Partida Rol por web

Con el corazón saltandole en el pecho y sin poder encontrar las palabras adecuadas se dejó llevar por Tomohiro. Extraño sentimiento aquel que la envolvia y se le escapaba por todos los poros de su piel

Suzume se angustia al ver las lágrimas de Lyashi - No quería decir eso, no eres mala... - se interrumpe cuando los labios de Lyashi se posan sobre los suyos. Al principio se queda quieta, sorprendida por su audacia, pero en poco tiempo su rostro se ruboriza ligeramente y responde al beso con una pasión que surge de la alegría de seguir viva tras tanta lucha y tanta muerte.

Nu... nunca me habían besado así - dice al terminar - ¿Podría...? ¿Podría pasar la noche contigo?...

Castillo de Mibu

Al día siguiente la tripulación de la Ryugujou asiste como invitada a un desayuno en el castillo de los señores de Mibu. El señor de la hayajiro acude acompañado de una tímida chiquilla de unos ochos años, a la que presenta como Mogami Sachiko, y su inseparable guardaespaldas. Hideo se sienta junto a la primera conductora de la Ryugujou, que se presenta como Natori Kagura, mientras que Arisa llega casi al mismo tiempo que Ryushun y sólo un poco antes que Lyashi, a quien le ha costado abandonar la calidez y comodidad de su habitación. Con ella entra Alma Cromwell la dueña de la Lady Lovibond. El jefe de los soldados de la Ryugujou, el gigante Shimazu Kuma, acompaña a un joven corpulento y casi tan alto como él que lleva un brazo en cabestrillo medio cubierto por su casaca de soldado abierta y a quien presenta como Kotaro Zweihander. El último en llegar es Takeshi, a quien siempre se le han pegado las sábanas cuando no tiene a nadie gritándole para que se levante y haga algo.

La mesa está cubierta por un exquisito y abundante banquete presidido por Fukui Tomoe, quien ha salido a primera hora del castillo para volver junto a la tímida oficial médico de la Ryugujou, la joven Ueno Chihiro. Mientras comen, Shimazu relata el ataque del kabane monstruoso contra el vagón de los peones.

En serio, esa cosa era tan grande que su cabeza asomaba por encima del techo del vagón. La maldita bestia estaba echando la puerta abajo con una viga más grande que yo. Este loco de aquí - señala a Kotaro - se sube en lo alto del vagón y se pone a escupirle a esa cosa ¡JA! ¡Vaya si llamó su atención! Cuando vi cómo le golpeaba con la viga en la cabeza pensé que estaba muerto, pero aún así lo agarré cuando se caía ¿Y sabéis que pasó después? ¡Que se levantó dispuesto a pelear contra esa mole! Tuve que agarrarlo y tirarlo al suelo para que Takeshi-san no lo volase a él también de un cañonazo - señala a Takeshi con sus palillos que sostienen un gran trozo de pescado - En serio, chico. No sé quién te enseñaría a disparar pero te quiero a los mandos de ese trasto cuando volvamos a necesitarlo ¿Podéis creerlo? ¡Hizo pedazos a ese monstruo sin siquiera arañar el techo de la Ryugujou!

Muchas gracias por esa historia, Shimazu-senshu - dice Tomoe - Tomohiro-dono ¿qué planes tiene ahora?

La Ryugujou necesita algunas reparaciones y sé que todavía quedan kabane dentro de Mibu, así que por ahora nos quedaremos a ayudar en lo que podamos. Cuando Mibu esté libre de monstruos me gustaría reclutar algunos soldados de las milicias locales y comprarles equipamiento.

Comprendo - contesta Tomoe - Eso podemos negociarlo ¿Y usted, Alma-san?

Si es posible me gustaría reclutar una nueva tripulación para la Lady Lovibond. Quisiera salir cuanto antes para advertir a las familias extranjeras que conozco sobre el peligro del Kokuryukai. Dulong, Fizeau, Boltzmann, Zweihänder, Bequerel, Raoult... Pero sobre todo me gustaría encontrar a ese maldito bastardo de Gennosuke. Estoy segura de que no tenía ningún medio to scape de la Lady Lovibond después de sabotearla, así que debe estar escondido en algún lugar de Mibu.

Tal vez nosotros podamos ayudarla con eso último - Interviene Tomohiro - En concreto a través de las visiones de Furuhashi-san.

La verdad es que yo también estoy interesada en dar con ese hombre - dice Tomoe - Lo que le hizo a la Lady Lovibond y a Mibu no puede quedar sin castigo...

La joven asiente lentamente a la conclusión de Ryushun. Tal vez no sea el mejor método para desviar su atención, pero si finalmente conseguía suficientes apoyos, sería más fácil acabar con la organización. Tras la conversación, Arisa siente que entiende mejor los motivos de Ryushun para viajar con ellos y se alegra en cierto modo de que sean más importantes y nobles de lo que ella pensaba en principio. Al terminar la cena, la joven le da las gracias por la comida y se marcha a su habitación a dormir, pensando en lo que le deparará el día siguiente...

Al llegar al desayuno, Arisa observa sorprendida que todos han sido invitados y se sienta al lado de la pequeña Sachiko, dedicándole una suave sonrisa y un saludo de buenos días. La mirada de la psíquica se desvía con curiosidad hacia el brazo de Kotaro y permanece atenta a la historia de Shimazu mientras desayuna. Había estado tan centrada en la Lady Lovibond que no había caído en la cuenta de que la Ryugujou y su tripulación también habían sufrido daños por el ataque de los kabane. 

En cuanto escucha el nombre de Gennosuke, Arisa deja de comer un momento y mira expectante a Tomohiro. Sin decir nada, asiente, deja los palillos cuidadosamente a un lado y cierra los ojos. Se concentra en el pasado, en el rostro ya conocido de Gennosuke, siguiendo en el camino que han dejado sus huellas hasta el presente...

La visión que acude a Arisa es la locomotora de la Lady Lovibond. Si quiere ver más cosas sobre el saboteador tendrá que empezar por ahí...

Arisa busca a Gennosuke empezando por la sala de máquinas, donde debería estar siendo el mecánico.

Al volver a abrir los ojos, la psíquica mira a Tomohiro con un leve gesto de decepción.

- Mogami-sama, lo lamento, pero desde aquí no puedo "contemplar" lo ocurrido en la Lady Lovibond. Tendría que ir allí personalmente para poder seguir su rastro. - tras esperar la respuesta de Tomohiro, echa un vistazo a Tomoe y luego a Alma - También necesitaría que alguien me guiase en el interior de la hayajiro... 

Mientras espera, mira con curiosidad al resto de sus compañeros de viaje, pensando en qué planes tendría cada uno y si alguno querría ir con ella. Sus ojos violáceos se quedan un momento de más en la nueva conductora-doctora, sopesando la idea de tenerla como "ayudante", aunque finalmente se queda esperando en silencio a que den su opinión. 

Aunque sé que voy con retraso no acelero el paso, recorriendo los pasillos de mi casa con tranquilidad. Después de la tensión nerviosa y días durmiendo lo estrictamente necesario sólo la promesa de un desayuno contundente ha logrado convencerme para que saliera de mi mullida y muy cálida cama. Y recordando lo que posiblemente ocurra ahora me están entrando ganas de volverme a meter en ella mientras aún mantiene el calor. Lo único que evita que me dé media vuelta es la total seguridad de que madre va a venir a por mí, posiblemente con un arma.

Cuando llego al salón observo con alivio que la señora de Mibu todavía no ha llegado, y me siento con calma después de saludar con una inclinación de cabeza a los presentes. También soy consciente de que Chihiro no está, pero prefiero no pensar en ello. Al verlas entrar hago un leve gesto de saludo con la cabeza, me aparto para dejar un poco de espacio a Chihiro (más que nada por la fuerza de la costumbre) y sigo a lo mío, escuchando las conversaciones en voz baja e incluso interviniendo, principalmente cuando mis compañeros me preguntan algo.

Ante la historia de Shimazu-san asiento levemente con la cabeza mientras se me escapa una ligera sonrisa y sin poder evitarlo miro de reojo a mi madre. Recuerdo perfectamente el día que me enseñó a manejar el cañón, porque también fue el día en que volé un cobertizo por los aires. Procuro olvidarme de esa imagen, porque me están entrando ganas de reírme al imaginarme qué pasaría si me atreviera a contarle a alguien que la noble y hermosa mujer que tienen delante fue la que me enseñó casi todo lo que sé de armas de asedio.

Escucho en silencio las posibilidades y luego lo que dice Hime-sama. Creo que eso es un poco más de mi estilo, en lugar de ir por ahí descabezando Kabanes.

-Me gustaría acompañarte, Furuhashi-san.- Comento con la vista fija en mi desayuno y en tono neutro.- No soy bueno en combate cuerpo a cuerpo pero me manejo en una hayajiro y si necesitas a alguien que te guíe por Mibu yo soy tu hombre: me he criado aquí.- Levanto los ojos y los clavo en la pelirrosa, con una sonrisa sesgada y tratando de sonar agradable. En realidad lo que quiero es coger a Gennosuke, sacarle toda la información que tenga y luego dejarlo atado en las vías a esperar a la siguiente hayajiro, pero no voy a decir eso. El recuerdo de lo que ha pasado por culpa de ese energúmeno provoca que mi sonrisa tiemble un poco. - No te importa, ¿verdad?.- Pregunto con tono ligero y un leve guiño.

Al llegar a la sala del banquete, la mirada de Kotaro se dirige automáticamente a la pequeña de Sachiko. En contraste con su fría actitud, le sorprendió la alegría que sintió al ver que la niña finalmente se viera bien -- ¿Me recordará? – se pregunta, mientras la observa unos segundos más. En contraste, no le gustó nada que se viera tan rodeada de los que se hacen llamar nobleza, pero dadas las actuales circunstancias no le quedó más que resignarse; ésa parecía la opción menos mala de las que había a su alcance.

A continuación estudia uno a uno la indumentaria y la manera de actuar de los presentes que todavía no conocía. Como no podía ser de otra manera, la mayor atención recayó sobre la anfitriona, Fukui Tomoe. A pesar de que toda la aristocracia le parecía cortada con el mismo patrón, tenía curiosidad por saber qué la podía hacer diferente del resto.

Con la descripción de Shimazu de lo que ocurrió con el fundido, Kotaro no pudo evitar bajar levemente la cabeza mientras soltaba una avergonzada risilla. – Pero no lo cuentes así... No le escupí sin más sino que lo hice con sangre. Supongo que en la oscuridad no te darías cuenta… – piensa, dándose cuenta de que el jefe de guardias podría pensar que su plan fue lo más estúpido que vio en su vida.

Posteriormente, al hablar de la “hazaña” de Takeshi vuelve la mirada hacia él con una expresión de pocos amigos. – Es cierto… el puto escuchimizao casi me revienta junto al fundido. ¡Si hasta sentí la jodida ráfaga de viento que acompañaba al proyectil!

Lo que ocupó gran parte de la mente de Kotaro posteriormente fue la manera de hacerle pagar a Takeshi la temeridad que casi lo deja hecho papilla. Sin embargo, como si parte de su consciente estuviera pendiente de lo que dicen el resto de comensales, vuelve de manera inmediata y plena su atención hacia Cromwell al escuchar cierto apellido.

¿Ha dicho Zweihänder? No puede ser que exista alguien más con ese apellido, ¿o sí…? – su expresión cambió como si hubiera visto un fantasma. Solamente sentía como su familia a aquellas personas con las que se ha criado y vivido en Kongoukaku, pero le llamó imperiosamente la atención, para bien o para mal, que pudiera tener familiares de sangre. ¿Podía haber evitado tener una vida maldita llena de miseria?

Era consciente de que en esa mesa no tenía autoridad, pero si le invitaron a ella supuso que tenía libertad para intervenir y así lo hizo. – Qué es el Kokuryukai y qué sabes de los Zweihänder – pregunta a la dueña de la Lovibond de manera seca, fría y muy directa, recuperando una seriedad que había dejado a un lado esta mañana desde que vio a Sachiko.

Lyashi tenía experiencia en yacer tanto con hombres, como con mujeres, aunque minoritariamente, claro. Pero aquello era diferente, era algo dado libremente, y aceptado libremente, así que lo convertía en algo especial. Acarició la cara de Suzume y asintió, sin necesidad de decir nada. Cenaron y, una vez satisfechas, se acostaron en la cama, donde Lyashi se dejó llevar y proporcionó placer a su compañera, recibiendo a cambio caricias y besos que le hicieron poner la piel de gallina.

Una noche mágica. Una noche que ambas recordarían durante mucho tiempo, aunque seguramente más por parte de Suzume que de ella, pues Lyashi tenía costumbre, pero ella no.

Por la mañana, ambas se vistieron y se despidieron efusivamente, prometiendo verse en otro momento.

Liberada de algún modo, Lyashi atendió la llamada del sirviente y acudió a la reunión.

Había dormido mejor que nunca. Las pesadillas no la habian acosado aquella noche y al despertar, el recuerdo de aquella conversación la envolvia en una suave caricia que provocaba que una pequeña sonrisa cálida y acogedora brillará en todo momento en su rostro. Lo cual era extraño porque siempre pasaba de la falta de emociones a unos sentimientos explosivos o fingindos, dependiendo de la intención de sus palabras.

Su mirada parecia relajada pero estaba alerta a lo que sucedia a su alrededor, no así a las conversaciones. Sentada a la mesa, acaricia un momento la cabeza de la pequeña Sachiko, para luego centrarse en la comida. Se avecinaba movimiento y necesitaba reponer fuerzas.

Escuchó la historia de Kotaro y Takeshi y rió bajito, con naturalidad y sin maldad, simplemente disfrutando de una buena historia. Luego alzó los ojos de su tazón al ver a Arisa ofreciendose a ayudar a Alma. - Me gustaria acompañarte si Mogami-sama me da permiso - 

Lyashi entró en el salón acompañada de Alma, su paciente y dueña de la Lady Lovibond, con cuidado la acompañó hasta la mesa, sentándose entre Alma y Arisa. El vestido que portaba era de un corte bueno, pero sin llegar a ser exquisito, lo que la descartó inmediatamente como miembro de la nobleza para aquel que tuviera buen ojo para ello, eso sí, realzaba la belleza natural de la muchacha. Se notaba que ella se apreciaba el vestido, por la forma de llevarlo y de cuidarlo.

Desayunó con verdadera hambre, escuchando a unos y a otros y mirando admirada tanto a Takeshi como al hombretón de pelo blanco que acompañaba al hombre que contaba historias. - Vaya par de guerreros más fuertes. - pensó, admirada.

Cuando empezaron a intercambiar impresiones, a Lyashi no le pasó inadvertida la mirada de Arisa, y personalmente, quería atrapar a ése desgraciado, por Aoi. Sin saberlo, pensó lo mismo que el hombretón de pelo blanco - si me quieren aquí, es porque tengo derecho a hablar, así que eso haré. -

- Tomoe-Sama, Tomohiro-Sama, por mi parte, me gustaría ayudar a encontrar a ése traidor, mucha gente a muerto por su culpa, me gustaría que pagara. - y al escuchar a Arisa, rápidamente se ofreció - Si no le importa, me gustaría ayudarle, Furuhashi-Sama, conozo Mibu, dado que yo he vivido siempre en uno de los barrios más humildes y he recorrido la ciudad de arriba a abajo casi todos los días...y sé manejarme dentro de una Hayajiro. -

Luego pensó en los Kabane y en los guerreros tan formidables que debían ser el resto - Bueno...y tengo cierta maña con una ballesta, aunque no es mi especialidad. - dijo, sonrojándose y mirando de reojo a la señora de Mibu, a quien había salvado, casi sin pretenderlo, de un peligroso Kabane, pero no era su intención nisiquiera insinuarlo. Si la señora lo consideraba relevante, ya lo diría ella.

La petición de Natori me había pillado por sorpresa pero había sido una agradable. Debido a esto llegamos acompañados para el desayuno donde me sorprendo a ver a Ueno-san acompañando a la señora de Mibu.

- Bueno parece que al final otra persona aplico mi idea.- le susurro divertido a la pelirroja antes de volver a poner mi gesto serio típico cuando estaba con gente desconocida. Al sentarme hago un saludo deferente a nuestra anfitriona y a Tomohiro-dono sin decir nada. Realmente esta forma tan pomposa para simplemente desayunar no me gustaba, mi idea de desayuno era una comida rápida antes de volver a ponerme entre los engranajes y válvulas de la Ryugujou. Sin embargo nos habían invitado y estaba claro que a Natori le hacía ilusión así que intentaría hacer el esfuerzo.

Por su lado el resto parecía centrado en una historia contada por Kuma, por lo que se veía la Ryugojuo no lo estuvo tan a salvo como parecía mientras Yûki y yo nos colábamos en la Lady Lovibond. No me parecía la mejor historia para comer pero al jefe de la guardia le era imposible no contar los exterminios en los que participaba, así que no quedaba otra que asentir y dejarle acabar sin mucho interés. En cambio lo que si atrajo mi atención fue la mención sobre el Kokuryukai y la investigación que iba empezar Furuhashi-hime para encontrar a ese terrorista. Una parte de mi como mecánico le resultaba insultante que ese hombre compartiese mi oficio y antes de que me diese cuenta me escucho mi voz.

- Yo también querría ayudar a no ser que tuviera necesidad de mis servicios en otra área, Tomohiro-dono.

La dura invectiva de Kotaro hace que Alma le lance una mirada entre furiosa y aterrada. Aunque no presenta heridas Kotaro sabe reconocer el hambre en esos pómulos afilados y la mirada de animal acorralado.

Sé que existen y que mis obligaciones con ellos me impiden revelar nada sobre ellos a personas cuya identidad y motivos no conozca perfectamente, lo cual es parte de su estrategia para protegerse de personas con ideas como las del Kokuryukai, así que esta conversación ha terminado.

Rehuyendo la mirada de Kotaro se vuelve hacia Tomohiro

Con mucho gusto les guiaré por el interior de la Lady Lovibond, Mogami-sama. Si no es mucha molestia quisiera ver la reparación que hizo su mecánico.

La breve conversación entre Alma y Kotaro ha llamado la atención de Tomoe, que los mira a ambos con expresión extrañada. Al ver que ella se rehúsa a hablar con el joven se vuelve a escuchar la respuesta de Tomohiro.

Por supuesto - dice Tomohiro, que también intenta mantener la compostura - Tomoe-sama ¿Le importaría prestarnos dos coches de vapor?

No habrá problema - responde Tomoe - Pero pongo una condición: no deberán matar a Gennosuke salvo absoluta necesidad. Deberán dejarlo en manos de la justicia de Mibu para que reciba un castigo ejemplar.

Aceptamos esa condición...

Deja de hacer el imbécil, chico - le susurra Shimazu - A esa mujer la han vapuleado tanto o más que a ti. Intenta ser agradable con ella. Te irá mejor y no correrás el riesgo de ofender a nuestros anfitriones. Si sus sentimientos te dan igual piensa que la mujer Fukui tiene tu vida en sus manos...

Levanto la cabeza como si me hubieran pegado una descarga eléctrica al oír a Kotaro. Van a pegarle un tiro, van a hacerlo...una parte de mi mente está pensando que se lo tiene más que merecido. Otra parte preferiría que mi madre no se soltara la melena justo ahora. Me remuevo un poco en el asiento, comprobando que la señora de Mibu no parece haberse dado cuenta de nada todavìa. Mejor.

-Oe, baja el tono Kotaro.- Digo en voz lo suficientemente baja como para que me oigan él y mis vecinos más pròximos pero con un tono ligeramente amenazante. No suelo meterme en estas cosas, pero estamos en la casa de mi madre y antes muerto que dejar que le hable así. Con gesto tranquilo dejo el bol y cojo mi taza de té. Levanto la cara para mirar fijamente al hombretón de pelo blanco, que me saca varios centímetros en varias dimensiones. Por una vez no estoy sonriendo de manera burlona, y aprieto las mandíbulas con fuerza, intentando controlar el tono y mantenerlo muy bajo, como si estuviera manteniendo una conversaciòn casual y no intentando evitar que lo maten.- Aquí eres un invitado, respeta a tus anfitriones y compórtate como una persona o lárgate y espera fuera.- Por una vez hasta he sonado igual que mi padre.

Acto seguido me vuelvo hacia la joven extranjera, intentando ayudarla a aligerar el tono y darle tiempo a todo el mundo para calmarse, incluyéndome.

-Me gustaría ver el interior de la Lady Lovibond, si no tiene inconveniente, Alma-san...

De todas maneras dirijo miradas de reojo tanto a madre como a Kotaro, intentando calibrar las posibilidades de supervivencia del mendrugo gigante.

Ante la contestación de Alma, Kotaro sonríe forzosamente cargado de frustración, apretando su puño derecho mientras trata como buenamente puede contener su enfado. No llegó a imaginarse que adaptarse a un entorno fuera de “su territorio” le iba a resultar tan irritante, hasta el punto de hacerle sentir un incómodo ardor en su interior.

En cierto modo sorprendido por la contestación de Shimazu, le responde también con un bajo susurro, no sin apartar de Alma una mirada fija de muy pocos amigos -- ¿Imbécil? Me has presentado, sabe mi apellido, le pregunto qué diablos pasa con una familia que lleva ese mismo apellido y que creía extinta, me responde insinuando que no soy fiar, ¿pero sin embargo soy yo quien está haciendo el imbécil?

>> Ah – deja de susurrar, hasta el punto de que le pueda escuchar quien estuviese atento y cerca de él – Ya entiendo. Sin ser parte de la nobleza y sin dinero, cómo se atreve un prescindible peón pordiosero a tan siquiera dirigirle la palabra – mantiene su mirada sobre Alma, esta vez con una expresión de cierto desprecio, ya sea malentendido o no.

En contraposición, la respuesta de Takeshi, a pesar de su seriedad, no pudo evitar despertar el humor de Kotaro. Quizá porque le resultaba gracioso que un enclenque le hablara de esa manera, o tal vez sea porque tras la experiencia en el vagón artillado, de alguna forma se ganó cierto sentimiento de camaradería o, más probablemente, por ambos motivos. En cualquier caso no le dijo nada y le sonrió, divertido.

En otra situación en la que no estuvieran en el castillo de una noble estirada le habría provocado lanzándole comida, intentando hacer que fuese Takeshi quien iniciase una pelea de taberna. Para su desgracia hizo un esfuerzo casi titánico en contenerse y en cierto modo mantener el protocolo, un detalle que seguramente nadie más que él en esta sala apreciaría.

Quedan kabane ahí fuera aterrorizando Mibu y yo todavía tengo un brazo y dos piernas con los que poder destrozarlos – le vuelve a decir a Shimazu en un tono de voz normal*

>> Mientras las mujeres se dedican a jugar al gato y al ratón – mira a Takeshi, satisfecho por devolvérsela sin recurrir a una pelea barriobajera – yo estoy aquí perdiendo el tiempo. ¿Le tengo que pedir permiso a la magnánima señora de Mibu para largarme de una vez?

Cuánto te queda por aprender - suspira Shimazu, divertido