Partida Rol por web

Cuando Arisa llama al camarote de Tomohiro la compuerta emite un tenue silbido de vapor al abrirse. Viendo el mecanismo de cierre y el grosor de la compuerta resulta evidente que el noble no exageraba cuando dijo que se encontraba en el lugar más seguro de la hayajiro.

Adelante, Furuhashi-san - la invita a pasar - Ruego disculpe los modales de Shimazu-san. Le confiaría mi vida en cualquier situación salvo que requiriera diplomacia - La invita a sentarse en un cómodo sillón forrado de una extraña tela peluda que resulta cálida a la par que cómoda.

Estoy preocupado, Furuhashi-san. Lo que está sucediendo no es normal. Los kabane no pueden subirse a una hayajiro en marcha y no es posible que uno nos abordara en la Kongoukaku ¿Pueden tus visiones aportarnos algo?...

--Grr... --gruñe molesto al ver que se perdía el corazón de uno de los dos kabanes-- ENANA, TE DIJE QUE NO TE ENTROMETIERAS --espeta a Yûki mostrando su claro enfado.

Observa a la kabane restante. No se veía pesada y su apariencia no la hacía parecer fuerte, por lo que el probable exceso de confianza del forzoso soldado sumado a su ambición no le arrojó ninguna duda a cómo actuar: esperó a que la kabane saltara sobre él, principalmente para que el cadáver no cayera fuera del tren pero también para tener más a tiro su cabeza.

--¡VAMOS, A QUÉ ESPERAS! --le grita a la kabane, preparado con los dos rifles en alto apuntándola directamente.

La joven se presenta con una pequeña reverencia antes de entrar, sin pasar por alto la enorme compuerta que acaba de atravesar. 

- No se preocupe, Mogami-sama. Shimazu-san ha resultado útil, y he podido conocer al joven que había mencionado... Un recluso, llamado Kotaro. Aunque no podemos asegurar que sea él tampoco. - cuando Tomohiro vuelve a hablar, ella asiente con lentitud y responde simplemente - Para algo estoy aquí, ¿verdad?

Sentándose en el cómodo y curioso sofá, Arisa cierra los ojos y comienza a concentrarse, tal y como lleva aprendiendo desde niña. El mundo a su alrededor desaparece, los sentidos dejan de funcionar y por fin lo vislumbra. A sus pies, el lago de superficie blanca que contiene los recuerdos del mundo, los hechos que ya han pasado indudablemente. Y frente a ella, saliendo como un fino pilar de esas "aguas" tranquilas, el hilo rojo del destino actual, del futuro que están por vivir. Arisa avanza tranquilamente hasta el hilo, apoyándose sobre la superficie inmutable del lago, y da un fuerte tirón de él, atrayendo sobre ella el conocimiento de lo que vendrá...

Kotaro espera a que salte la kabane sobre él y, en el último segundo, introduce con todas sus fuerzas gran parte del cañón de uno de sus rifles en la boca de la muerto-viviente.

Se llega a escuchar el chasquido de dientes partidos contra metal y, poco más tarde, un disparo enmudecido por la carne que obstruía la salida de la bala disparada.

Al baile de luces y sombras sobre el acoplador se le une una breve lluvia de sangre y pequeños pedazos de carne.

Sin perder el tiempo, Kotaro arroja el cadáver al suelo, soltando ambos rifles para tomar sus dos katanas. Con una habilidad más propia de un carnicero experimentado que de un presidiario de poca monta, con dos simples movimientos separa la parte superior del torso de la kabane del resto de su cuerpo, dándole un taconazo e introduciéndolo en el vagón donde se encontraba el resto de soldados.

Kotaro sacude sus katanas para limpiarlas de sangre. De reojo vuelve la mirada atrás y si bien se dirige a todos los soldados, es a Shimazu a quien mira –Llevo un corazón – le dice, dándole a entender que está llevando la cuenta.

Mientra se enfunda las katanas y vuelve a tomar ambos rifles, se acerca a la puerta del siguiente vagón mientras comprueba que no hay más kabane dispuestos a saltarles. Si no detecta ningún otro peligro acechándoles, libera el seguro de la puerta y la entorna muy ligeramente con tal de asegurarse de que está abierta.

Dando un par de pasos atrás, advierte a Yûki –Enana, muévete atrás. La carnicería empieza ahora.

Con una pequeña carrerilla, da una patada con todas sus fuerzas sobre la puerta entreabierta*, con la esperanza de aplastar o al menos dejar malherido a cualquier posible kabane lo suficientemente próximo a la puerta.

Tras ello retrocede rápidamente hacia atrás, disparando un mínimo de tres balas** al interior del vagón con tal de entorpecer el avance de cualquier posible kabane que se fuera a abalanzar de inmediato sobre él.

Me freno en seco cuando la oigo llamarme. Mi fachada de chulo no suele mantenerse cuando la gente se preocupa por mi, y giro un momento para asegurarme de que estamos solos y no voy a hacer el ridículo. Respiro hondo, la pelirroja es una buena chica y ahora está intentando ayudarme y no provocarme una embolia.

-Sí, no te preocupes. El Oso me ha dado un leve toque de realidad. Contra una pared. Con mi espalda. Sólo me ha herido en el orgullo, nada a lo que no esté acostumbrado.- La última frase la digo con un ligero tono entre el aburrimiento y el sarcasmo. Necesito distraerme de la situación, en mi mente se repiten escenas que he visto en mis pesadillas, y eso me pone enfermo. Me acerco con suavidad para observar los controles.- ¿Tienes algún problema aquí en el que pueda ser de ayuda?.

Evidentemente mi actitud cambia cuando me siento incómodo (no estoy acostumbrado a la proximidad), pero sólo cuando estamos a solas y únicamente cuando está relacionado con mi trabajo. Si alguien se atreve a decir que no soy un gilipollas...lo negaré y me apoyaré en numerosos testigos.

La pesada bala de plomo hace explotar la cabeza de la kabane volatilizando todo lo que hay de la mandíbula superior hacia arriba. Cuando Kotaro lanza los restos destrozados de la no-muerta los brazos siguen manoteando hasta que Shimazu le atraviesa el corazón con su espada.

El corazón es para quien lo atraviesa, chico. Nunca vuelvas a meter un kabane vivo en mi hayajiro o te tiraré bajo las ruedas ¿Te queda claro? ¡MÍRAME CUANDO TE HABLO!...

El pelo y la piel de la chica son del color blanco de la nieve sucia, contrastando con fuerza con el fiero brillo rojo de sus ojos. En la primera imagen está mordiendo el cuello de un hombre y arrancando el pedazo. Después recoge la sangre en un recipiente de bambú mientras la piel de su víctima adquiere el tono gris y los vasos sanguíneos brillantes propios de los kabane...

Hideo sale al exterior de la Ryugujou trepando con agilidad pese al tremendo tirón del viento. Justo cuando llega a la parte de arriba del vagón nota que una de las presencias kabane se desvanece. A menos que se haya caído eso significa que está en otra parte del tren demasiado lejana como para percibirla.

Ante sí tiene el techo del vagón de tercera clase y más allá el del vagón artillado, cuyos cañones de vapor dobles son dos ojos monstruosos que tiene la mirada fija en él. La puerta delantera del vagón de tercera está cerrada, por lo que cuatro kabane más listos que la mayoría han trepado al techo para intentar llegar hasta sus presas. Se mueven con dificultad, agarrándose a cualquier asidero y avanzando lentamente mientras lanzan sus roncos gemidos...

Me gustaría que te quedaras aquí conmigo - responde la chica - No es que haya posibilidad de que los kabane entren aquí pero no me gusta estar sola durante una alerta y... - se ruboriza y vuelve a pegar la cara al periscopio - No te pienses nada raro ¿eh? ¿Por qué no coges el periscopio de observación y echas un vistazo alrededor? Por cierto ¿Has averiguado ya qué le pasó a la Ryugujou?...

Ahora que el camino parecia estar despejado Yûki se acercó a la puerta abierta con la espalda pegada a la pared metálica de la hayajiro. En el trayecto había lanzado una sonrisa divertida a Kotaro

"Pobre. Se piensa que puede darme órdenes, jejeje"

Sentía el viento hacer revolotear su falda y algunos mechones sueltos de su cabello, pero al no haberse asomado del todo seguía estable, sujeta con una mano al quicio, y en la otra con su arma firmemente agarrada.

- ¿Alguien sería tan amable de abrirle la puerta a una señorita? - preguntó con jovialidad. Ella no iba a hacerlo, pues perderia un tiempo precioso destinado a matar Kabanes, pero siempre había que pedir las cosas con educación  - ¿Quizás el grandullón? - hablaba sin apartar la vista del exterior, como si estuviera esperando ver aparecer un Kabane en cualquier momento.

El viento más que molesto era una sensación agradable en el rostro pero aún así no bajaba la guardia la cercanía de los kabane hacía imposible que pudiera estar del todo tranquilo. Y al subir arriba y comprobar la situación me vienen unos recuerdos desagradables.

La otra vez había pasado lo mismo... Una alerta de kabane en el último piso y mientras los guardias contenían ese problema unos cuantos se habían colado yendo por el tejado llegando hasta el vagón de la maquinaria donde se habían dado un festín con toda mi familia...

Era estúpido enfadarme por ello pero también inevitable.- Veamos abajo había mínimo dos junto con estos 4 hacen seis. Lo cual deja 3 en el último vagón...si creo que un minuto debería ser suficiente para acabar con todos.

-Vamos a ello.- me digo a mi mismo mientras desabrocho el agarre de mi cuello y dejo fluir mi maldición. Lamentablemente iba ser difícil darles en el corazón en la posición en la que estaban pero un buen tiro podría hacer que se soltaran y cayesen al vacío lo cual no sería tan satisfactorio pero si igual de útil. Por lo que con ello en mente me dispongo a disparar a dos de ellos mientras avanzo.

-No te preocupes, entiendo que no quieras estar sola. Yo tampoco quiero.- Comento, por una vez sin ganas de tomarle el pelo. Avanzo hacia el periscopio y me aparto el pelo de la cara, después sujeto el aparato con ambas manos mientras me pienso la respuesta. Al final llego a la feliz conclusión de que Kagura va a entenderla y de que aún por encima la ayudará a “olvidarse” un poco de la situación, y me encanta hablar de las cosas que sí entiendo. Si es que soy un tío majísimo...- Mmmm, una de las juntas de acoplamiento del compresor McRuki debía estar defectuosa porque no pudo aguantar la presión y salió disparada, así que no había conexión y el circuito primario falló. La locomotora estaba funcionando porque estabas derivando toda la potencia a los circuitos secundarios.- Comento, más en profundidad (y mucho más seriamente) que cuando estaba con Asano. Me quedo parado un momento, centrado en mirar al exterior por el telescopio, al final sonrío casi a regañadientes. Nunca está de más decirle a alguien que ha hecho las cosas bien, sobre todo cuando hace algo impresionante para ser un aprendiz.- Buen trabajo, por cierto.

Con gesto experto agarro el periscopio y doy toda la vuelta fijándome en lo que tenemos alrededor.

Natori-san suelta un bufido al oír la explicación de Takeshi - Lo imaginé cuando empecé a ver la pérdida de presión del motor, pero eso no tiene mucho sentido. Los conductos son nuevos y Mogami-sama hizo una modificación especial en el motor de McRucky para liberar exceso de presión ¿Estás seguro de que fue una avería?

Mientras ella habla Takeshi observa los alrededores con el periscopio. Mirando hacia atrás descubre al mecánico, Asano, encaramado al techo del vagón de peones apuntando con su rifle de vapor a cuatro kabane que se le acercan desde el techo del vagón de tercera clase. Ahora mismo no tiene sentido darle vueltas a por qué Shimazu le dejó el rifle mientras que a Takeshi lo echó de malas maneras, así que sigue mirando. El bosque es frondoso y apenas deja pasar la luz del sol. A lo lejos, en dirección suroeste, distingue las luces que señalan la presencia de un campamento.

Un campamento que no debería estar ahí...

Mientras Shimazu brama a su espalda Kotaro gira la rueda para abrir la compuerta anterior del vagón de tercera clase, retirando antes la palanca que los soldados pusieron para atrancarla. Cuando le da la patada la puerta produce un fuerte sonido metálico al chocar contra la pared.

El hedor que emana del interior del vagón es vomitivo, mezcla de sangre derramada, carne podrida y heces. El vagón está casi desnudo, idéntico al vagón de los peones con sus literas a ambos lados y el pequeño retrete en el extremo posterior. Dos kabane con kimono de limpiadores están arrancando grandes pedazos de carne del cadáver de un soldado para liberar la sangre aún caliente de su interior. En el momento de abrir Kotaro la puerta uno acaba de arrancarle el corazón repleto de sangre y se lo lleva a la otra, mientras que el otro le ha arrancado el pene y bebe con fruición la sangre que brota de los genitales cercenados en una obscena y macabra parodia de una felación...

Al liberar temporalmente el artefacto que atenaza su cuello Hideo permite que más sangre Kabane llegue a su cerebro y la aprovecha para mejorar su equilibrio, reflejos y habilidad con las manos. Ignorando los empujones del viento dispara contra el primer kabane atravesando su corazón con una pesada bala de plomo que sale por la espalda acompañado por una lluvia de chispas azules. El no-muerto sale despedido hacia atrás. Sus huesos crujen cuando la espalda se rompe al chocar contra la torreta del cañón. El cuerpo desmadejado sale volando y se pierde rápidamente de vista.

Un inesperado traqueteo hace que la mano de Hideo tiemble un momento y el disparo sólo roce a su segundo objetivo en la cabeza llevándose consigo un trozo del cuero cabelludo.

Azuzados por el disparo los otros kabane se sueltan de sus agarres y saltan hacia Hideo aullando enloquecidos. Uno de ellos consigue llegar hasta el kabaneri e intenta morderlo, pero sólo consigue cerrar sus mandíbulas en el aire...

Me quedo un momento en silencio, barajando las implicaciones y las posibles consecuencias de hablar. Al final niego con la cabeza, consciente de que no me pueden decir “no pienses”, y de que es mejor que nuestro piloto sepa todas las posibilidades.

-Supongo que los acodamientos son la opción más fácil si buscas un sabotaje, simplemente tienes que desenganchar uno y sentarte a ver cómo el motor empieza a tener problemas. No necesitas ser un técnico cualificado, sólo hacerlo con el motor en frío.- Mi sonrisa sesgada se enfría un poco cuando veo algo raro hacia el suroeste, y fuerzo la vista para centrarla.- Y si quieres baquetear un motor yo desde luego iría directo a por el McRucky, es fastidiado de arreglar si se pinza. Pero la cuestión sería por qué querría alguien sabotearnos, ¿no crees?. Da miedo sólo de pensarlo...- comento, esperando a que ella me dé sus ideas para poder compararlas con las mías. Tras un par de segundos frunzo el ceño, mi tono de voz refleja duda y cierta inquietud.- Natori-san...rumbo al suroeste veo un campamento...