Partida Rol por web

Jace ya lo ha hecho antes. No muchas veces, cierto, pero tuvo oportunidad de enfrentarse a los siervos del Nigromante como guardia de la muralla de Forbrab. Y sabe lo que tiene que hacer. Ir a la cabeza.

Aunque no es lo mismo. Ni mucho menos. Combatir desde el adarve de la muralla, con la ventaja de la altura y una larga lanza que te pone fuera de su alcance a menos que logren escalar, es algo muy distinto. No recuerda que nunca uno de los siervos lograse encaramarse hasta arriba, nunca antes de haber visto su calavera atravesada por un lanzazo. Son seres inhumanos, que no conocen el miedo, que nunca se echan atrás, intentan encaramarse sobre los cuerpos derrumbados de sus compañeros caídos sin plantearse siquiera su propia integridad física. Y eso es, sin duda, una ventaja cuando combates desde lo alto de una muralla... pero resulta aterrador cuando los tienes a tu nivel y apenas a una zancada de distancia…

Sin embargo Jace sabe lo que tiene que hacer. Lo ha hecho antes. Así que aprieta los dientes, supera sus propios miedos… y descarga una precisa lanzada sobre la criatura no-muerta. Directa a la cabeza.

El cazador maldice entre dientes, entre aspavientos para evitar el nervioso coceo de Bill. La estantería a la que está atado ha crujido fuerte. Por un momento, Normoh se siente tentado de soltar al bicho, pero se da cuenta de que si se escapa estarían en un grave probema. Por eso se aferra a la cuerda, intentando amortiguar los tirones que está dando la bestia a la estantería, y lo encara con una sonrisa forzada, hablándole bajito: -Hale, Bill, poney bonito, tranquilo, bonito, poney bonito. Tranquilo te digo, mala bestia, calmate. Hale, no pasa nada, Bill, Bill, bicho maldito...

Velocatus estaba aterrorizado. Durante su trabajo como curandero con la abuela Lana había visto heridas y males de aspecto realmente escalofriante.

Aún recordaba la muerte del pequeño Bran, al cual la abuela tuvo que cortar la pierna cuando la mordedura de la serpiente se le extendió por la pierna, hinchadole el miembro a un tamaño inhumano y ennegreciendo su piel. A pesar de la amputación, había perdido mucha sangre, y el niño murió dos días más tarde por debilidad tras una larga agonía.

Pero aquello que veía ahora a unos metros frente a él era aún peor. Al menos Bran había dejado de sufrir al morir; la luz del Sol y la corriente del Agua se llevaron al pequeño a un lugar mejor, un lugar de paz. Pero el ser que tenía delante, en cambio, seguía caminando en una suerte de no vida. Y al mirarlo, Velocatus no podía evitar preguntarse si el cuerpo seguiría sufriendo, si sentíría dolor. 

Si. No podía haber peor mal que acabar contagiado por esa maldición, convertirse en una criatura que hubiese perdido la bendición del Agua y del Sol. Incluso la muerte resultaba una bendición al lado de esto.

El siervo del nigromante estaba casi encima de Iunus, al cual Ursu intentaba apartar a rastras. Jace se movía cerca para interceptarlo. Sin pensarlo dos veces. Velocatus realizo dos disparos veloces con sus piedras a bulto sobre la entidad, seguramente poco precisos, pero intentaba distraerla más que causarla daño:

—¡Aquí engendro! ¡Aquí! ¡Deja a Iunus en paz!—

Cuando el no muerto se dejó caer en medio de la estancia, el primero en reaccionar había sido Ursu, que con un fuerte tirón hacia sacado a Iunus del peligro inmediato que era que el caminante le cayera encima. Jace, que se había levantado de un salto empuñando una jabalina como si fuera su malograda lanza se arrojó con un grito sobre el enemigo clavando la punta, poco más que madera afilada y endurecida contra el lado de la cabeza del monstruo, arrancándole buena parte de una oreja. Lo que sin embargo no pareció inmutarle más mínimo. Velcatus con manos temblorosas cargó la honda y empezó a lanzar piedras contra el cadáver, más con intención de distraerle que de darle. Cuando la tercera o la cuarta piedra volaba hacia la pared del fondo se oyó un chasquido y el muchacho pudo ver con desconsuelo como la honda de cuero, con la que había practicado durante horas en el pueblo se había partido por puro desgaste. Maldita fuera su suerte. Aquel viaje parecía maldito por los dioses.

Ursu se lanzó espada en ristre con un grito de guerra que no pudo culminar por un súbito ataque de tos. El potente mandoble que había dirigido hacia la cabeza se desvió unos centímetros y acabó golpeando al monstruo en el hombro y éste retrocedió un paso trastabillando. Hobbard empleó ese instante para acercarse al cadáver por su flanco derecho y levantó el hacha a dos manos sobre su cabeza para descargarla con fuerza sobre la testa de su enemigo. El golpe falló por no más de un par de centímetros, por el impacto de Ursu que había hecho retroceder a la criatura.

Iunus por su parte, ahora encajonado entre Ursu y su padre, ambos hombres gigantescos sólo pudo levantar el escudo ante su rostro. Mientras las uñas del cadáver arrañaban la superficie, empujó hacia éste para golpearle con el umbo, sin éxito. La presencia del cadáver, su cercanía, extendían su pestilencia, el miedo y el desánimo entre los aventureros, cuyo ánimo empezaba a flaquear, los golpes fallaban, los que impactaban apenas parecían tener consecuencias y la monstruosidad seguía, impertérrita intentando alcanzar a Iunus, golpeando su escudo con puños y uñas.

Junto a la puerta principal Normoh intentó calmar a Bill, que estaba descontrolado por la presencia del siervo del Nigromante, como a todas las cosas vivas le aterraban los muertos. Le aterraba la magia (pero eso aún no lo sabían los aventureros). El caballo, hizo caso omiso de las palabras de Normoh, quizás mal elegidas, quizás con el tono inadecuado, pero el caballo arrancó una de las piezas de la estantería cuyo contenido se desparramó por el suelo delante de la entrada principal y con una coz golpeó a Normoh en el pecho. El animal, que había herido al cazador, no lo había hecho más que accidentalmente, quizás por ello no había llegado a partirle varias costillas, pero el golpe dolería, eso seguro.

Ursu se alarmó al ver al viejo Bill propinar una coz a Normoh. No se lo pensó mucho cuando abandonó a sus compañeros para dirigirse hacia donde estaba el caballo agitado. El bueno de Hobbard Witts, su hijo Iunus, el bravo Jace y el esforzado Velocatus Cuprits ya eran suficientes para procurar contener lo máximo posible al maldito sirviente del Nigromante. 

Ursu se acercó a Bill con las manos levantadas, intentando que su voz sonara lo más serena posible.

— ¡No, pequeño Bill! ¡Tranquilo, amigo, tranquilo, que aquí está el viejo Ursu! ¡No tengas miedo de ese despojo, desaparecerá pronto y tú estás a salvo! ¡Aquí está el viejo Ursu, aquí, amigo!

Ursu: en realidad el modificador de la tirada es +1. Porque Ursu tiene -1 en Carisma (su escasa educación, su aspecto desaliñado, su tendencia a las peleas, llámalo como quieras). Pero tiene 2 grados en la Habilidad: Trato con animales, es decir +2. Lo que suma globalmente, un total de +1.

Respecto a las tiradas que has hecho: los resultados del 1d20 han sido, respectivamente 2 y 15 (resultados naturales, sin bonus/malus). Me temo que los modificadores no están muy bien puestos.

Abre lo de lanzar dados. Te debería quedar así:

Motivo: "Calmar a Bill"(o similar) o mejor aún "Calmar a Bill (CAR -1) (Animales +2)"

Cantidad: 1 (tiraremos sólo 1 dado)

Caras: 20 (dado d20)

Modificador: +1

Sacar: más que

Dificultad: 15 (que es la que tiene Normoh como ya le indiqué para el turno previo)

Desglosar: Sí (esto porque siempre mola más aunque como tiramos sólo 1 dado daría igual)

Oculta: No (esto sólo para tiradas de Atención, Intuición y similares)

Aquello no iba bien, así que a su pesar Velocatus desenfundó su cuchillo y se acercó para ponerse junto a Iunus, Jace y Hobbard y ayudarles a enfrentarse al engendro. 

Velocatus desenfundó el cuchillo y se puso a  esperar a que Ursu calmara al nervioso Bill, con la idea de que en cuanto Bill estuviera más tranquilo, poder salir por la puerta y rodear el edificio para comprobar la fachada de atrás.

(Modificado:) Dado que Ursu no lograba calmar a la bestia, aprovechó esos segundos para recoger su mochila y ponérsela a la espalda.

El siervo del Nigromante recibe varias heridas que hubieran derribado muy malherido a un hombre normal, pero Jace sabe por experiencia que estos engendros pueden llegar a encajar una enorme cantidad de golpes antes de caer, mientras siguen abalanzándose impertérritos sobre sus presas…

Por eso tiene claro que la victoria está en la constancia, mantenerse firme y seguir golpeando, siempre en la cabeza que es su punto más vulnerable. Como está utilizando un arma de asta se ve obligado a retroceder unos pasos y retrasar su ataque para poder manejar la lanza con soltura… y por eso actuará el último, exponiéndose a ser herido antes de intervenir. Pero confía en que esta vez será resolutivo...

Ursu, viendo a Normoh en peligro bajo los cascos de Bill se dió la vuelta, dando la espalda al no muerto y se lanzó hacia el caballo enloquecido de terror. Por suerte para el explorador, Iunus cubrió el hueco dejado por el hombretón impidiendo que el no muerto se le abalanzara por la espalda.

El gigantón intentó coger las riendas que se movían de un lado a otro como un flagelo sin conseguirlo y a punto estuvo de recibir una coz, sin embargo, acostumbrado a tratar con bestias se apartó con una agilidad inesperadas en tal corpachón y se mantuvo a salvo. A espaldas de Ursu, Normoh se mantenía a distancia del caballo. Aliviado por haberse visto sustuido por el grandullón, se esforzaba por vislumbrar el exterior de la vivienda, cosa extremadamente difícil por la oscuridad del exterior y la pugna entre Bill y Ursu.

Velocatus, junto a Normoh, se afanó en meter a toda prisa sus pertenencias en su mochila y, cuchillo en mano, colocarse ésta en la espalda. Por un momento sostuvo la armadura de cuero en la mano sin saber qué hacer con ella ¿colocarla a su espalda sobre la mochila? ¿ponérsela? ¿mantenerla en la mano torpe a modo de triste escudo?

Mientras tanto, Iunus se defendía como podía de los ataques del cadáver andante, que se abalanzó sobre su escudo y arrañó y golpeó éste con los puños intentando alcanzar la cabeza del aprendiz de leñador. Iunus, apoyó con fuerza los pies, cogió impulso y golpeó al siervo del Nigromante con el borde del escudo haciéndolo retorceder. Aunque éste no pareció acusar el golpe, dió dos pasos hacia atrás, lo que abrió hueco para que Iunus descargara un golpe descendente de su hacha contra su cabeza. El arma quedó clavada con fuerza en el cráneo de la bestia. Por el lado contrario, Jace que había retrocedido para poder manejar su arma con soltura dirigió un preciso golpe, empleando tanto la fuerza de sus brazos como su propio peso y la jabalina atravesó de lado a lado la cabeza del zombie, mientras caía, fruto de la profesionalidad, Jace volvió a atravesar la cabeza con otro certero golpe. Cuando el monstruo cayó al suelo, su cráneo crujió con el golpe e incluso rebotó unos centímetros, liberando el hacha de Hobbard, que no había llegado a soltarla.

Mientras tanto, en la puerto principal, el caballo, con los ijares chorreando sudor, se lanzó hacia la puerta que embistió. La puerta no pudo resistir tal maltrato y las dos hojas maltrechas que la componían saltaron en pedazos sin que el animal apenas detuviera su marcha. El caballo sin embargo se encontró con el carro, que, aparcado en la puerta de la vivienda le bloqueaba el paso, con el tiro apoyado sobre el escalón de la puerta. Bill lo saltó con agilidad y se perdió en la oscuridad del exterior.

- ¡Bien, el primero ha caído! –  exclama el guardia de Forbrab, felicitándose especialmente de que no hubiera llegado a causar heridos entre sus filas, porque sabe lo que eso representa – Pero no cantéis victoria todavía, cerrad filas y mantengamos la guardia alta…

El hecho de que ese viejo y terco jamelgo se les haya escapado es un nuevo revés para la misión, porque lo necesitan forzosamente para cargar la leña… pero salir ahora mismo a buscarlo es una locura y quiere dejárselo bien claro a todos sus compañeros, muy en especial a ese grandullón de Ursu. Bien que los demás difícilmente iban a ser tan temerarios, por mucho que como él mismo vean claro que si pierden al jaco se han arruinado sus planes. Pesa más el instinto de conservación.

- ¡Que nadie salga! – exclama mientras vuelve a asir la jabalina con firmeza y aprovecha para recuperar la segunda y colocarla a su espalda, por si la necesitase – Avivad la hoguera y vamos a asegurarnos primero de que no hay más de estos por aquí, los siervos del Nigromante no suelen ir solos, pero quizás hoy sea nuestro día de suerte…

Aunque la verdad es que, si hemos de ser sinceros, por ahora no lo está siendo…

De buena gana y con toda la imprudencia del mundo, Ursu habría echado a correr tras Bill, ignorando la amenaza que estrechaba su cerco en torno al parco refugio en que se hallaban él y sus compañeros. Pero en un muy oportuno y raro destello de sentido común, el tonto gigantón se dio cuenta de cuán errada sería su actitud. Obedeció las órdenes de Jace y, con la espada firmemente empuñada, aguardó a lo que sucediera. Si algún apestoso de esos se atrevía a acercarse, Ursu haría todo lo posible para que se llevara su buena ración de acero.

Seguía sujetándose el pecho con la mano, apoyando la otra en la rodilla, respirando con dificultad. Bajó un momento la cabeza, casi pegando la barbilla al pecho. Luego volvió a mirar al axterior, a la oscuridad más allá del carro que Bill acababa de salvar con la prisa que mete el miedo.

-Y un carajo se va a escapar el puto caballo -murmuró, escupiendo entre los dientes. Se irguió y se quedó un momento mirando hacia fuera, como intentando intuir el peligro.* -Rehacer el fuego es una buena idea, Jace.

Mira a Velocatus, a su lado, y parece recordar algo. Le agarra del brazo y le acerca a su cara. -Velocatus, deberías echarle un ojo a esos dos -y señala con la cabeza a Ursu y Jace, con un terriblemente ineficaz gesto de disimulo. -Bueno, han estado tosiendo como descosidos, y el grandote me echó un gargajo a los pies de un verde muy asqueroso-. Añadió, mirándolos a todos, con una calma que recordaba a la del viejo Gulll el Loco de Forbrag: -No podemos quedarnos sin caballo, voy a echar un ojo, a ver si lo veo. A ver si para el amanecer he vuelto-. Echó un vistazo a sus cosas, otro de repugnancia al engendro y luego otro suspicaz a sus compañeros.

Y salió corriendo hacia el carro, agachado y mirando a todas partes,** y tras apoyarse un momento desenvainó el cuchillo y desapareció tras la pista del caballo.***

Velocatus miró a sus compañeros Ursu y Jace. A pesar de las palabras del cazador, estos tenían mejor aspecto que Normoh, a juzgar por al forma en que se apoyó en la puerta y cogió resuello.

¿Y quién va a cuidar de ti ahí fuera? Pensó para sí. Si las esporas les habían afectado, Jace y Ursu al menos estarían acompañados. ¿Qué pasaría si a Normoh le daba un ataque o algo en medio de la nada?

- Mejor te acompaño - murmuró - Por lo que he visto, sé manejar a un caballo mejor que cualquiera que vosotros, así que me vas a necesitar para traer a Bill de vuelta -

Ni corto ni perezoso, salió detrás del cazador, intentando imitarlo en su sigilo, e intentando dejar unos metros entre Normoh y él, pero tampoco demasiados, para no perderlo de vista en la oscuridad.

Ante los gritos de atención de Jace, que parecía haber tomado el mando, los aventureros se detuvieron un instante, intentando escuchar o ver que males les acechaban. Hobbard ayudó a Iunus a levantarse y ambos preparon sus hachas mirando fijamente la abertura por la que se había colado el primer sirviente del Nigromante. Ninguno de ellos se atrevió a ponerse la armadura por no verse sorprendidos por más enemigos en el transcurso de atarse correas y asegurar hebillas.

Por otro lado, Ursu estaba indeciso en medio de la sala, empuñando aún su enorme espadón se removía intranquilo, deseoso de salir al exterior pero sin atreverse a hacerlo. Junto a él Velocatus terminaba de reoger sus cosas y por último se quitó la mochila se metió la armadura de cuero por la cabeza sin desabrocharla y se volvió a cargar la mochila a la espalda. en una mano sostenía la honda rota y en la otra un pequeño cuchilo de brillante metal, más apropiado para drenar abcesos y sacar puntas de flecha que para apuñalar, pero sujeto con fuerza por la mano del guapo, muchacho.

Cuando Jace llamó a la prudencia, Normoh, masculló unas palabras más para sí que para los demás y salió al exterior por la destrozada puerta principal en pos del caballo, pasó por encima del tiro del carro y se perdió en la noche.

La desesperación del guardia de Forbrab al constatar cómo se ignoran sus indicaciones es patente.

¿Pero qué coño hace ahora ese loco de Normoh? ¿Pretende salir a corretear por ahí en la oscuridad sin saber si hay más siervos del Nigromante pululando por el exterior?

Sin embargo, lo peor todavía está por llegar, cuando el joven Culprit, aquel cuya seguridad debe proteger por encima de todo, descubre tener una vena aventurera y temeraria… y decide seguirle.

- ¿Pero tú qué crees que haces, niñato? – se le escapa, aunque al instante sabe que ha sido un grave error decir lo que piensa - ¡No te atrevas a salir ahí fuera en plena noche! ¡Maldición!

Intenta interceptar al muchacho, como sea, incluso trabando sus piernas con la lanza para derribarle y luego arrastrarle al centro de la estancia, junto a la hoguera. Si pierde al nieto de Lana Culprit ya puede irse despidiendo de cualquier futuro en la guardia de Forbrab… ¡casi más le valdría no regresar!

Velocatus, he decidido retrasar tu acción (colocarla unos segundos después de la de Normoh y no simultánea a ésta) por la tirada tan buena de sigilo (la segunda entiéndase) que has realizado.

Velocatus ha sido extraordinariamente sigiloso y ni siquiera Normoh es consciente de que ha salido tras él. Si decides hacerle saber a Normoh de tu situación, eres libre de hacerlo claro está, pero perderías esa ventaja. Si prefieres puedes (al menos de momento) salir tras él y ver cómo se desenvuelve.

Por otro lado, el arranque de violencia protectora de Jace no me lo esperaba. La respuesta a esta situación es la siguiente:

- Opción 1. Te dejas derribar. Fin de la cuestión. No sales del edificio.

- Opción 2. Intentas evitarlo.

    - Opción 2.1. Superas su tirada de iniciativa. Si actúaras más rápido que él podrías salir antes de que le dé tiempo a lanzar el ataque. En este caso como no es un combate como tal, no le concedo automáticamente atacar primero por emplear un asta. Jace ha obtenido una puntuación alta, pero tú también podrías sacarla y además tienes la dote Iniciativa Mejorada.

    - Opción 2.2. Si no superas su iniciativa. Como Jace ha conseguido un éxito en su ataque (un crítico de hecho), tendrías que tirar por DES (+1) contra la FUE de Jace (+2)(x2) para evitar haber sido derribado a pesar del impacto (sin daño). Lo que tiene bastantes posibilidades de éxito.

La desesperación del guardia de Forbrab al constatar cómo se ignoran sus indicaciones es patente.

¿Pero qué coño hace ahora ese loco de Normoh? ¿Pretende salir a corretear por ahí en la oscuridad sin saber si hay más siervos del Nigromante pululando por el exterior?

Sin embargo, lo peor todavía está por llegar, cuando el joven Culprit, aquel cuya seguridad debe proteger por encima de todo, descubre tener una vena aventurera y temeraria… y decide seguirle.

- ¿Pero tú qué crees que haces, niñato? – se le escapa, aunque al instante sabe que ha sido un grave error decir lo que piensa - ¡No te atrevas a salir ahí fuera en plena noche! ¡Maldición!

Siente la casi irresistible tentación de interceptar al muchacho como sea, incluso trabando sus piernas con la lanza para derribarle si fuera preciso... pero en el último momento se acobarda y no lo hace. No puede permitir que se arriesgue de esa forma, pero también sabe que si ahora le impidiese salir por la fuerza, a la brava, podría ponérselo en contra para siempre, ganarse su rencor. Es un muchacho de caracter difícil y está en esa edad en que parece que tuviera que demostrar algo, a los demás o puede que a sí mismo... y enemistarse con él justo ahora, en plena expedición, conllevaría más problemas todavía. No sabe qué hacer, está en un dilema... y ese instante de titubeo le hace perder toda oportunidad de intervenir.

De lo único que Jace puede estar seguro es que si pierde al nieto de Lana Culprit ya puede irse despidiendo de cualquier futuro en la guardia de Forbrab… ¡casi más le valdría no regresar!

El cazador había visto salir al caballo desbocado destrozando la puerta principal tras hacerlo con la estantería y con las costillas de Normoh. Bill no se había detenido ni por el marco de la puerta, ni por el carro aparcado junto a ésta. Al cazador no le gustaban los caballos y aquel en particular aún menos.

Había estado intentando ver qué o quienes se ocultaban en la oscuridad del exterior, pero el enorme corpachón del caballo, que no paraba de moverse y más tarde el grandullón de Ursu le habían impedido ver nada. Al menos, cuando Bill se escapó dejó algo de sitio junto a la ventana y Normoh, con el fuego a su espalda algo más débil por no haber sido alimentado en los últimos minutos pudo acercarse y echar un vistazo entre dos láminas de manera algo sueltas.

Lamentablemente no pudo ver nada, sin fuentes de luz en el exterior era casi imposible ver nada más que a un par de metros. Sin embargo, un cazador no debía ser sólo ojos sino también oidos y Normoh, de forma refleja sin siquiera pensarlo aguzó el oido para escuchar entre los gritos de Jace que ordenaba mantener la formación. Normoh se dió cuenta de que en el exterior de la casa no sonaba nada o al menos él no pudo oirlo.

Sin querer esperar más, el cazador salió por la puerta, sin armadura, sólo con el cuchillo en la mano y, decisión de último segundo, con el arco y las flechas al hombro, dispuesto a encontrar a ese maldito caballo que seguramente odiaba a Normoh casi tanto como éste al caballo.

Normoh se adentró pronto entre el follaje y puso oídos y ojos a la búsqueda. En un principio no sería difícil seguir el rastro dejado por el corpachón de Bill. Le preocupaba más un mal encuentro con uno de esos hombres degenerados, cadáveres o lo que fuesen. Sólo pensarlo se le ponía el pelo de punta. Así que anduvo muy ligero y atento, mascullando oraciones incomprensibles incluso para él mismo.