a ella y a tantos no los recordara... todos sus miedos desaparecieron, sustituidos por el simple miedo a morir a manos de un goblin.

¿Qué diantres significaba aquello? ¿Que quería morir? ¿Que estaría más feliz muerta? ¿Que sólo me se iba a sentir viva de verdad cuando estuviera a punto de morirse? Disparó sin pensar mucho, casi como un acto automático, como un acto reflejo. Como cuando conduces un largo rato por la carretera de un planeta y giras el volante aquí y allá o reduces o subes la velocidad sin pensarlo. Una vez más, y esperaba que por última vez, el disparo impactó. Kimberly se acercó al cadáver y le dio un empujón con el pie, asegurándose de que hubiera muerto, y después subió por las escaleras de vuelta al punto donde se había escondido la primera vez. Se dejó caer en el suelo dolorida por todas las heridas, y contactó con el elfo.

"Aquí Francotiradora Fantasma... Cuidador... ¿estás ahí? ...Tenías razón... con que esto me venía grande. He eliminado a la tribu de trasgos espaciales... o eso espero. Unos ocho goblins. Pero por muy poco no me eliminan a mí también." suspiró y se palpó el hombro, dolorido y ensangrentado, pero la herida al menos estaba taponada por la armadura. "Oye... sé que no es buen momento pero... ¿todavía...? ...ya sabes... eso que hacéis los monjes... ¿Todavía... ofreces consuelo y consejo espiritual? Porque me vendría bien ahora un trago de alcohol y a falta de eso..."

El último goblin cae con un grito cuando el disparo le perfora el corazón y le deja muerto sobre las baldosas. La patada de Kerry solo revela su cara mirando al cielo sin vida y su boca abierta llena de afilados dientes. El templo, por primera vez, queda en total silencio, interrumpido solo por los sonidos de la jungla a su alrededor, siempre llena de vida. 

El elfo responde en cuanto Kerry activa el comunicador. Posiblemente estaba esperando que la mercenaria diese señales de vida, en su diminuto apartamento de Castrovel. 

-¡Kimberly!-dice, olvidando usar el nombre en clave-¿Estás bien? Lo siento, lo siento. Sabía que no tenía que haberte ofrecido el trabajo al ver que estabas sola. Ha sido una irresponsabilidad por mi parte. Si quieres retirarte ahora, lo entenderé, te pagaré setenta y cinco de los cien créditos prometidos. No podré contratar a alguien por veinticinco créditos, pero esperaré a los Caballeros. 

Si estás herida, por favor, ten cuidado. Busca sueros de curación, teníamos varios en las habitaciones de los porches. Puede que los goblins los robaran, no lo sé. Me temo que eran más de ocho, recuerdo haber visto por lo menos a una docena, tal vez más. 

Yo... no somos de esa clase de monjes... pero puedo intentarlo. Aunque creo que primero deberías encargarte de tus heridas. 

Se sintió al mismo tiempo reconfortada pero también muy apenada al oir la voz del pobre anciano culpándose por dejarla ir sola al templo, instándola a que abandonara para ponerse a salvo, incluso ofreciéndole más de la mitad del pago por las molestias causadas. "No... no, no se preocupe señor Ve-... Cuidador. S-son sólo unos rasguños. Recuerde que derroté yo solita a tres necroplaneadores antes de venir aquí, ¡ja ja! Ouch..." sintió un fuerte dolor al reirse que la interrumpió de inmediato. Afortunadamente había hecho bien en llamar al señor Veren, puesto que quizás todavía los goblins no se hubieran bebido los sueros. Con dificultad se puso en pie de nuevo. mientras que Veren la avisaba de que recordaba una docena o más de esos goblins. 

Kerry bajó las escaleras y procedió a registrar los asquerosos cadáveres de los goblins metódicamente, buscando si se habían llevado alguno de los sueros, con un ojo puesto en las entradas al templo para no acabar emboscada otra vez. Si no tenían nada aquello en realidad sería una buena noticia, ya que con suerte estarían todos intactos en las habitaciones. Mientras lo hacía, le aseguró a Veren que el consuelo y consejo que quería pedirle no le robaría mucho tiempo.

"¡No, no! Sólo... sólo será un momento, se lo aseguro... Verá, yo... bueno, creo que nos pasa a casi todos los mercenarios... tenemos un pasado del que huimos o queremos huir. Yo... soy un poco al revés, quiero enfrentarlo... Pero la carga se hace pesada y..." empezó a arrepentirse de haber entablado esa parte de la conversación. ¿Cómo iba a consolarla el monje nada si ella sólo le decía cosas vagas, porque no podía (ni quería) contarle la historia al completo? Aún así, tragó saliva y lo intentó. "Bueno... tengo pesadillas. Pesadillas de un lugar horrible en el que estuve, que me persiguen aún estando despierta. Horrores de los que no quiero hablar... C-cuando estaba luchando contra estos goblins... estando al borde de la muert- ¡quiero decir! ¡Que me asusté y creí que iba a morir, pero estoy bien, estoy bien! Bueno, que... cuando creí ver la muerte a mis ojos sentí... alivio. Alivio. Yo... me aterra saber de mi misma que en el fondo veo la muerte como un alivio... como un escape... ¡Pero no quiero querer morir! Eso sería fácil... muy fácil... Pero entonces todo... todo sería en vano ¿sabe? Y con eso sólo ganarían los malos... y no los buenos... Y-y... Sarenrae siempre habla de levantarse y buscar redención y Weydan... de seguir adelante, de viajar, de aprender, de no dejar de caminar..."

"No quiero... querer morir, ¿sabe? Me aterra el descubrimiento... Sería muy fácil... coger un bote de pastillas... o-o un rifle y..." tragó saliva una vez más. "¿Cómo... cómo hace usted para soportar el dolor? N-no me refiero al físico..."

Por desgracia uno de los sueros ha quedado destrozado al precipitarse el goblin por las escaleras, pero en los demás Kerry encuentra cuatro, dos en el jefe y otros dos en los goblins que le acompañaban. 

-Yo... bueno, si estás segura de que puedes continuar, de acuerdo. Pero cura todas tus heridas antes de seguir -dice el elfo por el comunicador- No sé si podré serte de alguna ayuda, pero te escucharé. 

Tras las palabras de Kerry Veren suspira.

-Pesadillas... he oído hablar de ellas. No sé lo que es tener pesadillas pero me han contado que para los humanos puede llegar a ser horrible, como ilusiones que atormentan su descanso. Pero deberías recordar que son solo eso: ilusiones. Trucos de tu mente. Ese pasado, sea cual sea, ya no está, ya no existe. El pasado solo puede vivir si nosotros le mantenemos con vida. Como cuidador del templo, eso era lo que yo hacía, conservar. Pero hay veces que no hay que conservar, hay que renovar. Borrarlo todo y construir de nuevo. 

Ver la muerte como un alivio cuando todo se llena de dolor es normal. Vivir supone seguir sufriendo y tu cuerpo te pide el descanso. Pero el hecho de que no te entregaras a él es la prueba de que en realidad quieres vivir. 

Weydan es un dios, y por ello posee muchos poderes. Pero incluso con ellos, no es capaz de llegar a sentir lo que es una vida mortal. Su valor, su increíble valor. Una vida mortal es tan preciosa y perfecta, tan facetada y compleja, que nada en este Universo con todas sus maravillas es capaz de acercarse siquiera. 

¿Conoces la historia de los avatares? Weydan es un dios viajero, pero como dios, viajar le está vedado, aparte de que no tendría interés para él. Por eso, cada pocos siglos, Weydan toma un avatar. Se hace a sí mismo mortal, carne y sangre, y vive la vida como un mortal, viajando y descubriendo sin parar para poder disfrutar su dogma, el viaje, el descubrimiento. Weydan ha vivido miles de vidas así, dejando todos sus poderes y solo entregándose al placer simple y sincero de vivir. 

Deja de pensar en lo que tienes detrás y piensa en lo que tienes delante. En todas las maravillas que aún puedes ver, que aún puedes saborear. Frente a eso, el dolor no es nada. La posibilidad de los placeres y aventuras futuras superan con creces el dolor pasado, y es que el dolor es también parte de ese placer, del placer de vivir. Y solo quien más ha sufrido es capaz de apreciar en su totalidad la felicidad, en su increíble valor. 

Eres joven, incluso para una humana. Te queda mucho, mucho por delante. Tantas cosas que ver y sentir, que dejarlo ahora sería un desperdicio terrible. Pues cuando por fin encuentres la felicidad y las maravillas, su placer será multiplicado por mil, su valor se revelará ante ti completo.

Eso es lo que Weydan nos enseña... y es todo lo que puedo decirte. 

Mientras escuchaba atentamente a Veren y este (de una manera mucho mejor que la que él mismo se atribuía) sanaba su espíritu, Kimberly se sentó al borde de una de las piscinas y empezó a aplicarse los sueros de curación. El valor de una vida mortal... Renovarse, descubrir, viajar, vivir... El pasado siendo el pasado, nunca el presente, nunca el futuro. Aprendizaje... viaje... levantarse y caminar, no dejar de caminar nunca. Aceptar los errores y el sufrimiento como parte de la vida, como combustible para ayudarse a una misma. 'Solo quien de verdad ha sufrido es capaz de apreciar en su totalidad el valor de la felicidad...'

Las palabras de Veren se clavaban sobre el corazón de Kimberly como las agujas hipodérmicas del suero en la piel, primero con un pinchazo, pero luego con alivio y sanación. La 'dura' Francotiradora Fantasma se alegró mucho de que en aquel momento nadie pudiera verla, porque se le escapó más de una lágrima. Normalmente cuando trabajaba se enmascaraba en esa otra persona, apoyándose en la fuerza de aquella alumna imbatible en la Academia. Pero más a menudo de lo que le gustaría admitir, esa máscara a medio romper se le caía, y se sentía como si, estando aferrada a un saliente, perdiera el agarre de una de las manos. Estando a punto de morir, dejarse caer se hacía de verdad tentador. Dejarse caer y por fin flotar, libre de todo.

Pero, ¿no era ese 'todo' del que a veces quería liberarse, maravilloso, aún con sus luces y sombras? ¿No era el Universo una oportunidad de cambio? ¿No había conseguido escapar de aquellos horrores, y tenía ahora delante de si una nueva vida, y aún más importante, la posibilidad de vengarse de Arcadis y redimirse? Siempre había oportunidades para dejar de vivir, pero si se levantaba del foso y miraba al cielo vería soles y estrellas por todas partes. Y vivían en una hermosa época donde bastaba con levantar la mano para tocar esas estrellas. Tantos planetas, misterios y aventuras por descubrir, paisajes que ver, gente que conocer... La virtud y el placer del viaje, la virtud de vivir... y por supuesto, tampoco podía olvidarse del propósito de redención que Sarenrae también le ofrecía.

"...Gracias..." comentó Kimberly, secándose las lágrimas con el dedo y levantándose. "Sólo por oir todo esto ha merecido la pena. Cuidador, me alegra mucho que me hayas dejado hacer esta misión. Por ti y tus compañeros caídos... por Weydan, por mí... De verdad, sólo por oir tus palabras de sabiduría ha merecido la pena. No vuelvas a decir que no eres de esa clase de monjes." soltó una risita suave. "¡Lo eres! Y de verdad de los buenos. Con la tecnología de hoy día quizás la gente ya no necesite la orientación física que este templo una vez ofreció... Pero hay direcciones más importantes que las de un mapa estelar. Gracias, de corazón."

"He tomado los sueros, estoy lista para continuar. Te informaré otra vez cuando haya novedades, ¿vale? Kimber... Francotiradora Fantasma, cambio y fuera."

Una vez cortada la comunicación, quedó unos momentos mirando el último de los sueros que le quedaban, girándolo entre sus dedos, y agradeció mentalmente el poder tener uno extra para cualquier eventualidad. Lo guardó y después se puso en marcha de nuevo, adentrándose con cuidado en el templo, dispuesta a continuar, aunque todavía los primeros pasos se le hicieron difíciles.

Al final, resultó que aquel elfo anciano sí que tenía más de una perla de sabiduría que compartir.

El patio continuaba en silencio, salvo por el ruido de la jungla a su alrededor y el rumor del agua manchada de sangre. Los sueros de curación cumplieron su cometido y sanaron al instante sus quemaduras y sus heridas, dejando solo piel suave y nueva donde antes había sangre y quemadura. Su armadura tenía fácil arreglo con un par de minutos dedicados a recomponer las placas, y por fortuna no se había quemado nada importante. 

La voz del elfo al otro lado del comunicador sonó temblorosa. ¿Lloraba?

-Gracias a ti, Kimberly. Cada vez creo menos que tu llegada fuese una casualidad. Weydan cruza los caminos de sus fieles, y tú apareciste en mi puerta como uno de sus heraldos. Por favor, ten mucho cuidado. Gracias, de corazón. 

-Oh, venga hombre. ¡No me llores ahora!- pensó la francotiradora en silencio, mientras se movía al fondo del templo para sentarse allí y tomarse unos minutos para retrazar el plan y descansar. -Que me vas a hacer llorar a mí otra vez...- No quiso responder a Veren, no fuera a ser que él también escuchara su voz quebrarse. Necesitaba ser y parecer fuerte para darle esperanzas de que pudiera cumplir la misión. Lo cierto es que ella misma las había recuperado un poco, más aún con la respuesta temblorosa del anciano. Weydan cruzaba los caminos de sus fieles, desde luego que sí... Y... ¿una heralda suya? ¡Anda ya! Una sonrisa modesta y una risilla ahogada asomaron por su rostro. Otro motivo más para completar la misión, para devolverle el favor a Weydan por la explosión y el haber contactado con el elfo. ¡Y aún quedaba la promesa de la recompensa! Vale que era mucho menos que lo que podría haber ganado haciendo encargos más... siniestros, pero a ella le gustaba este. Uno que bueno, no pagaban mucho, pero era una oportunidad de hacer bien y hacer felices a los demás, y también a ella misma...

Tras un merecido descanso en el que repara su armadura y se nota completamente sanada, tanto física como mentalmente, Kerry se levanta, y con su rifle en mano, entra en el templo. 

Lo primero que le recibe es el aroma del humo y el fuego. Ante ella, en semipenumbra, la larga estancia de la que el elfo le habló, iluminada solo por unos pocos braseros y por un tragaluz en el alto techo, en el centro de la cúpula. Allí donde debió estar el altar, ahora solo hay un montón de rocas, pues ha sido dinamitado por los goblins. Sobre ese montón, Kerry puede ver un goblin cabecilla, y a su lado, un goblin distinto a los demás: lleva una armadura metálica y una gran mochila a la espalda, que alimenta un arma hecha de basura y trozos de chatarra como todas las demás, pero que esta vez es lanzallamas en vez de láser. 

Estos goblins suelen ser llamados "tuestajamelgos", por su odio irracional e instintivo por las criaturas cuadrúpedas y su piromanía descontrolada. En este momento parecen haber reunido todos los libros y papeles que han podido encontrar, y el goblin está empleando su alargada arma para prenderles fuego en una gran hoguera cuyo humo sale por el tragaluz. El cabecilla grita en su lengua desagradable, lo que parecen órdenes, pero no dirigidas al tuestajamelgos, por lo que debe de haber más goblins por la sala.  

Sí... podría disparar a la mochila del goblin, que seguro estaba llena de gasolina, rezando porque el impacto la hiciese explotar. Si se las arreglaba bien, podría hasta volver a esconderse y pretender que había sido un malfuncionamiento de la mochila. Pero también podría salirle mal, tener encima al resto de goblins. Y palmarla, esta vez, sí de verdad.

Deseó, una vez más, tener a mano su módulo de invisiblidad. Cierto era que Arcadis podía ser una empresa cruel, despiadada y malvada, pero al menos, en lo que respecta al trabajo de contratistas, no escatimaban un pelo de presupuesto en pertrechar a sus tropas. -Quizás algún día...- se dijo Kimberly. Quizás algún día podría comprarse o montarse ella misma uno de esos. Pero por el momento, no le quedaba otra que confiar en su sigilo y sus sentidos. Debía haber más goblins por todas partes. Esto era, nunca mejor dicho, como una mochila lanzallamas mal montada con grandes peligros de estallarle en la cara.

Así pues, Kerry intentaría moverse con sigilo e intentar explorar y escuchar, antes de actuar. Se pegó a la pared izquierda y avanzó con cuidado, silenciosamente, y se asomó con cuidado para observar.