Partida Rol por web

El rostro de Alya permanecía tan determinado y serio como siempre, pero la palidez de su piel era mucho más notoria... Y su postura delataba que las piernas no la sostenían con la fuerza que deberían. No obstante, su corazón estaba exultante por el milagro obrado por su Deidad para salvarles en aquel momento desesperado.

... Aunque la aparición de Zalgrán enturbió su ánimo algo, al darse cuenta que la batalla estaba lejos de terminar y debían aún merecer la ayuda divina recibida. Sin duda, aquel guerrero era mucho más temible que una horda de necrófagos. Pero era sólo uno, y eso les daba una oportunidad.

- Necesitaré un momento para incorporarme a la batalla. - dijo con su voz teñida de dolor, llamando a la bendición de su deidad para ayudar a cerrar sus heridas. Lamentablemente, el feroz compañero de Balthor tendría que esperar

Doy otro paso, sin alterar mi rostro, una expresión que podría haberse grabado en la piedra - Vosotros no tenéis ninguna autoridad sobre mi, pero yo si. Esos trucos baratos que hacéis no son verdadero poder.

Miro fijamente a ese tipo que me ha amenazado. Vas a dormir, chico, por supuesto que vas a dormir. Enfoco mi voluntad de bruja e intento someter al hechicero. No hacen falta más palabras, los parlanchines son o unos idiotas o personas que no tienen poder.

Aquellos magos parecía que estaban dispuestos a usar su magia a pesar de estar dentro de la torre y Cylina se preguntaba si ella también podría hacerlo en aquel lugar, por un momento estuvo tentada de intentar lanzar un alarido mágico antes de que se moviesen, pero Aerin parece estar convencida de poder acobardarlos. No cree que la semielfa tuviera la más mínima oportunidad de solucionar aquello sin violencia, pero decidió esperar a ver su reacción, aun así agarró su capucha para retirarla y atacar con su blanca melena en cuanto hagan el mas mínimo gesto hostil.

El comentario de la Ayshel molestó un poco a Ildyra y respondió con un corto. -Con unas horas de margen no se puede hacer mucho más.

Con unos retazos de tela y algo de maquillaje Ildyra se acercó a Vicnan para ayudarle a disfrazarse e hizo lo mismo ella misma, tomandose la poción por si fuera necesario.

Tras aquello, lanzó también un conjuro e intentó seguir a los dos que la precedían.

Derrotada la horda de enemigos, ensangrentado por decenas de cortes, a punto estuvo de cerrar los ojos y respirar profundamente para dejar que la rabia que lo gobernara y enaltecía su sangre demoníaca se desvaneciera; cerca estuvo de dejar escapar esa ira ardiente, hasta que escuchó los pesados pasos propios de alguien acorazado dirigiéndose hacia ellos. Y si por un momento creyó que habían vencido, rápidamente aquella sensación se esfumó, cuando nada más y nada menos que Zalgrán surgió de la oscuridad y se perfiló ocupando la puerta entera. Entró al despacho con naturalidad, confiado, demasiado orgulloso para alguien que había utilizado a un bardo de pacotilla para esconderse detrás de una mascarada.

Agatosh no malgastó saliva en aquél guerrero que se vanagloriaba de su cobardía, apareciendo tras su pequeño ejército de no-muertos para rematar la faena. De todas formas, si esa era la intención, iba a llevarse una sorpresa desagradable pronto. Además, él también sabía jugar con trucos, luces y sombras, señuelos y mentiras.

Su cola se enroscó alrededor de uno de los viales que tenía en su bandolera, lo descorchó con facilidad y, de un trago, se lo bebió. No había terminado de tragar uno de los preparados, cuando ya estaba sacando un segundo.

—Vamos allá —dijo con satisfacción.

Cuando Agatosh y Balthor comenzaron acercarse con largas zancadas, Zalgrán bajo la visera. Tras esto, alzó la alabarda y la extendió hacia adelante, marcando la distancia con sus enemigos. Entre los vigilantes y el caballero les separaban casi dos metros de distancia, la cual no podrían llegar a cruzar nunca si el guerrero jugaba bien sus cartas; sin embargo el alquimista tenia un as bajo la manga. Con gran rapidez extendió uno de sus brazos, pillando por sorpresa al guerrero y atrayéndolo momentos después junto a él. Durante el recorrido, su adversario logró colocar su arma por delante, provocando un profundo corte en el costado izquierdo de Agatosh.

Por otra parte, el bárbaro no desperdicio aquella oportunidad, abalanzándose instantes después sobre él, clavando garras y mordiendo con fuerza su antebrazo. Ninguna gota de sangre salió, pero sintió como la armadura cedía bajo la presión de su mandíbula y los músculos del antebrazo eran presionados por ello. Acto seguido, Caidus desencadeno un efecto de mirada ardiente sobre su familiar, pero este no parecía afectar a Zalgrán. Por el contrario, Alya, tras realizar una escueta plegaría a Iomedae, cargó contra su enemigo, golpeando de manera descendente su pecho. En aquel ataque los presentes observaron la sangre comenzaba a manar de la herida, pero no hubo grito de dolor alguno. En su lugar gritó con fiereza y con una fuerza abrumadora se deshizo de la presa.

Zalgrán, con sus últimos atisbo de fuerza, giro sobre si mismo y golpeo a todos los que estaban a su alcance. Durante el proceso, Agatosh y Balthor a costa de añadir una nueva herida a su colección, continuaron hostigando a su enemigo sin descanso. Solo cuando este cayó cesaron su empeño en destruirlo. Todos respiraron tranquilos, menos Caidus, el cual observaba con el ceño fruncido el cadáver de Zalgrán. Al ver esto el resto de los vigilantes observaron confusos a su enemigo caído. ¿Qué ocurría?

No importo, pues aquella pregunta muda jamás encontró respuesta, Todo ocurrió demasiado rápido. La sangre derramada y el cuerpo del caballero se evaporó con rapidez, para posteriormente propagarse por la habitación, extendiendo un frío gélido antinatural. Por fortuna, el grupo al completo había sobrevivido una vez mas a las artimañas de los hermanos Gregory.

El sonido del duelo arcano procedente de la planta de abajo, resonaba con fuerza y agresividad. Incluso desde el piso superior sentían un cosquilleo en sus cuerpos, causadas por la resonancia mágica que emitían los conjuros de gran poder. A juzgar por todo aquello, la deducción era obvia, ninguno de los dos arcanistas había logrado prevalecer.

Sin dudarlo un solo instante Aerin utilizó sus capacidades sobrenaturales para sumir en un sueño profundo al arcanista rebelde. Al ver aquello, el miedo del posible enemigo se potenció, pero también lo puso alerta. Inseguros e intranquilos, los magos dieron dos pasos hacia atrás y comenzaron a conjurar. A pesar de que la magia crepitaba en sus manos, ninguno se atrevía a iniciar una acción hostil contra los vigilantes. 

—¡Marchaos!— gimoteo uno de ellos en un intento de sonar autoritario.

Ante aquellas palabras cargadas de miedo y un lenguaje corporal agresivo por parte de los magos, Abelgos decidió intentar dialogar para así evitar el conflicto; sin embargo la risotada histérica por parte Aerin lo descoloco completamente, al igual que al enemigo. En aquel momento de debilidad, Cylina aprovecho la situación y rápida como el rayo extendió sus cabellos. Estos, fuertes como cadenas, se enroscaron en el cuerpo de uno de los magos y constriñeron su cuerpo. Antes de que sus costillas comenzarán a ceder, el humano encapuchado logró zafarse de la presa de la bruja. Ante esto, el resto de arcanistas, lejos de quedarse sin hacer nada, desataron su magia contra los vigilantes. Decenas de luces plateadas salieron en cascada de sus manos y comenzaron a golpearles de lleno en el pecho. No importó que tratarán de agacharse e incluso de correr, estas esferas de energías les seguían hasta finalmente impactar. Por otra parte uno de aquellos magos lanzó una llamarada de fuego que les envolvió con fiereza. Cylina y Abelgos rodaron con rapidez evitando así las llamas, sin embargo Aerin no logró reaccionar con velocidad, quemandose en el proceso ropa, pelo y carne. 

Después de aquello, se observaron en silencio, evaluándose y reflexionando si merecía la pena luchar. Sin duda los vigilantes podían vencer aquel combate, pero ¿a que coste? Aerin estaba apunto de caer inconsciente y sus dos compañeros se encontraban gravemente heridos. Eso sin contar que dadas las circunstancias, luchar sin buscar la muerte del enemigo, era prácticamente un suicidio. Por lo que de manera inevitable habrían muertos, lo quisiesen o no. Todos lo sabían, incluidos los arcanistas. 

—Por favor, rendiros. No queremos muertes innecesarias— pronuncio uno de los magos. 

Antes de entrar Vicnan saco un par de túnicas carmesí con bordados dorados, ofreciéndole momentos después una a su compañera. Cuando ambos vigilantes se las pusieron practicaron durante unos instantes en conjunto la postura y los gestos de los sacerdotes del lugar. Era creíble. 

Ayshel, en lugar de llevarlo por la puerta principal, los llevó por una puerta secundaria igualmente custodiada. Los guardias allí presentes, al ver a la paladina, se enderezaron y saludaron con una inclinación de cabeza respetuosa. Vicnan e Ildyra, cruzaron el umbral de la puerta en completo silencio. Cuanto menos hablasen, mejor. 

La campeona de Iomedae los guió por las entrañas de aquella catedral militarizada. Como era de esperar, en la noche, sus gruesas paredes desprendían un frío atroz y el silencio reinaba el lugar; sin embargo cuando estaban apunto de llegar al ala donde se encontraban sus posibles enemigos, escucharon una voz a sus espaldas. 

—¿No deberías estar en vuestras celdas?— preguntó el sacerdote con un candil en sus manos—. Es tarde compañeros. ¿Que hacéis por aquí a estas horas intempestivas?

Con la cabeza debajo de la capucha, Vicnan se adelantó.

- Buenas noches, estábamos ocupándonos de un encargo solicitado por Daslicht, pero perdimos la noción del tiempo y nos retrasamos. Ayshel nos escoltó de regreso -

El inquisidor esperó que una respuesta rápida, y la mención de Daslicht, fuera suficiente para satisfacer al sacerdote.

Ildyra refunfuñó algo apenas audible y se encaró con el sacerdote con su sonrisa más radiante, aunque cansada.

— Ya lo sabemos amigo, y nada nos gustaría más que estar durmiendo, pero debemos terminar nuestros asuntos de inmediato.-

Después, sin llegar a ser maleducada, indicó con su lenguaje no verbal que quería continuar andando. — Con su permiso...- E intentó continuar su marcha, aunque dió tiempo al sacerdote a objetar algo para que no levantara la voz, esperó que no lo hiciera.

El sacerdote esbozo una ligera sonrisa, mientras asentía repetidas veces. Parecía como si comprendiese lo que verdaderamente ocurriera y les guardara un pequeño secreto.

—Respetamos los acto de amor e incluso los carnales dentro de esta orden, pero por favor, un poco de decoro—dijo poco después mientras alternaba su mirada entre ambos vigilantes—. Sin embargo no olviden que tales actos en ocasiones no tienen vuelta atrás.

» Gracias por escoltarlos hasta sus celdas Ayshel— añadió finalmente mientras se alejaba del lugar.

La campeona de Iomedae los observó confusa y asustada durante unos instantes. Habían estado apunto de ser descubiertos, pero por fortuna el sacerdote con el que se habían encontrado había pensado mal. Sin duda la mirada seria, acompañada de dos jóvenes de distinto genero, señalaba a una conclusión obvio peor equivocada. En cualquier caso, a pesar de la vergüenza, tenia que incluso estas agradecidos.

Tras aquel suceso el grupo se adentro un poco mas en las entrañas de la catedral. Atrás dejaron las salas de oración, las cocinas, celdas, así como la biblioteca y salas de estar. Minutos después de caminata silenciosa, en la cual no volvieron a toparse con ningún sacerdote, llegaron a un arco de medio punto de unos tres metros de altura.

—Aquí es—aclaró la adusta paladina—. ¿Estáis preparados? Si entramos y erramos no habrá vuelta atrás. 

Vicnan observó el lugar de la misma manera que había examinado todo el edificio desde que habían entrado. De nuevo, ninguna presencia invisible parecía revelarse bajo el juicio de Sarenrae. Por el momento estaban a salvo.

Vaya con los trucos de Zalgran, tenía algo escondido por si los vencían, algo que seguramente era plan de su hermano, Balthor estaba al borde de caer y Ronroneo estaba inconsciente y bastante mal, necesitaba ayuda urgente.

Uso su poder curativo para cerrar lo peor de las heridas, pero estaban lejos de encontrarse perfectamente, y ni siquiera sabían lo que les esperaba fuera. No iba a cambiar de forma aún, estaba mas seguro en este momento como tigre que como humano.

- Esta ha sido buena, por poco no lo cuento. ¿Estáis bien? Aún me queda un poco de poder. Pero vaya estreno, no tenemos nadie para interrogar, y afuera lo mismo nos espera el hermano enfadado. Pero alguien tiene que pagar por esto, el actor, los muertos vivientes, nos han tendido una emboscada de las buenas y hemos caído de lleno.

Vicnan sujetó la empuñadura de su cimitarra y promulgó una nueva plegaria a su diosa.

- Estoy listo - dijo, y miró a Ildyra esperando su confirmación.

Un combate demoledor... y todavía no habían acabado. Lo peor era que todo había sido un engaño. Sus esfuerzos, aunque no inútiles, habían logrado algo muy distinto a lo esperado, aún no sabían lo que les esperaba abajo y todavía no había contado su inmediato descubrimiento a los compañeros. Rápidamente les contó a sus compañeros, dada la urgencia de decidir qué hacer respecto al combate abajo.

—Éste no era Zalgrán [Glglgl] Era una copia... una combinación de dos conjuros. [Glglgl] Debemos ayudar al archimago, si es que es él.—Mientras hablaba, se tomó dos pociones y tranquilizaba a su malherido jerbo a la vez que echaba  un vistazo rápido al cadáver del elfo. 

Ildyra apretó los puños fuertemente y lanzó un conjuro de nuevo, ganando una especie de brillo metalico sobrenatural.

-Esperemos que tengas razón Ayshel. Demonos prisa antes de que los conjuros expiren.

Después de prepararse para el inminente combate, el grupo cruzó el arco de medio punto y se adentró de lleno en aquella nueva ala. Al igual que el resto de la catedral, aquella sección del edificio, era fría y austera. Durante varios segundos caminaron por un largo pasillo, en cuyo final distinguieron dos figuras custodiando una puerta. 

—¿Quién va?— preguntó uno de los guardias. 

—No está permitido el acceso a esta ala— inquirió el segundo—. El sumo sacerdote se encuentra realizando un retiro espiritual en favor de nuestra diosa Iomedae. ¡Marcharos!

Por el momento todo parecía normal. Ninguna criatura invisible yacía agazapada en las proximidades, ni ninguna aura de malignidad se mostraba bajo la mirada de Sarenrae o Shantia.

- Una emboscada dentro de una emboscada. - dijo mientras la luz de Iomidae la envolvía una vez más, ayudando a cerrar sus heridas. Seguía herida de gravedad, pero tendría que aguantar. La batalla no había terminado bajo sus pies, y no podían dejar morir a Nalen'nag, pero no estaban en condiciones de lanzarse de inmediato a la siguiente contienda. Debían aprovechar el breve respiro antes de continuar.

- Tengo algunas pociones todavía, si alguien necesita. Todavía no hemos terminado. - Liberó la carga que quedaba en su cinturón para recuperarse un poco más, en lo que sacaba y ofrecía tres pociones de curar heridas leves a los otros Vigilantes y a Balthor. Después, proyectó sus sentidos al astral, buscando anticiparse a peligros como los que habían padecido hasta el momento; después, se pondría en marcha hacia el sótano.

No querían hacernos daño, una persona que ofrece tantas veces la opción de rendición es alguien que no quiere estar allí, de lo contrario no restarían las palabras solo gritos de combate y alaridos de muerte. Bajé un poco mis sables en signo de negociación.

¿Rendirnos? Rendirnos sería venderos a todos al mal. -Saqué mi insignia de la Hermandad de los Vigilantes. -Estamos aquí para ayudaros por petición del verdadero archimago y no de ese usurpador que ha vendido su alma a un vampiro. Fuimos nosotros quienes lo rescataron la víspera de su ejecución. 

Estáis siendo manipulados sin saberlo ¿Hay alguien aquí que aún sea leal a su verdadero maestro? ¿Hay alguien que crea que algo no encaja y que jamás haría nada de lo que se le acusa?

Ildyra no dudó y se encaró a los guardias. — Lo sabemos, y debemos encontrarnos con él de inmediato, por favor dejadnos pasar, es importante. Se que no pueden abandonar el puesto, por eso hemos ido a buscar a alguien que nos guíe. De nuevo, por favor, dejadnos pasar, es importante.

Vicnan sabía que a veces el enemigo podía usar inocentes como arma o escudo, y un Inquisidor debía estar listo para elegir el mal menor. Sin embargo, esa era una lección que al semielfo le costaba asimilar.

"Por favor, creedlo" rogó en su corazón, pero su mente lo hizo prepararse para atacar.