Partida Rol por web

La brutal embestida de Victorinus habría tomado a William por sorpresa, quién ahora yacía en el suelo, con las manos de este sobre su cuello. William miraba a sus alrededores, para ver si de casualidad podría conseguir algo lo suficientemente fuerte como para defenderse del gigantón que le aplastaba y le dejaba sin aire.

Por mera suerte del destino a su diestra se encontraba una rama caída de un árbol, de un tamaño y grosos prominente, capaz de hacerle un mínimo de daño a Victorinus. Fue entonces cuando con esfuerzo se estiró hasta él y le atacó a la cabeza con el mismo.

Victorinus perdió el balance por unos minutos. El golpe le abriría una herida en la ceja de la cual empezaría a salir algo de sangre. William trató de aprovechar este momento para levantarse propinándole otro golpe a la bestia.

Victorinus cayó con este segundo golpe, pero lejos de noquearlo lo que logró el desgraciado caballero fue enfurecerlo aún más. Para cuando William se reincorporaba ya Victorinus estaba frente a él, otorgándole un fuerte golpe en la cara que le rompería la nariz, y de tal golpe el balance, cayendo nuevamente en la grama.

Victorinus tomó al tipo de su ropaje, le levantó lo suficiente como para propinarle otro golpe con suficiente fuerza como para dejarlo tendido.

Por una resistencia desconocida, William no se había desmayado, pero la paliza fue tal que apenas y tendría fuerzas de levantarse en esos momentos.

Victorinus Apolienensis se hallaba ahí, mirando a William con la intención de golpearlo hasta morir, pero más que un bruto de poca monta que se revuelca en su propia inmundicia, era un hombre de principios. Y su principio era el oro, y si su duende mágico de la olla de oro se moría, no iba a poder sacar más monedas de la dicha.

Se agachó, agarrando a William del cabello, halando su cabeza de manera de que este le pudiera ver a los ojos.

—¿Quién eres, con cuántos estás, qué haces aquí? Habla antes de que pierda la paciencia y termine por partirte las piernas, mamón.

Aunque estuviera todo magollado por el combate, mi honor estaba intacto. Escupí la sangre en mi boca al rostro de aquel hombre, y empecé a reír.

-Tal vez rizos de oro este muerto, idiota.- Reí nuevamente a carcajadas, esperando el un posible golpe.

Tal vez nos veamos pronto, Guinevere

Sintió aquél escupitajo en la cara como si de una cachetada se tratase. Detestaba completamente que le tocaran la cara, de cualquier forma. Más aún odiaba una ofensa tal como era escupir la cara de un hombre, claro, cuando se trataba de él.

Escuchó entonces lo que William dijo, lo que le cayó como una patada en los cojones. No era que le interesara en lo más mínimo Kyle de Vincenzo, pero si no estaba vivo, no hacía dinero, si no hacía dinero, no tenía motivos para estar en ese bosque.

Se limpió la cara, le propinó un fuerte golpe capaz de desmayar a William. —Ya veremos —fue lo que dijo. Tomó sus cosas del suelo, colgándose el saco con la carne. Seguidamente tomó a William y trató de levantarlo hasta el punto de cargarlo en su hombro. Y mientras llevaba la carne y a William se dirigía a las ruinas donde acampaba con Kyle, para comprobar que el idiota estuviera muerto.

¿Y si así era qué? Nada.

Ya en las ruinas, con una lluvia apenas menos intensa que hace un rato atrás, el grupo se hallaba dentro de la casa de Kyle. A los pocos minutos, apareció el gigante Victorinus, quien cargaba en su hombro a un William totalmente deshecho por una golpiza increíble.

El corpulento luchador arrojaría a William sobre el suelo y observaría a todos los demás. Kyle, en seguida miraría a este muy sorprendido e indignado.

¡Demonios! ¿Qué le has hecho?

"Victorinus, prominente e imponente, llevaba aquél saco tejido por las sirvientas de algún noble mercader las cuales servían como propósito de sus ingresos. ¿En el saco? Carne de ciervo del espeso bosque. Aquél saco tejido rebosaba en peso, el olor a hierro que despedía la sangre era exhaltante y escabroso. El rastro que dejaba con cada gota que caía de ya muerto animal hacía ver que este hombre traía una carnicería dentro, que hasta en tus más recónditos pensamientos te harían suponer que se trataba del cuerpo de un hombre asesinado, y sin embargo, nada más alejado de la realidad.

Victorinus Apolienensis. Sí, dichoso era su nombre, desgraciada su presencia, sobre todo para aquél que se cruzase en su camino. Aquél conocido por todo el Reino de Pulkria y Roland, conocido como el Destrozador de Cráneos. Un mercenario asesino, de lo más férreo y sanguinario que alguna vez hayas escuchado hablar en esta vida tuya. Vestía de una armadura de cuero basante ligera y refinada, la cual resaltaba por unas placas de acero gruesas pesadas en exceso para el hombre común, y que nada pesaban para él, pues su altura no era menor a dos metros y su contextura era físicamente imposible para el soldado promedio. Era sin dudas una maldita máquina de carne.

Victorinus llevaba a su costado un mandoble, cuya funda en ocasiones golpearía con alguna que otra roca. En su espalda colgaba un arco, un portador de flechas y -naturalmente- flechas en este. Probablemente las usó para cazar a lo que sea que esté dentro del saco."

Y ahora Victorinus llevaba en sus hombros a William Grado, a quien tiró dentro de la casa, al sospechar que este era algún mercenario o asesino enviado a quitarle la vida a Kyle.

Observó extrañado al grupo que aparecía frente a él dentro de esa casa, acompañando a Kyle, quién había arrendado su espada a cambio de protección. Ante la pregunta de este, miró a William, largó una carcajada amarga y luego dijo.

—El muy idiota se atrevió a desafiarme cuando le exigí respuestas. Creía que era otro de esos idiotas enviados por tus hermanos o por algún otro noble de mierda que quería desollarte. ¿Y? ¿Quién es este grupito tan pintorezco?

Kyle observó al gigante y tras su respuesta, tuvo que apartar la cara unos instantes, puesto que realmente no pudo evitar la risa. Quizás por pensar en como William pelearía con semejante montaña, tal vez porqué en lo básico y sencillo que es Victorinus, era fácil deducir que estaría cometiendo un acto de nobleza extrema al apalearlo. Pero por supuesto no quería que los demás viesen como se reía.

Empezó a mirar a William y se percató que seguía respirando, por lo que estaba muy aliviado.

Pues... con nosotros tenemos dos nobles del reino de Roland - señaló a los hermanos - los demás no sé quienes son. Excepto el negro, quien luchó en el torneo de Banderlei. Gran luchador.

Aunque la pregunta más clave es, qué hacen aquí.

¡Santo cielo, mira a William! ¡Casi lo matas! ¡¿Estás demente?!

¿Matarlo? Este idiota salió barato. Solo está un poco noqueado por haberme escupido en la cara.

Soltó una carcajada para luego escupir hacia un costado. Entró entonces a la habitación ignorando al resto de los sujetos tras la presentación de Kyle, dejando el arco, las flechas y el saco con carne en una esquina apartada de la habitación. Se paró junto a Kyle, manteniendo una mano en el mango del mandoble.

Bien, a juzgar por el olor, has tenido una buena cacería - observó el saco que este arrojó al suelo - bien hecho. 

Entonces observó a los demás presentes.

Vale, si vais a quedaros aquí a pasar la noche, lo mínimo que podrían hacer es cocinar el ciervo cazado. 

Pólux estaba empezando a perder la paciencia con aquellos individuos que en la dichosa ruina se encontraban, mas aunque le hubiese encantado, partirle la boca a semejantes prendas, sabía que podía resultarle caro a su grupo, por lo que apretó su puño y respondió con mordacidad a las palabras del orgulloso noble, que osaba tratarlos como si de unas sirvientas se trataran:

-¡¿Cómo?! ¿que cocinemos para vos? ¿acaso tenemos pintas de cocineras? -preguntó un tanto airado- que yo sepa, estas ruinas no os pertenecen, así que no os debemos nada, agradecido tenéis que estar de que no os hallamos pasado por la espada... -expuso mientras se dirigía a su caballo dispuesto a sacar una de sus raciones si aquel tipo no quería compartir la comida- así que no os deis tantos aires y colocar vos mismo la carne en un espetón -concluyó a la vez que se dirigía hacia William y le daba un poco de agua y unas bofetadas leves para que volviera en sí.

- Muchas gracias buen hombre - Le dijo a Kyle, llevó la mirada para conectarla con la de Pólux - El cocinar se me da bien, después de todo me gustaría enmendar mis acciones al intentar cometer tal ofensa. - Señaló el cuadro - ¿Dónde está la cocina? - Le insinuó algo a Pólux, con una mano sujeta al cinturón donde llevaba las sobras de aquellas plantas misteriosas.

Oktael se sorprendió al ver aquel hombre gigante. Pero su furia no mermó cuando vio a su compañero tirado, casi al límite de la muerte. Tomó su lanza y miró a sus compañeros
-Esto no puede quedar así...- cada vez le gustaba menos aquel noble y su mercenario. - William es uno de los nuestros...- 

Cuando se estaba por dirigir a enfrentarse al gigante, Edain hace su aparición y acepta de buen grado cocinarle a Kyle. Al principio Oktael no lo entendió, pero su furia dio paso a la resignación y aceptó.
- Te acompaño Edain...- dijo casi en un susurro.

Bien, me alegra ver que alguno de vosotros - dijo en un tono fuerte, mirando a Polux - sabe ubicarse y darse cuenta que está invadiendo al otro sin su permiso. 

Allí esta la cocina - señaló la misma.

Al dirigirte a la cocina, verías un fuego encendido que usarías para calentar la comida.

El mercenario creyó entender las intenciones del mercader, con el cual coincidía completamente, por lo que para no levantar ninguna sospecha, asintió con pose estoica a Edain y le dejó que se marchara a "cocinar" a la vez que el seguía comiendo parte de su ración, pues el hambre lo atenazaba y no pensaba esperar mucho tiempo, o al menos, eso es lo que les diría al tal Kyle y su perro faldero si le preguntaba...

Y una vez que el tumulto había mermado, ahí te encontrarías, en la cocina, que tenía vista hacia las afueras, donde se encontraban Kyle y el resto. El saco con el ciervo que habría casado Victorinus horas antes se encontraba dentro. Estaba despellejado, así entenderías que el gigante no es alguien que le guste perder el tiempo.

O quizás te encontrarías en el salón, adolorido, cansado, tratando de apaciguar tu ira. Bajo la constante mirada de Kyle y Victorinus, quienes no parecía que esta visita les haya alegrado el día, incluso en un bosque tan desolado y perdido como este. Mejor dicho, especialmente en un bosque tan perdido y desolado como este.

Ahí tu decidirías que hacer, cuál sería el próximo movimiento a ejecutar, sea cuales sean tus intenciones, era hora de que las volvieras acciones.

Ya un poco más calmado, Victorinus se sentó sobre una mesa, cerca del fuego. En esta se hayaba un jarrón de madera con algo de vino, a la par que unos vasos de madera misma. Incluso dentro de toda la notoriedad y la nobleza que representa Kyle De Vicenzo, habrías entendido que las ruinas no se podrían encontrar en un aspecto más humilde.

Y ahí se sentó, y se dispuso a servirse, y se dispuso a beber del vaso.

A su vez, de un saco que se encontraba debajo de dicha mesa se encontraba algo de queso y pan, del cual empezó a comer para apaciguar el hambre.

Y comió, y observaba con quietud y temple las acciones de los 'invitados' dentro de aquellas ruinas. En ocasiones, miraría hacia la cocina en espera de como iba la comida, pues ya hacía bastante que no comía carne y estaba bastante ansioso. Y de ahí, miraba a William, pensando que quizás se le fue la mano un poco, aunque no fuese que importase realmente. Luego miraba a Polux, quién se mostraba más sobrio, pero notablemente mucho más molesto que el mismo negro que le amenazaba minutos antes.

Y así sucesivamente.

Sentía mi cuerpo pesado y adolorido. Dos derrotas en un día no era algo a lo que estaba acostumbrado. Tras levantarme, vi a mi alrededor y pude ver a Kyle y al gigante con el que peleé anteriormente, y empecé a reír. Principalmente, porque pensé que no despertaría.

-¿Ya estás tranquilo, gigantón?.- Esto lo dije en tono de burla, pero sin hostilidad alguna. Me levanté con un dolor familiar en la nariz, por lo que la tomé con mis dedos y la reparé (sintiendo un dolor enorme). Sentía como la sangre empezaba a salir de mi nariz, pero esto no importaba mucho. Acto seguido, me volví a acostar tratando de descansar mi adolorido cuerpo. Sin embargo, no dormiría.

El guerrero se alegró bastante al ver que William recuperaba el conocimiento, por lo que en cuanto este se sentó a descansar le dijo:

-Me alegra que estés bien amigo, de lo contrario las cosas se complicarían bastante... -expuso mirando al enorme guerrero- espero que los golpes no hayan afectado a vuestra sesera jajaja -rió como quitando hierro al asunto- si necesitas vendas o algo, estoy seguro que a Varen no les importa compartirlas, aún quedan unas cuantas de cuando salimos de la enfermería... -concluyó dispuesto a ayudar.

Acto seguido, viendo como la comida tardaba en prepararse, le dijo a los desconocidos:

-Parece que la cosa va para largo, ¿os apetece jugar a los dados? - dijo en su característico tono despreocupado, pues es bien sabido que todo mercenario que se precie, tiene debilidad por los juegos de apuestas.

De esta forma, sacando un cubilete y unos dados bastante usados, invitó a aquel dúo de hombres y a todo el que quisiera participar al simple juego del dado más alto. Así pues, empezó él diciendo:

-¿Cuál es la apuesta inicial? ¿un par de monedas os parece bien? -expuso sacando parte del oro que consiguieron de Nikómedes e incitando a los demás a jugar.

No obstante, pese a que todos tomarían al tarugo de Pólux como un adicto al juego, el hombre no era ningún idiota, su estrategia era la de distraer a sus "anfitriones" y que no prestaran mucho atención a la cocina...