Partida Rol por web

- ¿Caidus, no te parecen raras estas estatuas? Voy a comprobar si se pueden mover, creo que el orden lógico sería el siguiente.

Con su fortachón cuerpo intento que la estatua del niño mirara a la mujer, y la del la espada al engrilletado.

Ildyra estudió el estilo de combate de los paladines, estaba segura de que se iban a esforzar más con ella mirando, y empezó a animarles, a los cuatro, indistintamente, para que se defendieran, se recuperaran o alabando su concentración y fortaleza.

Tras ver su nivel, se acercó a ellos sonriente y empezó a quitarse parte de la ropa, sacando al sol la cota de malla de mithril que llevaba y empuñando un cuchillo estrella. Siguiendo el protocolo que había visto, se inclinó en señal de respeto.

-¿Me concedeis el honor de entrenar con vos? Un duelo amistoso. No pensaba hacerlo, pero vuestro entrenamiento me ha dado envidia. - De nuevo, sonrió a los caballeros, vigilando que el sacerdote que la había traido aquí estaba mirando. Se fijó en la expresión de todos los presentes. No sabía que buscar, pero cualquier pista sobre la personalidad de aquella gente podía ayudar.

Después de mirar varios minutos, la joven paladina se cansó de ser una simple espectadora y trato de unirse al ejercicio matutino de los campeones de Iomedae. Sin ninguna duda eligió al más diestro de todos, el cual a pesar de ser el menos corpulento destacaba por encima de los demás con creces. 

Tras realizar el saludo marcial ambos sirvientes de los dioses alzaron sus armas y comenzaron a caminar en círculos. En un comienzo sus pasos eran lentos y sus fintas tentativas; sin embargo, cuando habían determinado la fuerza del oponente los filos de sus armas chocaron. Los movimientos de ambos combatientes eran totalmente opuestos. Los pasos de Ildyra eran gráciles y elegantes, más similares a un baile. Por el contrario, los de su oponente eran rígidos y estables, enraizando su posición hasta convertirlo en un perfecto bastión defensivo. 

Minutos después, en los cuales los golpes de la vigilante chocaban de manera inútil contra el escudo de su oponente, mientras que los ataques de este cruzaban el aire sin llegar jamás a acercarse mas de un palmo de su cuerpo. Finalmente, cuando el sudor cubría sus cuerpos, el corazón latía con fuerza y su respiración era agitada, ambos se detuvieron.

—Hacía tiempo que no me encontraba un oponente tan formidable. Los sirvientes de de Shantia tienen una luchadora entre sus filas— felicito su enemigo mientras se retiraba el yelmo—. Mi nombre eres Ayshel. ¿Con quien he tenido el placer de combatir?

El aura de aquella mujer, al igual que la de Daslicht, estaba cargada de bondad y calidez, pero de manera completamente distinta. Mientras la del sacerdote era similar a una cálida fogata; sin embargo la de Ayshel desprendía un poder y una autoridad ardiente como un incendio.

Vicnan caminó entre las enormes bibliotecas sin disimular su asombro. Era un lugar magnífico y por casi un momento olvidó su misión y deseó tener tiempo para sumergirse en los escritos.

Pero volvió en sí. Se movió entre torres de libros tratando de no hacer ruido. En el Templo le habían enseñado a perseguir a los herejes sin ser visto y aprovechó al máximo sus enseñanzas. Escabullirse de la biblioteca parecía ser algo sencillo, pero los pasillos eran otra historia.

No tenía mucho tiempo. Buscó los aposentos privados. No sabía dónde se ubicaban, pero su plan era buscar en el sentido opuesto a donde habían ido Daslicht e Ildyra.

Tras un largo intercambio de palabras el grupo de vigilantes decidió seguir el consejo ofrecido por Julieth. Aunque aquello podía suponer un deterioro en la imagen de la hermandad, lo cierto es que nunca relacionarían aquel acto atroz con ninguno de ellos. El poder y la adaptabilidad de los extractos de Aerin suponían una gran ventaja en todo aquello. 

Mientras Aerin filtraba ciertas disoluciones y las mezclaba con otros reactivos, y Cylina preparaba un improvisado altar de sacrificio, Abelgos encontró a un perezoso gato que dormía la siesta tumbado al sol. El felino, vaticinando lo que estaba apunto de ocurrir, trató de morder y arañar al elfo oscuro, pero nada sirvió. Pronto el cuchillo de la joven alquimista cortó la garganta del pobre animal, mientras las dos brujas pronunciaban una oración en un antiguo idioma ya olvidado. Sin duda los dioses y los espíritus estarían agradecidos por aquel sacrificio. 

Cuando terminaron de realizar el ritual y guardar el cuerpo del animal, el variopinto grupo caminó por las calles de Norul en dirección a la Espita Dorada. Allí esperaron durante una hora hasta que un constructor de figura estilizada apareció arrastrando un carromato el solo. Sin dificultad alguna bajo cuatro cajas de gran tamaño y comenzó a dejarlas una a una frente al local. Poco después los trabajadores de la posada comenzaron a sacar multitud de alimentos: huevos en salmuera, queso, carne ahumada, frutas y verduras. 

Por suerte para los héroes hubo un momento en el que la criatura metálica se alejó durante unos segundos del carromato y se adentro en la taberna. Aprovechando aquella situación, el roedor llamado Mhun utilizó su magia para crear un potente sonido similar al de los petardos al explotador. Entonces Aerin, convertida en una anciana de espalda arqueada y artística, se acercó con rapidez y cuando nadie miraba en su dirección dejó el cadáver del felino. Tras esto desparramo las tripas y vertió gran cantidad de sangre que había guardado previamente. 

Instantes después el forjado reapareció escrutinando a su alrededor, buscando el origen de las pequeñas explosiones. En mitad de su barrido visual su mirada acerada encontró el macabro espectáculo preparado para él. Con pasos lentos se acercó, hasta acuclillarse frente al gato y mirarlo con mirada curiosa. 

Tres cajas habían sido llenadas y cerradas por la criatura de tendencias sádicas, si querían abrirlas sin hacer ruido e introducirse aquel era el momento; sin embargo realizar aquel acto a plena luz del día era una labor cuanto menos imprudente. Por ello Mercer se ofreció para atraer la atención de los transeúntes. Corrió por la calle unos metros, tras los cuales realizó un par de acrobacias para llamar la atención. Después sacó un juego de cartas y unas cuantas monedas y comenzó a realizar un espectáculo clandestino de magia. 

Encuentro el gato y no dudo en agarrarlo del pescuezo y de las patas traseras. No me tiembla el pulso en ningún momento, habré matado demasiadas criaturas como para tener miramientos de un gato pulgosos pero el motivo por el que va a morir si se me queda como una astilla en la mente.  -No tengo palabras de disculpa ni consuelo para lo que te espera, solo sé que no es justo que pagues por nuestra falta de imaginación.

Entrego el gato y mi parte a concluido, lo sacrifican a su dios o diosa y disponen el cuerpo para hacer de señuelo... -No se puede hacer una tortilla sin romper huevos... -Me digo a mi mismo.

El resto de elementos del plan van sucediendo correctamente y cuando vemos al constructo ruego no tener que enfrentarme a el, me imagino mis flechas clavadas en su cuerpo como agujas en un alfiletero sin mayor efecto.

Llega el momento crítico donde algo puede salir mal, que nos descubran entrando o dentro de las cajas.

Sonrió mientras, con calma y suavidad, dejaba la botella en la mesa, casi vacía, junto a la cabeza de Zalgrán, que había caído dormido en el tablero y roncaba sonoramente. Al final el hombre no había resultado ser tan duro como contrincante, aunque imaginaba que todo aquél plan, llevado a cabo a la perfección, tenía que ver, claro.

Sin perder el gesto alegre, se levantó y se acercó al cuerpo inconsciente del que había sido su rival. Con un único movimiento, se agachó, metió un brazo alrededor de su cintura y lo levantó, echándoselo al hombro. Todos le observaban, pero no prestó demasiada atención a las miradas curiosas.

—Me lo llevo de aquí, de vuelta a su casa. Ha sido un placer libraros de esta carga, tengan buena noche —deseó a los parroquianos mientras se encaminaba a la puerta del local; solo se detuvo, a punto de salir, para girar la cabeza hacia Alya—. ¿Vienes? —preguntó a la mujer.

Con ella, tenía la sensación de que no sería muy complicado que cualquier guardia que los detuviera les dejara pasar, rumbo a la casa del noble, dónde podrían empezar su verdadero cometido de esa noche.

Con las suplementarias espantadas y con la mirada de Zalgrán más en la bebida, y en sus curvas marcadas en el destiltraje, se tomó un momento para recuperar la concentración para poder dar ese pequeño extra en las matrices con las que Iomidae la había bendito desde su nacimiento... Momento que pudo disimular con un suspiro de disgusto al ver como el bruto colapsaba sobre la mesa como un muñeco.

- El aguante es una de las cualidades más admirables en un hombre. - repitió en voz alta, pero esta vez en tono decepcionado negando con la cabeza. Su mirada indiferente pasó entonces a Agatosh, al que miró de arriba a abajo cual si estuviera evaluando su valor y contando pérdidas mentalmente. - Claro, tal vez aún se pueda sacar algo de provecho. - dijo con una sonrisa que encajaba perfectamente en su papel de cazafortunas para la noche. Dio un paso atrás, dejando el "trabajo sucio" al fortachón que no pertenecía al lugar. - Puedo guiarte hasta allí, de hecho. - dijo mientras mascullaba algo sobre esfuerzo desperdiciado.

- Admito que ha salido mejor de lo que pensaba. Aún así, fue bueno que decidiera hacerte de sombra. - añadió, en su tono de voz real en la cabeza de su aliado.

Los pensamientos de Agatosh fueron completamente acertados, pues durante el camino un par de guardias les detuvieron por cargar a un hombre semidesnudo por las calles de Norul. Sin embargo, gracias a las ocultas habilidades sociales de Alya, tras intercambiar unas palabras lograron seguir con su camino sin mayor interrupción. 

Cuando llegaron al hogar de los Gregory encontraron a Nalen´Dag rematando una compleja secuencia de grabados arcanos, que disiparían cualquier efecto mágico que se llevara acabo en el lugar. Por otra parte, mientras Caidus repasaba su libro de conjuros, Balthor se había dedicado a investigar la casa. Después de un tiempo había encontrado cuatro estatuas en la biblioteca, las cuales podían rotarse para activar un mecanismo que posiblemente podría abrir una puerta secreta. Pensaba resolverlo, pero la aparición de sus dos compañeros le instó a regresar con el grupo por si algún enemigo había hecho acto de presencia. 

Todo parecía estar saliendo a pedir de boca, pues habían logrado escribir la carta destinada a Shandal y sacado de combate a Zalgrán Grigory, todo ello sin ser descubiertos ni llamar la atención.

¿Debían investigar lo que Balthor había encontrado o continuar con el plan? No sabían cómo les iba al resto de sus compañeros, pero una cosa era segura: El grupo que se infiltraría en la torre arcana dependía en parte de ellos.

Balthor escucho ruido y fue rápidamente a comprobar de que se trataba; eran Agatosh y Alya con el vapuleado Zalgrán Grigory, todo un éxito su misión.

- Hola compañeros, en cuanto aseguréis esa carga me gustaría que vierais algo abajo, Ronroneo (el tigre dientes de sable) me dio la pista. ¿El tipo se ha resistido mucho? - aunque parezca que lo han logrado fácilmente, lo mismo han tenido problemas.

Una vez que hablaron con sus compañeros Balthor los llevo hacia la sala recién descubierta.

Allí encontró una fuente circular la cual era llenada de manera continua por cuatro estatuas. La primera era la de un niño que parecía jugar, la segunda la de un hombre de rostro enfurecido alzando una espada, la tercera la de una persona sin rostro con pesados grilletes en sus muñecas y la última la de una mujer de cálida sonrisa. 

- Creo saber como colocarlas, sólo hacen falta un par de empujoncitos más. 

Puso de nuevo los brazos a trabajar para dejar las estatuas como tenía pensado.

Al final, dirigió ella un poco el plan, dado que el resto permanecían todavía anonadados. Lo del cambio de forma... le gustaban más las ilusiones, no se veía sujeta a los caprichos de su nueva forma con cambios hormonales. Se preguntó que pasaría cuando me tome la otra poción.... Prefería reservársela para cuando fuera realmente necesaria, si actuaban rápido, no sería tan problemático.

La primera parte salió bien, pero la segunda era más complicada. El sigilo nunca había sido su especialidad, pero ahora tenía que hacerlo rápidamente. Se tomó la poción de invisibilidad. Una sensación extraña la recorrió, mezclar dos pociones la dejaba a veces con ardor de estómago, nauseas u otras sensaciones poco agradables, esperaba no estar aguantando flatulencias durante el resto de la misión, aunque quizás el golem no tendría olfato...

Una vez invisible, se apresuró a meterse en la caja.

Ildyra guardó su arma y reguló su respiración. Sonriendo exultante se secó el sudor de la frente. Bufó satisfecha y respondió tranquila:

-Sus palabras són demasiado para mí. Mi nombre es Ildyra, un placer. Como decís soy seguidora de Shantia. Ha sido divertido, me gustaría repetirlo.

Tras meditarlo fugazmente, se decidió a hablar con ella.

-Lady Ayshel, ¿Tal vez podamos hablar en privado?

 No veía la necesidad de realizar aquel ritual, pero lo conocía desde niña y si con eso se sentían menos culpables por matar a un gato, pues que así fuera.

Esperaron a que el constructo estuviese en su lugar para preparar el sangriento espectáculo, y sin duda la madame tenia razón,  la criatura en seguida se interesó por el animal muerto. En ese momento aprovecharon para acercarse al carro e intentar colarse, si no lo conseguían todo el plan se iría al traste y seguramente tendrían que luchar contra un golem.

Una menguada sonrisa afloró en la cara del elfo al ver a sus compañeros con Zagran. "Estupendo", les dijo a modo de alabanza.

—Ya tenemos todos los 'ingredientes' para llevar a cabo nuestro plan. Deberíamos ponernos a ello en seguida. Aunque comprobar esas estatuas no debería llevarnos mucho tiempo y, quizás, nos aporten algo interesante.

Cerró su libro de conjuros y comprobó las estatuas y la estancia, con la esperanza de sacar algo en claro que a su compañero pudiera habérsele escapado.

Agatosh no dejó caer aún al embriagado Zalgrán, a pesar de que el peligro parecía haber pasado ya y que, aunque despertara, posiblemente ya poco podría hacer contra todos los presentes. En el camino había agradecido a Alya su buen juicio a la hora de actuar, y gracias a ello habían tenido éxito sin apenas complicaciones, mucho más fácil de lo esperado; al parecer, a los demás tampoco les había costado mucho esfuerzo colarse en la casa e iniciar los preparativos.

—Hola de nuevo —saludó—. Veo que todo va bien, en marcha. ¿No había gente por aquí? ¿El servicio? —preguntó extrañado.

El archimago ya les había avisado de que el noble no pasaba por su mejor momento y apenas tenía gente a su cargo, pero imaginaba que alguien si que habría; empero, no había ni rastro de prisioneros. Tampoco es que le importara mucho, si tenía que ser sincero.

—A nosotros nos ha ido bien, un trabajo fácil. ¿Hay alguna cuerda, o dos, por ahí? Podemos ir a mirar ese mecanismo, a ver que oculta, pero primero habría que asegurar a este idiota, si. Y podríamos ir mandando la carta. —Miró a Nalen'Dag—. ¿La enviarás con magia o habrá que ir de manera más... mundana?

Vicnan abandonó la biblioteca y se adentró en las entrañas de la catedral con la misma soltura que un felino. Moverse sin ser visto no le fue especialmente complicado, pues las narices de los devotos se encontraban entre los polvorientos tomos y pergaminos quebradizos. Después de caminar durante unos minutos por los pasillos, en los cuales sorteó a más de un sacerdote, encontró un ala de habitaciones. Tras una búsqueda infructuosa el inquisidor encontró unas túnicas carmesí con bordes dorados que le permitirán caminar por el lugar sin llamar la atención. 

Más relajado y despreocupado, recorrió los distintos corredores y escaleras hasta finalmente llegar a una zona donde el olor a comida recién hecha y la falta de higiene se mezclaban. Al menos una docena de indigentes disfrutaban de un humeante cuenco de sopa con verduras. Pensó en pasar de largo hasta que algo le llevó especialmente la atención. Un niño trataba de mezclarse entre los presentes utilizando una barba postiza, así como unos zancos de madera, los cuales los ocultaba con unas largas túnicas. 

Su primer instinto fue sonreír, aunque no estaba acostumbrado a tratar con infantes, jamás dejaban de sorprenderle con sus disparatadas ideas; sin embargo el amago de sonrisa se convirtió pronto en una mueca, pues el joven miraba a su alrededor con gran nerviosismo. Con cada cucharada que daba, sus ojos danzaban al menos una vez a su alrededor.  

De manera instintiva, Ildyra, extendió su aura de benevolencia mientras realizaba aquella petición. En respuesta, Ayshel ordenó a sus compañeros abandonar la sala, otorgándoles unos minutos de privacidad. 

—Soy toda oídos— dijo de manera escueta mientras enfundaba su espada y dejaba el escudo contra la pared. 

Aunque la devota de Iomedae se mostraba relajada y segura de sí misma, una ligera tensión podía percibirse en su cuerpo. No acababa de sentirse a gusto con Ildyra. ¿Sería por pertenecer a religiones distintas o por que se sentía amenazada? Aquellas preguntas poco importaban, pues vio con claridad cómo la mujer esperaba impaciente su respuesta.

Camuflado como sacerdote, Vicnan se acercó al jovencito con mucha calma, tratando de no alterarlo ni demostrar que lo había descubierto. Cuando estuvo cerca murmuró: - No voy a denunciarte, amigo -

Y como gesto de buena voluntad le hizo un guiño y le sonrió. 

- Yo también busco algo, ¿quieres hablar conmigo? puede que podamos ayudarnos -

Vicnan se sentó junto a él y simuló ser un sacerdote consolando a un pobre vagabundo.

El interior de las cajas era agobiante y doloroso. El olor de los encurtidos sacudía las fosas nasales de los Vigilantes, mientras que los sacos de verduras y frutas les obligaban a permanecer en ángulos cuanto menos incómodos. A pesar de ello guardaron silencio durante todo el proceso, incluso cuando sintieron como sus estómagos se encogian y todo parecía dar vueltas, lo cual duró solo uno segundo. Aquello solo podía significar una cosa: Estaban dentro de la escuela de magia. 

Poco después sintieron como las cajas, con ellos dentro, eran descargadas y colocadas en el suelo. Tras esto escucharon con claridad como una de las cajas era abierta. Todos temieron lo peor, por ello rezaron de manera silenciosa por la seguridad de sus compañeros; sin embargo para fortuna del grupo ninguno de ellos había sido descubierto. La cuarta caja, la destinada a Mercer, fue la que el constructor abrió en primer lugar. El ir y venir de sus pisadas señalo de manera indirecta al grupo que es lo que estaba haciendo a continuación. 

Cuando las pisadas de golem sonaron con cierta distancia, los Vigilantes abrieron unos centímetros la tapa de las cajas y observaron a su alrededor. Como era de esperar se encontraban en una gran habitación con varias estanterías, las cuales estaban repletas de diferentes alimentos. 

¿Debían esperar y huir de manera silenciosa mientras el forjado colocaba los alimentos? ¿O luchar contra la criatura en aquel lugar y evitar un posible peligro en el futuro?