Partida Rol por web

- No te quejes a mi me gusta el resultado, para que te voy a mentir, tampoco estás tan mal jeje.

El paseo era cuanto menos interesante. Que ignorantes, y que débiles los mecanismos de seguridad, para lo que a una le cabria esperar. De momento Shandal me parece algo descuidado, aunque una nunca sabe, según nos acerquemos al premio, más riesgos habrá.

Me pongo a examinar la puerta, buscando algo que me llame la atención, no puede ser tan fácil..

- Me prepararé cuando lo necesite, de momento no, prefiero reservarme por si hay sorpresas algunos ingredientes.

No pudo evitar mirar con curiosidad el cambio de aspecto de Abelgos, de hecho era mucho más que eso, la poción había cambiado su morfología y además funcionaba dentro de la torre. Su aspecto había cambiado al de un crio humano, sin duda llamaría menos la atención, pero también imponía bastante menos que la oscura piel de drow. —Te gustan jóvenes por lo que veo—. Respondió al comentario de la semi-elfa.

Después la cosa fue relativamente fácil, nadie esperaba que alguien se colase en la torre, así que en cuanto se pusieron una túnica los aprendices que por allí pululaban no sospecharon nada y si alguno preguntaba algo Aerin y ella tenían los suficientes conocimientos mágicos para pasar por estudiantes.

Todo parecía marchar bien hasta que se toparon con aquella puerta de piedra, al parecer tenían la llave, pero las runas en un umbral no solían ser buena señal. —Al no funcionar la magia, tampoco podemos detectarla, pero podemos usar métodos más mundanos para inspeccionarla—. Cylina se echó un poco hacia a tras la capucha para ver mejor y empezó a examinar con cuidado la puerta sin llegar a tocarla. —Vamos a ver que tenemos aquí.

Aerin y Cylina observaron la puerta a lo largo de varios segundos. Sus ojos danzaron por su superficie buscando cualquier grabado arcano o mecanismo imperceptible a simple vista, pero nada parecía custodiar aquella puerta. Por ello Abelgos se acercó a la puerta, introdujo la llave y la hizo girar, sellando entonces el destino de los allí presentes. Las paredes y el suelo de la sala perdieron consistencia, goteando y reblandeciendose, hasta el punto de que sus piernas comenzaron a hundirse. Trataron de resistirse, agarrándose a la pared o nadando en aquel fluido denso en el que se había convertido el suelo, pero aquello solo agilizó lo inevitable. 

Cuando abrieron los ojos encontraron que sus cuerpos habían sido inmovilizados por cuerdas que cubrían casi la totalidad de sus torsos. Además, los vigilantes, pendían colgados del techo y boca abajo sobre una visión que los inquietó y aterrorizó a partes iguales. Bajo ellos se encontraban decenas de criaturas que al momento Aerin reconoció como necrófagos. No sabía mucho de ellos, pero sabía lo suficiente para temerlos. En manada eran enemigos formidables. 

Por otra parte Cylina y Abelgos comenzaron a barajar la posibilidad de dislocar algunas de sus articulaciones, para así poder zafarse de las ataduras; sin embargo aquella no era tarea fácil. La gravedad jugaba un papel crucial en todo aquello. Si por alguna razón eran demasiado lentos, caerían de manera irremediable los diez metros que les separaban de aquellas criaturas. Si aquello ocurría, no dudaban en que encontrarían la muerte más dolorosa que jamás habrían imaginado. 

Antes de realizar acto alguno, sus miradas buscaron una vía de escape. Después de unos segundos de escrutinio la localizaron en el lugar más obvio y peligroso en el que podía haber estado. La maldita puerta se encontraba en mitad de aquella jauría de seres putrefactos.

Estaban bien jodidos.

No pasó ni un segundo desde que usé la llave para que empezase a arrepentirme, la puerta tenía que estar defendida pero aún con la sospecha caimos en la trampa. Igualmente de no haber él mismo no sabría como haberla burlado.

Nada de eso importaba ya, colgados del techo como fruta de un árbol a la espera de caer cuando estuviese madura. Gruñí, era todo el consuelo que me quedaba junto con el hecho de que seguíamos vivos, era una trampa clemente, para capturar con vida y no para matar intrusos. -"Y donde ha vida ha esperanza"-

-¿Que son esas cosas y por que huelen casi tan mal como a Agatosh? Y lo mas importante ¿Son débiles o sensibles a algo?

Antes de soltarse, ya cayese varias varas de altura en caida libre al suelo para hacer compañía a esas cosas quería tener un plan.

-Mhun. Mira a ver si puedes salir. No quiero que mueras conmigo.

¿Qué...? Sintió como la magia que mantenía las costuras de su disfraz se desvanecía, desgarrando el ardid que mantenía oculto su verdadera apariencia y mostrándole tal cual era. Para Caidus no era una sorpresa, pero sintió como los otros dos se quedaron mirándole. Fue muy consciente de su transformación, de lo muy distinto que era y de lo que podía impresionar. Sobre todo, de los temores y recelos que podía despertar en la gente. No disfrutaba mostrándose así, y solo lo hacía cuando no quedaba otro remedio; que el archimago hubiera roto el truco así le enfadó.

—Creo que voy a tener que tener unas palabras con ese viejo cuando acabemos con todo esto —gruñó. 

Por suerte, y no esperaba menos, el salvaje cambiaformas no tuvo ningún reparo. Alya, sin embargo, aún no había hablado, y temía que eso fuera el preludio de algún problema. Lo cierto es que no quería enfrentarse a ella, desconocía sus habilidades y temía que fueran algo que no entendiera y, por ende, contra lo que no pudiera defenderse. Optó por resultar lo más natural posible y no darle demasiada importancia.

—No puedo ir por la calle así —se limitó a decir, como si fuera lo más normal del mundo. Eso, junto a los acontecimientos que estaban surgiendo alrededor, esperaba que fuera suficiente—. Ya hablaremos de ello, ahora parece que tenemos problemas. ¿Podéis encargaros de sonsacar a... este tipo quién es? El gato y yo nos encargamos de quien venga —dijo desenvainando la espada que, aunque no solía usarla, llevaba a la espalda siempre.

Las transformaciones fueron inesperadas, cuanto menos. No así la alarma, pese a la inconveniencia del momento. El elfo confió en la seguridad de Agatosh, a quien había visto en acción con anterioridad, pero le reclamó un momento.

—Espera, esto os ayudará.

De forma espontánea conjuró sobre su rojizo compañero un hechizo que ya debía conocer, y que le haría sentir mucho más rápido y ágil de lo normal.*

—Gritad si necesitáis ayuda.

Entonces dirigió su atención al elfo maniatado. Con gesto altivo, mirada impasible, y las manos entrelazadas, le preguntó secamente:

—Dime, ¿Quién eres? ¿Dónde está el auténtico Zalgran? ¿Por qué y de quién te ocultas?

Las sorpresas se acumulaban para Alya; era toda una novedad, porque su afiladísima intuición y la segunda voz que percibía en quienes la rodeaban hacía que pocas veces algo la pillara totalmente desprevenida o por sorpresa... Pero en aquel caso era una tras otra.

La primera, el verdadero aspecto de Agatosh. Parecía tener sangre abisal o infernal en su linaje y entendía porqué sentía el impulso de esconderla. Demasiado memorable, demasiada desconfianza simplemente por ser quien era. La psiónica entendía aquello tal vez demasiado bien. Dejó ese tema a un lado, él ya tendría ocasión de explicarse (era un Vigilante, después de todo) y había cosas más urgentes que atender en aquellos momentos. - Como dijo el elfo, si necesitáis refuerzos, gritad. - respondió también con su habitual atonalidad. Aquella había sido la segunda sorpresa. Monstruos accediendo por el túnel que, presumiblemente, conectaba con el templo de su deidad. Sus dientes rechinaban de rabia y furia.

Con un gesto, intentó acceder a su particular don, para materializar del Astral el escudo con el que complementaba su defensa, insegura de cómo la antimagia interactuaría con ello.

Entonces, se giró hacia la última sorpresa. El falso Zalgrán. Dio un paso en su dirección, sin acercar siquiera la mano al mandoble cruzado en su espalda todavía, pero sus ojos... Los ojos de la psiónica se vaciaron al clavarse en el elfo, como si estuviera observando la más ruin e inútil de las formas de vida. Los ojos de una fanática que no puede acudir a proteger el templo de su diosa por alguien que de repente no tiene ningún valor, sólo un obstáculo que eliminar salvo que pudiera probar su valía.

- ¿Cuál es tu pierna menos favorita? - preguntó simplemente, en un tono que hasta a Caidus debió causar escalofríos, mientras ahora sí llevaba sus manos al mandoble. Estaba claro quién de los dos iba a ser el "Vigilante malo".

-Bien, no estas sola. Y yo tampoco. Tan solo tienes que decir cuando y donde, mis compañeros y yo te apoyaremos en lo que sea necesario. Sería bueno pillarles sin su subterfugio magico, y tener medios magicos para quitar este tipo de conjuros tan cobardes.

Bueno, había sido facil, tal vez demasiado facil... Ahora solo tenía que informar al menos a Vicnan, sin que la cagara con alguna de sus respuestas bordes o incesante desconfianza. Tal vez podría reclutar a alguno de los demás, aunque seguramente estarían demasiado ocupados con sus propias investigaciones.

La nueva apariencia de Agatosh, unido a la brutal fuerza de Balthor y la amenaza de Alya, provocaron que el prisionero palideciera y comenzará a balbucear de manera inteligible. Poco después de que Caidus formulara las distintas preguntas, el bárbaro dejó en el suelo al desconocido, como si se tratase de un simple pelele. Tras esto siguió a su compañero, seguido de cerca de su fiel tigre dientes de sable. 

—¡Soy Ervylen el bardo!— exclamó finalmente después de varios segundos luchando contra su torpe lengua—. No me oculto de nadie. El señor Gregory contrató mis servicios para hacerme pasar por él. Nunca me dijo el porque. 

» Por favor, no me hagáis daño— suplicó con voz lastimera, mientras su mirada observaba con fijeza el gran mandoble de la inquisidora. 

Después de que el falso Zalgrán pronunciara aquellas palabras, comenzaron a escuchar los aullidos de aquellas criaturas con mayor fuerza. Debían de haber abandonado ya la biblioteca, cruzado el pasillo y subido las escaleras, donde Agatosh y Balthor les esperaban; sin embargo lo que vieron les hizo retroceder para unir fuerza junto a sus compañeros. Decenas de criaturas, con garras afiladas como cuchillos, ascendían por doquier como una jauría completamente sincronizada. Miraran donde miraran, allí había una criatura. En la pared, en las escaleras, en las barandilla en incluso en el techo. 

El grupo se replegó en el estudio, lugar en el que habían redactado la carta horas antes. El olor a tinta y lacre quemado era eclipsado por el olor putrefacto que desprendían aquellas criaturas. Cuando estás hicieron acto de presencia, tanto Caidus como Alya las reconocieron: Eran necrófagos. Estas criaturas de inteligencia cuasi humana, eran vulnerables a la plata y al agua bendita. Además, sus mordiscos y arañazos presentaban no solo el peligro de desgarrar músculos, ligeramentos, venas y arterias con gran facilidad, sino también de infectar a la víctima con la llamada “fiebre necrófaga”. Aquellos desgraciados que encontraban su final bajo las garras y colmillos de estas criaturas o, a causa de altas y delirantes fiebres, se alzaban poco después como un integrante más de aquella horripilante manada.

El mundo empezó a girar. Ya sabía yo que esto era demasiado fácil... tarde. Soy imbécil, deberíamos haberla abierto en dos tiempos. La oscuridad se apodera de mí.

Me despierto atrapada en la parte superior, sólo para ver como voy a ser comida de... ¿necrófagos? - Que quieres que te diga, prefiero mil veces a Agatosh que a devoradores de carne humana, eso son necrófagos, y la salida está con ellos. Y no, no sé a que son sensibles, bueno, si me dais permiso, seguro que si las quemo un poco les haré daño. Eso si, muy sigilosa no pretendáis que sea, aunque creo que es tarde para el subterfugio. ¿Os gustan las explosiones? Salvo que alguien quiera probar a tomarse la poción y disfrazarse de necrófago, si sale mal, bueno, al menos igual les distrae para que corramos el resto. Dicen que la carne de semidrow sabe muy crujiente, ohh, espera, ahora mismo no lo eres, eso significa que la mía es la más apetitosa. Pero tienes menos pelo, ese si que es indigesto - Y si, me ha molestado el comentario sobre Agatosh, sólo, un poco. ¿Por qué? No lo sé, ni quiero pensarlo en demasía. Tampoco es que favorecer a semidemonios sea sano.

Indico a mi familiar que me ayude a desatarme, o en su defecto, a mezclar ciertos ingredientes alquímicos que me ayuden a hacerlo por mi misma. Justamente soy la que no tengo miedo de caer, porque... lo siento, mis conjuros no funcionan, pero mi poder de bruja si, y eso significa que puedo volar. Unos minutos, lo suficiente como para cocerlos a bombas incendiarias. ¿Se me acabaría antes a mi la munición o a ellos la vida? Sonrío maliciosamente. La caza comienza otra vez.

Zaltrán se la había jugado bien. ¡Contrato a un doble! Esto olía a traición, alguien les había vendido, y ahora se la jugaban con un montón de podridos deseando arrancarles la carne de los huesos, ya se acabaron las sutilezas, era el momento de luchar, matar o morir, Balthor se iba a soltar y lo iba disfrutar, una sonrisa salvaje se dibujo en su cara.

-¡Mira bien bardo, vas a tener tema para cantar cuando terminemos!

En un suspiro se transformo en un gran tigre, todo músculo garras y pelo, deseando lanzarse a la caza, se relamió pensando en la que les iba a caer a los pobres bichos.

- No tienen oportunidad, les vamos a dar bien.

Con un rugido, espero a que entraran.

Aerin... no pillas las indirectas ¿Eh? te lo voy a pedir amablemente. -Es hora de ponerse en marcha antes de que la sangre baje demasiado así que comienzo buscar el punto flojo en las ataduras- Deja de usar la palabra semidrow para referirte a mí, por favor, o tendremos algo mas que palabras. 

Y ya por curiosidad, me da igual que sea indiscreción. ¿En que momento te empezaste a sentir atraida por él? Y no me refiero a algo físico.

Sí, era el mejor momento para tener ese mejor momento para sacar el tema, ante una muerte inminente, quizá así podía aclarar esos estúpidos celos que me atenazan y seguir con mis asuntos con normalidad.

Algo extraño pasó cuando iban cuando intentaron usar la llave para abrir aquella puerta y de repente se encontraron atados boca abajo sobre una jauría de criaturas no-muertas. Estaban demasiado lejos como para aprovechar el alcance de sus ataques, pero bajar para luchar contra todos era una locura y encima los orejas picudas les dio por tener una discusión de pareja en aquel momento.

—¿Sabéis quién se siente atraído por quién?, los ghoul por nosotros, así que por qué no mejor discutís de eso—. Allí colgada como un jamón se giró como pudo para mirar a la semielfa. —Pues no me hace mucha gracia lo de usar explosivos en una misión de infiltración, pero con un grupo tan grande y en estas circunstancias, no creo que podamos hacer esto de forma sigilosa—. Nuca había sido demasiado dependiente de la magia para su trabajo, pero en aquellos momentos la estaba echando realmente de menos.

—Atento, no pueden superarnos, ¡que no pasen de la puerta o nos rodearán! —Ni que decir que, si eso pasaba, estaban perdidos. Y no tenía intención de morir allí.

En cuanto vio a aquellas criaturas aparecer y acercarse, dejó que la ira le embargara, lo que hizo crecer sus cuerpos, y se preparó para atacar con todo en cuanto el primero estuviera a su alcance.

Aunque el saludo del inquisidor no sonó especialmente alegre ni cálido, el desconocido se saludó con grandes dosis de amabilidad y felicidad. Tras esto, escuchó con paciencia a Vicnan, tornando su gesto en sorpresa cuando éste pronunció las últimas palabras. 

—¿De ser así no debería hablar algo más bajo?— preguntó de manera irónica mientras esbozaba una sonrisa—.  Lo cierto es que soy el gnomo al que buscas y tienes suerte,  he visto algo, pero me gustaría que no me faltara el pan en este lugar. Usted ya me entiende. 

Al contrario de lo que muchas personas creerían, el mendigo no buscaba unas monedas por sus palabras, sino que realmente estaba preocupado por perder su comida diaria ofrecida por la iglesia. A pesar de ello, para agilizar todo el proceso, el vigilante le entregó unas monedas y le aseguro que nunca diría nada que pudiera perjudicarlo. 

—Las gentes de Norul, ataviadas con buenas ropas y la tripa llena, no siempre saben lo que ocurre realmente en la ciudad— dijo mientras le invitaba a sentarse a su lado—. Por el contrario, los pordioseros y los enfermos que vivimos en las calles, si nos damos cuenta. Al menos de más cosas. 

» ¿Qué he visto o dejado de ver? Es una pregunta complicada de responder. Más bien es una intuición— añadió instantes después en susurros—. En ocasiones he visto a uno de los guardias personales del sumo sacerdote merodeando por aquí. Normalmente se marcha; sin embargo cuando hay niños cerca, suele quedarse por aquí. 

El semblante de Feldón se tornó triste y apagado. Sin duda se sentía culpable de las desapariciones. Aunque no sabía la existencia de un vampiro, su mirada vidriosa  había sido capaz de ver más allá de la falsa pureza que exhiben algunas personas del templo. 

—Intenté alertar a los niños, pero a veces el hambre aprieta más que el miedo. Intenté alertar a la guardia, pero nadie me hizo caso— dijo con gran culpabilidad mientras una lágrima solitaria caía por su mejilla—. Por favor, salve a los niños. 

Con aquellas palabras en mente, entretejidas entre culpabilidad y dolor, Vicnan abandonó el lugar y regresó a la biblioteca. No sin antes guardar las túnicas en su macuto. Después de todo, nunca sabía cuándo podría volver a necesitarlas. Al llegar al lugar encontró a su compañera esperándole con impaciencia y preocupación a partes iguales. 

Instantes después de que Ildyra pronunciara sus últimas palabras, comenzaron a escuchar pasos acercarse hacia donde ellos estaban. A juzgar por sus pesadas pisadas, debían ser los guerreros de la orden en busca de mejorar sus habilidades marciales. 

—Dudo que se oculten bajo engaños actualmente, ya que está realizando un retiro espiritual— dijo con premura ante la cercanía de las pisadas—. De modo que cuanto antes lo hagamos mejor. Esta noche a ser posible. 

En aquel preciso instante un grupo de cuatro paladines ataviados con pesadas armaduras hizo acto de presencia, momento en el cual ambas mujeres se despidieron. Tras esto la devota de Shantia puso rumbo a la biblioteca, esperando entonces poder encontrar a su compañero. Su corazonada era correcta, pues despumes de unos minutos de búsqueda, entre las grandes estanterías de libros y bajo la atenta mirada indiscreta de algunos sacerdotes, Vicnan apareció.

Los necrófagos, lejos de quedarse de brazos cruzados, comenzaron apilarse unos encima de otros para así llegar hasta sus nuevas presas. Sus aullidos eufóricos y la velocidad a la que creaban la torre, denotaba una gran predisposición a hincarles el diente. Sin duda no iban a jugar con la comida. 

El primero en zafarse de las cuerdas fue Abelgos, el cual al ver como Aerin tenía problemas para liberarse, se balanceó hacia ella para tomar cartas en el asunto. Ambos chocaron como dos jamones al ser colgados, pero aquello poco importaba. Sin perder un solo segundo, el elfo oscuro comenzó a desatar las ataduras de su compañero. Cylina por el contrario, aunque de manera más lenta, logró zafarse también. 

—Date prisa, ¡están a punto de alcanzarnos!— exclamó Mhun. 

Tal y como había dicho el roedor, la torre necrófaga estaba apunto de darles alcance. Algunas de aquellas criaturas, ansiosas y hambrientas, saltaban hacia ellos antes de tiempo. Como resultado sus cabezas se quebraban al golpearse contra el suelo en la caída; sin embargo aquello poco importaba. Los no muertos, no eran precisamente criaturas empáticas que se preocuparan por el bien de sus compañeros, de modo que siguieron ascendiendo. 

Cuando los vigilantes sintieron las garras de aquellos seres rasgar las partes bajas de sus túnicas de arcanista, la hija de las bruma fue liberada, momento en el cual comenzó a liberar. Con rápidos y diestros movimientos, sacó los ingredientes para crear una bomba de alquimia, la cual al golpear a sus enemigos, provocó que la torre necrófaga se viniera abajo. A pesar de ello las criaturas no se dieron por vencidas. 

De nuevo una parte de aquella jauría comenzó apilarse unos encima de otros, mientras que individuos aislados comenzaron a trepar por las paredes. Sus garras se afianzaban con gran facilidad a los muros de piedra. ¿Podrían hacer lo mismo en el techo?

Vicnan se acercó a Ildyra y sonrió, manteniendo todavía el personaje del turista.

- ¿Hermoso lugar verdad?, pero creo que ya es hora de comer. ¿Volvemos? -

Sólo cuando estuvo seguro que nadie los podía escuchar, agregó en susurros: - Tengo una pequeña pista, busquemos un lugar para hablar tranquilos -

¿Temes a la muerte, chiquitin?  -Repliqué algo divertido ante el miedo en la voz del ratón sin embargo el humor espartano no era mas que un recurso para disimular mi propio miedo, que por supuesto que lo tenía, esas cosas son una mala forma de morir, como la hoguera. Razón de mas para que no me sobrecogiese y ponerme manos a la obra. 

Cuando siento las garras rozar el bajo de mi capa y las botas comienzo a soltar coces hasta que me suelten o algo cruja y ceda ante el impacto. La torre finalmente cae y algunos mueren, lo celebro en silencio pero esto está lejos de terminar. Se me ocurre esperar a que suban para nosotros caer sacarles ventaja en un "pilla pilla" pero una caida de diez metros es una muerte anunciada si no mas de un hueso roto. Aunque recuerdo un hechizo de caer como un pluma, que no se si era cosa de Aerin.

Necesito las dos manos para defenderme y las mujeres también así que con las cuerdas restantes hago un lazo corredizo en uno de mis pies y otro en mi hombro derecho, bajo la axila de forma de que sostenga. Saco mi arco y comienzo a disparar en función de la proximidad.

Una vez libre dio varias vueltas con la cuerda alrededor de su antebrazo, así no podría usar la mano y corría el riesgo de dislocarse el hombro, pero eso era mejor que caer en medio de aquella jauría. Con la otra mano desabrochó la túnica como pudo para dejar libre su melena, la cual empezó a alzarse como si de tentáculos se tratase.

Cuando Abelgos se las apañó para intentar atacar con el arco y Aeryn conseguió lanzar la primera bomba, Cylina sonrió al ver como que había mejorado su situación en un instante. —Vosotros atacad a los de abajo, yo intentare mantener a distancia a los que se acerquen.