Partida Rol por web

Astrid estaba sumamente molesta cuando encontró al estúpido hombre que la había molestado horas atrás. Decidió ignorarle, pero cuando este se decidió a herirla y atacarla, no pensó más de dos veces que era hora de hacerle pagar el precio del hierro.

Tomó rápidamente su caballo, y cargando su hacha, terminó cortándole la cabeza con el filo de esta. Terrell había fallecido en el acto.

Ella cabalgó con mucha prisa hacia las puertas de la ciudad, para huir de la misma. Para su sorpresa, al llegar a estas, se encontró con que estaban cerradas.

Aparentemente, y por medidas de seguridad, las puertas de Banderlei se cerraban en la noche de los días de su torneo, para evitar que los asesinos y ladrones escapasen si cometían crímenes. Después de todo, recibían todo tipo de gente en aquellos días.

Astrid se encontraba desesperada, y para empeorar las cosas, a los pocos minutos comenzó a sonar la alarma que alertaba a los guardias. Habían encontrado el cuerpo decapitado de Terrell en los establos, y teniendo en cuenta que era un noble de la ciudad, esto era preocupante sin dudas para ellos.

¿Qué hará ahora Astrid? 

Escupo al cadáver del hombre. Al final había obtenido lo que había venido buscando. Por un momento pienso en apoderarme de sus pertenencias, pero no quiero que me acusen de robo de modo que me limito a limpiar el hacha en su ropa.

Tras montar de nuevo me dirijo hacia las afueras, tranquila, pues matar en legítima defensa no es un crimen en ningún reino. Por muy noble que fuera ese imbécil, nadie puede ir por ahí atacando a los siervos, violando y haciendo lo que le venga en gana. Existen leyes, sobre todo en las grandes ciudades, donde los gremios de artesanos y mercaderes tienen mucha fuerza. No sería la primera vez que un noble acaba humillado en público o despojado de sus títulos por violar a una campesina o cometer algún otro desmán por el estilo.

Pese a todo preferiría poner tierra de por medio, pese a estar segura de poder demostrar mi inocencia si los guardias me encuentran probablemente tendré que perder algún día en los calabozos y responder ante el magistrado de turno. Preferiría estar lejos cuando encuentren el cuerpo del noble pero al llegar a las puertas de la ciudad me encuentro en que ya las han cerrado.  

-Tsk- Chasqueo la lengua con disgusto. Sin más opción busco la posada más cercana. Tras dejar el caballo al mozo de cuadra entro al recinto y busco asiento tras pedir cerveza y algo de caliente para cenar.

Silos se arrodilló ante el galante noble, haciéndole una sentida reverencia, tras la cual se irguió y colocándose ambas manos entre las mangas de la extremidad opuesta, se dispuso a relatarle con cierto deje de admiración en su voz:

-Doy gracias a Zeus y a vos mi señor por permitirme hablar con vos, soy Silos Decumea o Silos el Renacido como algunos me llaman-dijo haciendo una burda presentación para luego responderle sin dilación- en cuanto a mí, pues lo cierto es que tras descubrir cual era la verdadera fe y recibir la formación en el templo de Zeus de la ciudad de vuestro padre, opté por echarme a los caminos y difundir la auténtica religión por todo el mundo; la mayoría de los sacerdotes dijeron que estaba loco y que acabaría muerto, seguramente no estén demasiado errados, pero es lo menos que puedo hacer para agradecerle al todopoderoso Zeus, pues es la única forma que conozco de expandir nuestro credo -continuaba hablando el sacerdote denotando lo locuaz que podía llegar a ser- en cuanto al torneo, pues teniendo en cuenta que la gente odia a los predicadores de otras creencias, me dispuse a intentar inspirar a las masas para así atraerlas al culto Olímpico, y nadie inspira más que un campeón de torneo -dijo con cierta esperanza en su voz para luego cambiar a uno más cercano y decir- además, antes de ser sacerdote era mercenario, y para qué mentirle, me gusta la lucha -terminó diciendo con una sonrisa.

Tras relatar su historia, el helenista viendo el carácter bondadoso de su interlocutor le dijo a modo de ofrecimiento:

-Y en cuánto a vos mi señor, ¿estáis aquí por el mero combate o es que los dioses os mandaron con la misma misión que a mi? -tras hacer una pausa dijo en tono arrepentido- pero perdonadme vuestra merced, debéis estar hambriento, ¿os gustaría compartir la mesa conmigo? -expuso mientras sacaba de su talega un trozo de ración para disponerse a devorarla.

Oktael agradeció en silencio y con un leve asentimiento de cabeza las palabras de Sir Hagen. Sabía que sus palabras eran sinceras, pero sin embargo, el africano se sentía en deuda. 

- Creo que me vendría bien un trago mi señor.- dijo finalmente aceptando la invitación. Le dolía el hombro izquierdo luego de un mal movimiento realizado en el combate. "No debí haber forzado el ataque por el flanco izquierdo al comienzo, fue imprudente y contraproducente" pensó para sí. 

Sintiendo un poco de melancolía, y ahogándose en sus recuerdos, Oktael le preguntó a Sir Hagen - ¿Cómo anda su familia, mi señor?- preguntó pensando sobretodo en el pequeño hijo del noble, a quién le había tomado cariño luego de tantas horas compartidas. Si bien habían llegado juntos a la ciudad, un recado comercial de Sir Hagen encomendado al africano lo habían mantenido ocupado en una región distante el último tiempo.

Oktael miraba acongojado a cuanto chico se cruzaba en su camino. Cada sonrisa le recordaba a su propio hijo, y anhelaba que no él no la haya perdido. Por ese sentimiento es que desarrolló cierta empatía con el joven del noble, quizás llenando el hueco dejado por la ausencia de sus dos hijos.

"Mbomba, te encomiedo la vida de mi familia" rezó para sí mismo, como cada vez que los recordaba.

Al ver que no tenía dinero para pagar absolutamente nada, y para evitar problemas con el dueño de la posada, decidí dormir en el callejón. Extrañaba mi hogar, pero eso seguro era debido a la falta de una cama caliente y un plato de comida que siempre tenía asegurado... Me sorprendió ver a varias personas en la calle a estas horas de la noche, especialmente porque muchos de ellos se acomodaban entre los callejones para poder dormir y el resto eran los ladrones que acechaban en la oscuridad, a la espera de una presa...

Ah, mi hijo – comenzó a recordar y se reía unos instantes.

¿Sabes? Antes de partir para aquí, estaba con su tío. Creo que se iban a ir al bosque de las ruinas del imperio, para visitarlas. Mi hermano cree que es muy importante enseñarle la historia de nuestra nación.  Cree que un futuro Earl debe tener todas estas nociones, de dónde viene, hacia donde va.

Yo preferiría darle más lecciones de economía… de leyes, o incluso de combate. Pero bueno, él cree que la historia es fundamental. No voy a oponerme. Después de todo yo…

En ese momento Hagen se sintió algo abrumado. Como que abandonaba muy seguido a su hijo de tan solo 11 años. Luego tragó algo de saliva, observando a su compañero y fiel amigo, y asintió la cabeza unos instantes.

Me lastima, para serte honesto, que no puedas reencontrarte con tu familia. Sé que piensas en eso todos los días. Mi último explorador, que fue a tus tierras nativas de Closumbrú, no encontró nada sobre ellos. Desconozco donde estarán. Ojalá encuentren alguna respuesta, o algún indicio de su paradero.

Caminando, los hombres terminaron llegando a la misma taberna donde estaban todos los demás. El tabernero terminaba de limpiar el desastre hecho en su bar, y comenzó a servir comida.

¡Levántate! ¿Crees que un luchador del torneo puede dormir en un sucio callejón? ¿Sin refugio ni cobijo?

Que menuda estupidez.

Levántate de una vez. Vamos adentro de la taberna.

Ahrem negaba con la cabeza observándole con atención.

Te vi combatir, eres muy bueno. Lograste vencer a ese hombre con gran técnica. ¿Combates en la guerra? Mi hermano participa para el reino de Roland… sé que somos enemigos, pero bueno, si Dios lo permite, quizás comencemos a tener paz en nuestro reino. Nada quiero más que un poco de paz aquí, ¿sabes?

Vamos, lo digo en serio. Yo me encargaré de tu estadía. No dejaré que duermas ahí.

Genial, muchas gracias querido amigo. No te preocupes por la comida, en serio, me ayudaste antes. No podría cobrarte por darme semejante ayuda a cambio de ninguna recompensa. Comerás gratis antes que tengas que irte de la ciudad.

El tabernero así observó que el equipo de Lucas estaba más deteriorado.

¿Participaste en el torneo?

El hermano del tabenero había llegado a la escena. Este era más alto que el otro, y con aspecto más serio. Observó el desastre y se tomó la frente.

¡Julio! ¿Qué paso? ¿Por qué este desastre?

¡Felipe! Esos rufianes han vuelto. Rompieron todo, querían que les pague nuevamente protección. ¡3 veces en la misma semana! ¿Puedes creerlo?

Se negaba con la cabeza. Este se sentía muy irritado, pero sobre todo cansado.

Por suerte aquí este caballero estaba cuando ocurrió todo. Mató a dos de ellos, y los demás terminaron huyendo.

¿Ah sí?

Entonces Felipe observó con atención a Lucas. Lo analizaba detenidamente.

Que bueno entonces. Recompensa al hombre con alojo y comida. Siempre vienen bien los grandes héroes por aquí. En los barrios bajos solo puedes ayudarte a ti mismo.

Mientras que Felipe hablaba, Astrid había entrado en escena. Esta tenía una actitud un poco paranoica, pero trató de relajarse y se sentó en una mesa aislada de los demás.

Pasaron unos minutos, y todos los que estaban el bar ya tenían un trago y un plato de comida.

Qué casualidad… dijo en voz alta Ahrem, observando a todos los presentes.

Todos ustedes participaron en el torneo. Todos lo hicieron bien.

Bueno, sé que algunos no lo consiguieron, pero es mucho más de lo que yo podría lograr – rió un poco, mientras se rascaba la cabeza.

¿Todos ustedes participaron en el torneo de Banderlei? Que interesante…

¿Saben de qué consta la segunda etapa? No es información que se divulgue demasiado por las calles. No todos lo saben. Después de todo, el torneo se hace solo cada veinte años.

Silos el renacido…

Ageslao se tomó de su cabello unos instantes. Como tratando de recordar algo.

Conozco tu nombre, sacerdote. Te han catalogado como un lunático sin escrúpulos en la capital de donde provengo.

Pero lejos de eso, te veo como alguien bastante sensato. ¿Así que has decidido dedicar tu vida a Zeus?

Permíteme este consejo… los dioses pueden manejarse bien solos. Créeme al decírtelo. Los dioses no necesitan tu ayuda. En cambio, deberías empezar a plantearte lo siguiente: ¿Con qué propósito sigues con vida? Te aseguro que no es para ser un simple mensajero de la palabra divina. Creo que los dioses quieren algo un poco más grande para ti, y deberías empezar a buscar por ese lado.

Ojalá pudiera quedarme a comer contigo. Pero debo marcharme. Esta por caer la noche, y tengo que reunirme con mi hermano en un pueblo cercano de aquí. Hay asuntos políticos que atender… creo que se podría avecinar una guerra. Y no me refiero a una con Roland.

Nos veremos en la segunda etapa del torneo, Silos el renacido, mantente vivo hasta entonces.

Ageslao se subió a su caballo, después de lo que sea que Silos pudiera haberle respondido, y cabalgó rápidamente hacia afuera.

Alfin habia terminado de afilar mi preciada arma, que tanto necesitaba de un buen mantenimiento. Para celebrar su nuevo filo y posiblemente estrenarlo, me diriji a las calles de Banderlei en busca de alguna taberna para emborracharme. Era lo comun en mi y el habito que tenia en Munsvrich despues de cualquier pleito, emborracharme y buscar otro mas! Entre a la primera taberna que vi con las ansias de beber presentes y algo me arruino la sorpresa. La taberna estaba totalmente destrozada, con sus mesas esparcidas y tiradas. Alguien ya habia empezado la jerga antes de que el glorioso animal entrase en calor? Indignante!

Pero no todas las posiblidades estaban perdidas, habian entrado algunos de los participantes del torneo que celebraba la ciudad. Aun podia esperar a que se emborrachasen, perdiesen su control y solo bastaria un puñetazo para empezar otro festival de la salvajidad! Sin embargo, casi de manera de evitar mi descontrol repentino, el tabernero entablo conversacion con los presentes, preguntando sobre el Torneo.

-Espera, solo se realiza cada veinte años?! Juraba por Odin que lo celebraban cada año. De no ser por aquel Noble Vincenzo mi preciada recompensa se hubiera ido al cuerno.

Sí, es así… dijo Felipe, mientras servía una cerveza, disponiendo a tomársela.

La gente le tiene miedo a este torneo… - observó a los presentes, cuidadosamente. ¿Conocen la tragedia del rey Kilmmor II? 

Aveline se mantuvo de espaldas a los distintos grupos de gente habían llegado. Cuando recibió su plato de comida y la bebida, bajó su máscara para poder comer y beber, eso, sin quitarse la capucha, no podrías ver su rostro a menos que esta se diera la vuelta o tu te colocaras frente a ella.

Estuvo comiendo y bebiendo en silencio perdida en sus propios pensamientos, pero a su vez escuchando las conversaciones y palabreos que se daban en el interior de la taberna. No habían muchas personas, por lo que los pocos que empezaban una conversación, si hablaban con suficiente fuerza, lo podrían escuchar todos.

Cuando Charles había señalado su ignorancia respecto al torneo, no pudo evitar soltar una carcajada un tanto sonora. Pero se recompuso rápidamente y continuó con la tarea de llenarse el estómago pero a su vez, escuchando lo que parecía ser una interesante anécdota que narraría aquél humilde tabernero.

Lo del torneo ya es agua pasada. Respondió al tabernero tratando de no mostrar su malestar cuando vio llegar al hermano. No se sentía de humor para aceptar caridad por mucho que ellos dijeran que se lo había ganado. Tal vez llevaban razón y era sólo su humor de perros.

Os lo agradezco, señor, mas no albergáis deuda ninguna conmigo. Vuestro hermano ya pagó esa deuda antes del torneo. Si no deseáis nada más terminaré mi vino e iré a descansar.

¡Cada veinte años! No viviré tanto. Tras aquellas devastadoras palabras su determinación de viajar hacia el territorio de las tribus se hizo más fuerte. En su cabeza de soldado sólo allí tendría una oportunidad de alcanzar la grandeza o moriría rápido. Ambas posibilidades le valían.

Escucho a Lord Ahrem cuando me reprocha por dormir en las calles. Lo miro al rostro y le explico:

-Mi lord, me encuentro en esta situación debido a que robaron mi monedero momentos antes del torneo, y para participar tuve que vender todas mis posesiones, desde mi montura hasta las tiras de cuero de mis guanteletes. Agradezco vuestra compasión, y aunque mi familia me reproche aceptar la ayuda de un Rolaniense, aceptaré vuestra oferta. Su hermano y vos han demostrado ser mejores cristianos que cualquier persona en esta ciudad. Juro por Dios y mi honor que pagaré esta deuda.

Entré junto a Lord Ahrem a la taberna, via una mujer sospechosa comiendo, ya que tenía el rostro oculto y estaba armada, no tenía la estatura como para ser una mujer del norte, por lo que decidí estar alerta ante aquella desconocida. Vi a los demás participantes del torneo, y supe que muchos de estos eran personas honradas, por lo que decidí centrar mi atención en aquella mujer...

Oktael apreció el gesto de Sir Hagen. Conocía a fondo los esfuerzos de su señor por recuperar a su familia.

- Gracias mi señor. Ha hecho más de lo que yo podría devolverle, y mi gratitud y lealtad con usted y su familia va a ser por toda la eternidad.- hizo una pausa en la que dejó escapar un suspiro.- Calculo que mi familia esté desperdigada en este continente, así como fui traído yo.- sus ojos vidriosos lo miraron fijamente, con una intensidad inusual.- Espero no se ofenda con mi comentario, pero el joven Earl... es como un hijo para mí. Y no puede haber tenido mejor padre, siempre tan pendiente de él. - 

Cuando entraron a la taberna les llamó la atención el desastre que había adentro. Parecía que una batalla había sido más intensa allí que en la misma arena del torneo. 

Sin levantar mucho la voz, Oktael le preguntó a Sir Hagen

- Mi señor, ¿Conoce usted a esta gente? Parece haber gente importante aquí! ¿Qué le pasó al Rey Kilmmor II? Disculpe mi ignorancia, pero la historia y costumbre de este continente, escapa mis conocimientos! -