Partida Rol por web

De nuevo Shandal los había subestimado. Aunque sabía que algunos de ellos eran capaces de percibir su aroma, ahí estaba, un gran error sin duda. Cuando Balthor conjuro el murciélago sintió como el arcanista comenzaba a huir. Demasiado tarde. Antes de que pudiera alejarse lo suficiente, su silueta fue contorneada por el conjuro lanzado por Aerin. 

Agatosh, quien había acumulado bastante ira y resentimiento hasta ese momento, se abalanzó sobre él. Con gran rapidez, desenfundo su espada y realizó un profundo corte de arriba abajo. En aquel momento, la invisibilidad de aquel malnacido, se vino abajo, mostrándoles a un Shandal sudoroso, temeroso y herido. Podían oler el miedo en él. 

—Me rindo— pronunció con voz débil mientras levantaba sus manos. 

Instantes después Cylina logró encontrar su odre de agua y comenzó a verterlo sobre la vampiresa, apagando las llamas que amenazaban con consumir su cuerpo. Su pies se mostraba ennegrecida y tirante, mientras que su rostro se tornaba inmóvil, en una mueca de sufrimiento. No sabia si estaba muerta o viva, llevaba unos segundos sin emitir ningún grito. Aquello carecía de importancia, pues comenzaron a oír las pisadas de los guardias demasiado cerca. En los próximos segundos, si no se marchaban de allí, tendrían que alzar sus armas y luchar.

Ante las palabras de Abelgos, Marcus, el antiguo capitán de la guardia, negó con la cabeza. La tristeza de su rostro lo explicó todo. El juego de sombras orquestado por Shandal y el chupasangres había destrozado su reputación en la ciudad de Norul. Algo que también podía ocurrirle a la Hermandad si no obraban con cautela. 

Cuando llegaron a la entrada de la mansión Grigory y Alya abrió la puerta, dispuesta a salir, los Vigilantes encontraron la calle repleta de hombres armados. Con rapidez cerraron la puerta e intercambiaron miradas de asombro en completo silencio. Por fortuna para el grupo, los soldados allí reunidos no se habían percatado todavía de su presencia. 

Con precaución se asomaron a una de las ventanas cercanas y examinaron el lugar. Al menos dos veintenas de combatientes se encontraban distribuidos por el lugar, entre los que encontraron vasallos de Sr Atrox Belon, guardias de la ciudad y paladines de Iomedae. 

Existía una posibilidad de salir de aquel lugar sin ser descubiertos, aunque era arriesgada. El lado Este de la casa, en la cual se encontraba la salida del servicio, había menos número de guardias. Si lograban caminar en completo silencio, acompañados de las sombras, podían llegar a los callejones y de allí avanzar a los barrios menos favorecidos.

Miré a Ildyra de soslayo ante su comentario. -Lo hago, pero que mi opinión no te afecte, cada cual vive su vida a su manera.

Luego de eso si que se encuentran en un buen problema. -¿Quien fue el que me dijo que el sigilo no iba con el grupo? Fue el gatito grande ¿No? -Alzo un brazo como si lo tuviese delante y pudiera asestarle un derechazo en la quijada.

Las pociones para cambiar de aspecto puede que tengan su utilidad ahora pero yo ya la he gastado. Tampoco sé si Marcus y Mercer conservan la suya. -Les miro para que confirmen.  En cualquier caso puedo pasar sin ser visto. 

¿Pasamos a hurtadillas en dos grupos? ¿Los que tienen cambio de aspecto y los que no?

Gruñó, con ganas de volver a descargar su espada sobre Shandal, pero consciente de que valía más vivo que muerto, así que se contuvo y, en su lugar, guardó el arma; ahora que le tenía tan cerca, no la necesitaba, con sus garras, sus dientes y su cornamenta podía dar buena cuenta de él sin necesidad del acero, cosa que, esperaba, también viera el mago.

—Si haces algún movimiento extraño, si te escucho murmurar, lo que sea, te soltaré y te despedazaré antes de que toques el suelo. ¿Me has entendido? —Ni siquiera esperó respuesta, le cogió en volandas y, con las mismas, se elevó en el aire, saliendo por la ventana, rota a causa del impacto anterior.

—Hora de irse —dijo a los demás—. Vamos, esperemos que el archimago pueda controlar a estos dos.

Esperó a que recogieran también a la vampiresa y, con ambos, se puso en marcha atravesando el cielo nocturno.

Con todo el pescado vendido ahora tocaba largarse, esta vez Shandal estaba mas o menos controlado, la vampira podía ser un problema, por ahora tocaba atarla y que no se la jugara durante el trayecto.

- Yo te llevaré, y si intentas algo rato de muerto viviente, recuerda que puedo lanzar rayos y quedarte más quemada de lo que estás.

Clavó sus garras en la carne muerta y alzó el vuelo tras Agatosh, pero antes invocó unas zarzas en la entrada por donde deberían venir los soldados para darles más tiempos.

- Vamos allá, que ganas de pasar el problema a otra gente.

Al final la persecución a la vampiresa se había resulto más rápido de los esperado y con el aliciente de haber atrapado al cobarde de Shandal, pero aún tenían que salir de allí antes de que los guardias llegasen.

—Sois unos auténticos caballeros por ofreceros a llevar los bultos—. Dijo con cierta sorna la bruja. —Pero Shandal es un mago, mejor maniatarlo y amordazarlo antes que fiarnos de su palabra.

Aunque fuese atado y amordazado pensaba quedarse cerca de Agatosh por si el mago intentaba algo durante el camino, al fin y al cabo si iban volando e intentaba algo, mejor sería que acabase estampado en el suelo que libre.

Miró la escena mientras se encogió de hombros. Lo que no le terminaba de convencer de los vigilantes era su manía de querer vivos a todos. La muerte era parte del ciclo de la vida, y una alternativa en ocasiones más fiable.

- Como veáis, pero si alguno de ellos hace la más mínima tontería, lo prefiero convertido en pasto de gusanos debidamente purificado como con esos necrófagos quemados. O no sé, hubiese sido divertido apagar las llamas con agua bendita.

Lanzó una carcajada suave. En realidad, seguía potenciando la maldición que perjudicaba a la vampiresa, pero el espectáculo le venía bien para meter más miedo.

La quietud de las calles de Norul fue interrumpida de imprevisto por un estruendo originado en la escuela de magia, la torre de Arcanum. La mirada de los Vigilantes se enfocó con rapidez en aquella dirección, justo en el instante en el que el edificio explotaba. Las gruesas piedras que componían las paredes, fueron despedidas a su alrededor, creando una lluvia destructiva que cayó sobre los edificios cercanos. Mientras tanto, largas e intensas lenguas de fuego, consumían con rapidez la estructura, provocando que este se viniera abajo poco después. 

El desazón se abrió paso en el corazón de los aventureros de la misma manera que haría un cuchillo caliente ante la mantequilla. Fue veloz, contundente y abrasador. Fue un duro golpe que les impidió respirar durante unos segundos. Después de todo aquello era otro nuevo golpe para la Hermandad. 

¿Qué debían hacer?