Partida Rol por web

Al ver que Hideo la seguía Yûki comenzó a avanzar con más rapidez, esquivando los obstáculos de cada vagón con soltura, ya fueran humanos, objetos o elementos de la estructura del propio tren.

Sus labios apretados indicaban concentración y sus ojos relampagueaban por la tensión del momento.

En cuanto llegó al décimo vagón ( si es que llegaban ) debía hacer una rápida valoración de la situación para elegir el punto de ataque.

Me levanto con suavidad mientras me toco un lado de la cara y dejo el rifle con tranquilidad en el arsenal de nuevo. Luego me dirijo hacia la puerta rumbo al vagón dónde están las máquinas, aunque me quedo un momento parado delante de la chica que no conozco. Creo que me ha mirado.

-Voy a la sala de control, puedo acompañarte a tu destino,- cambio a un leve tono socarrón que no va dirigido a ella, esa pobre muchacha no tiene culpa de nada.-si te parece bien y estoy capacitado para hacerlo, por supuesto.

Espero a que la chica me diga algo, y luego me pongo en camino.

- A mí me parece bien. - responde Arisa a Takeshi, ignorando ese tono y haciendo ademán de seguirle.

Justo después, echa un vistazo a Shimazu, esperando su visto bueno, y otro a Kotaro antes de irse, frunciendo el ceño molesta por su comportamiento. "¿Por qué tiene que resultar tan importante para la Ryugujou alguien tan irritante como él?" se preguntaba, deseando encontrar alguien más que pudiese encajar para esa predicción. 

Arisa y Takeshi son escoltados al vagón de Tomohiro por dos soldados armados. Cuando hay que pasar de un vagón a otro siempre siguen el mismo protocolo: Uno abre la puerta hacia adentro mientras otro mantiene el fusil levantado. A pesar de las objeciones de la psíquica los soldados se empeñan en hacer las comprobaciones por sí mismos. Por suerte no son muchos vagones los que hay que cruzar, pero aún así Arisa tarda bastante más tiempo del que desearía.

Ya en el vagón de Tomohiro la joven encuentra su arco de vapor en su soporte de pared. Takeshi se dispone a seguir hasta la sala de máquinas...

Normal que nunca llegaran a tiempo, había gente en peligro y se sellaban todas las puertas para luego ir abriéndolas una a una, esto es ridículo.

Es lo único que puedo pensar con cierta rabia después de tanta parada y lo peor de todo es que sabía que no estaba siendo justo. Todos estos protocolos eran tan necesarios como los que quise tomar antes de que partiéramos y comprendía perfectamente que un fallo implicaba perder más gente, pero aún así no podía evitar enfadarme.

Toda la procesión va por dentro mientras mantengo un rostro inexpresivo y avanzo con el resto de soldados. Cuando llegamos al vagón de segunda clase nos paramos y empiezan a formar delante de la puerta. Al parecer el gran Oso me iba tratar como a cualquier civil... tampoco es que le culpase por ello, pero esto estaba tomando demasiado tiempo. Por lo que aprovechando que están centrados en la puerta principal me acerco a una de las puertas laterales y miro por las rendijas si hay algún kabane cerca antes de disponerme abrirla para saltar al techo.

"¿Es que no sabéis escuchar? Soy la que mejor podría detectar algún peligro y os empeñáis en ignorarme..." pensaba Arisa mientras avanzaban de forma extremadamente lenta por los vagones, gracias a esos extremadamente precavidos guardias. Sin embargo, a pesar de estar bastante molesta por la situación, sólo lo demostró con un par de suspiros después de que se negaran a avanzar más rápido.

En cuanto llega a su dormitorio, Arisa se acerca rápidamente a la pared y toma su arco del soporte. Durante un momento, parece que la chica tiene incluso dificultades para sacarlo de allí, pero al segundo lo lleva sobre la espalda como si fuese una prenda más de ropa, junto con el carcaj.

- Tengo que hablar con Mogami-sama, así que me quedaré aquí. - les dice a los soldados, haciendo un gesto de cabeza hacia Takeshi - Él seguramente necesite más escolta que yo. Gracias por acompañarme. - tras echarle una última mirada al chico, se dirige hacia la parte superior del vagón, para hablar con Tomohiro.

A pesar del volumen de su rifle, como Yûki era más pequeñita que la mayoría de los soldados, pudo escurrirse como un gato para adelantarse y ponerse al lado de aquel tipo.

Pareció sorprenderse por algo y por un momento, se le quedó mirando con curiosidad, como si fuera a decir algo, pero luego se limitó a centrarse en lo importante.

Afianzó los pies en el suelo y mantuvo su arma en la posición adecuada. Sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa mientras en su mente hacia la cuenta atrás.

Tsk… -- hace un leve chasquido de queja cuando no sólo le anulan su plan de comenzar el combate en segunda línea, sino que además le ponen como fuerza de choque sin ni siquiera haber visto en su vida a un kabane en persona.

En cualquier caso acepta, consciente de que había asumido la clara posibilidad de que esta situación tuviera lugar en cuanto decidió subir a la hayajiro.

Manteniendo una fachada firme, avanza con paso firme empujando a cualquier “soldaducho” que se le pusiera en medio y estorbara, caminando con una actitud de “alfa” entre una manada de “betas”*.

Con tal de enterrar en lo más profundo de su ser el miedo que estaba luchando por apoderarse de él, mantiene un breve diálogo interno que le convenciera, que le diera el coraje que necesitaba – Son… son simplemente como personas. Son personas malas. Sí, eso es.

>> ¿Qué pasaría con todos tus hermanos si los kabane llegaran a entrar en Kongoukaku?

>> No hay que temerles, ellos te deben temer a ti.

>> Seguramente ésta no sea la peor situación en la que te has visto.

>> ¿Por qué aceptaste embarcar en la Ryugujou? Ya conoces la respuesta.

>> Todo o nada. Sabes que “nada” nunca fue una opción.

>> No has llegado hasta aquí para morir de forma miserable. Aplástalos. A los kabane también.

A la ya de por sí elevada adrenalina que corría por su sangre se le suma la que le faltaba para entrar en un estado de frenesí. La respiración se le vuelve profunda y algo más acelerada de lo que ya estaba, sus piernas y brazos están ligeramente flexionados, preparados tanto para soportar una embestida como para realizarla él; sus ojos están más abiertos que nunca y su boca dibuja una exagerada sonrisa, otorgándole una inquietante expresión que parece indicar que ha dejado la razón a un lado.

Enana –se dirige a Yûki al notar que estaba cerca suya, si bien nunca aparta la mirada de la puerta que presumiblemente les separa de los kabane— No te entrometas. Estos kabane son míos. Estos hijos de puta son míos. Necesito matarles, y NECESITO sus malditos corazones.

La respiración de Kotaro se vuelve más ansiosa, volviéndose incluso audible para quien esté lo suficientemente cerca. -- ¿¡ME HABÉIS OÍDO!? –grita con todas sus fuerzas, buscando ser escuchado por todos los presentes y a la vez atraer la atención de los kabane que le pudieran oír-- ¡¡ESTAS RATAS SON MÍAS!! ¡¡YO LAS MATARÉ Y ME QUEDARÉ SUS CORAZONES!! ¡¡SE LOS ARRANCARÉ!! … ¡¡Y HARÉ LO MISMO CON TODOS LOS QUE INTENTEN MATARME!!** – dice esta última frase en la ventana de “sinceridad”, “confesión” o, tal vez, simplemente “locura” a la que la presión de la situación lo había empujado.

Ansioso por liberar de una vez la adrenalina acumulada, grita realmente molesto e impaciente -- ¡¡¡ABRID LA JODIDA PUERTA DE UNA MALDITA VEZ!!!

Sus brazos se encuentran extendidos, apuntando directamente hacia la puerta y a la altura de la cabeza de un ser humano medio.

El soldado abre la pesada compuerta y se queda detrás de ella usándola como escudo improvisado. Al otro lado está la unión entre vagones con sus espacios rodeados de barandillas sobre el acoplador. Los únicos sonidos que se escuchan son el rugido del viento y el traqueteo de las ruedas sobre las vías. Fuera, los árboles que rodean la vía proyectan un vertiginoso baile de luces y sombras sobre el pequeño espacio. 

Yûki y Kotaro se adelantan, vigilados por los soldados de Shimazu, deteniéndose justo ante la compuerta. Tal vez haya sido un movimiento captado por el rabillo del ojo, una sombra que no encaja con las demás o simple intuición. Los dos levantan la vista y ven a dos kabane observándoles desde el techo del vagón de tercera clase, disponiéndose a saltar sobre ellos. La mujer lleva un kimono desgarragado que deja el descubierto sus pechos mordisqueados y la silueta brillante del corazón, mientras que el otro viste el uniforme y la armadura de los artilleros del último vagón...

Los kabane no han pasado de los últimos vagones. Han estado demasiado ocupados reproduciéndose: Hideo siente la presencia de nueve de ellos. Lástima que no pueda decir dónde están ni lo que están haciendo...

Espero con parsimonia y sin apenas inmutarme la lenta procesión hacia los vagones delanteros. Al fin y al cabo, entiendo las medidas de seguridad que se están llevando a cabo. Tampoco me inmuto mucho cuando la chica me señala con la cabeza, sólo asiento con un leve gesto de educación y consideración hacia ella, supongo que una impronta de toda la educación que mi madre me inculcó. Finalmente me giro hacia los guardias.

-Yo tengo que ir hasta la sala de máquinas.

Espero a que ellos se pongan en marcha para empezar a moverme.

La guardaespaldas hace un rápido disparo de su rifle contra el kabane vestido de soldado. La bala acierta en el corazón arrancando una lluvia de chispas azuladas y arrancándolo de su percha. Cae al vacío lanzando un aullido ronco y se pierde inmediatamente en la oscuridad.

Antes de bajar a la sala de máquinas Takeshi pasa por el puesto del conductor, donde se encuentra a Natori-san. Cuando abre la pesada compuerta metálica la chica suelta un respingo y lanza una mirada por encima del hombro.

¿Takeshi-kun? - le llama al ver la furia en su cara. Una de las cosas buenas de Natori-san es que no es nada rencorosa y ya se le ha pasado el enfado que tenía con Takeshi - ¿Qué pasa? ¿Te encuentras bien?...

Suspiro tranquilo al comprobar que no hay ninguno en este vagón, pero parece que se estaban dando un festín al otro lado. Por lo que aprovechando que los disparos y caos había empezado, abro la compuerta lateral con discreción lo suficiente como para subir al techo del vagón.

Una vez arriba avanzo directamente hacia el vagón de tercera clase con el rifle preparado para cualquier encuentro desagradable. Estaba seguro que la guardia se podría encargar de ese sitio y sino había testigos no tendría que cortarme lo más mínimo...