Partida Rol por web

-Ursu. Ursu. Despierta. Vamos, grandullón, despiértate, eh, eh. Normoh agitaba el brazo de Ursu, insistiendo al ver que los ronquidos del gigantón se oían más que sus propias palabras. -Ya queda poco, pronto nos iremosa dormir, pero ahora despierta!

Ursu gruñó como un oso cuando Normoh empezó a zarandearle el brazo para conseguir que se despertara. De igual forma, como la bestia que le daba nombre, amagó un zarpazo con dicho brazo que Normoh, mucho más despierto, esquivó sin dificultad. Finalmente el gigantón se despertó de golpe, abrió los ojos como platos y se vió atacado súbitamente por un fuerte ataque de tos. Se atragantó un par de veces y acabó escupiendo en el suelo una montón de esputo de color verdoso.

Con un Ursu jadeante y un Normoh sin saber muy bien qué hacer, se dispusieron a continuar la guardia. El silencio se veía interrumpido cada pocos minutos por las toses de Ursu y de Jace, que aún así, parecía seguir dormido y los ronquidos de Hobb y de Bill.

Quizás porque hubiera tanto ruido en una habitación tan hacinada o quizás porque estaban agotados no pudieron oir un ruido, como de roce, como si un hombre arrastrara un saco muy grande, o como si alguien muy cansado caminara arrastrando los pies.

Puaj. Normoh se queda un rato contemplando el moco de Ursu. Las toses lo están volviendo loco. Ursu y Jace... ambos bajaron al sótano. De repente le asalta una preocupación. Él también bajó al sótano.

Piensa un momento, mirando alrededor y frotándose la barbilla. Tal vez... tal vez sea necesario despertar a Velocatus. El color de ese gargajo recuerda demasiado al del polvillo que impregnaba el sótano. El cazador sabe de la existencia de plantas venenosas, quién sabe... Seguramente por esperar al amanecer no pasaría nada; Ursu es fuerte y Jace un engreído que está durmiendo. Pero puede convertirse en un problema grave, sobre todo para él mismo, y si alguien puede saber algo de todo esto, ese será el parendiz de curandero.

En cualquier caso, será un placer despertar a un Culprit.
 

Una pena que el cazador hubiera despertado a Ursu precisamente cuando soñaba con la dulce Naemia, interés algo más que romántico para su despreciable hermano Dargoh y que despertaba algo desconocido en el grandullón. Para una vez que Naemia y Ursu pueden estar juntos, sin molestias, él durmiendo abrazado a ella mientras Naemia le hacía cosquillas y se reía, cosa imposible en la realidad.

Ursu no recordaba cuándo había sido la última vez que había sentido tal agotamiento físico y mental. Aunque de naturaleza torpe, siempre procuraba mantenerse activo, pues estar despierto era lo que podía asegurar la supervivencia a cualquier hijo de Forbrag. Pero ahora era tal la indefensión que experimentaba que se veía como un chiquillo desvalido.

— Perdona a Ursu, amigo Normoh, perdónalo —murmuró el grandullón con apuro y vergüenza, sin controlar el volumen de su voz. Consiguió dominarse y preguntó—: ¿Has visto algo raro ahí fuera? ¿Ha sucedido algo mientras Ursu dio una cabezada?

Normoh miro a Ursu con gesto interrogante, el cazador se encontraba de pie, caminando por el medio de sala intentando no despertar a los demás, salvo quizás, a Velocatus, hacia quien parecía dirigirse.

Ursu le preguntaba sobre lo ocurrido durante la cabezada que habia dado. Apenas habian sido unos minutos. ¿Qué quería saber? ¿Y por que ahora? ¿acaso sospechaba algo? Normoh llegó a abrir la boca pero antes de poder articular palabra los dos vigilantes, cuyo turno estaba a punto de terminar pudieron oir con claridad un gemido, una voz gutural que articulaba palabras ininteligibles, que se confundían en un único y largo quejido.

Los dos sabían lo que era, los dos lo habían oído antes. Los dos habían sentido ese escalofrío que recorría toda la espalda y la sensación de un vacío en el estómago y un sudor frío que le seguía y que sin mirarse, pues ambos buscaban la fuente, sabían que compartían.

Estaban aquí.

Ursu y Normoh se volvieron hace lo que parecía un jadeo. Pero no lo era. Los sirvientes del Nigromante no respiraban, no necesitaban hacerlo, ya no. Sin embargo de alguna forma sus pulmones expulsaban el aire en forma de jadeos y gemidos guturales de tono bajo.

Los dos aventureros miraron hacia la pared posterior de la edificación y vieron los ojos vacíos del primero de ellos. Unos ojos de mirada vacía, sin pupila, que no miraban a ninguno de los dos y sin embargo, parecían ver a ambos.

De alguna forma el contrahecho ser se había encaramado a la gran pieza metálica incrustada en la pared sur, la contraria a la entrada principal y ahora intentaba auparse a la pared derruida, cuyo muro sólo se alzaba metro y medio desde el suelo y apenas unas cuartas desde la estructura metálica a la que se había encaramado. Justo debajo del engendro, Iunus se revolvió bajo su manta. Si se hubiera despertado casi hubiera podido tocarlo incorporándose y estirando un brazo.

RECORDATORIO:

Por un breve instante, pareció que el espeluznante engendro miraba directamente a Normoh, alcanzando el fondo de su alma. El cazador se queda petrificado un momento, aterrado ante una de las perspectivas más horribles que un habitante de Forbrag pudiera llegar a concebir: encontrarse en el medio de ninguna parte en plena noche y verse rodeado por estos sirvientes del Nigromante.

Pero enseguida reparó en Iunus, apretó los dientes y echó mano a la parte baja de su espalda de manera automática en busca de su cuchillo. Al mismo tiempo se puso a vociferar como nunca, dejando escapar el miedo a través de la voz.
 

¡ARRIBA! ¡LEVANTAOS! ¡LOS ENGENDROS ESTÁN AQUÍ! ¡A LAS ARMAS!

Y señaló en dirección a la semiderruida pared trasera del edificio. Estaban verdadermente allí mismo.

Jace lleva bastante tiempo removiéndose inquieto en su sueño, como si estuviese viviendo una pesadilla angustiosa… aunque sin llegar a despertar completamente. Tal vez por eso, cuando se produce el grito de aviso de Normoh despierta en el acto, transpirando profusamente y con la respiración acelerada, pero completamente activado.

Y se incorpora de un salto, como si se hubiera activado algún resorte, mientras busca su lanza. Aunque por supuesto no la encuentra, simplemente porque no está ahí. Su asta se partió combatiendo contra la plaga de ratas, ahora lo recuerda. Una desgracia muy inoportuna. Sin embargo, hay lo que hay… y debe adaptarse a la triste realidad. Como mínimo, todavía le quedan dos de sus jabalinas de madera afilada con la punta endurecida al fuego, con eso tendrá que bastar ahora mismo.

De modo que recoge el arma y lo blande con ambas manos, mientras parpadea enérgicamente intentando adaptar su vista a la penumbra reinante y hacerse cargo de la situación.

- ¡Rápido, todos arriba! – colabora con el cazador para alertar a sus compañeros – ¡A las armas!

—¿¡EH!?—Velocatus abre sus aún soñolientos ojos azules sobresaltado, agarrándose con dos manos la tripa en la zona del vendaje que le tapa la herida que el hizo el perro el dia anterior, y aun en posición fetal y sin incorporarse aún de su posición tumbada en el suelo grita: —¡No me mires así abuela Lana! ¡La famili...!—

Entonces, parece darse cuenta de donde está y se dobla para semincorporarse con mueca de dolor al hacerlo, con una palma puesta sobre el  vendaje del estómago. Al hacerlo, aún sentado sobre el suelo, con las piernas estiradas, y mirando algo avergonzado a Jace y Mormoh...

—¿A las armas...? ¿Engendros? ¿Qué engendros?— Parpadea. Parece que no se había percatado aún de la situación.

El escalofrío que despertó la visión del sirviente del Nigromante en el corazón de Ursu no hizo que éste se quedara paralizado por la congoja. Su cuerpo, azuzado por el nervio, se abalanzó sobre el profundamente dormido Iunus para arrancarlo de donde reposaba. Lo zarandeó con violencia para despertarlo. 

— ¡Deprisa, deprisa, desgraciado! ¡Nos atacan, nos atacan los malditos! -gritaba Ursu frenético, mientras intentaba arrastrar a Iunus. Menos mal que el grandullón tenía la espada desenfundada, por si el famélico sirviente caía sobre ellos en ese instante.

Distribución inicial:

¡Comienza el combate!

Aunque Velocatus no había visto aún aquello que les atacaba, los gritos histéricos de sus compañeros le alertaban de que debía ser algo verdaderamente horrible y le sometían a urgencia.

Así que desde su posición sentada intenta alargar la mano para rebuscar con rapidez entre las pertenencias de su mochila para tomar su honda y unas piedras, y luego se incorporaría desde su posición sentada para intentar ver sobre el hombro de su compañero Ionius a la silueta que en aquellos instantes entraba por la apertura del edificio.

Estaba a punto de descubrir en persona cómo demonios era la apariencia de uno de esos tan cacareados "Siervos del Nigromante" de los que con tanto temor y reverencia tanto había oído hablar hasta ahora, pero nunca había tenido oportunidad de contemplar salvo en la lejanía del horizonte desde la seguridad de lo alto del muro de piedra de Forbrab.

Al fin vería uno de cerca. Demasiado cerca.

Normoh maldice entre dientes su negligencia y falta de previsión. Las flechas ofrecen en su opinión incomparables ventajas sobre las hojas, sobre todo al poner mucha tierra de por medio entre él y sus víctimas, que por lo demás no suelen mostrarse tan amenazadoras como este engendro que trepa a trompicones por la pared del fondo. El cazador se aferra a su cuchillo, mirando al punto donde se encuentra el resto de su equipo. Todavía se encuentra fatigado y aterido por el frío, y apuñalar en corto a un siervo del Nigromante es una de las peores maneras de entrar en calor que puede concebir ahora mismo. Así que se acerca a la puerta principal, junto al poney, y otea cuidadosamente en la oscuridad en busca de otros indeseables visitantes nocturnos.

Iniciativas:

Hobbard 7 +4 +2 (Iniciativa mejorada) =13

Iunus 10 +4 =14

Jace 19 +4 =23

Normoh 16 +5 =23

Ursu 13 +2 =15

Velocatus 20 +6 =26

Siervos del Nigromante 10 -1 =9

Hobbard se levantó como un resorte cuando escuchó el grito de alarma de Normoh. Cuando vió a aquel engendro a punto de saltar sobre Iunus, empuñó el hacha a dos manos que tenía junto a él y se abalanzó hacia adelante.

(como PNJ)

Cuando escucharon el grito de Normoh todos los aventureros se volvieron hacía donde este señalaba y hacia donde tanto Ursu como él tenían los ojos clavados, la pared posterior semiderruida del edificio. Uno de lso siervos del Nigromante de alguna manera se había encaramado a la estructura metálica que estaba empotrada en la pared y se disponía a dejarse caer en el interior. Justo debajo del engendro, estaba acostado Iunus que se despertó tan de golpe como sus camaradas y que casi hubiera podido tocarlo estirando el brazo.

Los ojos vacíos del no muerto, de mirada vacía, sin pupila, no parecían ver a nadie más que a Iunus, cuyos movimiento seguía con la cabeza más que con la mirada. Parecía haber sido, tiempo atrás un hombre joven, de cabello ensortijado y ahora lleno de suciedad, polvo y sangre.

El joven Wits no pudo ahogar un grito de terror e intentó echar mano al hacha. El cadáver andante se dejó caer en ese momento sobre la cama de Iunus mientras Ursu, empuñando su espadón con un mano tiraba del Iunus por la ropa hacia atrás, justo a tiempo para evitar que le cayera encima. El aprendiz de leñador agarró en el último instante su escudo, en una maniobra que quizás le salvara la vida con más efectividad de lo que lo haría haber cogido su hacha.

Mientras, a su lado, todo el campamento se ponía en pie de un salto empuñando la primera arma a mano, a excepción de Normoh, que quizás por cobardía, quizás por un inusitado sentido táctico, se dirigió en dirección contraria, hacia la puerta principal, que ahora tapaba Bill con su enorme corpachón. El caballo al ver o quizás al oler el pútrido cuerpo del no muerto relinchó con terror y levantó las dos patas delanteras que pasaron varias veces junto a la cabeza del cazador.

El caballo pateó al aire, tirando de la brida que estaba atada a un poste que no ofrecía un aspecto demasiado resistente, como nada en aquel lugar y menos contra un caballo enloquecido.

Normoh esquivó las pezuñas del caballo con agilidad y tuvo la prudencia de mantenerse fuera del alcance de posteriores coces. No obstante, si Bill se liberaba de sus ataduras eso iba a ser otro cantar.

Con cuidado, cuchillo en mano, se asomó por la arruinada puerta principal, pero, quizás fuera por el jaleo que montaban en el interior los relinchos de Bill o el grito de Iunus, pero no pudo oir nada y la falta de luz del exterior tampoco le permitió ver nada, de hecho, ni tan siquiera veía la parte posterior del carro. La pequeña hoguera del interior apenas proyectaba luz al exterior, tal como fue la intención de Jace al hacerla.