Partida Rol por web

Haciendo caso omiso de las palabras de Jace, Velocatus terminó de ajustarse la chaquetilla de cuero y se limitó a lanzarle una breve mirada. Con una actitud propia de un adolescente, Velocatus, por lo general bastante más tranquilo que otros muchachos de su edad, demostraba por primera vez cierta tozudez. Sin esperar a que al guardia le detuviera por la fuerza o  se le ocurriera plantarle la zancadilla con la contera de la lanza, salió por la puerta principal con agilidad.

En un instante se lo había tragado la oscuridad. Quizás debiera estar intentando ser sigiloso pues no oyeron ni su respiración ni sus pasos. Ojalá no le ocurriera nada malo.
 

Los minutos iban pasando y los aventureros se empezaban a impacientar. Los Wits, Ursu y Jace habían tomado posiciones defensivas, primero protegiendo la abertura posterior, luego la entrada principal, esperando ver a Velocatus y a Normoh volver por donde habían salido.

Sostenían sus armas con fuerza, con los nudillos blancos y las palmas sudorosas de la adrenalina, el miedo y el esfuerzo. Aún no se habían puesto las armaduras y la mayoría de su equipo seguía por el suelo allí donde cada uno se había acostado.

Sin embargo, durante unos tensos minutos no pareció pasar nada, sin asomarse demasiado a las ventanas no pudieron ver nada de lo que ocurría fuera, en la oscuridad. Aguzaron el oído, pero no pudieron escuchar nada, más que a Iunus, que siguiendo las indicaciones de Jace había arrancado un pedazo de estantería y lo había echado al fuego que empezaba a apagarse. Removió las brasas con el mango de su hacha y se colocó de nuevo en posición de combate junto a Ursu, Jace y su padre.

Normoh apenas había tardado nada en salir de la casa en pos del caballo, sin embargo, en cuanto salió de la edificación, adoptó una pose encorvada, con las rodillas semiflexionadas, como la que tomaba cuando cazaba y se estaba acercando a un presa. Aún llevaba el cuchillo en las manos, el arco y las flechas se habían quedado junto a su manta y demás pertenencias. - Maldita sea - pensó y justo en ese momento escuchó que Jace ladraba alguna orden en voz alta y que Ursu respondía algo también ininteligible - al menos yo no toso como esos dos desgraciados.

Con pasos muy lentos fue adentrándose en la oscuridad. Tanto por ser sigiloso como porque apenas podía ver nada allí fuera. Al menos tampoco podía oir nada, lo que significaba que o bien los demás siervos del Nigromante estaban muy lejos o quizás habían descubierto una forma de volverse en extremo sigilosos. Ahi, ahi, casi en el límite de su audición Normoh escuchó a Bill, o al menos creyó haberlo hecho. Sí, otra vez. Más adelante, quizás más adelante. Quizás si seguía avanzando acabaría llegando junto al caballo. Alejarse un poco más de la casa quizás no fuera tan peligroso, en realidad era difícil calcular distancias cuando apenas se puede ver nada.

¿Debería seguir avanzando? Porque llamar al caballo sería una temeridad, porque lo sería ¿no es cierto? ¿Volver por refuerzos?

En ese momento se dió cuenta de lo cansado que estaba. Apenas había dormido más que unas horas en todo el día y las piernas empezaban a pesarle horrores.

Jace contempla a sus compañeros con angustia en la mirada. Debería haber intervenido e impedir al joven Culprit salir del recinto para perderse en los peligros de la noche, armado con un triste cuchillo que ni siquiera sabe utilizar correctamente. Probablemente no vuelvan a verlo vivo. Pero ya es tarde, no tiene sentido lamentarse por el pasado.

Igual que ese loco temerario de Normoh, aunque como mínimo él es un cazador experimentado, puede que tenga una oportunidad ahí fuera… siempre que no se encuentre con más siervos del Nigromante.

Pero la cuestión es qué hacer ahora. La calma y el silencio son casi peores que si vieran abalanzarse a otro de esos seres sin alma atacando ciegamente a todo lo que aún está vivo… Jace sigue pensando que abandonar este refugio es un disparate, pero la verdad es que no pueden quedarse esperando sin más, como si no hubiese ocurrido nada. Y en su fuero interno teme que su experiencia como guardia de la muralla de Forbrab le esté condicionando demasiado, impidiéndole ir más allá. Sólo se siente seguro defendiendo una posición amurallada y esto es lo más parecido que vayan a encontrar por aquí…

Aunque a fin de cuentas, esta es una decisión que no depende de él… debe consultar a los demás:

- ¿Qué creéis que debemos hacer ahora? – pregunta con un tenso susurro, sin dejar ni por un segundo de vigilar el exterior – Si acaso id poniéndoos las armaduras por turnos, mientras los demás vigilamos… y decidimos si salimos a buscarles o nos quedamos aquí a esperar.

Esperar a que vuelvan sus compañeros, esperar la llegada del día… o puede que simplemente el próximo asalto de los siervos del Nigromante…

Intentando sobreponerse al cansancio, el cazador avanzó en silencio y sin detenerse en pos de Bill. Sin él, estaban acabados, volver a Forbrag sin leña ni carro ni caballo no parecía una buena opción. Esperaba que no se hubiera ido muy lejos, una milla tal vez.

La actitud de Normoh, suspicaz por naturaleza, le ayudaba a mantenerse alerta. Sin embargo, no sabía muy bien cómo haría para que el animal le acompañara. Suspiró. Tl vez unas cuantas caricias; al fin y al cabo, lo peor ya habría pasado para el caballo, y un mano conocia siempre sería bien aceptada. O eso esperaba.

Pero quedaban varias horas para el amanecer, y no estaba seguro de si prefería volver cuanto antes o bajo la luz del sol.

Normoh avanzaba en pos del caballo, cada pocos pasos se detenia para escuchar, aguantaba la respiracion para que no ocultara ningun ruido y allí estaba, en el límite de lo inaudible, el caballo, o algo al menos algo que sonaba como un caballo.

Normoh se detuvo una vez más. Estaba vez escuchó algo justo detrás de él, quizás a tres metros o menos. Se dio la vuelta como un relámpago, con el cuchillo apretado en la mano, pero no pudo ver nada en la oscuridad. Al menos, nada más que la edificación que se alzaba a lo lejos y que sólo era visible porque la hoguera que encendieran iluminaba y aún eso debilmente, lo que debía ser, Normoh no estaba muy seguro, las ventanas o la puerta.

El cazador se dió cuenta en ese momento de lo cansado que estaba, en toda la noche apenas había podido dormir unas horas y quizás el agotamiento le estaba jugando malas pasadas, quizás oía cosas que no estaban ahí porque desde luego ver, no veía apenas nada. Desde luego había sido un día muy, muy largo reflexionó¹ y él estaba muy, muy cansado².

Normoh se queda un momento parado, indeciso, mirando hacia el reciente ruido que lo ha sobresaltado.

Bah, de nada sirve quedarse aquí parado, piensa, y sigue caminando lo más rápido que puede, un poco más asustado de lo que quiere reconocerse a sí mismo. Alguna alimaña nocturna, puede ser, sí. ¿Dónde estará ese puñetero caballo? No volveré sin él.

Jace miraba hacia la puerta principal, despues de comprobar por quinta vez que el no muerto no se movia y que ningun otro se metia por la abertura de la pared posterior, se habia colocado junto al fuego, junto a Ursu y los Wits y empuñando la jabalina con las dos manos apuntaba con su punta hacia la puerta principal que tras la violenta salida del caballo no era mas que una abertura en el muro - Una abertura de dos metros de ancho y dos alto -  se lamentó el aventurero.

Un minuto después se dió cuenta de que miraba hacia el infinito y no hacia la puerta, con la mirada perdida hacia la oscuridad. A la entrada sólo se veía, gracias al fuego que Iunus había reavivado, el carro y ni siquiera en eso había reparado en los últimos minutos.

Se dió cuenta de lo cansadísimo que estaba. En toda la noche apenas había podido dormir unas horas y quizás el agotamiento le estaba jugando malas pasadas. Desde luego había sido un día muy, muy largo reflexionó¹ y él estaba muy, muy cansado². En ese momento Ursu comenzó con un fuerte ataque de tos y a escupir flemas de color verdoso en el suelo. Cuando Jace iba a recomendarle que bebiera un poco de la escasísima agua del grupo, él mismo se vió asaltado por la tos y no pudo llegar a decir nada inteligible.

Ursu miraba hacia la puerta principal, despues de comprobar por quinta vez que el no muerto no se movia y que ningun otro se metia por la abertura de la pared posterior, se habia colocado junto al fuego, junto a Jace y los Wits y empuñando el espadón con las dos manos apuntaba con su punta hacia la puerta principal que tras la violenta salida del caballo no era mas que una abertura en el muro - Una enorme abertura -  se lamentó el aventurero.

Un minuto después se dió cuenta de que miraba hacia el infinito y no hacia la puerta, con la mirada perdida hacia la oscuridad. A la entrada sólo se veía, gracias al fuego que Iunus había reavivado, el carro y ni siquiera en eso había reparado en los últimos minutos.

Se dió cuenta de lo cansadísimo que estaba. En toda la noche apenas había podido dormir unas horas y quizás el agotamiento le estaba jugando malas pasadas. Desde luego había sido un día muy, muy largo reflexionó¹ y él estaba muy, muy cansado². En ese momento Ursu comenzó con un fuerte ataque de tos y a escupir flemas de color verdoso en el suelo. Cuando Jace iba a decirle algo, el propio soldado se vió asaltado por la tos y no pudo llegar a decir nada inteligible.

Hobbard miraba hacia la puerta principal, despues de ver a Jace comprobar por quinta vez que el no muerto no se movia y que ningun otro se metia por la abertura de la pared posterior, se habian colocado los cuatro junto al fuego, Ursu, Jace y los dos Wits y empuñaban sus armas vigilando la puerta principal que tras la violenta salida del caballo no era mas que una abertura en el muro - Una enorme abertura de dos metros de ancho y dos alto -  reflexionó el aventurero - y yo que esperaba fortificar este lugar.

Se dió cuenta de lo cansados que debían estar Ursu y Jace, que parecían mirar hacia el infinito y no hacia la puerta, con la mirada perdida hacia la oscuridad. A la entrada sólo se veía el carro y eso gracias al fuego que Iunus había reavivado. En toda la noche apenas había podido dormir unas horas y quizás el agotamiento le estaba jugando malas pasadas.

Hobbard también estaba cansado para hasta el ataque había podido dormir y haber salvado a su hijo de los ataques del no muerto que casi le cae virtualmente encima, parecía haberle levantado el ánimo. En ese momento Ursu comenzó con un fuerte ataque de tos y a escupir flemas de color verdoso en el suelo. Cuando Jace iba a decirle algo, el propio soldado se vió asaltado por la tos y no pudo llegar a decir nada inteligible.

Hobbard reflexionó que desde luego había sido un día muy, muy largo reflexionó¹ .

Desoyendo el crujido que creía haber oído a sus espaldas Normoh siguió avanzando en la oscuridad, como antes, con pasos cortos, apoyando la planta del pie con cuidado, una detrás de la otra, intentando ser lo más silencioso posible. Las leyendas decían - maldito fuera el viejo Averment Culprits por asustarlos desde que eran niños - que los sirvientes del Nigromante podían ver en la oscuridad. Lo cierto era que Normoh no podía desmentir ni confirmar tal afirmación pues no se había visto en situación como esta previamente, en la oscuridad, solo y sin un refugio, potencialmente rodeado de cientos de enemigos. Por si acaso no fuera cierto y los no muertos dependieran del oído para encontrarle avanzó con todo el sigilo del que fue capaz, lo que le hacía avanzar muy despacio por otro lado.

Tras mucho tiempo, Normoh no sabría precisar cuanto, quizás media hora, quizás más o puede que sólo unos minutos; el cazador oyó con claridad al animal y unos pasos más adelante, pudo ver a Bill pastando a unos pocos metros delante de él. El animal estaba tranquilo y, al menos desde donde estaba Normoh, parecía ileso.

El animal no pareció alarmarse por la presencia del cazador; si se había percatado de su presencia no había dado muestras de ello.

Velocatus habia salido de la edificacion algo despues que Normoh y aunque el cazador se movía con sigilo, el muchacho pronto pudo encontrarle y seguir sus pasos. Imitando el comportamiento de Normoh, que avanzaba de forma muy sigilosa y silenciosa, el joven Culprits hizo todo lo posible por no hacer ningún ruido. Incluso acompasó su respiración con la de Normoh, como le habían contado como teoría algunos cazadores en la aldea, pero nunca había llegado a poner en práctica. Pronto se dió cuenta de que ni el propio Normoh se había dado cuenta de que le estaba siguiendo, e incluso cuando Vel pisó una rama seca sin querer y ésta crujió, el cazador se dió la vuelta pero, gracias a la oscuridad de la noche, ni siquiera llegó a verle.

Velocatus estuvo a punto de decirle algo, pero en el último instante decidió callarse y mantenerse a la zaga de Normoh, quizás éste se sintiera orgulloso por las habilidades del joven y le instruyera en la caza. Quizás al final iba a resultar que tenía madera de cazador.

Después de media hora pareció quedar claro que los no muertos no iban a entrar en la casa. En el exterior de ésta no se oía ningún ruido, ni tampoco había señales de Normoh, Velocatus o de Bill.

Los aventureros se permitieron relajar sus posturas abriendo y cerrando las manos para desagarrotarlas y moviendo el cuello a un lado y al otro, dolorido como estaba de la tensión y del descanso sobre el suelo duro e irregular lleno de escombros. Los más perjudicados parecían Ursu y Jace quienes, haciendo un esfuerzo, se mantenían en pie y alerta, mientras las piernas apenas les sostenían y los ataques de tos hacían que las gargantas les ardieran. Miraban tras cada acceso de tos a las reservas de agua del grupo, que en rotos recipientes reposaba junto con las reservas de comida, sobre el mueble de madera.

¿Saldrían todos o alguno de ellos en busca de sus compañeros perdidos? ¿Fortificarían la edificación? ¿Montarían guardias? o ¿simplemente se echarían a dormir?

A la vista del caballo, el cazador se irguió y respiró hondo, estirando sus agarrotados músculos. No intentó hacerlo en silencio, dando tiempo al caballo para enterarse de su presencia a una distancia prudente. Seguía notando una ominosa presencia tras de sí, a su alrededor, tal vez fruto del miedo.

Normoh miró intensamente al caballo, que ahora de daba los cuartos traseros, un poco ladeado, en medio de un pequeño claro. Guardó el cuchillo con traquilidad y decisión, separó un poco lo brazos y caminó despacio hacia el caballo, describiendo un amplio círculo para ponerse de cara al caballo antes de aproximarse. Iba susurrando, hablando quedamente, con mucha calma: -Eh, Bill. Hola Bill, soy yo, Normoh. Vaya susto nos has dado, amigo. ¿No quieres volver? Ursu está triste sin tí, pobre Ursu...

De repente, Normoh cree recordar algo, y se echa la mano al bolsillo. Ugh, lo guardé aquí, si quedara un trozo...

Normoh sacó del bolsillo un pedazo de galleta, aquella era una posesión bien preciada, pues el grano, por orden del - maldito fuera - conde Orbert, debía destinarse en su mayoría como alimento de las gallinas. No obstante la familia de Sido hacía lo posible por escaquearse de esta prohibición y conservar parte de los cereales para su consumo. La madre de Normoh le había dado algunas provisiones esa mañana y entre ellas, una de las galletas horneadas en secreto que tanto le gustaban.

El cazador se acercó al caballo con la galleta por delante y éste no se apartó sino que esperó mansamente hasta que el manjar quedó a su alcance, metiéndoselo en la boca de una sola vez. Normoh cogió las riendas que el caballo aún llevaba puestas - suerte que Iunus debía ser algo inexperto en el cuidado de los animales, pues de otro modo le habria quitado todos los aparejos por la noche -. El caballo no se resistió a que Normoh le acabara de colocar éstas.

Bueno, por fin parecía que el caballo y Normoh empezaban a llevarse bien. Momento que arruinó Bill dedicando una mirada torva al cazador como queriendo decirle - espero que tengas muchas más galletas de éstas.¹

Normoh devolvió a Bill la mirada como queriendo decirle - pues no tengo, espero que te comportes y no me lo pongas difícil, que es por tu bien - Tras este momento de mutua (in)comprensión, el cazador pasa unos minutos acariciando el costado de Bill y acariciándole entre las orejas y debajo de la quijada, como hacía Ursu y otros; al final terminaría cogiéndole el gusto a esto. Y mirando alrededor y al cielo. De día las cosas siempre parecían mejores.

Tras el combate con aquel engendro, el ya normalmente taciturno y parco leñador se había vuelto aún más sombrío que de costumbre, si tal cosa era posible, y parecía haberse sumido en un mutismo tan extraño como perturbador.

Completamente abstraído del opresivo ambiente que los rodeaba, no había pronunciado ni una palabra desde entonces, y ni siquiera había intervenido cuando NORMOH y el joven CULPRIT habían decidido internarse en la noche a pesar de las severas advertencias del JACE.

Tan solo se limitaba a observar en silencio el cadáver putrefacto del esbirro, como hipnotizado por su grotesca monstruosidad. Asentía de tanto en tanto, cuando alguien se dirigía directamente hacia él, y más que vigilar, parecía deambular por la habitación con gesto ausente.

Lo cierto era que HOBBARD nunca había visto de cerca a uno de los Siervos del Nigromante, y ni en sus peores pesadillas se había imaginado algo tan horrible. Era aberrante. Espantoso. Aterrador… Y, por sobre todas las cosas, inexplicable.

Pues, en definitiva, lo más espeluznante de todo, era que aquella criatura sencillamente no tenía sentido. No podía existir. Su sola presencia, despatarrada indolente allí en aquella postura imposible, arrojada tristemente sobre el mugriento suelo de unas ruinas olvidadas, constituía la más absoluta e inapelable negación de todo lo que HOBBARD sabía y sentía. Era la negación misma de su existencia. Y aunque aquella noche brutal y ominosa su mente se hallaba todavía demasiado exaltada como para definirlo con tales palabras, algo en el interior del sencillo leñador se rompió para siempre.

Había visto por fin la auténtica realidad del mundo, aquel que el Nigromante les había dejado y que hasta ahora solo conocía por leyendas e historias de viejas… y ya nada volvería a ser igual.

En cierto momento, sumido aún en aquel pensativo silencio, HOBBARD abandonó su puesto junto a la puerta y se dirigió al rincón donde había dejado sus pertenencias. Con aire ausente, y sin decir una palabra a sus compañeros, comenzó a calzarse su armadura. Luego de ello, comenzó a rebuscar entre los maderos dispersos, aquellos que alguna vez habían conformado la tarima donde habían dejado el equipo, y también los que pertenecieran a la destruida puerta de ingreso y los acercó al fuego.

Parecía haber una intención detrás de aquellas actividades, pues a medida que indagaba iba separando los maderos más largos y recios que encontraba, pero realizaba todo con tanto desapego y apatía que resultaba difícil estar seguro.

- No podemos permanecer mucho tiempo más aquí. - dijo finalmente con su vozarrón grave y cascado convertido en apenas un susurro – Al menos en estas condiciones.

- Fortificar este lugar va a llevarnos un buen tiempo. Y cuanto más nos demoremos aquí, más enemigos sabrán de nuestra presencia. La movilidad es nuestra mejor arma contra los Siervos del Nigromante.

Un silencio tenso cerró sus palabras, que se extendió durante largos instantes. Casi parecía que hablara para si mismo.

- Será mejor que duerman un poco. Yo haré guardia hasta el amanecer.- dijo finalmente al resto de sus compañeros, aunque su mirada seguía perdida en la oscuridad del exterior. – Mañana nos espera otro día difícil…

Jefe, un par de cosas para explicar el comportamiento de Hobbard.

En primer lugar, el tipo busca toda la leña que pueda utilizar en una fogata. De entre todo lo que encuentra, selecciona aquellos maderos con los que pueda hacer antorchas. Si hay materiales suficientes (trozos de telas o estopa o cosas parecidas), tratará de fabricar alguna. O reparar las que trajeron consigo en el carro.

Además de eso, quisiera saber si hay recipientes (o algo similar, podría ser un casco de hierro) en los cuales se pueda poner a hervir agua (o sea, usarlos a modo de cacerola improvisada).

También echará un vistazo a los rasguños que le hicieron las ratas, a ver si es necesario limpiar sus heridas o algo así.

No se bien que tiradas se aplican, así que cuelgo algunas como para aguilizar. Tenelas en cuenta si te parece o ignoralas.

Normoh sostenía el caballo por las riendas cuando escuchó unos pasos a pocos metros, que se le acercaban en la oscuridad de la noche. Se volvió con el cuchillo listo en una mano y las riendas en la otra. Sin embargo el enorme Bill, a su lado, no pareció alarmarse y siguió pastando. Apenas se veía nada, así que Normoh poco pudo hacer hasta tenerlo encima.

Velocatus se hizo visible justo a un metro de Normoh - maldita sea - debió pensar el cazador - ¡de haber sido uno de los siervos del Nigromante lo primero que hubiera notado hubieran sido sus dientes!

Cogió la rienda de las manos de Normoh y se susurró un par de palabras amables al animal mientras le rascaba entre las orejas. Sólo entonces se volvió hacia el cazador - Hola - se limitó a decir el muchacho como si tal cosa, como si encontrarse en plena oscuridad fuera de la aldea y tras el ataque de un no muerto fuera lo más normal del mundo - venía detrás de tí, por si necesitabas ayuda con el pobre Bill.